sábado, 24 de marzo de 2012

¡Entramos a la recta final!

Imagen por Cindy Chávez
Larga vida a las Plumas Invitadas. Por tercer año seguido, las Plumas brillaron más que el sol del verano. Sus relatos hicieron arder las páginas virtuales de “A Choteadas Aprendí”. Los habituales administradores quedan agradecidos por el relevo y ahora vuelven más frescos y cuajados para anunciar algunas cosas.

Primero, que sospechamos que las plumas y su legado nos sobrevivirán y adueñarán del blog.

Por orden cronológico inverso, y a manera de comentario, la imposibilidad de enamorarse de Wavis; los círculos concéntricos que en la mente de Edna; la despedida rabiosa de Flor de Fuego; Luiyi Kafka el existencialista; los bolsillos rotos y limpios de Darwin; la crítica a su tiempo en el relato de Vírgen de Oro; Furazao y el silencio que estalla en nuestros rostros; la ingenuidad a prueba de balas de Marilú Bengalí; el iracundo y taimado Cardiofílico; las cuentas que Viviana Dallas pronto se cobrará; y Fabiana Cantilo o la poesía del universo al que no le falta nada.

Esas fueron las Plumas que gozaron los seguidores. Ahora comienza la votación por saber cuál fue el mejor. Como todos los años, se abrirá a la derecha del blog (encima de los videos) una encuesta que cerrará el sábado 28 de abril. Anunciaremos al ganador del premio Choteadas Awards III al día siguiente. Como es de conocimiento público, el ganador (o ganadora) se llevará un polo del blog, un diploma y una entrevista con nosotros.

La pregunta será: ¿Cuál fue la mejor Pluma Invitada? Estos son los once candidatos:

1 Fabiana Cantilo – Gritos/Silencio
2 Viviana Dallas – Contigo y sin ti
3 Cardiofílico – Tres versiones de ella
4 Marilú Bengalí – Dos idiomas diferentes
5 Furazao – Nunca digas te quiero
6 Vírgen de Oro - Colgada
7 Darwin – Billetera mata galán
8 Luiyi Kafka – Monstro, qué estás haciendo
9 Flor de Fuego – Desaparezco para ti
10 Edna – La calle del pensamiento
11 Wavis – Pérdida de tiempo

Trofeo: Quien venza se llevará esta "Orejona".

Como pueden observar, hemos sido atrapados por un nuevo diseño del blog. Esperamos que les guste y comenten sobre ello. Todavía se puede mejorar. Nos proponemos hacer videos nuevamente y contentar a la hinchada que nos pide en la televisión y en la radio. Por allí puede haber otra sorpresa este año.

En lo que nos compete, prometemos más carnecita. Jorge se gradúa, Reiner hará sus prácticas. Contaremos todo, lo que hicimos y lo que no hicimos mientras el mundo descansó de nosotros, pero no las chicas.

Damos inicio a la última temporada de este blog de las ilusiones perdidas.

Atte. 
Agremiación de Choteadores del Perú.
_________________________
Agradecemos a Phatpuppycreations por ser la fotografa oficial de las Olimpiadas Literarias.


Canción para la nueva temporada.

jueves, 15 de marzo de 2012

Pluma Invitada: Pérdida de tiempo


Imagen por phatpuppycreations
Escribe Waviis


Era medianoche, estaba sentada en el filo de mi cama, entre la penumbra y la luz que entraba por debajo de la puerta, encendi un cigarrillo, me gusta escuchar como se quema el papel, me gusta ver al humo juguetear en el ambiente. La verdad es que he aprendido a disfrutar de estos momentos en los que estoy completamente a solas. Me recosté mirando el techo mientras esperaba su llamada, sí, esperaba su llamada, me sentía tonta, los nervios me invadían, miraba la pantalla de mi móvil compulsivamente, sentía celos, los minutos no pasaban. Tenía miedo de que no sonara el teléfono, tenia miedo de que sonara, pero aun así seguia esperando, pude haberlo apagado y haberme liberado de aquella tortura, pero queria escuchar su voz, o al menos su silencio a través del teléfono. Me quedé inmovil esperando mientras pensaba en qué queria escuchar, en qué quería decir.

Pasó un buen rato, el móvil sonó. Contesté “¿aló?”. No hubo respuesta, pero yo sabía que era él. Despues de un rato al fin habló:
–Hola, ¿cómo estás? –dijo en voz baja–.
–Bien, ¿cómo estás tú? –contesté mientras me sentí ridícula, tonta, insegura–.
–Bien, ¿qué harás mañana?

God! ¿Tenía que preguntarme eso? –pensé–. Nada –conteste sin darle importancia–.

–Ahm… ¿te parece si desayunamos y te dejo en la universidad?
–¿Vas a venir a recogerme?
–Sí, voy a ir por ti, te recojo a las 9, ¿te parece?
–Tengo clase a las diez –insiste, pensé–.
–Bueno, pero eso se puede solucionar…
–Está bien, te espero lista.
–Ok, hasta mañana.
–Chau –dije de forma cortante–.
–Chau, un beso.

Corté la llamada, me quedé viendo la pantalla hasta que se apagó, la oscuridad se adueñó de mi cuarto de nuevo, el cigarrillo se apago dentro del cenicero qe tenía forma de corazón y el humo se quedó suspendido sobre mi por un momento hasta que poco a poco desapareció. Esa noche no dormí bien, no podía dejar de pensar… “no quiero tenerlo cerca”, “te extraño”, “quiero abrazarte”, “te quiero”... su voz y mis pensamientos se mezclaban en mi mente obligándome a recrear esecenas pasadas, obligándome a pensar en posibilidades, “lo odio”, eso pensé.

Llegó la mañana, gracias a dios fría y neblinosa, gracias a dios perfecta, gracias a dios sin una pisca de sol, con poca luz, con algo de llovizna y con su cielo gris. Me levanté de la cama, busque mi movil, encendí un cigarrillo, había un mensaje, felizmente no es de él, pensé. El mensaje es del chico que conocí hace algunas semanas en el bar, siempre me escribe, me desea un buen dia, me alegra las mañanas, me alegra los dias, me hace sentir especial, me hace sentir cursi, me hace sentir algo raro en la barriga, se me pasó como una hora pensando en el chico del bar, del malecon, de los mensajes, de los paseos, de las amanecidas. Me levanté apuradísima de la cama, me metí a la ducha, me arreglé el pelo, me puse un jean azul y un polo floreado con escote, unas balerinas y una cinta en el cabello, le envié un texto para avisarle que estaba lista, odio esperar, odio esperarlo a él, odio todo lo que viene de él y sin embargo acepté desayunar con él, a veces no me entiendo.

Él llegó, a la hora exacta, me conoce. Sabe que odio que se demore, por eso me encanta, porque sabe quien soy, porque finge que no me conoce, porque me engaña, porque se engaña, porque me quiere. Salí de mi casa, oliendo a ‘princesita’, caminé en silencio a su lado, quería que me dijera algo, que me reclame por haber desaparecido, que me detenga y me bese, o que me mire fijamente, pero él no hizo nada.
Llegamos a la cafetería, pedí un expresso doble, el pidió capuccino, cuando estaba a punto de abrir la boca sonó su movil se levantó de la mesa, me hizo una seña con la mano y se alejó para contestar. Regresó. No dije nada. Hubo otro silencio que él interrumpió.

– ¿Qué tal te han tratado estos días lejos?
–Bien, no me quejo, todo ha estado bastante bien.
–Ah, y entonces, ¿sigues enojada conmigo?
– ¿Tengo que estar enojada? –o sea, hello! Te acostaste con la ex novia de tu mejor amigo al día sigiente de pedirme que sea tu novia. No, para nada, no estoy molesta, pensé.
–No, sólo pregunté, porque tú desaparesciste, no contestabas tu teléfono, y no sé, creí que había hecho algo que te enojó.
–No, todo bien, necesitaba alejarme de todos un ratico.

Se levantó de la silla, se acercó a mi cara y dijo “quiero mi respuesta”, yo no dije nada. En ese momento, sonó mi móvil, era el chico del bar y sentí mariposas en la barriga, corriente en el cuerpo, las manos me temblaron, me levanté de la mesa, caminé lejos. Contesté.

–Quiero verte –dijo él–.
–Perfecto, esta noche en la barra del bar. Nos vemos. –conteste sin siquiera pensarlo–.
–Mostro, nos vemos.

Regresé a la mesa, terminé mi desayuno, él me dejó en la universidad, se fue sin decir nada. Esa noche salí con el chico del bar, creo que me gusta, creo que me fascina, creo que quiero amanecer a su lado, creo que me estoy enamorando.

__________________________
Esta historia en una canción

lunes, 12 de marzo de 2012

Pluma Invitada: La calle del pensamiento

Imagen por phatpuppycreations

Escribe Edna

Un cigarro y pensamientos circunstanciales acompañaban a Pilar en el caminar de una larga avenida. De pronto, nuevamente, su corazón se encogió al recordar aquel chico de risa peculiar que le ofreció confianza, lealtad, desenfado y una amistad que, ella pensó, sería duradera. Ricardo había fallado y caído en ese estúpido juego llamado amor.

Fue en octubre que ese mismo muchacho le declaró sin intimidarse el secreto mejor guardado que había tenido por varios meses. Los abrazos, las risas y miles de historias compartidas lo llevaron a querer desafiar esa sincera amistad que había nacido entre ellos. Pilar (despistada como siempre en asuntos de relaciones) había dejado que todo avance sin percatarse que se acercaba el fin, no sólo de la amistad, sino de todo aquello que la ataba a las cursilerías y romanticismos de ciertos sentimientos.

Pilar seguía caminando por aquella avenida y miles de preguntas invadían y violentaban su mente. Fueron dos meses de lucha constante por parte de Ricardo para obtener la respuesta que él tanto quería escuchar de los ojos de niña traviesa que se negaban a perder a su nuevo mejor amigo.

-          No puedes negarlo. Esa lucha es la que te enamoró de él… ¡Qué tal idiota!

Renegaba con ella misma. Era inevitable, las mejores conversaciones que tenía eran consigo misma en esa avenida, de esa manera despojaba sus sentimientos más oscuros y tristes. Las palabras ahora vacías de Ricardo atacaban sus recuerdos para seguir cuestionándose.

-          Te quiero demasiado, chiquita. Quisiera que estés acá conmigo para abrazarte.

Miles de mensajes gastados, demasiadas frases cursis, llamadas para dedicar canciones, insuficientes acordes fuera de su casa. La inversión de tiempo y gasto sentimental de Ricardo la hacía sentir segura entonces, pero ahora simplemente la confundían con cada paso que daba.

-          ¿Para qué? ¿Para qué? ¿Para qué?

Sus ojos inertes escoltaban a sus pasos aletargados pero su corazón, aún encogido, latía a mil por hora. Ahora su respiración se volvía también más rápida con el recuento de recuerdos.

Ese día, el día en el que posiblemente esa niña ilusa que una vez existió en ella comenzó a endurecer cada parte de su cuerpo y alma para no volver a caer de esa manera.

Ese día en el que retomaron trazos de su verdadera amistad, aunque sea fingida en ese momento. Un par de Cuzqueñas, unos Marlboro Light y la conversación que siempre los caracterizó. La caminata a casa de Pilar en silencio y ya sin miradas cómplices. La imagen de ellos sentados en la cochera con más conversaciones triviales, la tertulia que siempre los mantuvo unidos y por las cuales se habían convertido, en algún tiempo, tan buenos amigos.

Pilar encendía otro cigarro. Ahora ya no fumaba Marlboro (le recordaba a esas tardes con Ricardo, su olor), era un Lucky Light el testigo de su viaje a través del tiempo. El humo salía de su boca y nuevamente recordó.

-          Y bueno, ¿qué es eso tan importante que tenias que decirme?
-          No, nada. ¿Qué me comentabas del F? (Daniel F., autor favorito de ambos)

Sí, así intentó enfrentar en primera instancia a Ricardo. Ella ya sabía lo que se avecinaba, Nelly (hermana de eternos momentos de Pilar) le había corroborado sus sospechas. Esa cuasi hermana se había vuelto también en una buena amiga y confidente de Ricardo.

Él le confió entonces lo que venía rondando en su cabeza, la lucha que había dado con la de ojos traviesos no había sido una lucha bien pensada. Tal vez, era mejor volver en el tiempo y regresar a la gran amistad que alguna vez lo unió a Pilar.

-          Dime de una vez, ¿qué tenías que hablar conmigo?
-          Vamos chiquita, estamos hablando de otra cosa.

Si hay algo que ella detestaba en este mundo (a parte de la hipocresía y los egos monumentales) era la cobardía de no decir las cosas como son. Sí, fue la insistencia y la lucha que dio Ricardo lo que hizo nacer en ella ese cariño que ahora sabía tenía que arrancar. Sí, fue también lo directo de su confesión lo que la cautivó.

-          ¡No, detesto que esquives! Dilo de una vez, sabes que no me gustan los rodeos.
-          Por favor, sigamos hablando de otra cosa – susurró Ricardo, casi como una súplica.
-          Habla en este instante, sino estamos perdiendo tiempo, me está haciendo perder tiempo. Mejor entro a mi casa, quédate aquí si quieres. Me importa poco –le respondió Pilar sin paciencia.

La avenida que ella recorría se había vuelto larga, cada día se hacía más larga. Recordaba a Ricardo quedarse callado por un momento, mirando el suelo como buscando el coraje que no había tenido toda esa tarde. Recordaba su rostro resignado y sintiéndose perdedor de aquella batalla, escuchaba esas palabras que se inyectaron como veneno en su cabeza.

-          Sabes… me gustó como anduvimos hoy, como cuando estábamos en la academia, hablar de todo un poco como dos amigos… Te quiero así, como una amiga. Tal vez siempre te quise así. Será mejor de esa manera. Creo, pequeña, siempre tuviste razón, tú siempre fuiste más sensata que yo.

Nuevamente el humo atravesaba sus labios y terminaban difuminándose en el viento que hacía más lento aún su andar en aquella avenida de buenas autoconversaciones.

-          Hey, todo bien. Te lo dije desde un principio: Pasará lo que pasará seríamos aún buenos amigos, ¿no? Además, no estoy para hacer ningún drama.

Aún se sorprendía como mantuvo la calma ese instante, ella que solía ser tan emocional. La manera en que se contuvo (a pesar que luego, no en frente de él, sintiera como se rompía el suelo de vidrio sobre el cual había caminado esos cortos meses) había sido nuevo para ella. No podía negarlo, fue satisfactorio el no hacerlo sentir tan importante como realmente lo era, finalmente lo egos monumentales era otra cosa que odiaba.

-          ¿Cómo se puede luchar tanto por alguien para decir finalmente: Me equivoqué?

La avenida había llegado a su fin, las bocinas y el grito de los cobradores acallaron los latidos acelerados. La respiración apresurada volvió a su normalidad. El cigarro yacía unos pasos atrás destrozado.

-          Sí, fui más sensata. Yo no fui cobarde. No lo fui… sabía me iba a doler, por Dios aún me duele… No, no fui cobarde.

El paradero, unas lágrimas en el mismo rostro sosegado. La preparación para las cobardías de la vida… las de los hombres… las de ella misma.


__________________________
Esta historia en una canción

viernes, 9 de marzo de 2012

Pluma Invitada: Desaparezco para ti

Imagen por phatpuppycreations

Escribe Flor de fuego


Llegó tarde como siempre. El bar está lleno. La música suena bien. Es Janis cantándole otra vez al amor perdido o eso entienden mis oídos enamorados. En la esquina hay cinco jóvenes, uno más excéntrico que el otro. Cada uno con una botella de cerveza personal en la mano. Los observo a lo lejos. Camino a ellos, uno me saluda levantándome la mano con una sonrisa grande que ilumina el lugar. Yo le retribuyo el saludo, me tropiezo con una silla que está adelante. Que estúpida me digo, pero él no se ríe, sigue cada uno de mis pasos como escoltándome con la mirada.

Son los mismos debates de siempre. Solo son cinco jóvenes confundidos hablando de lo mismo, de las últimas películas que han visto o de la última novela que han leído o están leyendo, que Hegel dice esto y que Lennin lo otro. Deberíamos salir a protestar para que destituyan del cargo a aquel político que se llena la boca de pan mientras sus hermanos sufren en las calles.

Trato de desviar la conversación con Adriana y Sabrina. Pero ellas parecen más apasionadas que Sergio, Mateo, y Gabriel. Hablan de cambio, cambio de qué, me preguntó. Solo son hijos de papi jugando a la revolución. Cuando creo que solo viven de críticas y apariencia para tratar de sonar más intelectuales. Me excuso para ir al baño. Toda esa cháchara política solo me está enfermando. Solo quiero tomarme unas cervezas, bailar un rato, elevarme luego y si se puede hacer el amor frenéticamente.

En el baño me encuentro con una chica que no ha dejado de observarme desde que me tropecé con la silla. Le gusto de eso estoy segura, y a decir verdad a mí tampoco me desagrada del todo, me llama la atención el tatuaje de hadas pequeñas que vuelan por sus hombros.

La chica me toma por la cintura, me susurra algo a la oreja, no sé lo que dice pero me toma de la mano y yo la sigo. Nos perdemos en la puerta trasera de aquel bar. Saca un pequeño canuto, moja la punta con su pequeña lengua y lo prende. Aspira con fuerza, tose un poco, vuelve a hacer lo mismo y me lo entrega en la mano. Lo prendo.

Estoy contra la pared. Su lengua hace algo raro en mi boca. Me dejo llevar. Apoya sus pequeños pechos contra los míos. Se mueve al ritmo de la música que tocan dentro del bar. Acaricia mi cabello y sus manos viajan al sur de mi cuerpo. Estoy excitada no puedo negarlo.

Gabriel abre la puerta trasera. Observa cómo me beso con aquella chica de cabellos negros. Me llama por mi nombre. La misteriosa chica del baño le regala una sonrisa y le toca el hombro, él la retira con algo de fuerza. Ella vuelve a entrar al antro y solo estamos afuera él y yo.

Odio que siempre quiera ser ese príncipe azul en caballo y armadura. Que siempre trate de rescatarme. No me dice nada, me abraza con fuerza. Nos metemos al bar, quiero saber que es lo que pasa por su frondosa caballera. Pero no dice nada, solo me saca a bailar, me ofrece una cerveza, prende unos cuantos cigarrillos y actúa como si nada hubiese pasado.

Tengo que ir al baño, le digo. Él acepta la premisa resignado. De regreso puedo observar como Sabrina lo mira, le habla y toma de sus manos un cigarrillo mientras él acerca su encendedor al cigarro. Lo tomo del cuello y lo beso con fuerza. Sabrina se queda callada, me mira y luego a él.

Él me lleva a una esquina y me dice que hablaremos después. Yo no quiero hablar después quiero hablar ahora. Pero él me dice que es mejor que me deje en mi casa. Me convence, es mejor así, al menos yo me lo he llevado a casa y no está con la resbalosa esa.

Caminamos varias cuadras antes de tomar un taxi. Me pone su casaca negra entre mis hombros. Lo detengo para ver las estrellas, mientras él está rígido, apurado como si quisiera deshacerse de mí. Pero no lo dice, lo siento raro. Me detengo, lo beso y él se deja besar. Me besa lento como siempre, en la forma en la que solo él sabe besar. No quiero tomar un taxi quiero quedarme la noche entera con él.

-Gabriel, quédate conmigo, ¿sí?
-Estoy contigo ahora.
-No, no es eso. Me di cuenta de que estoy enamorada de ti. No pude soportar como te miraba Sabrina y la atención que tú le dabas.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Que nos vayamos que dejemos todo. Gabo, tú eres diferente a los demás, eres mejor.
-¿De qué viviremos?
- Yo puedo hacer trenzas, bailar. Tú puedes tocar guitarra y dibujar.
-Lo siento, pero esos son tus sueños, no los míos.
-Entonces nunca me quisiste.
-Qué hablas, yo nunca hice nada que tú no quisieras, o que me hicieras primero. Mejor descansa, nos vemos mañana, vamos a la playa.
-No Gabriel, mañana me voy a las tres. Si quieres vienes conmigo.

Estaba parada frente al terminal de buses. Tiro y piso mi último cigarrillo en Babilonia. Espero que sea como en las películas que venga por mí, pero los minutos avanzan y él no aparece, no aparecerá. Lo odio. No lo quiero. Es mi culpa. Por qué no me entiende.

El bus aparece y subo. Mi próximo destino será alguna ciudad de provincia. Hasta siempre Babilonia, hasta siempre Gabriel.

_________________________
Esta historia en una canción

martes, 6 de marzo de 2012

Pluma Invitada: Monstruo, qué estás haciendo

Imagen por phatpuppycreations

Escribe Luiggi Kafka


Hubo una vez, en el mundo invisible de los sueños, un humano con forma de monstruo que se dedicaba a destripar todo tipo de seres vivos. Este humano, cuando despertaba, sentía una terrible desazón al recordar que había asesinado tantos personajes de ficción, y le espantaba la idea de que probablemente ni siquiera recordaba todas las muertes que había perpetrado en cada noche.

Decidió no dormir más. Pasaba las noches sufriendo de un insomnio en parte inconsciente y en parte provocado, debido al profundo miedo que le escarapelaba el cuerpo cuando pensaba en que el menor descuido podría costar más vidas. Cuando no podía más, se metía en la bañera, el agua muy fría, con un cigarro entre los dientes tintineantes, tiritantes, y jugaba con los únicos compañeros que le quedaban: su barco a cuerda y su pato de hule, un pato amarillo patito. En su brazo, un tatuaje de Kevin Arnold le recordaba la adolescencia que se empecinaba en abandonarle. Lloraba, silencioso, para que los sueños dormidos en su mente despierta no se burlaran de él.

Pero, como ocurre siempre en las existencias, tanto en las ficticias como en las otras, uno busca crear su historia para darse cuenta finalmente de que la historia se crea sola y suerte de cada quién si ésta se toma la molestia de darle a uno un papel mínimamente aceptable que representar. En este caso, sucedió que el hombre, por más empeño en lo contrario que puso, se durmió.

Y quién diría, pareciera que este letargo de sueños fortaleció al monstruo oculto en él, lo solidificó, le abrió las puertas hacia otros sueños, hacia otras historias, y el desalmado se dedicó al bárbaro quehacer de matar. Ya mató sueños ajenos, mató novias imposibles, mató personajes de cuentos, mató alegrías y penas, despedazó caperucitas y lobos, volteó ovejas y les dejó la piel adentro y las tripas afuera, y así, por puro placer, se puso a contarlas, regocijándose en la sangre.

Nosotros, espantados, huimos de la tierra de los sueños cuando ya le quedaban por matar pocos de esos seres etéreos. Ahora nuestro trabajo, si las fuerzas nos sostienen, será encontrar al hombre del tatuaje de Kevin Arnold y eliminarlo sin mediar vacilaciones. Nos repartiremos el barco a cuerda y el pato de hule amarillo patito, y volveremos a soñar.

________________________
Esta historia en una canción

sábado, 3 de marzo de 2012

Pluma Invitada: Billetera mata galán

Imagen por phatpuppycreations

Escribe Darwin Gutiérrez

Desde hace algún tiempo acepté mi nivel de vida modesto, pertenezco a esa clase tan discriminada en estos días, tan incomprendida, el ser “misio”. A decir verdad fue una elección, he tenido la oportunidad de dejar de ser un típico joven peruano promedio que cuenta el sencillo para el pasaje y es capaz de bajar de la combi cuando el tan maltratado y poco amable cobrador no quiere aceptar el carnet universitario. Me siento orgulloso de serlo, el no sumergirme en este mundo mercantilista, el no ser visto como un objeto al cual las grandes empresas con el lema del trabajo en equipo y otras tantas paparruchadas engatusan a los estudiantes inexpertos y cándidos como alguna vez lo fui o todavía lo soy. Cuando renuncié a ese mísero sueldo me juré a mí mismo no pertenecer a la PEA (población económicamente activa) hasta acabar mis estudios –razón por la que me obligan a adelantar cursos– o por lo menos algo relacionado a ello.

Cuando elegí este estilo de vida tan desprestigiado pero con una gran consistencia filosófica sabía a qué consecuencias me atenía, el de ver una película en la comodidad de mi casa en vez de acudir a esas bulliciosas e incómodas salas de cine, el de comer hamburguesas en el “Bravazo” que promete ser el próximo Bembos pero por motivos de algunas clausuras de índole sanitario su camino se le viene truncando, el preferir hacerme un bronceado en vez de alquilar las sobrestimadas sombrillas al momento de ir a la playa, el comprar algún libro de Amazonas para algún cumpleaños venidero ya que no hay mejor regalo que un buen libro, que sea pirata o formal es lo de menos. Por lo visto las consecuencias no eran tan malas que digamos e incluso podría sacar provecho de ellas, disfrutar la naturaleza, el caminar sin ningún rumbo y el hacer ejercicio sólo a punta de planchas y abdominales, todo parecía funcionar, ignorar las críticas de los amigos que presumen de sus trabajos con sueldos paupérrimos con un orgullo solo comparable al de un niño explorador después de ayudar a cruzar a alguna ancianita malgeniada; incluso aceptar adjetivos como el de vago o mantenido. A pesar de todos estos padecimientos me abstuve de abandonar mi estilo de vida, y sigue este largo camino hacia el disfrute diario de las pequeñas cosas que no tienen precio.

Todo iba bien hasta ayer, cuando P me insinúa que quiere tener una salida o mal llamada cita. No suelo tener citas debido a mi corto presupuesto no suelo organizar salidas, siento que son forzadas y de mal gusto, siempre preferí las salidas esporádicas e inesperadas en las cuales un paseo breve o ir a la casa de alguno de los dos nos libre de la incomodidad de los lugares públicos. Ya que no compartimos ningún centro de estudios ni centro de trabajo o algo parecido que facilite las salidas inesperadas, condición indispensable que compartían la mayoría de sus antecesoras, nos vemos en la incómoda situación –intuyo que sólo de mi parte– de planificar una cita. P me informa que quiere salir a pasear, bailar y para mi mala suerte comer, por lo visto quiere tener toda una salida especial y sin motivo que lo justifique, hasta bailar andaba todo bien, conozco un par de lugares donde esta actividad es compatible con mi tan delgada billetera, pero comer salta a ser el punto discordante.

Desde que conocí a P supe que estos momentos en los cuales mi estatus económico iba a salir a flote era inevitable, en algún momento tenía que enterarse que está con un misio, con un ser despreciable que quizás con un poco de suerte la lleve a comer en un McDonalds. Trato de inventar alguna excusa, pero cualquier táctica es desvanecida y derrotada por las palabras de P. acabo por perder la batalla y con las palabras “mañana nos vemos” me da el último golpe. No puedo dormir, estoy dando vueltas como un púber descubriendo su sexualidad, tramando alguna excusa para faltar a la cita pero que al mismo tiempo me haga quedar bien, justo cuando estoy escribiendo un mensaje, excusándome, la poca dignidad y orgullo que tengo –y quizás también arrechura– me juegan una mala pasada y me hacen dormir contra mi voluntad.

–Vamos a comer primero, no te olvides –un largo silencio siguió, lo cual ella infirió como una afirmación.
–¿Pero dónde? –mi tan mal abastecida masa encefálica cometió un error garrafal, darle la potestad de elegir el restaurant a una mujer.
–Que sea en el Friday´s, no seas malito.

Ya acabamos de degustar y empacharnos con la comida, que por supuesto no la disfruté, sufría al ingestar cada platillo apetecible pero al mismo tiempo dañino para mi bolsillo. Ahora viene la cuenta, al parecer la mesera se da cuenta de mi situación, que claro P ignora completamente con una gran sonrisa en su rostro. Me entrego en una oración silenciosa para que el feminismo latente en P la obligue a querer establecer sus derechos y no dejar que estos sean aplastados por la estúpida regla machista de que el hombre pague la cuenta. Parece que ese ser supremo me hace recordar porqué soy agnóstico. Todo está consumado.

_______________________
Esta historia en una canción