sábado, 26 de diciembre de 2009

Intentos de Captura


Lo único que no pertenece, es lo que ya no tenemos:
el pasado. (Ernesto Sábato).


La mayoría de los días del año empieza y terminan sin crear ningún recuerdo duradero en su transcurso.

La mayoría de los días no tienen ningún impacto en el curso de la vida. No hasta el día que él conocería a ella.

Nota del Autor: Lo que sigue a continuación es completamente una obra de ficción, cualquier parecido con personas vivas o muertas es puramente fortuito. Sobre todo contigo, Malena….

La Obra.
Esta es la historia de un chico que conoce a una chica.

Ya que solo hay dos tipos de personas en el mundo: los hombres y las mujeres.

El chico, creció en Pueblo Libre, Lima. Creció creyendo que nunca sería del todo feliz, hasta que conociera a su media naranja, o cualquier fruta de su elección, o hasta que se vuelva un escritor famoso, cualquiera que sucediera primero.

Esta creencia producto de su sobre exposición a la música noventera, ochentera, y la música triste del british pop y su interpretación totalmente errónea de la película. “La boda de mi mejor amigo” y por leer blogs como el “Busco Novia” lo han convertido en una especie de poeta escritor, según suele atribuirse.

La chica, creció en tan cerca de él, sin haberse topado nunca. No compartía esta creencia desde el divorcio de sus padres, solo había llegado a amar dos cosas en la vida, su cabello largo y castaño, la segunda era lo fácil que era cortárselo y no sentir nada. Se volvió fría, desconfiada pero al mismo tiempo era sutil, cariñosa y tierna, escondida tras esa apariencia de chica mala fanática de Los Smith, Beatles y AC/DC: tan diferente de él.

Ella era una chica de 1.68 de estatura, peso normal, 55 kilos talla 8 de zapato un poco por encima de la medida… A efectos pragmáticos ella era una chica cualquiera. Pero no lo era. En un viaje de ida y vuelta al trabajo o la universidad despertaba un aproximado de 18,4 miradas y un ponderado de 14,3 y sin embargo algo que todos los chicos post adolescentes ha conocido…Al menos una vez en sus vidas: su mirada acero. Pero que él se topara con ella en una ciudad de 7100 edificios comerciales, 30 mil avenidas, 50 000 combis asesinas y 7.3 millones de personas. Se podría decir que es el destino.

Hasta el día que él la encontró a ella o ella lo encontró a él, quizás los dos se buscaban desde siempre sin saberlo. Él insiste en decir que se conocieron una noche en la que se volvieron a ver y conversaron casi toda la noche, con un fondo musical horrendo, en un bar que juran no regresar jamás.

Ella le recalca a él que se conocen desde aquella noche que lo vio fumando un cigarrillo perdido por las calles, caminado sin rumbo. Hasta que un amigo en común los presentó. Y él le hablo toda la noche de la importancia de la literatura en los niños y adolescentes y blá blá blá para sonar intelectual. De un proyecto que tenía en mente un blog llamado “A CHOTEADAS APRENDÍ”, ella rio al escuchar el nombre. Él se agarro la cabeza apenado, no se volverían a ver, hasta aquella noche en el bar de mala muerte.

Probablemente fue un veintitantos de Julio, casi en el acto, el sabía que era ella lo que tanto había buscado.

Esta es una historia de un chico que conoce a una chica. Pero más vale que sepan por adelantado que esta no es una historia de amor. Es una historia sobre el amor.

De no haber sido por su amigo, que hizo lo imposible por conseguirle el numero de aquella chica, quizás esta historia jamás hubiera sido escrita, al que nuestro héroe le esta eternamente agradecido. Él llamo y concretaron una cita, aunque fue una cita doble, en uno de los bares más típicos y conocidos de la ciudad, él vio desde el comienzo la extraña personalidad cautivadora que poseía.

-¿Y tenés novio?- Le pregunto él.
-No- respondió ella- él se sintió aliviado.
-¿Pero por qué no?- preguntó curioso.
-¡Porque no quiero uno!
-¡Vamos, no te creo!
-¿No crees que una mujer puede ser feliz siendo libre e independiente?
-¿Eres Lesbiana?- risas.
-No, no soy lesbiana.
Es solo que no me siento a gusto siendo la novia de alguien. Es todo.
-No, no entiendo.
-Déjame tratar de explicarlo, me gusta estar sola. Las relaciones son desagradables y la gente acaba siempre herida ¿Quién necesita todo eso? Somos jóvenes, y vivimos en una de las ciudades más lindas del mundo. Más vale la pena divertirse mientras aun podamos…y dejemos las cosas serias para después.
-¿Qué ocurriría si te enamoras?
-¿Qué?
-No crees en eso ¿verdad?
-Es el amor, no es como el hada de los dientes ni un unicornio azul.
-¿Pero qué significa esa palabra? He tenido algunas relaciones sentimentales y nunca lo he visto. Los matrimonios siempre acaban en divorcio, como el de mis padres. El amor no existe es solo una fantasía.
-Mis padres también son divorciados, pero yo sí creo en él.
-Supongo que los dos tenemos formas distintas de verlo.

Él quedo impactado y ella de alguna manera también sin darse cuenta empezaron a salir, cada que podían, hablando de temas tan trascendentales, tan políticos y tan bobos también.

Es oficial, le dijo a su amigo creo que estoy enamorado de ella. Me encanta su sonrisa. Me encanta su cabello. Me encantan sus piernas. Me encanta la forma en que a veces moja sus labios antes de hablar. Me encanta el sonido de su risa. Me encanta como luce cuando duerme. Me encanta cuando oigo esta canción siempre pienso en ella. Me encanta como me hace sentir. como si todo todo fuera posible.

El amigo (pensaba “esto no es bueno”) lo miró y le dijo: Que a una chica le gusten las misma cosas raras que a ti, no significa que sea tu alma gemela.
Una tarde como cualquiera en la que salieron, sus labios se juntaron por primera vez. Él no podía creerlo. Ella no entendía cómo sucedió.

-Oye… Esto no es algo serio- dijo ella.
¿Te parece bien?
-Si es lo que realmente quieres está bien -Dijo él.
-Algunos chicos entran en pánico cuando les dicen eso.
-No, a mí no.
-¿Estás seguro?
-Es una relación casual, no hay presión ni apuro.

Obviamente él mentía, él sólo quería formalizar la relación y al carajo con las relaciones libres. Esa etiqueta de novio y novia le gustaba más a él que a ella, pero él no lo iba decir para quedar muy moderno ante ella.

Pero fue una noche que todo cambió, ese muro detrás del cual se escondía ella tan a menudo (o tan MDO). El muro de la distancia, del espacio, de lo casual. Ese muro se estaba desamorando poco a poco. Pues ahí, él en su mundo un lugar al que pocos habían sido invitados a ver con sus propios ojos. Ahí estaba ella queriéndolo a él y a nadie más. Mientras él escuchaba las cosas que le decía, él sabía que no eran las historias que ella contaba de forma rutinaria, habían que ganarse esas historias. Mientras, se preguntaba si alguna vez alguien había llegado tan lejos. Pero las siguientes siete palabras lo cambiaron todo. Nunca se lo había contado a nadie.

Él se había enamorado perdedoramente de ella, y ella también de algún modo. Y es que nunca sabia donde podían terminar, en el medio del mar, literalmente, en alguna conferencia de tu escritor favorito, en el cine, en un bar, viendo a tu equipo campeón en su estadio, algún concierto de rock, o alguna feria del libro.

Fue una noche rumbo a su casa que él quería formalizar las cosas.

-Tengo que preguntarte algo. ¿Qué está pasando entre nosotros?-pregunta él.
-A quien le importa. ¿Eres feliz?
-Sí, entonces qué más da.

Es la forma en la que ella ve el mundo. Y es la única forma que él pueda estar con ella.

Aunque le molesta, solos ellos saben cómo terminara esta historia que tratan de escribir juntos.

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Ha terminado la Navidad y con ella el año, con ellos mi participación aquí. El lunes es mi cumpleaños y soy poeta hasta cuando juego a ser escritor. Se aceptan regalos, en el peor de los casos comenten. Un cálido abrazo desde las playas de Máncora, donde reposan mis carnes. Nos vemos la segunda temporada. Los dejo con "Squaied", una banda amiga, no le tiren piedras, va a ser como el próximo Líbido. Y puede ser que hagan el himno de este blog con el que abriremos la próxima temporada, depende de sus votos y sus comentarios. (Vean el video hasta donde soporten).


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Esta historia en una canción.


sábado, 19 de diciembre de 2009

Por Siempre a las Cinco (Episodio Cero)


Hace unas semanas fui donde mi amigo Ricardo Z., futuro periodista (pero uno de verdad, no como yo) a despedirlo pues él se iba este año a Estados Unidos por el Work and Travel. Él confesó, después de muchos vasos de Coca-Cola, que le gustaba una chica de la cual debía despedirse con urgencia antes de viajar. En su voz reblandecida se percibía un Ricardo Z. consciente de que ella lo chotearía olímpicamente.

(ExperienceLA)

Me conmovió. Recordé que el año pasado yo también quise despedirme de una chica (conocida, reclamada y querida por ustedes, pero más por mí): S, porque esto ya ha acumulado dos Navidades de duración. No había planeado nada extraordinario, construí para ella un regalo hecho a mano que, con los apuros del viaje, no tuve oportunidad de entregarle. Ya habían acabado las clases y era cuestión de llamarla, acordar un lugar, dárselo y decirle todo lo demás (que es lo más importante, ya se imaginarán qué).

Para no caer en los misterios, le había escrito un poema, que es lo único que sé hacer a mano (disculparás, S, la pequeñez). En un cartoncito cuadrangular había adoquinado las palabras necesarias para decirle que si no estaba pensando en ella, era porque estaba soñando con ella.

Era seis de diciembre de 2008. Toda la tarde de ese día estuve debatiendo entre llamarla y no. Era lo último que haría antes de partir: si me choteaba escondería la cabeza dentro del avión Delta que saldría el 16 de diciembre (diez días después). Lo más difícil fue encontrar las palabras exactas para sonar contundente y decidido a ir por ella. Con la entereza con que un paracaidista se lanza desde un avión, yo debía decirle algo así como “estoy cerca de tu casa y se me ocurre visitarte”. Nada más.

Como es una chica precavida, cuidadosa de su territorio, sabedora de las desventajas de una visita mía, respondería entre emocionada y dudosa que me esperaba en su casa por siempre a las cinco y media. Odio las sorpresas, odio las visitas-sorpresa y quisiera crucificar a los entusiastas protagonistas de estas que llegan con sonrisas grandes y viento en las manos, Dios santo, ¡dejen a uno tranquilo en su casa viendo las películas de Rudolph!: ese era mi papel ahora. Lo que demuestra la doble realidad que me gusta vivir; esta vez era yo el visitante-sorpresa, pero S no se molestó y yo seguí mi camino.

Para esos tiempos, S y yo éramos dos meros amigos, que se habían conocido en los pasillos de Letras una tarde que la abordé para pedirle un libro prestado de la Biblioteca. “Sí, las Memorias de Adriano, tenemos que leerla para el parcial ¿no te acuerdas?”, cojuda excusa que usé para sacarle el número celular y devolverle el libro luego. Esa tarde, ella salía de sus clases de Artes Plásticas, llevaba en sus manos una especie de manzana hecha de alambres para el trabajo final. “Disculpa pero eso no es una manzana, has hecho una pera, está clarísimo”, le decía mientras le ayudaba a cargar su “¿man-pera-zana?”. Ella, en sus trece, defendía la idea de que era una manzana: “es una manzana, ¡ya! Mírala bien”. No había forma de que ella sospeche que se iba gestando dentro de mí unas ganas locas por ella (y todas las frutas que me diera), cuando la llamé para entregarle aquel poemita revelador.

No contento con haberle escrito el dichoso poema, tenía el desparpajo de intentar que lo lea. Ahora entiendo que la situación hubiera sido un bochorno total. Imagínenme a mí, caminando por las calles de San Miguel, muy orondo, con los cachetes inyectados de felicidad y un cartoncito entre manos, con la frescura de quien lleva un ramo de rosas para la chica que quiere conquistar. Recién ahora puedo imaginar el rostro decepcionado de S descubriendo que esa minucia era su regalito de Navidad: un miserable poemucho. “Por lo menos un helado, en tanto calor, qué codo este hombre”, hubiera pensado la terrible S.

Caminé contento hasta su puerta, todo salía como lo había planeado. Hasta que un número desconocido me llamó. Imbuido en la bulla de mis felices presagios (se acercaba la Navidad y no me podía salir mal esta declaración previa al viaje de tres meses), no lo escuché y perdí la llamada. Pensaba que me parecía un poco injusto. Esto de decirle que me gustaba antes de un viaje relativamente largo, era poco considerado de mi parte si me decía que sí (cosa improbable). ¡Cómo, si no iba a estar esos tres meses a su lado, si me iba a ir! Por esa razón había planeado esperar hasta el siguiente año (es decir, este) para hacerle saber que la quería mucho, que la quería mucho y que la quería mucho.

Cuando el número desconocido volvió a llamar respondí a tiempo: era S, llamaba desde su casa, y yo estaba ahí mismo, en su puerta, a punto de tocar el timbre. Dije “aló, quién es”. Ella pronunció la excusa más navideña que me han dicho jamás: “ya no vengas, sorry, mi hermana me ha dicho que debo ir a comprar los regalos para la familia con ella, así que ya no puedo”. No sé qué balbuceé luego para decirle que no se preocupara, que entendía, que tenía un regalo para ella y se lo daría luego, pero antes de mi viaje ah, no te olvides, le decía. “Si puedes me compras una ratablanca”, le dije mientras escapaba lo más rápido posible de su puerta, no vaya ser que salga y me vea.

(Strandell)

Mierda. Malditas Pascuas. Putañera Navidad. Lo peor fue que me creí su excusa por esos minutos. Cuando de pronto reflexioné: era seis de diciembre, a diez días de mi viaje y a dieciocho de la Nochebuena, ¡quién carajos compra tan pronto los regalos de la familia! S me había estafado, había serruchado sin compasión mi corazón como quien hace rodajas un panetón D´onofrio. Esa choteada navideña fue como una bola de nieve escupida en mi rostro. Por eso Diciembre, con sus nueve letras apretadas, me golpeará siempre con este recuerdo, del cual ahora me rio nerviosamente.

Viví con esa amargura lo que quedó de mi estancia en Lima. La madrugada del lunes 15 salió mi vuelo (decidí llevarme el cartoncito conmigo, en Lima se perdería); ese día, armar la maleta con mucha sopa Ramen escondida en ella, me impidió revisar la correspondencia virtual. Al llegar a Nueva York, el martes 16, sin conexión alguna y con mucho frío, pagué un dólar por usar veinte minutos una máquina que no tenía eñes ni teclado español. Sorpresivamente, había recibido un correo en mi bandeja el día anterior: era de S.

Su correo parecía un poema que entre líneas decía “¿Cuando me das mi regalo? / Yo puedo cualquier día”.

Le respondí inmediatamente y hasta antes de Navidad nos mandamos un par de largos correos. Un día dejó de contestar, ya no escribía. Lástima, igual la seguí recordando esos tres meses. Volví con la idea de invitarla a volar en parapente, separé cien dólares para eso, pero al final lo gasté comprando ropa de invierno. Aunque aún conservo aquel poema, que permanecerá en la sombra hasta que uno de los dos se decida.

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Este video es un Foto-corto que hice para un trabajo final en la universidad. Mírenlo, es sobre el corazón herido de una mujer brava, ojalá les guste. Se llama “Que te perdone Dios” y, si se fijan bien, yo actúo en el pequeño pero significativo papel del payaso que lleva globos.



Aquí y así acaba mi participación en este bloJ. Lo que queda es la Navidad, el post de Teni (versión contemporánea del niño Dios) y cerramos el año en la playa. Como a Tenicela se le pegó la telenovelesca idea de dividir por temporadas el bloJ, a mí se me empotró la idea siguiente: irnos de vacaciones y “dejar” la actividad escritora un mes: unos amigos re-choteadazos nos reemplazarán. Que el primero de enero del 2010 les sea propicio, los demás días del año ya no se sabe. Fue un gusto haber tenido comentaristas tan cojonudamente buenos como ustedes. Nos vemos en la segunda temporada que empieza entre que se muere enero y nace febrero. Abrazos a todos.

sábado, 12 de diciembre de 2009

El Síndrome de X



Las ex novias siempre me van a producir una cierta incomodidad. Debe ser porque casi siempre ellas terminaron conmigo. De haber sido al revés no habría ningún problema, es más, con algunas de ellas tengo una especie de lejana amistad.

Pero cuando terminan con uno te vuelves alérgico a esta persona. No quieres verla, que te la nombren ni saber un detalle de su vida soltera y feliz. La sola idea de encontrártela un sábado cualquiera y ser testigo de lo mucho que se divierte con sus amigas, con el tarado por el cual te dejo, un nuevo novio, te enferma (y no es como en Friends, donde después de terminar todos vuelven a ser amigos como si nada hubiera pasado, en la vida real esto no funciona así).

Entonces decides quedarte en casa, aunque no logras concentrarte en nada. Prendes la televisión y pasan la última película que vieron juntos, prendes la radio y todas las canciones son de Freddy Mercury, aun suenan las que tu todo embobado le dedicaste en la noche de los tiempos. De alguna forma tienen que ver contigo y tu desgracia sentimental. Te escondes bajo la cama, tienes pesadillas, peleas con la almohada, sudas, te deprimes, no pruebas bocado, no estudias, no reaccionas, y sobre todo no quieres conocer a ninguna otra chica.

Si logras dormir, al despertar te dirás a ti mismo que odias a tu ex, aunque en el fondo sabes que es mentira: desearías odiarla, seguro pero aun la quieres y quizás más que antes, pero esa idea ahora te parece inaceptable.

Pasarán algunos días, unas semanas, e incluso un par de meses para que te dejes rescatar por tus amigos que siempre han estado contigo (y porque falta para la “chancha” de la chela). De no ser por ellos aun seguirías en casa, probablemente recordando los miles de momentos que pasaron juntos y de los que ahora solo te quedan los recuerdos: un Cd de tu grupo favorito, un peluche de felpa, algunas fotos, cientos de cartas y un post que escribiste a última hora (a riesgo de ser golpeado).

Desde que han terminado, se han cruzado dos veces en el cine, tres en el Jockey, una en el autobús y otra más en el supermercado, sin contar los dos restantes que se cruzaron por la calle sin saludarse. De pronto piensas que la ciudad es muy pequeña para ambos o el destino se esmera en recordarte a la persona que perdiste. Pero nunca se te hubiera ocurrido encontrártela en un baby shower que celebraría una amiga que no sabías que tenían en común.

Han pasado casi tres años de mi extraña relación con X (Ximena Salvatrio), con la que estube casi dos años. Se podría decir que fue mi primera enamorada de a de veras. Tanto tiempo ha pasado desde entonces que no me apena decir que me enamoré de ella (de sus grandes ojos café, de su peculiar voz, su extensa cabellera rizada, sus largas piernas contorneadas y de su sonrisa infinita) no perdida sino perdedoramente. La decisión de acabar conmigo me cambió por completo y debo admitir que ha habido un antes y un después que me ha hecho mejor persona y un peor escritor.

A pesar de sus primeros burdos intentos y después de los errados intentos míos por ser amigos, nunca llegamos a amistarnos o perdonarnos del todo, por esas cosas que a estas alturas está de más recordar. Eventualmente, hablábamos por Messenger hasta que cada cierto tiempo decía que cada nuevo novio que tenía le prohibía hablar conmigo, según recalcaba ella.

Me enteré después por curiosidad, o ese masoquismo que caracteriza a los descorazonados, que ella era una cuasi anfitriona o modelo, y una de las exclusivas de las discotecas de la ciudad. Grande fue mi sorpresa cuando la vi este martes en el estadio de Matute, con el uniforme de las porristas blanquiazules. Además ha participado en un par de revistas de moda. Y ahora había terminado su relación con aquel emo-punk por el cual me dejó, pensé ingenuamente que podríamos ser amigos, nuevamente su orgullo y mis desesperadas disculpas complicaron más las cosas.

Qué lejana estaba aquella chica de los primeros años de secundaria que usaba una extraña cola de caballo y poseía una sonrisa de colores por los braquets que tenía y que era la sombra de su prima, que como el mejor de los vinos fue mejorando con los años, así que tuvo una suerte de Patita Fea o Betty la Fea. Por aquel entonces como la mayoría de chicas suspiraba patéticamente por Jork (André Ibáñez) mientras él la ignoraba y despreciaba de la peor manera, no sabían que el destino les deparaba un final juntos (y revueltos).


Fue un martes por la tarde que hablé por última vez, o mejor dicho le escribí por medio del chat del Facebook, cansado de pedir disculpas, constantes desaires y frías respuestas hicieron que me armara de valor para juntar la poca dignidad que me quedaba y eliminarla del todo, como si borrarla de mi grupo de amigos la sacara por completo de mi vida, qué equivocado estaba. Pero no sin antes contarme que estaba de novia con André (Jork, ex novio de Blue). Aquella noticia más que sorprenderme me dejó preocupado, en ese momento pensé en Blue más que nunca, pues ella seguía enamorada de aquel rufián.

Pero cuando pensaba que lo peor había pasado y había superado el síndrome de X por una fuerza de la naturaleza o raras leyes de la física te hacen volver a verla dos semanas después más bella que nunca.Primero tratas de perderte entre la muchedumbre, pero ya es demasiado tarde, sus miradas han hecho contacto visual y es realmente uno de los momentos más incómodos de tu corta vida. Tu corazón enloquecido empieza a bombear de la impresión. De pronto, ella finge una sonrisa de antigua complicidad. Por ese instante quieres ir a abrazarla y decirle que el pasado ya no importa, y sin embargo algo te detiene, es la conciencia que te hace recapacitar y decirte “sabes que ya no es tu novia, está con alguien más”.

Un leve mareo sacude tu cabeza. Estás atrapado en una horrible escena de terror de la cual no quisiste ser protagonista jamás. Tú, tu ex novia y la amiga que te acompañó a la maldita reunión, obviamente no sabes qué hacer. Piensas largarte sin decir nada pero vacilas, ya es demasiado tarde. Tu amiga del baby shower los presenta sin saber que ustedes se conocen y demasiado. Empiezan una de esas desastrosas conversaciones con tu ex. Todas tan diplomáticas, superficiales, llenas de lugares comunes y poses políticamente correctas. Que ha sido de tu vida, como están tus hermanos, qué sabes de fulanito, que me voy a Mancora este verano, no sabía que eras amiga de tal.

Puaj, odio esas charlas tan inmundas, donde todo se finge y falsifica. Te encuentras con tu ex después de tanto tiempo, tienes ganas de decirle mil cosas, abrazarla, confesarle con rabia que la extrañas, de preguntarle cómo es posible que esté con él, de susurrarle al oído que está más hermosa que nunca. Pero también tienes ganas de sacarle en cara sus promesas, de pedirle perdón y perdonarla. Pero no. No, no dices absolutamente nada sobre eso. Todo se reduce en “me ha dado mucho gusto verte”.

Aunque es la misma chica que estuvo contigo, con la que conversabas de los temas más trascendentales y los más bobos. Con la que exploraste todos los niveles de pasión e intimidad, con la que hiciste planes a largo plazo sentados en un sofá, bromeando el nombre de los futuros hijos que tendrían, y con la que viste millones de película de DVD, con la que lloraste y reíste y volviste a llorar y reír de nuevo ya no existe, ya no está más. En reemplazo hay otra chica que no conoces que parece ser una mala imitación de ella, que bebe, fuma, se toma cientos de fotos.

Los años la han llevado de un lado a otro en tu mapamundi emocional, de ser la mujer más importante en tu vida ha pasado a ser una anónima, una simple X, una chica que ahora saludas y te sientes tan incómodo como ella.

De pronto pasan la canción que se dedicaron el uno al otro y tu cabeza viaja al pasado por un instante y vuelve a ser todo como en aquella fiesta de promo en la que bailaron juntos. Piensas en ella, decides sacarla a bailar y la buscas entre el gentío. Te aborda una chica que se llama Vilma y dice ser fanática del blog en el que escribes los sábados (del que solo pensabas que lo leía tu mamá y la mamá de Reiner). No quieres ser descortés y le dices “dame un segundo, ya vuelvo” mientras ella te refuta si todos los posts son reales, y si los personajes de este blog existen. Tú la ignoras, buscas desesperadamente con la mirada a Ximena y no la encuentras, pero vez a la anfitriona le preguntas por ella. Te dice que se ha ido, una vez más ella salió de tu vida cuando menos lo esperabas. Quizás será la última vez que la veas y sólo pudiste decirle “hola”. Ella pide un taxi para irse ya que André no fue a recogerla, tampoco responde el celular, busca en su cartera los pañuelitos Elite para calmar la leve llovizna de sus ojos, jamás pensó que tú le robarías un par de lágrimas más.

Ya no la quiero, es cierto, pero la quiero, no de la misma forma, pero de alguna forma debe ser.La necesito o tal vez solo necesito saber de ella. No me importa pero me jode y es que eso es lo tragicómico de esto, allí donde las tripas no mienten, debo decir que fui un sobreviviente de ese iceberg a la vista llamado X. En ella se van los millones de recuerdos de las noches en que no pensaba encontrarme,y ella no tenía en mente volverme a ver.

De algún modo al escribir sobre lo que pasó es mi forma de decirle ADIOS. Con este adiós el síndrome de X parece haber sido superado aunque le diga adiós para toda la vida, quizás toda esa vida pensaré en ella.

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Mi amigo Paolo se ha creado un blog de crítica futbolera, quería recomendárselos. Se llama Lecturas de la Pecosa. Empieza este domingo, con un análisis previo de lo que será el mejor clásico de la historia. Denle click y que tiemble el "Loco Patadita".

Fotografías de archivo.

Esta historia en una canción.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Diciembre



La chica de los abrazos de algodón estuvo ausente casi por dos semanas: un poco por su culpa, un poco por la mía y un poco por la de ninguno de los dos. Los exámenes finales nos consumieron (y dejaron, por lo menos en mí, el ojo moreteado de ojeras). Eso y también nuestra joven costumbre de no interrumpir al otro en las cosas que hace, cual si fuera una relación de dos chicos que, en teoría, se sienten maduros como el par de chirimoyas que se mosquea en mi frutero.

En la facultad de Comunica, los últimos días son de trabajos grupales y mortales amanecidas. No les voy a contar el suponible estrés que embarga a los alumnos, sino de la amiga-remolino que resolvió esta pequeña soledad entre algodones que internamente fui construyendo. Carmina, mi nueva amiga Carmina: cinéfila rapaz, de ojos pequeños, vestimenta de duende y carcajada interminable como los lunares que recorren su láctea piel. Ella, yo y tres amigos más conformábamos el grupo más improvisado de la clase de Teorías de la Comunicación; bautizamos el trabajo con el originalísimo nombre de “Trabajo Divertido”: consistía en comparar las formas de diversión de jóvenes universitarios en discotecas y en las “reus”. Para eso, debíamos asistir a fiestas a razón de dos por fin de semana, meta que no cumplimos. El grupo dejó para la última semana, antes de exámenes finales, esta seriecísima investigación. Pero lo que al principio era una salida de cinco, terminó siendo, por fuerza mayor, una salida de dos a una discoteca samborjina: Carmina y yo fuimos a grabar la movida del boulevard de Caminos del Inca el último sábado. Nos divertíamos observando el mar humano de danzarines enardecidos mientras Teni estaba en la XXX Feria del Libro Ricardo Palma, junto a una amiga que no me quiere decir quién es, esperando la presentación de Renato Cisneros. Cuando acabó, Teni me llamó, me dijo que habló con Renato, que su garganta sufrió de epilepsia al momento de preguntarle en quien se había inspirado para forjarse como escritor. Me contó también que dos seguidores del bloJ le saludaron con entusiasmo; a través del celular Teni se sentía famoso, pero yo no le hacía mucho caso, la bulla en el “Wahio´s” impedía que lo escuchara a plenitud: estaba grabando las tácticas de gileo de un chico que había arrimado a una chica con el pretexto de una salsita muy sensual para el posterior análisis del trabajo. Carmina hacía las veces de trípode. Así que le corté el celular sin mucha pena al buen Teni.

La chica de los abrazos de algodón no me quiere besar. A cambio deposita en mí sus calmos abrazos, suaves caricias y amables dedos que se pierden en mis desafilados dientes. Una noche le dije que me excitaba morderle esos dedos suyos. Ella, enojada, en muy gracioso acto reflejo de inapelable abogada, me dijo muy seria “llévame a mi casa, por favor”. En el trayecto, le pedí disculpas por mi traviesa osadía, que obedeció menos a la lujuria que al afán gastronómico de degustar sus dingolondangos (hechos de la más fina blandura). Ella piensa que está subida de peso, yo le digo que luce saludable y en secreto quiero que no pierda un solo gramo de grasa, que cada uno de esos lípidos son imprescindibles en el objetivo de abrigarme y hacerme sentir el compromiso de quedarse conmigo por un tiempo de la vida.

Carmina y yo aguantamos hasta las dos de la mañana. Ya era tarde, considerando que el lunes yo tenía un examen final y no me iba a levantar para estudiar. Antes de volver a casa fuimos al grifo a comprar fiambre. Una chocolatada Gloria y una gomita Trolli fueron parte del banquete. Deglutíamos animados cuando ella preguntó, con mirada obnubilada, “¿reiner, un beso significa algo?”. Yo le dije que no me pasee y me cuente su caso particular: la gente siempre quiere contar algo y maleligen al más chismoso de todos, o sea yo. Ella está con un tipo hace ocho meses, pero existe otro hombre que le atrae, por el que ha reprimido toda su curiosidad y no lo ha besado. La frena el tradicionalismo de la sociedad, “la gente cree que un beso inocente puede significar una cosota cuando en realidad es puramente humano”, me dice. Me muestro de acuerdo con ella, la exhorta a que la próxima vez que lo vea se lo chape sin rodeos, en nombre de su curiosidad epistemológica, nadie puede detener sus deseos, que al fin y al cabo serán fuente de conocimiento para lo que venga. Carmina cree que es injusto que no la dejen hacer lo que ella quiere. Me conmueve, la conozco poco y es obvio que no es una “perrita” cualquiera. No es que quiere regalarse a cuanto tipo se le cruce, ella fija su mirada en un chico y nada más, sabe a quienes afectaría con sus acciones aparentemente infieles y lo siente mucho por ellos, pero está en su destino decepcionarlos. Me hace acordar a mi amigo Melón, que se fue a trabajar tres meses a Estados Unidos y dejó a su chica en Lima. Melón nunca le fue infiel mientras estuvo allá (eso es seguro). Tres meses sin hacer nada con nadie, pensando en Jimenita, la antropóloga feliz. Para mí eso es amor y Melón es un mártir de la patria. Dejó en alto el nombre del Perú. Sin embargo, lo que aprendió de su militancia en el Club de los Fieles fue que la monogamia es estúpida, un mal mortal que puede llegar a producir cáncer del corazón: jamás volverá a estar tan tontamente comprometido, y es que luego Jimenita lo fue dejando de lado y todo su pundonor se fue al tacho. Me hace recordar también a mi amiga Mery, que no dudó en ponerle los cuernos a Ronaldo, su enamorado. Le he contabilizado tres chicos extras mientras ha estado con Ronaldo (lástima que ninguno fui yo). Jamás se lo va a decir. Lo interesante de este caso es la poderosa sabiduría de Ronaldo, quien no le ha preguntado ni reclamado por ninguna de sus sacadas de vuelta, de las cuales sospecha pero no tiene probada certeza (hasta este post). Ronaldo podría ser calumniado como “idiota” o “sacolargo”, y hasta le podrían bañar a tomatazo limpio por las calles, desde aquí le mando mis felicitaciones por saber que en la vida, jamás de los jamases, va a poder controlar a esa chica coqueta y fuerte que es Mery. Hoy, ellos son felices, tiran dos veces por semana y el pasado les llega a la punta de la antena parabólica del televisor con cable del hotel adonde suelen escaparse del mundo. Me hace recordar también a Diego, el galán del barrio, porque los adúlteros existen gracias a los leales y honrados como él. Es la antítesis de todo lo que ahora quiero defender. Uno mira a esa pareja y sabe que se van a casar en el futuro inmediato (si no lo han hecho ya en secreto). Cuatro años y los mimos públicos no cesan, caricias y escarceos en la azotea, debajo del tanque de agua luego de tender la ropa, salidas de fin de semana a pasarla bonito, sin plata pero bonito. Pocos podríamos tener esa voluntad de hierro.

Luego de casi dos semanas de no ver a la chica de los abrazos de algodón, siento que se ha enfriado un poco el asunto. Que esa expectativa con la que hacíamos picnics en el auto de papá se fue diluyendo por dar paso a nuestras obligaciones académicas. Pero qué distinto era lo que pensaba de la realidad que me circundaba. Cuando ella me llamaba al celular, entresemana, mis oídos sentían su entusiasmo por hablarme, saber cómo iba mi día, su preocupación por mis notas o mi agenda diaria que se reducía a comer bien por las mañanas, dormir mal por las noches y estudiar pésimo en las tardes(tres actos que iba repitiendo sin cesar).

Le importa un rábano lo que piensen los demás. Lo que le preocupa a Carmina es cómo vaya a reaccionar aquel chico que le atrae, por encima de su novio, está casi segura que si lo besa podría desatar en él expectativas a futuro, pensar que Carmina quiere algo más, cuando no es así. Carmina sólo busca sabia diversión. Y si ese chico forma parte de la sociedad tradicionalista (qué palabra tan graciosa) se va a tomar atribuciones que, esclavo de su tiempo, no le corresponden. Yo apoyo a Carmina y por eso escribo este post casi improvisado. El único que podría reclamarle algo, le digo, es su novio, pero no se va a enterar, y no se va enterar porque esa mentira, si bien puede destruir su relación, no es importante a largo plazo ni crucial para ellos dos. Y podrán vivir tranquilos como lo hace mi amiga Mery, no estarán molestos como mi amigo Melón, aunque hayan tomado el camino inverso que tomó Dieguito. Ahora es jueves en la mañana, he pasado la madrugada con Carmina y los chicos del grupo de Teorías, terminamos satisfactoriamente el trabajo. Llegamos a conclusiones que de ponerlas acá se harían aburridas. Sin haber desayunado, vuelvo con Carmina en la combi de la línea S, conocida como Orión, vamos rumbo a la universidad, la ayudo a estudiar para su examen de las diez de la mañana. Es un espacio tan pequeño que me sofoca, siento que vomitaré en cualquier momento, abro con mucho esfuerzo la ventana, cierro los ojos y trato de poner mi mente en blanco. En el cruce de La Marina con la avenida Brasil, Carmina se recuesta en mi hombro, está cansada, me hace recordar a mi hermana menor, yo paso mi brazo por encima de ella y la pego a mí. Fue el momento más dulce de esta cruel y soñolienta semana de exámenes finales.

Ayer la vi de nuevo, está risueña como siempre. Lo mejor es que se ríe de mis chistes monces, y sólo por eso me quedo con ella.

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Video: Aquí en una de esas noches de investigación con la buena Carmina, que ojalá no me odie por sacarla del anonimato. Disculpen los gallos.



Me tomo el atrevimiento de preguntarles, a propósito del caso de Carmina, qué lugar ocupa la infidelidad y el engaño en sus vidas bandidas, queridos comentaristas. Disfruten el veran que no quiere comenzar !Este lunes somos playa!