martes, 6 de marzo de 2012

Pluma Invitada: Monstruo, qué estás haciendo

Imagen por phatpuppycreations

Escribe Luiggi Kafka


Hubo una vez, en el mundo invisible de los sueños, un humano con forma de monstruo que se dedicaba a destripar todo tipo de seres vivos. Este humano, cuando despertaba, sentía una terrible desazón al recordar que había asesinado tantos personajes de ficción, y le espantaba la idea de que probablemente ni siquiera recordaba todas las muertes que había perpetrado en cada noche.

Decidió no dormir más. Pasaba las noches sufriendo de un insomnio en parte inconsciente y en parte provocado, debido al profundo miedo que le escarapelaba el cuerpo cuando pensaba en que el menor descuido podría costar más vidas. Cuando no podía más, se metía en la bañera, el agua muy fría, con un cigarro entre los dientes tintineantes, tiritantes, y jugaba con los únicos compañeros que le quedaban: su barco a cuerda y su pato de hule, un pato amarillo patito. En su brazo, un tatuaje de Kevin Arnold le recordaba la adolescencia que se empecinaba en abandonarle. Lloraba, silencioso, para que los sueños dormidos en su mente despierta no se burlaran de él.

Pero, como ocurre siempre en las existencias, tanto en las ficticias como en las otras, uno busca crear su historia para darse cuenta finalmente de que la historia se crea sola y suerte de cada quién si ésta se toma la molestia de darle a uno un papel mínimamente aceptable que representar. En este caso, sucedió que el hombre, por más empeño en lo contrario que puso, se durmió.

Y quién diría, pareciera que este letargo de sueños fortaleció al monstruo oculto en él, lo solidificó, le abrió las puertas hacia otros sueños, hacia otras historias, y el desalmado se dedicó al bárbaro quehacer de matar. Ya mató sueños ajenos, mató novias imposibles, mató personajes de cuentos, mató alegrías y penas, despedazó caperucitas y lobos, volteó ovejas y les dejó la piel adentro y las tripas afuera, y así, por puro placer, se puso a contarlas, regocijándose en la sangre.

Nosotros, espantados, huimos de la tierra de los sueños cuando ya le quedaban por matar pocos de esos seres etéreos. Ahora nuestro trabajo, si las fuerzas nos sostienen, será encontrar al hombre del tatuaje de Kevin Arnold y eliminarlo sin mediar vacilaciones. Nos repartiremos el barco a cuerda y el pato de hule amarillo patito, y volveremos a soñar.

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Esta historia en una canción

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