jueves, 8 de agosto de 2013

Conversación en el De Grot

Imagen por Diversión en Lima

Dos viejos amigos conversan en una esquina del bar. La música llena los pequeños silencios.  Los acompañan dos arrugadas cajetillas de cigarro y tres cervezas. Las musas no están pero se sienten. Duelen. Se extrañan y dejan oír su voz en ellos. Aquel bar casi siempre es el escenario de la mayoría de sus conquistas y fracasos. Sus debates por lo general están llenos de crisis sentimentales, teorías, hipótesis y filosofía para tratar de entenderlas y no salir heridos en el intento.

Medio vaso y es suficiente. Uno de ellos se anima hablar primero. A expulsar sus demonios como si hablando de ella dejara ir su nombre en el próximo sorbo.

-Detesto a Yoko Ono. Los partidos de básquet. Las botas de cuero marrones. Las medias colas de cabello. Los cachitos de manjar blanco. Pero sobre todo escuchar Pedrito Suárez Vertiz, sin sentirme miserable, algo resentido y con furia. Me dice mientras le doy una bocanada a mí cigarro.

-No he podido sacármela de cabeza. Por increíble que parezca cuando más quieres olvidar a alguien parece ser que el destino busca la estúpida forma de recordártela.
-Te conozco, Perrito, y solo te he escuchado usar ese tonito un par de veces. Creo que ella te ha movido más que el piso para que estés así.

-No, nada. Es solo que….

-Quizá  es eso, que es demasiado  pronto, y aún no hayas asimilado  del todo, pero ¿qué fue exactamente lo qué sucedió?

-Creo que… Habían pasado exactamente casi tres semanas, desde la última vez que la vi. Era el primer día de clases. Horas antes de llegar practique frente al espejo diferentes tipos de entonación para decir: Hola. Pero que estúpido me veía, seguro. Llegué tarde a propósito, quería dar una apariencia de chico cool que no le importa los horarios y que crea sus propias reglas. Aunque detesto llegar tarde.

-Eso te pasa por ser puntual en un país en el que nadie lo es. Perdón. Sigue que más paso.

-Llegue y busqué una carpeta vacía donde sentarme. No había ninguna disponible. Solo quedaba una. Una muy cerca de ella, tanto que había calculado de un golpe de vista los 45 centímetros que nos separaban de forma diagonal. Ironías de la vida, estaba exactamente igual que la última vez que discutimos.

-No creo que lo haya hecho intencional. Es que tú a veces sueles atribuir mensajes subliminales a eventos sin trascendencia.

-Quizás, pero le di la espalda, saqué mi celular y me perdí en los mensajes de texto que ella me había mandado semanas atrás. La clase empezó lenta y aburrida. Ella me tocó la espalda dos veces y yo la ignore unas tres.

Fingía que no la había visto. Deseaba hablar con ella. Ella conmigo, pero regreso a la escena en este bar y me veo acercándome a ella. Nos separa un tumulto de gente. Tengo un chocolate Princesa entre las manos, el mismo que daba siempre cuando la sorprendía. Pero ella esta empalmada a un tipo que salía del escenario. Quizás era el sonidista. No lo sé. Pero no sé si irme, o quedarme parado. Mientras ambos se besan y mi chocolate se derrite en mi mano. Atino a meterme al medio, a empujar a aquel sujeto. Le digo que me ha empujado y que me ha metido un codazo. Sin embargo, él se disculpa y se aleja para evitar  cualquier pleito.

-Yo en tu lugar me hubiese quedado contemplando la escena. Esperando su reacción, luego me hubiese acercado a ella en silencio, la tomaba de la cintura. La llevaba a un costado y la hubiera besado de una forma distinta a otras veces. Luego, me hubiese ido. Pero claro, eso soy yo.

Prrrrr…  ¡MAESTRO! Dos cervezas más, por favor. Tú pagas las siguientes.

-Supongo pero debe ser por todo eso que no puedo acercarme a ella. Debe ser por eso que no puedo hablarle, no quiero hablarle aunque quiera.
-Insisto debiste estar seguro. Seguro de ti mismo. Llevártela a un costado, darle el mejor beso de su vida e irte.

-De hecho, pero ya que no lo hice, las semanas siguientes traté de evitarla. Otras veces ella me evitaba a mí. De vez en cuando mis ojos la buscaban y otras tantas ella fingía no verme. Me preguntaba constantemente quién rompería el hielo. Cuál de los dos se sentía más incómodo con lo que pasó.

-La culpa no es nadie. Es en parte de ambos. Tuya porque ya deberías tener cierta experiencia en estos casos. Ya no estás para esos trotes pues, cholo. Sino de que te ha servido la chica de verano, para practicar.

-Yo tengo una teoría uno debe enamorarse de una imposible, para que así las demás no duelan ni les des importancia. Eso me paso una vez con la pequeña publicista y ni más. Basto con eso y aprendí mi lección.

-Sí, de hecho y de ahí te he visto hacerla de ‘winner’. Aunque a veces yo, tenía ganas de acercarme a ella, separarla de sus amigas y besarla. Y a veces creía que ella deseaba al menos que volviésemos ser amigos. Pero se me venía la escena del bar y me iba en silencio.

-Déjate de orgullos tontos. La hubieses besado y punto. Si la chica le da importancia es que le importas. Sino que ellas juegan a estúpidos orgullos y sobre todo el que dirán, aunque en el fondo les gusta que les ruegues. Simplemente, para saber que más haces por ella.

-No sé, aunque casi un mes después mientras tomaba algunas fotos para una campaña publicitaria, ella se me acercó. Me preguntó cómo estaba y sí la cámara que tenía colgada en el cuello era mía. Además, estaba bastante ebria que aún manteniendo una cierta distancia de sus labios emanaba un dulce alcohol.

-¿Y? no te emocionaste, no te creo.

- No, no puedo decir que no me emocioné pero sabía que la algarabía era momentánea. Al día siguiente trate de saludarla y ella me ignoro. Todo había sido producto de excesivas copas que había tomado. Todo había sido un lapsus.

-No, no creo. Es que quizás estaba ansiosa por hablarte y arreglar las cosas contigo.

-Con las chicas nunca se sabe. Pero casi dos semanas después, me llamo a mi celular por la mañana. Hasta que por fin contestaste, me dijo. Que si podíamos vernos, que necesitaba hablar conmigo y toda esa mierda. Yo necesitaba verla.

Escogimos una vieja esquina en donde de cuando en cuando nos perdíamos en mis pequeños monólogos y su graciosa risa. Entre latas y cigarrillos.

-Era obvio, le importas o le importabas. Debiste jugar tus fichas, no echarte la culpa ni parecer tonto. Hubieras actuado con cierta normalidad e indiferencia. A las chicas les gusta que uno actué así.

-Lo sé, lo sé. Me es difícil recordar lo que me dijo con exactitud. Pero me dijo algo, como que no éramos nada, que simplemente salíamos. Que nunca le había dicho para formalizar ni nada de esas cosas. Pero claro, Lima debe ser la única ciudad el mundo, en la que sales con una chica por casi un mes, la llames contantemente, la veas con frecuencia, le dices cosas cursis al oído. Pero si no le caes son solo amigos.

No tuve como defenderme. Mis palabras solo me perjudicaban más. Quizá no debí decirle a su mejor amigo que yo salía con ella. Quizá no debí decirle que la besé. Pero lo hice. Lo hice. Lo hice porque me dolió. Además me dijo que había conocido un tipo y que las cosas le iban bien, que él no era como yo. Y luego todo se fue a la mierda.

-Lo del chico puede ser verdad. Las chicas siempre van estar rodeada de huevones como nosotros, la diferencia está en que tú actúes diferente a ellos, actúa siempre con normalidad. Pero no te digo que la trates como perrita, como te he visto tratar a la chica con la que salías en verano. Pero haz que ella se enamore de ti, y no viceversa pues, Perrito.

-Es que a ella no le molestó la escena de celos que le hice. Ni como reaccione ante aquel tipo. Es más creo que hasta le gustó. Lo que a ella le dolía es que le haya dicho lo que sucedió a su amigo, como a mí me dolió lo que me hizo ella. Ese fue la última vez que hablamos. La vez que le pedí un lapicero, una hoja y cómo se hace una flecha en Word no cuentan.

Los siguientes meses fueron un infierno. Siempre me quede con las ganas de hablar con ella. De conversar de nuevo, pero mi orgullo, su indiferencia y el temor. Sumando a los terceros que también salieron damnificados.

-Pero acaso no crees que ella no sabía que su ‘mejor amigo’ estaba enamorado de ella. De hecho pues, que se haya hecho la loca es distinto. Lo que te pasó con ella, es simplemente que le diste mucha importancia. Para la próxima actúa como que si no te importara. Cholo, a esta edad estamos para jugar, divertirnos, enamorarse es para los huevones y cojudos.

Salud.

-El último día de clases, ella llegó tarde y dejo su examen en blanco. Salió apurada tanto que no me dio tiempo de alcanzarla. Aunque, yo  termine segundos después. Pero mis pies se pegaron al piso, sabía que no debía ir tras de ella. Sabía que la había perdido. Que nos perdimos que nunca hubo nada. Que era mejor así. Y la vi salir por la puerta en silencio.


Mientras él termina su vaso, y yo le doy una bocanada al último cigarro le digo que no voltee porque su pasado acaba de pasar por aquella puerta. Él guarda silencio y yo empecé con mi historia.

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Esta historia en una canción





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