sábado, 28 de noviembre de 2009

El Pasado No Perdona


Dibujo tus palabras en un lienzo
Y grabo tu mirada en mi memoria.
Escribo nuestra historia sin historia
Y vuelvo una vez más hasta el comienzo.
José Luis Mejía.

Casi siempre al final de un buen libro o una película, el protagonista o héroe se queda con la chica de sus sueños, y tienen un final feliz. En la vida real esto no sucede así. ¿Y es que se puede perder algo que nunca se tuvo? Si es así esta es mi historia.

Ella esta nerviosa, tanto que las manos le sudan, y sus azules ojos parecen, volar hasta cada fotografía donde él aparece en su querido Facebook, mira a sus amigos, lee los comentarios, en especial los de un chico obeso del cual ella se burla y una chica que curiosamente es “X” (mi ex novia) que son los que mas le han comentado.

Ella está como “no conectada” en su estado del messenger. Él se conecta, no sabe qué hacer, edita su estado, se conecta, aparece en línea, cambia su nick, pone una y otra foto, quiere que él le hable, espera impacientemente que el de el primer paso y la salude, pero no lo hace. Se desconecta y se conecta una y otra vez, quiere que se de cuenta que esta ahí, que le hable, que le cuente con quien ha salido el fin de semana o a donde ido, y él no responde.

¡¡A la mierda!! parece decirse ella, se traga su orgullo y le habla.
-Hola, ¿Cómo estas? – Bien aquí, terminando un trabajo para la U. Fui al cine también, pero no había nada nuevo.
-¿Oye haz visto Diabólica Tentación? – Escribe ella.
-No, pero me han dicho que es buena.
-¿Podemos ir a verla y de paso vemos cómo hacemos para reunirnos en el cumple de JJ.?
-Mira la verdad no sé, yo te aviso, si quieres nos encontramos cerca del centro comercial.
-Dime la hora pues (Quiere verlo, pero no quiere sonar desesperada).
-Salgo a las 3 de la tarde ¿Nos encontramos en la esquina de la vez pasada?
-Yo también saldré temprano: está bien, voy por ti.

Mientras ella le sigue contando que su hermana ingresó a la universidad y las miles de cosas que ha hecho durante la semana, él responde con lo desairados “manya, si, no”. No parece estar muy interesado en ella, pero esta no lo nota. Está enamorada. Él se despide de ella diciendo entonces vienes por mi, y se desconecta.

La mente de ella viaja al pasado, cuatros años atrás, es el mismo chico del que ella cree estar enamorada. El que ha sido uno de sus mejores amigos, uno de los chicos más populares de la escuela, el que dice hacer cosas extraordinarias todos los fines de semana, y la mitad de las chicas del colegio se morían por estar con él, incluyéndola a ella.

Aun recuerda perfectamente su entrada aquella fiesta de promo en el Hotel Bolívar. Donde llego tarde como si se tratara de una celebridad, tenía en la mano izquierda una caja de orquídeas de Rosatel, su vestido de diseñador Italiano perfectamente azul como sus ojos. En ese momento ella sentía que todas la miradas estaban puestas en ellos (en realidad fue así) se sentía el centro de atención, quizás nunca ha sido tan feliz como en ese momento.

Él, por el contrario, es ahora uno más del montón en la universidad, se sienta en el medio de la clase del profesor Oscar Bernales, ya no es el chico más popular de la secundaria, es el cuasi cero a la izquierda, su mejor amigo es el “gordo Pancho” y las únicas citas que ha conseguido fueron con una que otra chica que recuerda su pasado escolar.

Una semana atrás habían quedado en verse, cerca del centro comercial, ella pensaba que caminarían un rato, se sentaría en un parque aledaño a conversar, tal vez tomar unos helados y nada más. Él para impresionarla paro un taxi y la llevo al Starbucks más cercano, él no la toco ni una sola vez, mientras conversaban, ella lo tomo cinco veces del brazo, dos veces del hombro y una vez la cabeza. Rieron veinte veces y ambos se tragaron un “te extraño” unas siete. Por un instante fue el que ella solía añorar por las noches y pensar en el día. La acompaño a tomar un taxi. Ella dijo que no debían despedirse. El la quiera abrazar pero ella se le adelanto, sabía que si no lo abrazaba en ese momento nunca mas lo haría, le dio gracias por el café, el la miro a ojos y se perdió en ellos y con beso todo se había consumando. (Con ese beso, yo la perdí de nuevo).

Una llamada telefónica interrumpe el recuerdo, y la trae nuevamente al presenté.
-¿Alo?
-Monga, soy yo.
-Desilusionada me contesto…ah hola. (Lamentablemente no era él)
- ¿Qué planes para este fin?
-Me voy de “Ladys Nigth” con mis amigas. (Mintió) ¿Tu?
-Tenia dos entradas Vip, para tu grupo favorito, quizás será para otra oportunidad le dije (Ella nunca sabrá cuanto me costó conseguirlas).

Ella me platicaba de todo lo ocurrido el fin de semana pasado en su Universidad, yo escuchaba atentamente palabra a palabra las cosas que me decía. El tiempo se nos fue de las manos, muy cordialmente me dijo que iba a salir, que Vale estaba tocando el timbre de su casa. Me despedí de ella con un te veo pronto.

Colgó a toda prisa, se le había hecho tarde por hablar conmigo. Se moría de ganas de contarme, que saldría con ex novio, pero no lo hizo, tal vez porque sabia que todo terminara mal y que yo le dirá “te lo dije”, o quizás porque la notica terminaría destrozándome como lo hizo después.

Tomó la ducha más rápida de su vida, previamente había escogido la ropa que iba a ponerse. Cambió de opción quiera lucir más atrevida, o más recatada al final no se puso nada de lo que había escogido prematuramente, salió a toda prisa paro un taxi mientras se pasaba el peine una y otra vez, bajo una cuadra para fingir que no había tenido apuros en llegar.

Al verlo, ella lo abrazo con fuerza, él con un gran beso en la mejilla, ella lo notaba tan distinto, tan frío y cortante, él le mostro una botella de Whisky que había comprado, tomaron un taxi rumbo a la casa de un amigo común.

Al llegar estaban los tres como en los viejos tiempos, reunidos por el cumpleaños de uno de ellos, un Whisky y un Tequila, terminarían enlazando los labios de ella y los de él, mientras él buscaba ebriamente sus besos, ella solo deseaba refugiarse en sus brazos.

Al día siguiente ella esperaba su llamada. Como siempre él nunca la llamo, la dejo con la ilusión a cuestas, su dolor es solo comparable al mío cuando me lo contó.

Un par de días después Reiner me contó que se había encontrado con “X” en su universidad besando un chico, probablemente sea su novio, no es la primera vez que ella va a recogerlo.

El martes en la tarde fue la última vez que hablé con “X” por Facebook, me contó que estaba de novia con Jork, curiosamente ex novio de Blue. ¿Era mi deber contarle? Ella se lo busco, pensé, siempre la lastima, siempre dice que será la ultima, que salga con él.Su ex novio por el cual ella suspira y ama.

No hubo necesidad de contarle, mientras iba camino a su casa paso por el centro comercial y lo vio con “X” dándose un apasionado beso. Me llamó desesperada, yo fui a su rescate, salimos a dar un paseo en el Olivar con Piero, no tocamos el tema, más tarde cuando la fui a dejar a su casa ella se desplomó, en el camino soltó un par de lagrimas, quise abrazarla me gritó: “no te aproveches de la situación”, me sentí ofendido, le grite: “ ESTOY HARTO DE SER TU SEGUNDO PLATO, NO ME VUELVAS A LLAMAR O BUSCAR SI ES PARA HABLARME DE ÉL, YA ESTAS GRANDE Y PUEDES CUIDARTE SOLA”. (Quiera decirle todo lo que sentia por ella, quiera que se diera cuenta, que la quiero, que no merece que nadie la lastime, pero no lo hice, solo soy su mejor amigo y eso parece bastarnos a los dos).

Un par de dias más tarde le pide disculpas, nos fuimos a comer hamburguesas a un conocido fast food al verla a los lejos se me venía a la mente la primera vez que la vi,como si el tiempo no hubiera pasado, aunque provablemente ella este pensado en el como yo en ella. Mientras, suena en mi cabeza Lady Blue.
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Fotografía por la bellísima Nathalie Gates
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Esta historia en una canción.



Les aviso que a mitad de semana sale el corto basado en un post de este blog. Estén atentos, que les pasaremos la voz. Disculpen el retraso.

sábado, 21 de noviembre de 2009

El Picnic



Se abre el telón, Teni activa los aplausos grabados. Una pared divide a la pareja de futuros novios. Esta pared indica que están en distritos diferentes. Ella, en su oficina sanisidrina, sostiene un Blackberry y él, caminando por su católica universidad, un Samsung de los antiguos. Él pregunta

-¿A qué hora vuelves hoy?

-A las siete, no iré a mi clase ¿Me recoges en tu carro?

-No es mío, es de mi viejo. La verdad yo me quedaré hasta tarde en la u.

-Ah ya, no te preocupes entonces.

-No, sí me preocupo, y mucho.

-En serio, por mí normal, mejor estudia para que no vuelvas a jalar.

-¿Acaso crees que no te quiero ver? Voy a sonar mentiroso pero me muero por hacerlo. Lo siento por ti pero te buscaré.

-¡Pero me llamas! No quiero esperarte por las puras.

-Sí, cuando esté en tu puerta te timbro.

Hablan un poco más, se despiden como dos buenos amigos. Se cierra el telón, fin del primer acto, aplausos grabados otra vez.

Se sube el telón, se reproducen los aplausos nuevamente. Ahora la parejita está entrando a la tienda del grifo Texaco. Él pregunta

-¿Qué vas a comprar?

-¡Tú me vas a comprar algo rico!

-(Mueca sorprendida de chico misio, mirada al piso) Claro, claro. ¿Te gusta el yogurt?

-Síiiii.

-(Abriendo la nevera) Ojalá haya vainilla francesa nomás. Uhmm.

-(Señalando con el dedo) Sí, mira el del fondo, atrás de ese Laive de fresa.

-Hay que llevar algo de comer también.

-¿Cómo qué?

-Esas Morochas nos llaman.

-No, pues. Voy a ponerme más gorda de lo que ya estoy.

-Pero estás perfecta, chica.

-Gracias (mueca de “no te creo, papito”), con eso me lo dijiste todo.

-De verdad, además, siempre es rico un poquito de carnecita suelta por allí.

-Entonces engordaré más (sonrisa pícara).

-(Al cajero) ¿Cuánto sale, míster?

-Cuatro soles ochenta. ¿Boleta o factura?

-Ninguno, cóbrese.

El cajero retrocede hacia la oscuridad, desaparece. Puede usarse como fin del segundo acto. Los reflectores iluminan un auto viejo que parece el de Kevin Arnold. Él le abre la puerta a ella. Ella entra, él no completa el manual de caballerosidad y olvida cerrársela. Rodea el auto para tomar su sitio de conductor. Ella extiende su blanco brazo izquierdo y abre el pestillo de la puerta del chico. Él entra y quiere darle un beso sin entrar en rodeos, pero se contiene y le pregunta a dónde vamos

-No sé, sorpréndeme.

-Conozco un lugar tranquilo por aquí. Pero ten las morochas, todavía no abras el yogurt: hay que comer juntos.

Lleva el auto a un parque silencioso, lo estaciona, lo apaga y le dice

-Aquí adelante me siento muy lejos de ti ¿Vamos atrás?

-Espera, deja que me saque el cinturón.

-Pero no abras la puerta, salta por aquí nomás.

-(Lo ve pisotear sus sillones y aterrizar atrás) Ay, esto hacía cuando era pequeñita en el carro de mi papá.

-Lo hacíamos todos. Pásame las galletas y ven.

-Esto parece un picnic.

-Esa palabra me parece muy maricona. De pequeño, mi hermana hacía picnics con mis primas y a mí me excluían. Desde esos tiempos, siento que los picnics solo son para las chicas.

-Jajá, qué traumadito eres.

-Bueno, ojalá te guste este mini picnic.

-(Se recuesta en el asiento) Ojalá este momento no se acabara.

-No digas eso que me sonrojaré eh.

-Lo digo porque me han dejado trabajo en la chamba y no quiero volver a mi casa a hacerlo.

-Ah, claro claro. Yo también tengo que leer, ya se vienen los finales, luego Navidad y fin de año.

-Síiii (sonríe) ¿Qué planes para año nuevo?

-La verdad, ninguno. Supongo que seguirte

La mira fijamente, le va a decir algo pero suena, inoportuno, el Blackberry. Ella lo responde rápidamente

-Escúchame, Gárgamel, te llamo después, ahorita estoy ocupada (le corta, del otro lado casi ni pudieron hablar).

Retoman la conversación de “año nuevo”, pero él está incómodo. Así que, obligado, le corta y le pregunta

-¿Quién es el tal Gárgamel?

-Es un amigo del estudio nada más ¿Por?

-Es que te llaman muchos chicos, deben querer algo contigo.

-No, nada que ver, me piden consejos y eso.

-Imposible, y los de tu Facebook, ese que te para mandando “abrazos del oso” en el BuddyPoke, já.

-Ya te dije, solo son amigos de la chamba. Todos tienen sus enamoradas, aunque nunca lo publican, pero a mí me cuentan.

-¿Amigos?, esos son buitres, eso es lo que son: buitres rondándote (se ayuda con las manos para simular el vuelo circular de una manada de buitres).

-Jajajajá. ¿Te estás molestando no?

-No me molesto, me encanta que te llamen porque tú solo estás conmigo. Y ellos, que se jodan.


Un silencio se apodera del auto. Él, muy serio, le dice

-Chica, ¿qué vamos a hacer?

-¿Hacer de qué?

-Es que… (risa nerviosa combinada con respiración pasmosa)… me estas atrapando, me gustas.

-Tú también me gustas.

Él se abalanza presuroso a darle un beso que selle para siempre las palabras antes dichas. Ella lo evade con sagacidad torera, le da la mejilla izquierda, no quiere besarlo todavía. Y le dice…

-Tú sabes que yo solo beso a mis enamorados.

-Uhmm… Te gusto y no me quieres dar un beso.

-Es que quiero esperar, todavía no, es muy rápido.

-¿Y no te quieres traicionar un ratito? Vamos, dame un beso (se acerca).

-(Le da la otra mejilla) No.

-Está bien, entiendo. Pero entonces abrázame.

-Ya, ven para acá.

Se funden en un hondo abrazo, él deja que ella siga su juego. Una vez más, prefiere dejarle los hilos de su porvenir a todos menos a él. Le gusta respetarla. Le gusta porque no besarla es como un reto para él, un muro que debe derribar, la valla más alta que debe saltar, la carrera más larga que debe correr o un enigma imposible que debe resolver pacientemente

-Pero explícame, chica, trato de entender y no puedo.

-Este año ha sido de malas rachas para mí. No me fue bien con dos chicos: en el verano y en vacaciones de medio año. Si estoy contigo ahora, te vas a contaminar de ellos dos.

-¿Algo así como una peste bubónica?

-No, tampoco seas tan trágico. Dejémoslo en una gripe porcina. Pero, este año, al menos, no.

-A ver. Faltan 18 días para que acabe noviembre. Sumándolos a los 31 de diciembre hacen un total de… (el cálculo se le hace más difícil que escalar una montaña)… 49 días. Pongámosle 50.

-Ay, no te vas a poner a contar, pues.

-Pero 50 días son 50 días ¿Cómo sabes que en 50 días no vas a conocer a otro chico?

-¿¡Quién crees que soy!? ¡Yo no soy de ese tipo de chicas!

-Está bien, te creo. Pero yo sí soy de “ese tipo de chicas”.

-(Mirada de china japonesa que reinventó la confusión).

-Fue un chiste (con algo de verdad, piensa), un chiste malo.

-En verdad, no te vayas a molestar pero necesito ese tiempo para que todo lo de este año se borre.

-En realidad, no sé si te pueda prometer eso, no sé si puedo prometer cosas, no quiero tener compromisos. No quiero dañarte, chica, prefiero primero hacerme daño que hacértelo a ti, y prometerte algo es lo mismo que herirte a largo plazo.

-Es porque todavía te gusta S ¿no? O sea que si la ves…

-No lo sé, si la veo la saludo y nada más.

No le cree, no lo siente muy convencido y le repregunta

-¿Sientes algo por ella no?

-Ella ya fue. Además no me puedo quedar allí, sería tonto lamentarme más tiempo por algo perdido. Pero, insisto, ¿por qué no empezar ahora?

-¿Cuál es el apuro?

-Chica, me has dicho que te gusto, y si hay amor, hay un beso.

-Pero si hay un beso, no necesariamente hay amor. Espérame, no te apures.

Sus palabras hacen vibrar el corazón del chico, es como si un temblor hiciera retumbar las ventanas del auto: él quiere confiar

-No es que esté apurado, es que siento que este es el camino, chica, y que lo tengo que transitar así, de una buena vez.

-¿Acaso eres una bermuda de Ripley en liquidación que se vende ahora o nunca?

-Pero para qué pasar por los trámites del gileo. ¡Tú me gustas, chica, tú me gustas!

No encuentra más respuesta. La chica retrocede y va desapareciendo en la oscuridad. Los reflectores apuntan hacia él con más intensidad, pero ya no sabe qué más hacer, qué más decir para convencer a la chica que se va

-(Voz de ella) Espérame.


TELÓN


Se encienden las luces. Teni, con un esmoquin negro, sube a un taburete para agradecerle al Respetable. Al no ver a nadie en la platea supone que están todos y le da las reverencias al invisible público que nos está leyendo.

“El casting se ha acabado, señores, que no entre nadie más, esta pareja queda, que firmen el contrato de una vez”, se le oye exclamar a Teni, el director de la obra.

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"Y juntos se quisieron como quisieron... con sonrisas que duran...", Calamaro para ustedes.



Fotografía 2 por Ivan Hernández

sábado, 14 de noviembre de 2009

Los Hombres y las Botellas





Desde siempre a los hombres se nos ha estado prohibido expresar nuestras emociones abiertamente, o muestras de afecto y aprecio entre nosotros, si no es en una de esas reuniones donde está presente el alcohol (“chupetas”) llevadas a cabo con excusas que solo nosotros podemos entender y justificar: porque lo dejo la novia, (unos) por tener una, (otros) porque perdió el trabajo, por conseguir uno mejor, por el equipo de sus amores, porque perdió por goleada, porque va a tener un hijo, porque no va a ser padre (uff…) o por ser fin de parciales, etc. Parece siempre haber algún motivo para tomar unas cervezas con los amigos ¿Y por qué no?

El Escenario perfecto

El cielo completamente azul marino, con las estrellas inalcanzables en el cielo, tiritando siempre a lo lejos con dos cajas de cerveza, un whisky, un ron (de dudosa procedencia) bajo una ciudad bulliciosa con sus miles de defectos ahí abajo, vista desde la terraza de Piero, parece complementar el escenario perfecto para una noche de amigos, casi hermanos, de revelaciones, anécdotas sentimentales, con fines de amores distintos, tan parecidos entre sí, tan propios. Veintiocho metros cuadrados parecen alumbrar casi un ensueño de palabras de aliento, tristeza, lágrimas, risas de sus protagonistas de una noche cualquiera hacen de este post una gran historia.
Cuatro

Mario: es mi mejor amigo. Soñador, enamoradizo como él solo, el eterno “Busco Novia” (junto a Renato Cisneros) que busca desesperadamente a la chica perfecta en los lugares incorrectos. Lo ha llevado a tener romances furtivos, fugaces, vacios, abstractos de fines de semana, de una noche, un día, una canción, de un recuerdo y casi nunca de mes. Yo he sido cómplice, testigo y compañero de esos errados momentos de búsqueda de la felicidad, que parece terminar siempre con su corazón roto y su billetera quebrada.

Piero: Es sin duda el eterno rompecorazones, el de verbo fácil con las chicas y los padres. El de mirada verde, tierna y mentirosa. Que dice querer a todas, pero amar a ninguna, la única mujer de su vida es su madre. Ha puesto en un altar a su querido viejo, que es junto a Maradona modelos a seguir, su viejo es un rompecorazones de la vieja escuela, su mejor amigo, su consejero, que le da la pauta. Ha hecho de Piero una máquina letal de la conquista y la seducción.

Reiner: (20 años de soledad) Él pertenece a una casta perdida, casi olvidada, que quizás se encuentra bajo las piedras, y que cada vez haya menos chicos como él. De sonrisa fácil, de palabras exactas que parecen adelantarse al tiempo y al espacio, vaticinando momentos irreales que quizás nunca pasarán, que suceden solo en su cabeza y algún post que él escribe. Esto no le ha servido de mucho en esta carrera armamentista de los sentimientos. Analítico como pocos, estudia las relaciones sentimentales desde afuera y nunca desde adentro, ve los pequeños errores que tienen las parejas, lo cual lo hace un gran “consejero” y un gran amigo. Enamorado como nunca y derrotado como siempre, refugiado en su poesía siempre esclarecedora como dardos al corazón y medicina para el alma golpeada.

Jorge Luis: Es un chico como todos y como ninguno, él no se quiere poco, ni se quiere mucho, él se ama o se odia. Es decir, es ego centrista y autodestructivo. El mejor amigo para sus amigos. Al que han tildado de rompecorazones, pero son las chicas que han salido con él, las que han quebrado su apolillado corazón. El modelo de novio que todas sus amigas desean, pero que ninguna es su novia. El choteado y choteador algunas veces. Es sin duda el enamorado perfecto de la soledad que muchas veces lo ha asustado, criticado, querido y escuchado más que un blogger, él desea convertirse en escritor.

¿Unas cervezas…?

Jorge Luis: aquella tarde llamé a Blue como casi siempre lo hago, la extrañaba, aunque ella no a mí. No la veía desde aquella noche en Halloween y tenía como mínimo consuelo escuchar su voz. Me contó que se iba a una fiesta en una conocida discoteca miraflorina con sus amigas de “ladies night” (mintió) ¿Y tú? Me preguntó. Yo me voy a Onuba con mis amigos de la Universidad (mentí también, no tenía planes).

Reiner: llamé a JL, quería que me acompañe a tomar fotos a Miraflores para mi trabajo de Fotografía y de paso buscar fotos para nuestro blog, pensé. Me contestó con un “ya voy, Pato, dame quince minutos que voy para tu casa”. Él no suele ser puntual, lo esperaré igual.

Mario: las cosas no salieron como las había planeado, Alejandra me había plantado, dios si que hervía en rabia, había comprado un costoso vino y había cocinado toda la noche, ya que mi abuela no vendría y tendríamos la casa para “hacer cositas”. Llamé a JL, le pregunté si había alguna fiesta esa noche, no me contestó.

Piero: acabo de regresar de jugar fútbol, perdimos por goleada, me jode jugar con gente tan incompetente, que no entienden cómo tratar una pelota, me maltratan la jugada, no saben armar paredes, me la de vuelven cuadrada, llamaré a JL, le diré para tomarnos unas cervezas y olvidar la cólera mientras escuchamos música de los Hombres G.


Salud por ellas, aunque mal paguen.

Salí rumbo a casa de Reiner aquella noche, no tenía prisa, no tenía apuros, mis pensamientos estaban puestos en una azulada mirada, muy lejos de mí, a cientos de cuadras en una discoteca miraflorina pensaba yo, mientras presuroso daba largas zancadas a las cuadras y saltaba edificios como Superman. Prendí un cigarrillo y mi iPod, sonaba Sooner tan late, que hacía de eso una especie de soundtrack de mi vida en ese momento.

Al llegar a casa de Reiner, se demoró como de costumbre. Ví una pareja de enamorados pasar por mi lado, por qué tienen que ser así de romanticos los enamorados, ingenuamente pensé en ella de nuevo, mi cabeza volvió a divagar.

Reiner prende el carro, salimos en búsqueda de Piero, nos emprendimos a dejar a Romi, hermana de Reiner a una elegante fiesta en la parte residencial de Surco Viejo. Tenemos el carro para nosotros, exclamaba Reiner, terminamos en el famoso Puente de los Suicidas en el malecón Cisneros, y al estar contemplando la intensidad del paisaje comprendí que somos mínimos comparados con la inmensidad del cielo.

De pronto, en un momento calcado de la película Vanilla Sky, de un lujoso carro de un chico nos gritó a viva voz, “¡Trío de cabros!”, avergonzado supliqué a Reiner retirarnos, él optó por contemplar y tomar fotos a los versos dibujados en tal parque donde van los enamorados más felices, o los menos tristes. La escena merecía la especulación de nuestra sexualidad, al estar en un parque así, tres chicos solos y sin ninguna fémina que les haga compañía.

Salvados por una timbrada de celular, era Mario preguntándome donde estaba. Dejando a Romina, en 20 minutos estaré por allí. Reiner decidió pasar por la avenida Arequipa a molestar a cuanto homosexual se nos cruzara por el camino. Tal vez para elevar nuestro alicaído ego de “machos” pisoteados por un chico esa noche.

Al llegar cerca a la casa de Piero, llamamos a Mario, y sin querer compramos una caja de cervezas. Piero sacó un whisky que según él ameritaba la situación, y yo compré un ron. Subimos cautelosos a la terraza para no despertar a Manotas, el perro de Piero. Contemplamos la hermosa vista desde ahí, la música de los Hombres G (ya que no fuimos a su concierto) sonaba y nosotros coreábamos animados.

Noche de Confesiones

Mientras las botellas se destapaban, también lo hacían nuestras emociones. Mario confesó estar completamente enamorado de Alejandra, que no quería dejar a su novio, pero lo ve a escondidas. Mario, está arto de ser el otro, arto que lo traten como él no se merece. ¿Por qué no te buscas alguien mejor?, repliqué. ¡Es que tú no sabes que es estar con alguien mayor!, exclamó, ¡yo no estoy para enseñar, yo estoy para aprender de ella! Todos explotamos en una carcajada, mientras él daba explicaciones de las poses y demás cosas que había aprendido.

Y Blue, a cientos de kilómetros, miraba a Jork de la misma forma que yo la miro. Con un ostentoso Jhonnie Walker Etiqueta Roja iban juntos a casa de JJ. Sus miradas se compenetraban en una sola, Blue, ingenuamente, pensaba que era el mismo chico de quinto de secundaria.

Regresando a la terraza, Reiner confesó a viva voz que estaba perdidamente enamorado de S. Días antes, me había llamado ebrio desde el baño de uno de los huecos del frente de la Católica. Me contaba que S estaba a dos mesas de la suya, pero la sentía “tan lejana y fría” como Plutón. “Estoy borracho y triste, esta noche perderé como siempre”, me conmovió cuando me dijo eso. Yo le dije “uno no sabe lo que pierde hasta que no lo intente”.

Mientras, Piero replicaba estar perdidamente enamorado de Queen pero prefiere dejarla, piensa que le hará daño, tanto como las olas cuando revientan en el muelle de Punta Hermosa. Estoy muy ebrio para escucharlo. Finjo entre mis amigos, Reiner le mete quinta a fondo y me dice te dejo cerca de tu casa.

La cabeza me da vueltas pensando en Blue, el wáter me llama a que lo bese y me siento como esa canción de Pedrito: cuando la cama me da vueltas. Mi mamá irrumpe en la escena y pregunta si estoy bien, yo le digo “déjame en paz, estoy orinando” .

La mañana siguiente, la resaca perpetua me deja profundamente dormido en mi cama, he perdido un domingo más, va bajando el sol, que lo extrañaba. Y es que un hombre se acerca a las botellas buscando los besos de aquella mujer que se le escapó de las manos.
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Recurro a la publicidad de Cinzano para recrear las reuniones entre hombres.



Fotografía 1 por Powerhouse Museum Collection
Fotografía 2 por saba v.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Disfrazando el Corazón

He comprobado que la gente por más caretas, orejitas, antifaces o cachitos de diablito con luces que se ponga en Halloween, al final, terminan todas recordando al maldito (a) que le rompió el corazón. Y, para mayor dolor, terminan con rabia, pensado en él, bajo la bulla de una fiesta o mientras embutes un sánguche reparador. Tú escuchas, atado de manos, como queriendo inmiscuirte en el pasado, en el momento en que todo se rajó para la chica adolorida. Siempre con un único motivo: salvarla.
Diez y diez del 31 de octubre: Nos vamos juntos
Yo quería, que conste, ir a la fiesta de L en CarpeDiem; Teni iría al Trick-Halloween con Blue: así separaditos. Como era de esperarse, los planes se vinieron abajo, los planes siempre se vienen abajo, por eso no es bueno planificar nada, ni siquiera un hijo. Decía que, apenas colgué la entrevista de Teni la semana pasada, salí como un rayo a recoger a Queen, que me esperaba con un infartante disfraz de Minnie Mouse. Apenas la vi, quise pecar: convertirme en su ratón Mickey, mas no pasaba de su mouse inalámbrico, al que puede cliquear a su antojo y voluntad.
De repente, mi celular sonó (con su espantoso ring tone).
-Loco, dónde estás –era Teni boy-.
-Camino a casa de Queen ¿Qué tal las flacas del Trick?
-Huevón, no, estoy en casa de Piero.
-¿Y qué haces ahí? –le pregunté, mientras sorteaba los autos de la avenida Garzón-.
-Ay Teni, mi saldo, apura –era la voz de Blue, que se escuchaba como un melodioso soundtrack de la llamada-.
-Ya, loco mira, trae a Queen que nos vamos con ustedes a Carpe –me informó Teni, ignorando los chillidos de Blue-.
No era para menos. Horas antes, Teni había buscado, por no decir saqueado, en todos los mejores huecos de Jesús María, Magdalena Vieja y Mesa Redonda un antifaz elegante para Blue. Creo que eligió el mejor. Cuando llegué a casa de Piero, Blue parecía una princesa austrohúngara del siglo XVIII en minifalda, con su antifaz de bordes verdes y un pequeño zafiro, casualmente azul. Blue no supo corresponder al gesto pues, un día antes, se había gastado la plata reservada para Halloween en el cierre del Congreso de su Bachillerato. Esa noche no tenía dinero y Teni, un poco roño, un poco arrepintiéndose, se ofuscó y casi pierde los papeles: él era el indicado para costearle los pasajes a Blue.
Once y 42: Estafa en los suburbios.
Con el presupuesto reducido, Carpe Diem era imposible. Queen echó a andar la máquina de encontrar fiestas que es su Nextel. Consiguió un sospechoso tono de cinco soles en los cerros de La Molina. Tanta maravilla no podía ser cierta, me decía para mis adentros. Unos universitarios avezados (y que este post se archive en el atestado policial) habían invadido una casa sin puertas y armaron con la concha más grande del mundo su fiesta “sin fines de lucro” en la casona de una abuelita, una pobre viejecita, que, enfurecida, poseída y descontrolada, despertó de su sarcófago y echó a cachiporrazo limpio a ese pueblo disfrazado de pitucos de balcón (a mí me cayó uno en la rodilla).
La gente se movilizó a los jardines de la casona para esperar la devolución de su significativa suma de dinero. De repente y sin querer, en medio del tumulto que se armó en las escaleras, me encontraba conversando con Felicia. Ella está en Generales de la Católica, estudia Leyes; de baja estatura y sonrisa perturbadora; defiende a Nietzche y odia a Kant, pero prefiere a Woody Allen; de boca carnosa, derrama lisura, voz altisonante y ojos más profundos que el Amazonas. Ella fue la primera en relatarle a mis oídos sus penas de amor.
Está enamorada de un freak (Frikitifrí) con el que agarró el último verano y que ahora, en la fiesta, no le daba ni la hora. Mientras ella discutía conmigo sobre algún asunto divino, Frikitifrí estaba a mi costado: hablaba lento y babeando, digamos drogado por ser amables en la descripción. Aunque debo decir que esas personas me parecen valientes, y no únicamente por militar en su golpeada subcultura, sino porque su batalla es más freak de todo lo freaks que todos ellos juntos pueden llegar a ser, ellos luchan, a juzgar por su vestimenta, porque el Halloween se celebre no una vez, sino 365 veces al año, y puedan disfrazarse todos los días con mucha libertad freak sin ser señalados.
Felicia me pidió que la ayude a agarrar con Frikitifrí. Yo, ora celoso ora animado, acepté pues era un reto muy freak. Pero estuve a punto de sucumbir cuando, en escalones contiguos, sentí su cintura en mis manos y el viento de su voz cercano a mis labios. Lastimosamente, le perdí el rastro a Felicia. No creo que haya chapado con el buen Frikitifrí. No creo, con mayor certeza, que necesite (mi) ayuda para conquistar al chico que quiera, basta un poco de desparpajo, que en esta vida es necesario. Ella es una chica linda que no demorará en encontrar y tener a sus pies a un(a) amante que la sepa acariciar allí donde ella le mande y le guste.
Una y 30 del primero de Noviembre: Un taxi merengue.
-¡Piero, cabrón, te vendiste! –le reclamaba en el taxi al ojiverde de Piero-.
-Oe Teni, dile que se calle: te aviso que no respondo chipote con sangre, sea chico sea grande.
-Es que, Piero, qué ganaste ayudando a esos nazis –continuaba reclamando-.
-Ya, reii, ya fueee –decía Queen, que agitaba sus orejas en señal de paz-.
-Yo traté de devolverle sus cinco soles a todos-.
Piero se hizo pasar por organizador del tono-estafa en La Molina. Había usado su cualidad de rompecorazones para colarse en el círculo de los corruptos organizadores de esa fiesta, eso pensaba con varios tragos encima, por eso le reclamaba. Al final, los verdaderos organizadores (un pirata pelucón, un skinhead chato y el Alex de La Naranja Mecánica) le bajaron diez soles por sus servicios prestados.
-¡No trataste nada, calzonudo!
-Tres cincuenta está bien, pezweón.
-Nada, si a mi amiga Mayrita le dieron sus cinco completos.
-A algunos sí, pero no iba a alcanzar la plata.
-¡Más bien iba a sobrar!
-Hablas huevadas, Pato –sobrenombre que me quedó de los años del Santa María-.
-¡Si hubo gente que se quitó! Te vieron la cara, Piero.
-¿Brother, nos salió pa´l taxi o no?
-¡A mí qué chucha, estafaste a la gente, te vendiste!
Los ánimos estaban caldeados, Piero y yo no cabíamos en el mismo taxi. De no ser por Queen nos íbamos a los arañazos. Blue se tapaba la nariz con los dedos, como diciendo “ay fó, parecen barristas de la U”. Pierito había hecho su pendejada. Nada que no se pudiera resolver con unos cánticos de la Trinchera Norte.
-¡Todas las campañas que viví, todas las canchas donde te seguí…! –coreábamos todos, en el taxi, que bordeaba el hipódromo de Monterrico a toda velocidad. Excepto Blue y Queen, que ya no estaban seguras si habían salido con chicos cuerdos o ya nos habíamos convertido, sin necesidad de disfraz, en los tres únicos neandertales limeños de la historia-.
Dos y cinco de la madrugada: Danza la manivela.
Al taxista le dijimos que nos deje en la archiconocida Calle de las Pizzas. Caminamos mirando los bares a ver cual se veía decente. Propuse ir al “Aló Brasil” a tomar unas “Pingas” (un trago exótico del Brasil) y probar esas danzas remolinescas que saben bailar allí, esas danzas que te hacen sentir campeón mundial, esas danzas que te devuelven al amor en los tiempos del cole, cuando no bailabas pero veías a tus amigas hacerlo con destreza verdeamarelha.
Buscamos una mesa y dejamos los abrigos. Queen y Blue fueron las primeras en bailar, felizmente había un instructor parecidísimo a Adal Ramones que guiaba sus pasos, si no hubieran hecho, apuesto, cualquier pasito salsero. Teni y yo las seguimos, Piero no se animaba. Todos dábamos vueltas al ritmo del “Danza la manivela”, moviendo la colita sin roche: éramos, los cuatro, el alma del "Aló Brasil". Piero se uniría después.
¡Vao mover la piroca, pója!, gritó Adal Ramones antes de que empezara la pegajosa “Danza Creu”, que todos gozaron, sobre todo cuando el estribillo ¡Creu, creu, creu, creu, creu, creu! mandaba a batir las cinturas más rápido que las alas de una libélula. Varios descaderados quedamos en el suelo. Luego en fila india, vuelta a la izquierda, otra a la derecha, las manitas arriba, vámonos pa´ l suelo (recomiendo la Danza Creu para samaquearse las tristezas).
Eso sí, la que se llevó el show fue la viejecita (¿o el fantasma de ella?) disfrazada de enfermera. Por un momento creímos que era la misma tía que nos había echado a palazos del tono de La Molina. Eso nunca lo sabremos.
Tres y siete: Confesiones bajo un sánguche.
Era hora de volver. En palabras de Queen, fue un Halloween inédito. Pero faltaba más, llamé a las amigas que fueron a Carpe, en realidad, llamé a una nomás, a la dulcísima L.
-¿Aló? –dijo L-.
-Hola, L ¿Dónde estás? –pregunté-.
-Estamos en un tono en La Mar, ¿vas a venir?
-Uy, bravazo, pero por qué no escucho bulla.
-Tú ven nomás –cuando dijo eso, recordé un cuento de Benedetti: Si tú me dices ven-.
-¿Y qué fue con Carpe?
-No, iba a reventar, puchicana pero nos estafaron con el otro tono.
-Te cuento que no eres la única estafada de la noche.
Para subir al taxi e ir hacia La Mar tuve que persuadir a Minnie Queen de que la fiesta tenía chicos guapos que eran promesas de la gestión empresarial y así, ella animada, los demás la seguirían. Piero quería volver a casa, ese huevón vive con el hígado en la garganta. Teni quería conocer a L, es una fiel lectora del bloJ (que no comenta porque “le da cositas”, según dice), así que me acompañaba en la aventura. Llegamos y vimos que no había tono, o que sí había pero estaba moncesazo (y las fotos del Facebook no me dejarán mentir).
Queen, Piero y Blue decidieron abrirse a sus casitas: la noche con ellos había terminado.
L quería volver a Miraflores con Mavy, su amiga, a la casa de Betty. Teni, traicionado por el apetito madrugador, sugirió ir a comer al Miguelón de la avenida La Marina. Entre él y yo no hacíamos ni veinte soles: nuestro talento consiste no en escribir estos posts afiebrados, sino en no poner en evidencia lo agujereados que estamos.
Las tres chicas pidieron un “Chorizo Royal” y nosotros un “Sánguche Popular” cada uno. L, Mavy y Betty nos veían comer como animalitos, chupándonos los dedos chirriantes de mayonesa, acto seguido, acomodándonos la cabellera, relamiéndonos las comisuras de los labios, rebuscando la última papita al hilo dentro de la bolsa del sánguche; ellas, unas leidis, apenas tocaban su chorizo. De pronto, L estalló.
-¡Cinco años de mi vida con un pendejazo! Que ni parecía, ¿no reii? tú lo conoces, con su cara de Topo Gigio. Fue mi primer enamorado, después de él, ni más vuelvo a creer en los hombres. He perdido varios buenos chicos por aferrarme tontamente a él.
Y es que, como dije al comienzo, en Halloween podremos escondernos bajo muchos personajes de ocasión pero el corazón no se disfraza y siempre sale a flote un poco de su dolor. L hablaba con una rabia contenida: la estafa de Halloween no importaba tanto como la estafa amorosa en la que fue emboscada.
-¡Qué cólera! Reiner, llama a la mesera, que te preste su sombrero de bruja que quiero unas fotos. Ve, ve.
Cinco y catorce del amanecer: Adiós, amigo, adiós.
Las tres chicas superpoderosas (L, Betty y Mavy) nos jalan en su taxi hasta el cruce de Sucre con La Marina. Bajamos, la casa aun está lejos así que nos espera la acostumbrada conversación de domingo. Ya es el día de los muertos, Teni me pregunta si acaso L puede hacer morir a S. Yo, que tampoco puedo ni sé disfrazar el corazón, le respondo que no sé.
Camino con Teni, ya solos, pasamos por la Iglesia, está cerrada, Dios también duerme, no nos persignamos, como de costumbre. Acompañados por la penumbra, nos despedimos palmeándonos los hombros. Antes de perderse en la esquina, levanta su mano, yo le digo adiós, él repite un poema muy conocido por nosotros.
-¡Nunca digas adiós…!
-Sí, ya sé, es una palabra triste…
-¡Corazones que se quieren…! –grita y se detiene, va a dejar que yo termine el poema-.
-… Nunca deben despedirse.
Cada quién por su camino; otra vez, con el silencio del alba, cada uno se preguntaría por la mujer que quiere, le reclamaría al cielo dónde está ella, y si acaso es una sola o nos engañamos y son varias a la vez.
Callando al silencio de nuestras soledades despedidas, un gallo cantaba a lo lejos.
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Romeo and Juliet de The Killers (¿irán al concierto?), hace unas semanas me la pasó L.



Atención Casting de Actores: Jorge Luis (es decir, la versión real de Teni) ha convocado a un casting para un proyecto que está preparando y pronto contaremos bien aquí. Para los interesados en la actuación sin diálogos, este SABADO 15 en el local de la CHARLES CHAPLIN (av. Las Flores 249, San Isidro) a las ONCE DE LA MAÑANA. Los esperamos.