lunes, 29 de marzo de 2010

La chica que no me va a dejar


A Luciana (en su cumpleaños)

HOY VOY A HABLAR de la niña con el cielo en el rostro, las estrellas en los ojos y una sonrisa de cuarto creciente. Con motivo de los 2190 días de su nacimiento.

–reiiiiiiinnner ¡ven! –me grita desde su cama–.

–Un rato, voy al baño primero –digo, pues mi urgencia no espera; sé que se va a molestar, hace un tiempo se siente primera que todo–.

–No, ¡ven! –insiste–.

–Es que no aguanto, Luchi, ya voy, espera.

No le gusta esperar. Con ella no puedo mantener esa postura malosa mucho tiempo. Apenas termino de ocuparme corro a derretirme a sus pies, pues Su Alteza ha tenido la deferencia de llamarme, y yo como súbdito fiel debo ir donde ella disponga, cuantas veces sea necesario, antes que se arrepienta.

Me ha llamado para enseñarme su nueva lonchera roja de Hannah Montana. Yo me alegro, la quiero saludar pero no me deja. Ella ya no es la misma de antes, cuando me daba besitos a cada rato, cada vez que se los pedía, pero a medida que ha ido creciendo aprendió a repartirlos con cordura y sin precipitarse, como si sus besitos en el cachete fueran un recurso no renovable: se puede decir que es muy ecologista con sus abrazos y besos, aunque reniega de La Hora del Planeta y yo reniego gustoso con ella. Y al diablo los hielos del mundo, nosotros no apagamos las luces porque no nos gusta la oscuridad.

Este último verano, las cosquillas se pusieron de moda entre nosotros. No recuerdo cómo, pero ha descubierto que mi punto débil son las cosquillas bajo el brazo, en la axila. Estoy almorzando, me descuido y desliza sus dedos juguetonamente por ahí. Estoy viendo los partidos de la Copa Libertadores y, de nuevo, cosquillas. Estoy pintando en su muro y, otra vez, sin misericordia, cosquillas. Estoy escribiendo y, sin avisar, descarga sus cosquillas, la electricidad de sus dedos. Trato de responderle pero nada puede contra sus rápidas manos que se cuelan al borde de mi corazón.

Sus dedos, párrafos aparte. Al tercer día de nacida, la trajeron a casa. Yo no estaba muy entusiasmado con su llegada (lo digo sin orgullo), es más, a esas alturas de mi vida adolescente (tenía 14) los niños pequeños me causaban humana repulsión. No los aguantaba: si crean toneladas de basura sólo en pañales y cuando lloran nadie los detiene. Son estresantes, bullangueros y pichilones. Pero Luciana me enseñó a atenuar esas ideas empezando por sus dedos: qué despellejadas serpientes tan misteriosas eran aquellos dedos que no dejaban de moverse a ciego y suave ritmo prensil.

Los mismos dedos que me guían por las calles las veces que puedo recogerla del colegio parroquial en el que ha despegado la Primaria. Felizmente todavía me da la mano para cruzar la pista. Si no hace mucho Sol, caminamos hasta la casa con paciencia y una galleta Margarita. Pero si el Sol nos degüella, tomamos el bus después de acabarnos el helado tricolor de barquillo en el parque enrejado de la vuelta.

Esos dedos con los que hace sus tareas escolares hasta que mamá decide que ya es tiempo de dormir cuando el lápiz ya no corre por el cuaderno. Luciana puede estar sentada cinco, seis horas haciendo su tarea. ¿Cómo hará para no avanzar?, no lo quiero descubrir. No deja de fascinarme que ya esté aprendiendo a escribir. No es que quiera que siga mis condenados pasos, sino que, a sus cinco años, escribir es dibujar letras sin mayor compromiso, que es una circunstancia que quisiera revivir pero ya no puedo.

Así como las tareas, lo mismo ocurre con el almuerzo, que es calentado dos o tres veces para que lo coma por fin: esos dedos aun no están entrenados en el difícil arte de tomar la sopa. No le gusta comer carne, no sé si va a ser vegetariana, tampoco es de probar verduras, pero es gracioso verla comer todos los días arroz con huevo frito con las manos limpias.

(...)

Pero no son sus dedos, sino ya sus ojos los que sonámbulos me piden cuentos por la noche. Felizmente, si no me vence el sueño, se me ocurre algo, ella debe pensar que soy un pozo inacabable de cuentos. Las últimas veces la he barajado con los “cuentos más cortos del mundo”, que no duran más de un minuto, le digo. Es difícil ese su último momento de la jornada, pero debo esmerarme para no lanzarle cualquier cuentito facilón, para que duerma con una aventura que le que le relaje: se duerme tranquila bajo el arrullo de un cuento, sobre todo cuando se duerme antes de que acabe el cuento y me deja hablando solo al viento, el efímero elemento al que le parece confiar sus memorias.

El viento del que yo no me fío para guardar nada. Tal vez por eso la primera vez que me animé a abrir un bloJ fue, en buena parte, gracias a Luciana. Quería escribir, no sabía de qué y no me pareció mala idea contar algunas historias que pasaba con Lu: ella y yo en el mundo y contra él. Si antes las familias conservaban los recuerdos celosamente en los álbumes de fotos (regordetes compendios de los momentos más importantes de la historia familiar) por qué no podía hacer lo mismo a través de la escritura. Y dejarle un testimonio personal, desde mi afectada mirada, de algunas cosas que pasamos juntos, para que los lea de aquí a diez años, por hacer un cálculo simple.

(De cuando no quería ir al colegio; de cuando paseamos en el Malecón; de cuando me dice las mejores mentiras del mundo; de cuando estaba enferma y me vomitó la cena; de cuando le invento cuentos; de cuando vamos al cine a ver La Princesa y el Sapo; de cuando hizo que Beatriz, la chica más linda de la Universidad, me mirara por fin; de cuando celebramos separados la Navidad.)

Hay que tener cuidado al acercarse a Luciana. No te va a hablar con cariño así nomás, tampoco te va a morder. Ella es tímida, casi como yo cuando era un nene (aunque ahora también). Han sido vanos los intentos de varios amigos y amigas que fueron choteados y no supieron ganarse su sonrisa ni sus recuerdos. Apenas una amiga se la ganó con tal naturalidad que hasta Luciana terminó mostrándole mi álbum de fotos personal (ese donde siempre tienes una foto mostrando las pequeñas y pudendas joyas de la tribu).

Yo no sé si Luciana será una doctora, gran empresaria o boxeadora, yo espero y confío que ella haga lo que más le guste y divierta. Si se me concede la gracia de pedir algo de ella sería, primero, que me mime siempre; lo último, que nunca me pierda la confianza (si es que ya la tengo ganada) de contarme las cosas que le pasan o le dejan de pasar.

Por ejemplo, que me cuente si le sale un pretendiente pajerito de esos que nunca faltan. Claro que si le hace derramar media onza de dolor, es seguro que le torceré el cuello, lo momificaré y lanzaré a los acantilados de Magdalena (porque yo vivo por Magdalena…). En el colmo de mis delirios, hasta he llegado a imaginar el día que me cuente la primera vez que haga una gran travesura o tome alguna droga (en general, cualquier tipo de “primera vez”). Que me cuente todo: es como un sueño, cada quien tiene su privacidad y sabe a quien selo cuenta, pero es divertido pensar que tendré tal conexión con ella en un futuro no muy separado de este presente.

El asunto es que este fin de marzo Luciana cumplirá la miniatura pero considerable suma de seis años junto a la familia. Hace unas semanas dijo que no quería una estruendosa fiesta con miles de amigos comelones correteando en el Kentucky, que le hacía feliz una reunión con la familia, sus tres primos favoritos y su guapa madrina; lo que sorprendió a todos: fue lo que se llama una decisión madura y comprensiva, habida cuenta de la situación apretada de estos tiempos en la casa.

Como sea, la verdadera fiesta es estar con ella cada día, ver sus pasos adelante, oír sus chistes, llantos, gritos y bostezos; ya van a ser 2190 días de eso, así que será motivo para adornarla con todos los soles del cielo que ella merece.


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La canción del post. "She is like a rainbow", es original de los Rolling Stones, pero este es un cover hecho por Nena.



A los interesados, este es el bloJ hecho exclusivamente para Lurúlulú: Hágase la Lu.

sábado, 20 de marzo de 2010

Su nombre es Malena


Por aquel entonces yo no solo atravesaba por cambios (el mundo también estaba cambiando y todo a su alrededor, como lo hacía el Pastoruri). Después de la ruptura con Ximena, Blue emprendió un viaje a tierras muy lejanas donde yo no podía seguirla en cuerpo pero sí en mente y corazón. Por aquel lapso de tiempo me hizo más falta que nunca. Por ese instante en mi vida trataba de encontrarme conmigo mismo.

En otra parte de la ciudad de mi corazón, y aun sin conocerlo, estaba Malena, una chica de belleza promedio, de estatura y peso balanceado, de sonrisa tierna perturbadora, de largos paseos a los confines del universo limeño. La que ríe por las tardes y llora por las noches. A simple vista una común mortal. De no haber sido porque se había cambiado tres veces de colegio, causado en parte por el afán laboral de sus padres: un juez de paz y una asistenta social. Tal vez sea su último año, donde era nueva y no conocía a nadie donde realmente comienza esta historia. Porque yo conozco su historia, que no es mía, que no es suya, que se la he arrebatado al viento.

Como cualquier otro, le costó adaptarse mucho a su nuevo distrito, colegio, compañeros incompetentes, avenidas desconocidas sin ríos, ni puentes y alamedas, su nuevo distrito con hobbies tan distintos a sus amigos de sus anterios colegios. Sumado ala presión de la hipocóndrica madre por acabar con creces su ultimo año colegial,escojer una carrera lucrativa, los exámenes,los maestros, el viaje, la fiesta de promo, Ursula y Marco hicieron de su mundo el más tormentoso y extraordinario de su adolescencia.

Conoció a Úrsula, una chica no muy bonita ni muy fea, de senos tan grandes como su inconsciencia, de padres evangelistas, rebelde y descontrolada, alocada y casquivana, casi siempre cuerda (al menos cuando está sobria). Extrovertida y de diferentes tendencias sexuales. Fotógrafa pervertida de balcón, fanática de vocalistas fracasados, segura pero impulsiva, coqueta pero enamoradiza, sincera y cortante, irresponsable pero madura, tierna pero hiriente, una niña obligada a ser mujer. Malena por eso la admiraba con discreción. Sin querer se hicieron amigas inseparables y cómplices de todo. Los cigarros, las borracheras, las fiestas, se hicieron de costumbre a una chica que empezaba a descubrir el mundo a través de ella, con ella, por ella. Tal vez como medio de escape, por la falta de afecto en su casa, por el posible divorcio de sus padres, o por la estúpida justificación adolescente de querer experimentarlo todo (“vive rápido, fallece joven y tu cadáver será bello”).

No solo Úrsula era su mejor amiga, ahora había sido cautivada por Marco, con el cual soñaba por las noches y pensaba en las mañanas, dibujando corazones en las últimas hojas de cuaderno. Con ese amor tan tierno e impuro de aquellos años. Él la había cautivado por sus dotes musicales (metal, metal-salsa y demás derivados, pero siempre con metal), su cabello trinchudo, sus frases parafraseadas y las promesas de un falso amor eterno. Ella quedó prendida de aquel galifardo con el que había descubierto nuevas formas de demostrar su amor. Por las tardes en su cuarto, mientras pretendían repasar los cursos del fin de semana. Su mundo giraba en torno a él, cual si fuera el sol y ella un planeta. Todo era nuevo con él. Los bares, las discotecas, los conciertos, los mensajes, las reconciliaciones, las lágrimas, sobre todo las lágrimas, besos y todos los niveles de pasión precoitales.

Hasta que el cuento de hadas de vino abajó, él la había engañado por segunda vez y ella decidió perdonarla, pues se sintió culpable, responsable y causante de ese mal llamado Marco. Úrsula, experta en romances, borracheras y demás había tratado de advertirle de aquel rufián (pues nunca le dijo que el tal Marco, como buscando mamá, se refugiaba en las mamas de Úrsula, claro que esta jura nunca haberle prestado atención, lo cual es dudoso viniendo de su promiscuidad histórica: en su barrio la conocen y no solo de vista).

Se había separado de Ursula, su mejor amiga, quizás la única que tenía, pues ya había perdido varias por las miles de vergonzosas borracheras que había protagonizado, pero eso no le importa, el amor por Marco era más fuerte que todo y que todos, contra viento y marea.

Cuando llegó el viaje de promo, al cual no fue porque Marco se había gastado parte de la plata en llevarla al concierto de su banda favorita aquel mes, y prácticamente tomarse la otra parte de la plata. La fiesta de promo, con aquel vestido escotado que dejaba entrever su pecho y orquídea blanca que Marco le compró presagiaba el fin de su romance-melodrama lleno de tristeza, amor y dolor. El padre de Marco dio el discurso y los últimos días de clases, él se mostraba distante, cortante y doloroso. Malena no entendía que es lo que había hecho, el año se había pasado volando, al terminar el año también terminaba su tormentosa relación con picos dulces y congojas perdidas.

El cine, los bares, las discotecas, los conciertos, no serían iguales sin él, todo había terminado, se dedicó plenamente a prepararse para la universidad, su alma máter, La Católica (universidad a la que muchos queiren ingresa, muy pocos como Jaime Bayly salir, y yo entrar). Se refugió en los cubículos de la biblioteca, leyendo libros, resolviendo separatas, tratando de escoger una carrera lucrativa que llenara de orgullo a su madre y más a su padre, al cual había decidido seguir derecho sus pasos, tal vez para seguir la tradición o porque creía que era rentable.

Úrsula y ella volvieron a ser inseparables, los cigarros, las borracheras, las fiestas y los chicos se hicieron costumbre para una chica que creía saber cómo era el mundo explorando todo lo que quiere llegar a conocer una persona al terminar su adolescencia, olvidando en otras bocas los besos de Marco. En el cumpleaños de su antigua amiga Mayra, retada por Úrsula besuqueaba a cuatro chicos en la misma fiesta y la misma canción.

Se sentía libre pero infeliz, deseada y repudiada. El acontecimiento dio luz verde a otra borrachera en la casa de su amigo Julio (un chico que profesa la libertad en el amor, en las mariposas y en las ciencias). Heridas, descorazonadas y ebrias terminaron en un beso que pudo culminar en algo más. De no haber sido por Julio, quien a su manera trataba de protegerla y darse cuenta de que su mundo se desmoronaba a pedazos. Por un momento y algo drogada corrió al baño con lágrimas en sus ojos y pensó. ¿dónde está la chica tímida y sin amigos que no conocía el mundo? Mientras golpeaba el espejo de su baño con todas sus fuerzas. Mientras Úrsula tocaba la puerta desesperadamente. Aquel momento dejaron de verse por un tiempo muy corto. Nunca más volvieron a tocar el tema.

Ya no sabía si estaba viva o estaba muerta, creía estar de malas. El recuerdo de Marco se sentaba con ella y en cada lata de cerveza, en cada beso falso lo veía, en cada lágrima que iba al piso ella sentía que lo olvidaba más. Cuando él reapareció en su vida, moderando en cierta forma su estilo de vida, él había regresado con un antiguo objetivo: consumir su amor. Volvieron los bares, las discotecas, los conciertos, las canciones, los mensajes, las llamadas, las reconciliaciones, las lágrimas, sobre todo las lágrimas y besos. Fue una de sus últimas peleas sin reconciliación que él le propuso recoger su casaca y unas rislas en su casa. Conociendo su debilidad por el alcohol, la emborrachó, medio ebria, medio consciente, culminaron todos los niveles de pasión e intimidad. Después de todo la dejó, la abandonó y se volvió a terminar todo.

Ella se acostumbraba a su pena, mientras yo ya había dejado de llorar por la mía. Fue una noche en la que Reiner me pasó la voz, yo no lo había visto porque estaba distraído por los audífonos, él venía acompañado de Malena y Rozzenda, se acercó y me las presentó, sin acaso saber el pasado oscuro de una de sus acompañantes. Por extraño que parezca sentía que nos conocíamos del todo. Beckquer y Borges estaban presentes mientras hablábamos. Le conté de la novela que estaba escribiendo (y que algunas editoriales ya me han rebotado). Pensé que era la última vez que las veríamos, pero el tiempo nos volvería a juntar. Aunque eso ya es otra historia.

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Les dejamos aquí la aventura latina con Jaime Bayly, en uno de sus programas.

sábado, 13 de marzo de 2010

Báilame hasta la muerte (o El cumpleaños de Blue)


Fotografía por dusilda
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UN TORBELLINO ME LLEVARÁ pero todavía no lo presiento acodado en la barra de una discoteca a orillas del mar. Piero me ha invitado una cerveza Peroni, luego me va a invitar otra y cuando yo tenga dinero le pagaré las suyas con justicia. Conversamos de las chicas que nos gustaría sacar a bailar, a mí me atrae la niña de escote verde, amiga de Blue, que parece Penélope Cruz en Vanilla Sky. Si fuera Tom Cruise la sacaría a bailar, aunque con miedo de que me chotee con esa frase mágica de la película: “maybe in another life, when we are both cats”.

Piero me anima a moverme al ritmo de la música electrónica. No me gusta la música electrónica, a nadie le gusta, todos se mueven sin completar un baile decoroso, apenas una coreografía insulsa. Solo una rubia extranjera y su compañero ocupan el plató de baile, ellos sí lo disfrutan, saben electrizarse con las descargas que impone el pinchadiscos. Los demás asistentes quieren que ya acabe el condenado ritmo, que empiece el reggaetón, la salsa o la bachata. Mientras la discoteca no se llene de gente, no cambiará los hits.

Piero, muy sabrosito, ensaya unos pasitos de baile a mi lado, parecidos en gracia al del Meneito, me enseña “el paso del pituco”, “el paso de la laptop sin mouse”, “el paso de la chica del nextel”, que no son pasos muy alharacosos, por eso me gustan, luego me pide a mí que le enseñe uno. Yo no sé ninguno, pero muevo mis hombros de una forma tan graciosa que él me felicita y hasta me aplaude como una foca de circo.

Nada me advierte que Morocha Flamígera ha secado su vaso de whisky y viene indisimulablemente hacia mí. Yo quiero darle el último sorbo a mi Peroni, pero ya estoy allí, en la pista de baile, con esa gitana desconocida que me ha arrancado a bailar.

Le pregunto su nombre y no me lo quiere dar. Le pregunto por su edad: nunca me aprendo eso de que a una chica no se le pregunta la edad, tampoco me la dice. Le pregunto por qué me ha sacado a mí, “si yo estaba tranquilo con mi cerveza”, le digo. Me dice que no fue su culpa, que se tropezó conmigo y los dos nos arrastramos. Le pregunto con quién ha venido y me dice que ha venido sola a este mundo, que no necesita de nadie, y menos para divertirse.

¿Cuánta es realmente la posibilidad de que me haya topado con una de esas chicas que no necesitan nada de nadie, nada con nadie, sin compromisos, libres como el viento? ¿O la libertad los cojones? Y necesitan de veras de un chico pendiente de ellas siempre, que las quiera siempre, por la mañana y por la noche, pase lo que pase siempre.

Esta vez, ella no me necesita, quiere jugar al misterio, entiendo que la pista de baile es para ella, por esta noche, lo que para mí es lo que queda de la hoja en blanco: un espacio para inventar. Ella baila y yo escribo con mis frases al oído. Si se quiere, ella escribe con el bamboleo de sus caderas y yo bailo con la poca experticia del swim de mis palabras. Quiero que me baile hasta la muerte.

No sé bailar, pero debo batallar para que esta chica, Morocha Flamígera, no me abandone en la pista. No sé bailar y por eso mismo se lo digo, noto en su mirada la nobleza de las chicas que te entienden, que te ayudan a pesar de pisarle los pies. Ella me dice que estoy con una bailarina de danza flamenca (lo que me intimida). No lo puedo creer, le digo que se ha equivocado al elegir a su pareja. Me dice que estoy loco, que sí ha acertado, acompaña su frase con un movimiento gitano del trasero que ha hechizado el levantisco sur de mis deseos. Me la voy a llevar de allí, pienso.

El pinchadiscos (DJ Haaker) cambia la canción, algunos vuelven a sus asientos, el humo invade a los que quedan, llevado por la opacidad, es tiempo de apretarla, primero suave, luego violento, para que venga y yo la sostenga. El atrevimiento es correspondido con la aproximación de mis narices a sus cabellos y mis dedos en sus muslos. Le muerdo la oreja, voy rápido, acaso con imprudencia de cachimbo, me siento fácil, fácil y ligero. Ella ha ganado miles de campeonatos de baile y no la voy a volver a ver: bastan esas dos certezas para sentirme excitado con su presencia.

Teni me mira desde su mesa, está gorreándole el whisky que han pagado Mario y “Wilacho”. Todos hemos venido porque es el cumpleaños de Blue: no voy a decir cuántos pero ya corre en base dos. Me conmueve la persecución que Teni hace por Blue, es la eterna historia que cargará hasta el final de sus días: si Teni no tuviera ese aire suicida, si no fuera el luchador de batallas perdidas, probablemente no sería mi amigo. Pero Blue no le hace mayor caso, por atender a todos sus amigos, deambula por la discoteca como abeja que muda de un panal a otro. Falta poco para que se siente en las piernas del Chico del Yate, que ha ido, según Teni, con intenciones segundas. Teni se ve perdido, así que le lanza cubitos de hielo, tampoco tiene puntería pero la palomillada, después de todo, le hace reír. Yo lo apoyo moralmente mientras sigo plantándole batalla al cuerpo de Morocha Flamígera.

Ella no ha venido sola como creía. Luego de hacer “el ocho” con Morocha Flamígera, que felizmente quedó perfecto, y mientras yo me preguntaba en silencio si aquel paso realmente lo había inventado “El Chavo del Ocho”, mi bailarina personal le pide un cigarro a la pareja del costado. Por la familiaridad con que se tratan compruebo que son amigos: un chico de peinado raya al medio y una chica de tinte rubio. Estuvieron todo el tiempo allí, cuidándola, cuidándola de mí, pero lo peor, viendo mis ojos desorbitados de tan fuerte contacto con esa mujer flamígera que me ha traído el demonio. Divirtiéndose cuando mis labios aterrizaban, evadidos por ella, en sus mejillas bronceadas.

¡Al rincho!, esa otra parejita me importa un carajo partido por la mitad, yo a Flamígera me la llevó de la discoteca esta noche con o sin sus amigos fisgones, pienso. Le propongo eso. Me dice que imposible, que no nos conocemos, que no sabemos ni nuestros nombres. Le digo que no es necesario conocernos, que esos remilgos no existen desde Marlon Brando y “El Último Tango en París”, allá por los setentas. Me pregunta a dónde iremos. Respondo a su pregunta con una mirada cómplice y pecadora. Me dice que la espere en el baño en cinco minutos, irá a informarles a sus amigos sobre su retiro. Comprendo, le digo.

Ella vuelve a su sitio con sus amigos, vale decir, que desaparece entre los humos y las luces. Cuando voy al baño espero cinco, diez, quince minutos, pero no llega. Me ha engañado. En su lugar, veo una pareja que intercambia besos y arrumacos al lado de una planta, envidio al chico porque logrará lo que no pude hoy.

Ni modo, Teni me acompaña a la terraza, donde chicas muy maquilladas y con químicos en el cabello se toman una foto para colgar en su Facebook. Me pregunta si le saque número a la flaca. Le miento, presumo de tener todos sus datos en mi agenda. Sentados frente al mar, usamos el viejo truco de la conversación en voz alta (que repetimos también en universidades, supermercados, farmacias y peluquerías: he ahí nuestro público objetivo) para hacerle propaganda al bloJ:

-Oye, Teni ¿y cómo me decías que se llama tu block?

-Es blog, no block. Se llama achoteadasaprendí.

-Qué ¿y es muy famoso?

-Bueeeno, medio centenar de visitas por día, 40 comentarios por post.

-Nada mal, mi amigo, y ¿de qué hablas?

-Es mi diario privado, lo escribo con Pato, ¿te acuerdas de él?

-Claro, ese gil. ¿Y verdad hay chicas que te dicen para salir?

-Nada más te digo que se hace lo que se puede.

Todo con el propósito de que las chicas del costado nos escuchen y luego nos lean. Conversamos un rato más antes de volver a la pista. Le ayudo a enviar un mensaje de texto a una chica tercera que él está cortejando. De regreso, Teni baila con Blue, luego ella baila conmigo mientras Piero distrae al Chico del Yate para que no se acerque. Y la Penélope Cruz de escote verde se retira temprano, la adoro porque sin conocerme se despide de mí con un apresurado beso en los pómulos.

Nadie sale contento de la fiesta, todos con las parejas incorrectas.

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Fuimos a la presentación del libro de Silvia Nuñez del Arco en Crisol, hace un par de semanas. Dejamos el video a ver si les gusta. Saludos de Teni, el pincharratas.



Para completar la información pueden ver este video.

sábado, 6 de marzo de 2010

Bienvenido a la fiesta de promoción



Fotografía de I Shutter
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Si hay alguna fiesta que se asemeje en importancia y trascendencia al Quinceañero de una chica es sin duda la fiesta de promoción para un adolescente imberbe e inmaduro de dieciséis o diecisiete años.

En la que uno se siente adulto pero con las dudas de un niño. Con su terno comprado anticipadamente, para la ocasión o alquilado a última hora, o el traje del abuelo mandado a confeccionar a talla y medida, la camisa de color entero (blanco, negro, celeste), la corbata a rayas o con dibujitos de Disney (y los flamantes zapatos de charol) marcarán un recuerdo intangible en el niño hombre.

Domingo por la tarde, mi madre nos ha convocado a mi hermano y a mí a la limpieza general de la casa, la cual no cumpliremos a cabalidad. Que consta principalmente en tener bien ordenados los cuartos, mover una que otra cosa, barrer un poco aquí y por allá. Es entonces al ir limpiando encuentro una de las cosas que creía perdidas y olvidadas. Había encontrado mi caja de Pandora, que contenía no uno sino muchos recuerdos para la posteridad y para el olvido. Sobresale la caja de una hermosa orquídea artificial y violeta. Y una nostálgica foto juntos que no puedo publicar porque Ximena la incineró luego de arrebatármela en un ataque de ira en una de nuestras más feroces peleas.

Pero qué diferentes somos ahora Ximena. Yo era un joven soñador, irresponsable y rebelde, con varios kilos menos. Con un clásico corte de cabello, con rasgos no tan definidos y mi sonrisa Colgate, inseguro y hasta un poco inmaduro se podría decir. Por aquel entonces pretendía ser un abogado (gracias a Dios no se cumplió) y defender a capa y espada a los más necesitados. Pero aquella noche las leyes podían esperar un poco. La noche era nuestra y ella estaba a mi lado. Las cámaras de los fotógrafos de mi madre, ayayeros y pateros que pedían una foto (que después nos vendrían a vender a la puerta de nuestras casas).

Ella, con su hermoso vestido turquesa, no hacía otra cosa que resaltar sus infartantes piernas (piernas que se había ganado siendo capitana del equipo de voley). Su bronceado rojizo y su piel de durazno, su cabello rizado el cual había planchado toda la tarde hasta minimizar todo rastro de hebras (como quien disuelve el azúcar hasta desaparecer un una taza del café que era su cabello). Su sonrisa infinita, sus ojazos marrones perdidos en mí, su mano estaba prendida en la mía, éramos un cuadro perfecto de una postal para el recuerdo, aquella noche me hizo sentir todo un hombre de éxito. Sin duda éramos la pareja más linda y divertida de todos.

Sus sueños inmediatos eran quedarse en Lima, que le negaran la visa para Sacramento, California (lo que sucedió después), estudiar aquí por el juramento puro y tierno propio de la edad. Nos hacía presagiar un futuro juntos. Ahora la culpo y la perdono por eso, porque ahora sé que no fui ni seré el hombre de su vida (en caso exista tal figura). Sé que fue la primera persona de la cual me enamoré con el corazón y con todo lo que implica eso. Ya hablaré de eso más adelante.

Aquel día había comenzado con los pies izquierdos (como cuando Reiner saca a bailar a una chica y la pisa tres veces antes de llegar a la mitad de la canción). Al ponerme por tercera vez la camisa y el pantalón, se desprendió un botón de la camisa, que tuvo que zurcir rápidamente mi madre. Llamé a Ximena una y otra vez para saber si ya estaba lista. Me respondió con su voz melódica “dame media hora más”.

En otro lado de la ciudad otra chica estaba más nerviosa, ansiosa y preocupada: Blue. Esperaba al siempre tardón de André (Jork) quién aquel día había jugado un partido y había calentado la banca el primer tiempo y parte del segundo en el Estadio de Miraflores jugando las Interdistritales clasificatorias para la Copa Perú. Cuando se dio cuenta de la hora tomó un taxi a su casa, se dio la ducha más apresurada y partió rumbo a la casa de Blue. En el trayecto se estaba vistiendo: “!Dios olvide la orquídea!”, parecía decirse. Regresó a su casa, cogió la orquídea de Rosatel en caja que terminó siendo la más hermosa y cara de la fiesta, pues nunca salió de esta.

Cuando el reloj marcaba las 8:03 pm., Rubén (compromiso de mi madre, casi desde siempre y hasta hoy) prendió el Chevrolet blanco aguerrido, el cual se suponía que iba manejar algun día, murió ahogado a mitad de cuadra, llenando de humo parte de la cuadra. Molesto y encaprichado, paramos un taxi y nos dirigimos rumbo a casa de Ximena.

Al llegar a su casa nos abrió su hermosa madre que parecía ser su hermana mayor, tanta belleza infinitamente hereditaria. Cuando Ximena bajó las escaleras y se percató que yo estaba abajo, me miró, pisó en falso y rodó un par de escaleras. Respondió a viva voz, “estoy bien”, perdóname, si lees esto, por reírme un poco.

Cuando André llegó a casa de Blue ella estaba simplemente enfurecida. Él se había demorado más de la cuenta, Blue que es una chica presta en hacer esperar, pero no le gusta que le den una cucharada de su medicina. Lo saludó fríamente, como solo ella sabe saludar, con esa inalcanzable característica de las estrellas. La dulce y mujer amazónica mamá de Blue no lo miró con buenos ojos, pues André se había presentado en su casa con la camisa afuera, el saco en una mano y la corbata a medio hacer en otra. Para evitar incomodidades, Blue insistió en partir de una buena vez, cuando fueron abordados por su tío, el siempre bondadoso señor González, una foto aquí, una foto allá, una foto bajando las escaleras, entregando la orquídea (la cual le pidió en voz baja que no la abriera), una foto parando el taxi y una foto pagando al taxista por anticipado.

Luego de decir que al saludar a la mamá de Ximena me intimidó, el pequeño lapso de tiempo que hablamos me dio su aprobación. “Cuídala, ella es tu responsabilidad”, me dijo, “y una cosa más, diviértanse mucho”. Una vez en el taxi que Rubén había costeado, le coloqué la orquídea violeta que tanto me había pedido pues quería una artificial que le durase por siempre y una natural que solo le duraría un día.

Fotografía de Sean A. Berry

Por fin en la fiesta, saludé a los presentes y a mis amigos pues teníamos la plena seguridad que todos íbamos a estar juntos por última vez. Sofía, acompañante de Frank, opacó a todas las presentes, se robó el espectáculo de Ximena, Blue y entre otras. Cómo es posible que Frank haya traído una chica así, me pregunté. Las malas lenguas dicen que su madre pagó hasta doscientos dólares por su compañía de honor. Diez minutos del vals y comenzada la ceremonia hizo su entrada triunfal con la camisa afuera, la corbata de costado y el saco mal puesto, André y Blue. Todos bailamos al tedioso ritmo del vals, en ese salón lujoso de un club de San Isidro.

Piero, quien había llegado con la hermosa Gabriela Chiappe, creo que nunca había visto a Piero enamorado, si alguna vez lo estuvo. Todos disgustamos de la comida (la carne estaba cruda, parecía ser de burro, esos burros que habían repetido Quinto y no asistían a esa última reunión y finiquitaban así su venganza gastronómica). No había probado algo tan feo desde los tallarines de Ximena. El papá de Angélica alargó la noche con un discurso metódico, cliché, abrumador y plenamente aburrido que no tenía fin. Comenzó diciendo aquí yacen los niños de alguna vez para forjarse en los hombres del futuro y más blá blá blá.

Cuando André y JJ se dirigieron al baño muy sutilmente, Blue se acercó a mí advirtiéndome que el primate de su novio preparaba encerrarme en el baño para el resto de la fiesta, en venganza de que, según él, yo había hablado pestes de su persona: lo que no es verdad, ya que en esos tiempos no tenía el blog. Todos bailamos frenéticamente seducidos por el ritmo del reggaetón que estaba en su apogeo por aquel entonces, bajo la mirada perpleja de los pocos padres que asistieron. La más escandalosa sin duda fue Olivia, quien bailaba con un remedo de Yandel que le cantaba al oído “préndeme los motores” y “dame tu gasolina” que hoy consumiremos nuestro amor.

Ximena que odiaba que tomara y fumara me dejo tomarme unas cervezas con Valdiviezo, el mejor ser humano pero el peor profesor de Matemáticas que he tenido (profe, disculpe, nunca aprendí nada, nos pasamos todo el año hablando del viaje y la fiesta de promoción). Gisella se había acercado hasta André y le había susurrado al oído, a costas de que Blue se enojara, que bailara con él. André busco en la mirada de Blue, la aprobación para bailar con ella. “Baila con ella, pues”, incitó Blue. Por la forma cómo bailaba André parecía estar todavía en el estadio de Miraflores intentando quitarles el balón a los volantes de creación del equipo rival: pateaba y zapateaba, izquierda, derecha, pegadito, pegadito, mismo tiempo de vals. André parecía bailar todas las canciones igual.

El resto de la noche, Jork se pasó dando besos calenturientos, con lenguas que sobresalían de sus cuerpos adolescentes y su mano sucia y morbosa la pegaba contra las despampanantes piernas de Blue. Cómo odie a ese tipo,y como lo odio todavia. Aquella chica no era la Blue de siempre, mi amiga, consejera, incondicional, mi todo y mi nada, parece que el amor siempre nos separa y desamor nos juntara pero nunca del todo, quizas sea mejor asi. Por más que estaba perdidamente enamorado de Ximena, siempre sentí un cariño especial,que no ha cambiado hasta el dia de hoy por ella. Ella que estaba cenando prácticamente la lengua de mi compañero Jork.

Dos horas más tarde Huamapoma, compañerito de clases con el que nunca tuve una conversación mas de 7 palabras, se emborrachó del todo, soltaba risas, daba brincos, brindaba con todos, y el climax de su nostolgia escolar terminó por echarse en una mesa a dormir, bajo la mirada perpleja del todo, y la mofa de unos cuantos, querido Huamapoma donde quiera que estés ahora, espero que sigas haciendo reir y disfrutar de la vida al máximo como aquella vez.

Sergio, mi gran amigo, compañero casi hermano de grandes fiestas, de plagios mal hechos, míticas borracheras, jugadas magistrales de futbol los sabados en la mañana en el Campo de Marte, daría una fiesta en su casa, despues que terminaze la fiesta en el club sanisidrino. Fuimos unos cuantos, los más cercanos a él, la "gentita" como él solía llamar, lamenteblemente también fueron André y BLue, camino a casa de Segio que quedaba a ocho o nueve cuadras, cogí a Ximena por la cintura, caminamos por un parque aquella hora de la madurgada, hicimos varias promesas aquella noche, miramos las estrellas, nos besamos con un amor, como si tal ves fuera uno de nuestros ultimos besos, y nos dirigimos rumbo a la casa de Sergio.

Desde que Blue estuvo con aquel remedo de galán de televisa nos alejamos del todo. El cavernícola le había prohibido hablar conmigo, y ella cómplice acató la orden a la perfección, como si tuviera el presentimiento de que ella lo fuera a cambiar por mí. Pero qué irónica puede ser la vida, cinco años después, Ximena y André están juntos, más que nunca, y Blue y yo volvimos a ser los amigos que fuimos siempre. No es nada curioso que otra vez André le haya prohibido a mi antigua chica, Ximena, que hoy es su novia y más, que no hable conmigo. Ese hombre no ha cambiado, nunca vencerá sus miedos contra mí, y el odio siempre confrontará nuestro encuentro desde aquel entonces.

Ahora pienso fríamente si cambiaría todos los recuerdos con Ximena aquella vez. Me pregunto si Blue cambiaría también los suyos. Si las cosas hubieran sido diferentes y supiéramos como terminaría todo, querida Blue, ¿hubieras ido a la fiesta de promo conmigo?

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El príncipe de las plumas (porque ya tenemos reii) después de los arduos comicios y por voluntad popular, es Juan Antonio Alvarez Gavidia, más conocido como "Tucuy Ricuy". Él consiguió el pico de los votos con 142 cañonazos que, sin embargo, no desmerecen los 117 puntos que embocó Jesús Rosas, el otro contendor. Felicitamos a Ricuy por su victoria limpia y contundente y le informamos que estos servidores irán a visitarlo a su feudo para entregarle el trofeo (simbólico, ojo), celebrar con él a golpe de buen cajón y una caja de cerveza. Ya estamos coordinando eso, que será seguramente en julio, después del Mundial. Agradecemos a los 262 votantes que hicieron de esta competencia una fiesta de la lectura hasta la recta final.

Este es el video de Renato Cisneros que hicimos la semana pasada y salió tarde: Presentación de "Nunca confies en mí", de RC. Denle click.