sábado, 31 de julio de 2010

No te vayas



DOS, TRES BAILARINAS de ballet se han posado en la palma de mi mano. Cayeron a mi vaso lleno de pisco acholado. No bailan, sólo bucean y me miran como yo las miro. Ellas, desde su piscina, me hacen muecas, las dos o tres niñas parecen pescaditos de colores. Yo rasgo mi vaso con los dedos, es improbable que las alcance antes que me enseñen los dientes y se beban todo el pisco por mí.

Estoy en la reunión de Gabriel, es su despedida, y me propongo hacer mi versión de los hechos. No es de dominio público que Gabriel es el amigo más antiguo que recuerdo haber tenido desde que llegué al barrio Osores, y por eso les contaré.

Él y yo, de pequeños, no nos dejábamos llevar por la corriente pues mientras todos jugaban fútbol, nosotros cultivábamos el impopular arte de la bicicleta, los patines y la búsqueda de escarabajos en la tierra para darle de comer a nuestros pollos.

Mi barrio está dividido en tres parques: el parque Ruidiaz, el parque Burgos y mi parque, el Osores. Históricamente, los muchachos de estos parques se juntan a practicar deportes de contacto (fútbol, tumbaditas, etc.), mientras Gabriel y yo íbamos al mercado a buscar maíz para darle de comer a nuestros pollos. Muchos nos veían como locos, y eso le daba a nuestras caminatas un sentido, un sabor independiente.

Yo crié dos pollos cuando tenía 9 años, uno se murió de frío, era débil, y el otro quedó vivo un tiempo más: “Pillín Super Saiyán Cuatro”, ese era su nombre completo. Simplemente Pillín, un pollo dálmata (por su plumaje blanco y negro), avispado y valiente. Gabriel, de mayor poder adquisitivo, tuvo cinco pollos rubios que se le fueron muriendo, unos ahogados en la piscina, otros devorados por perros y otros de formas aun no esclarecidas.

Me daba un poco de pica que a su único pollo sobreviviente le haya puesto como al mío: “Pillín” (no le puso apellidos). Lo acusé de no tener imaginación por darle el nombre de mi pollo al suyo. Pero ahora comprendo que ese detalle me recordará lo unidos que fuimos en algún pasaje de nuestra infancia, cuando nos divertíamos juntos, a contracorriente de los demás o sin necesidad de ellos. Me da pena y rabia que ahora se vaya a Argentina.

Si algo me queda claro, es que el barrio nunca se olvida. Es el primer invento compartido del que tengo registro. Es el lugar donde el camino empieza y por eso tiene un valor genuino y singular, no calculable. Puedo irme cien veces y las cien veces que regrese tengo la seguridad que seré bienvenido, no por haber hecho necesariamente bien las cosas, sino porque le vi las caras a todos cuando éramos unos chiquillos inexpertos, inocentes, de alguna manera éramos todos iguales: igual de sucios, igual de jodidos, igual de pingones. Que luego tomáramos caminos distintos o veamos la vida desde otros ángulos, no quita ese carácter cómplice y primigenio con el que nos reunimos ciertas noches a tomar unas cervezas y somos los borrachos de siempre.

Pero lo que desea Gabriel es vivir en el país, a su entender, más liberal de Sudamérica, más que encontrarse con su familia materna que vive en Misiones. La liberalización de las bodas gay lo seduce demasiado, la posibilidad de que no le nieguen la unión civil con Julián, el novio argentino del que se separó hace dos años, lo ilusiona.

Planea asentarse un tiempo con su familia materna en esa ciudad de la selva baja argentina y luego irse a vivir a Buenos Aires donde, nadie dijo que la vida fuera fácil, intentará reconquistar a Julián y yo creo que no le costará trabajo.

Sin embargo, se ha trazado un tiempo razonable, “si antes de volver con Julián, legalizan las bodas gay en Perú, juro que me vuelvo y me caso con Ricardo”, dice Gabriel. Esto sigue mi idea de que los gays son un grupo de gente muy promiscua. Tal vez sea cuadriculado, pero mi teoría es que siendo ellos una minoría, habiendo tan poco material disponible, se enamoran con mayor facilidad de los sodomitas que encuentran a su alrededor (y que les costó trabajo hallar). Eso explica la alta tasa de infidelidad (y enfermedades derivadas) existente entre ellos.

“Al ser pocos, o estar escondidos, elevan su cotización”, explicó una vez Gabriel, haciendo gala de sus conocimientos económicos, carrera que dicho sea de paso dejó a medias por volar a Misiones, con la puta misión, sospecho, de emperejilarse muchos argentinos antes de volver con el buenosairino de sus sueños.

Pero, claro, mundo que no está pintado de un solo color, Gabriel no ha descuidado su gris condición masculina los últimos meses ya que folló inconteniblemente con la poco agraciada Almendra. Es primordial hablar de ella en mi relato, pues estuvo presente en la reunión de despedida de Gabriel y tal vez ayude a explicar un poco las aficiones revolucionarias de mi amigo que se va.

Almendra es conocida en este barrio de tres parques como la amiga de todos, se dice que todos han pasado por ella. Uno de ellos, el negro Giordano, el más avezado de esta parte de la ciudad, vendedor de coca, huérfano de padres, ex carterista y actual padre de familia, fue su más popular amante.

Se podría decir que Almendra, al estar con el negro Giordano cobró visibilidad. Cuando terminó con él, en malos términos claro está, ella comenzó una aventura con “Culoroto”, el vecino de su edificio. Luego, entabló una relación de seis meses con el pingaloca de “Magic B”, que había dejado a Queen (por ser muy católica y no entregarle su virginidad). Concluida esa relación, fue vista saliendo de un hotel del Centro de Lima con “Cojinova”, un corredor de olas que cuida casas en Punta Hermosa todos los veranos, adónde quiso llevarse a Almendra, pero esta desistió pues todavía tiene 17 años y vive con sus padres. Se sospecha de siete vecinos más, entre ellos Piero rompecorazones, pero baste con los que ya reseñé.

Después de todos ellos, según me contó Gabriel en voz baja, la conoció. Una noche, que él volvió molesto de una fiesta en el Down Town, pues había peleado con Ricardo (su novio peruano), la encontró sola en la reja de su edificio. Se había olvidado la llave y no había nadie en casa (ella vive en el último piso). El desgraciado de “Culoroto” tampoco la quiso ayudar y fue Gabriel, compadecido de ella, el que la acompañó hasta que un familiar llegara. Ingenua, a pesar de tener más polvos encima que su abuela, Almendra creyó ver en Gabriel un hombre generoso, jamás se le ocurrió que todo lo tomaba a la loca.

A Gabriel le gustó la idea de sacarle pasajeramente celos a Ricardo con Almendrita, pero poco a poco ella se fue enamorando de las intensas sesiones de sexo. Gabriel sabía que lo de Almendra acabaría en cualquier momento, y su inesperado viaje a Argentina fue la excusa para separarse. Ella ya venía siendo muy melosa y el viaje era la coartada perfecta para abandonarla a su puta suerte.

El círculo de amigos no avalaba la relación. Algunas veces, el negro Giordano pasaba por el parque y le preguntaba, casi sin interés: “Gabo, cómo te va con la Natacha del barrio”. Gabriel se quedaba callado, sabía que Almendra había desfilado por los tres parques y no podía refutárselo a nadie. Nunca la defendió, a pesar que estaba en todo su derecho, siendo de dominio público que él era el noviecito.

Su viejo y sus abuelos tampoco avalaban el romance. Ellos, grandes comercializadores de pisco, se dejaban llevar por lo que decía Juan Patricio, el hermano mayor de Gabriel. Eran muy represivos, se tomaban el derecho de seleccionar las noviecitas de Gabriel, se creían dueños de sus gustos. Gabriel, bisexual de pantalones mal puestos, no defendía a Almendra, nunca la defendió a pesar de follársela parejo. Era cabro y marica para enfrentarse a su familia paterna que, por otro lado, tampoco sabía de la bisexualidad de Gabriel.

Esto era un secreto compartido entre tres, Teni, Luciano (otro amigo) y yo; y ahora ustedes. 

Claramente fue esta represión la que coadyuvó a que Gabriel desembocara sin complejos en lo que ahora es: un bisexual en las sombras, acallado por la rigidez de su hogar que le elige las novias (“pero no los novios”, como le gusta decir a él). Emigrar a Argentina, donde hace poco se legalizó el matrimonio gay, es un paso importante en su búsqueda de libertad y comprensión. Su buena madre, la señora Thalia se encargará de brindarle eso, techo, comida y más.

Y esa noche, que todos estaban ocupados en un lío de faldas menor, también ligado al bisexualismo, en que uno de los protagonistas era Teni, mi amigo y partner, junto a Malena y Úrsula que se encerraron primero en el baño, y luego en el cuarto de Gabriel, para supuestamente besarse e intranquilizar a Teni, al que yo trataba de calmar diciéndole: “tranquilo, la tal Úrsula, por más grandes pechos que tenga, jamás le dará a Malena lo que tú le das”. Pero él no se calmaba y fue a buscarlas, golpeó la puerta y armó un bochinche.

Fue Gabriel quien quedó como el héroe en todo ese lío. Él evitó que Úrsula y Teni se fueran a las manos. Creo que Malena no es tan díscola como Teni piensa, simplemente lo supera en experiencia y eso lo desequilibra y hace sentir inseguro, el pasado de Malena acecha a Teni, mas no a Malena, que lo quiere bien.

Camino al baño, escuché unos ruidos en las escaleras, engrosé la voz y dije “Quién anda ahí”. Supuse que era Teni y Malena reconciliándose. Bueno, allá ellos. Fui a mear todo el pisco que Teni le había regalado a Gabriel. Ya no pensaba en dos o tres, sino en sólo una de las bailarinas de ballet. Quise llamarla pero seguramente estaba durmiendo y es de mal gusto importunar a esas horas.

Cuando volví a la sala, Almendra consolaba a Gabriel, su partida lo ponía triste. Empezaron a agarrar, Gabriel sabía que era peligroso pues su viejo y su hermano estaban cerca, chupando en la cocina. Justamente por eso, se encerró con Almendra en su dormitorio para atravesarla por última vez. Para mí, en ese momento de mucho riesgo, pues no le importó que Juan Patricio o su viejo los encuentre, dejó de ser un maricón cualquiera.

Al resto de amigos de la reunión, sólo nos quedó irnos antes que nos voten, para que Gabriel culminara sin problemas. Era su despedida y no había que molestarlo.

Una vez solo, cumpliendo mi ritual de borracho, le timbré una vez a la bailarina de ballet, siendo esa mi impotente forma de decirle buenas noches, duerme bien.


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Esta historia en una canción. "En casa" por G3. Con escenas de la serie Misterio.


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Estamos participando en este concurso, tan mentado por algunos, para que nos reconozcan de una vez como el mejor blog peruano en la categoría Teen Blogger. Entran dándole clic al botón, ponen todos los correos que tengan, uno por uno, se toman su tiempo, se preparan un café, entran a su mail y confirman. Así de fácil. Este año, la copa se queda en casa.

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Fotografía por Hoor Aleen

lunes, 26 de julio de 2010

Mi rival de turno



Pues no hay amor,
Por triste que haya sido,
Más triste que el que no pudo ser.
(José Ángel Buesa)
Hay historias que solo son un capitulo. Hay historias que son el comienzo de una novela, hay otras, que no deberían ser contadas (escritas), hay historias que comienzan como post, y terminan como novela; no obstante, quisiera que cada palabra que esta escrita, hubiera sido solo eso, y no la realidad acomodada a manera de post.
Úrsula y Malena, se conocieron hace mucho tiempo, cuando la segunda era una chica noble, sencilla, introvertida y sin muchos amigos. Sin embargo, no tenía los mismos problemas que cualquier chica de su edad, por aquel entonces, ya se había cambiado de colegio más de tres veces. Las constante mudanzas y problemas personales la atormentaban. En su ultimo colegio, además de conocer a su primer gran amor, Marco, el cual destrozó su corazón, conoció a Úrsula, la que sería su mejor amiga, que desde el primer instante quedo prendida de Malena. Tal vez la cautivaron las mismas cosas que a mí: sus hermosos ojos infinitos, su risa nocturna, y todo lo que la hace una chica realmente especial y ese extraño sentido del humor agridulce.
Malena vivía a través de ella, por ella y con ella. Una noche de verano los estupefacientes, tragos, problemas, mezclados con una madre sobreprotectora, que controlaba al milímetro su vida, dieron como resultado, que los labios de Úrsula y Malena se juntaran por primera vez.
Creyeron que solo había sido eso, un beso tonto, inofensivo, producto del alcohol y los estupefacientes de una noche de verano, que se repitieron en dos ocasiones. No obstante, para Úrsula, una chica emocionalmente inestable, fue más que eso. Aunque intentó olvidar lo sucedido, ser su amiga, su protectora, y buscar en cuantos labios de chicos y chicas poder olvidarla. Malena hacia lo propio, también en cientos de labios de extraños, tratar de olvidar a Marco.
El tiempo pasó, dejando atrás aquello que había pasado en verano, estaba casi enterrado por completo. Un año después, yo la conocí, empezamos a salir; sin embargo, siempre tuve que compartir su tiempo libre, entre Úrsula y yo, lo cual toleraba pues, ella me lo había contado antes de formalizar, lo que yo pensaba, era nuestra relación; no obstante , algunas noches, volvían los fantasmas del pasado a atormentar mi cabeza, me había enamorado, de lo que yo creía, era una chica fácil, y uno no se enamora de una chica fácil, uno les da un par de nalgadas y se divierte con ellas. Craso error. Ya estaba enamorado de la cabeza a los pies.
Gabriel, mi gran amigo, casi hermano, compañero de innumerables farras, torneos de billar, y millones de borracheras, se nos iba a la Argentina, a perseguir su sueños ligados a la medicina (y, no lo quiere confesar, pero creo que las bodas gay son su real objetivo), no porque en Lima no lo pudiera hacer, sino que parte de su familia, ya radicaba mucho tiempo allá, y los echaba de menos. Numerosas noches lo vi llorar al pie de una nostálgica canción gaucha, entre tragos, añorar a su madre y hermanos.
Mi relación en ese momento, tenia más de un mes y menos de tres, cuando decidí, presentar formalmente a Malena, como mi novia oficial, mi primera dama, y no como una cita, una chica de paso, o algo ocasional, quería que la conocieran y quería que ella conociera parte de mi mundo porque ella ya era parte de él. La ocasión perfecta sería la despedía del buen Gabriel.
Después de haber conocido al padre de Malena, lo cual creí sería fácil, me aterró en mayor medida conocer a su madre, una señora de mirada profunda y penetrante, de voz gruesa y firme, de pose casi militar, muy recta. Estaba claro quien llevaba los pantalones en la casa. Me entrevisté con ella la misma noche de la despedida de Gabriel. Tartamudeé al decir mi nombre, el lugar exacto de la morada de mi amigo. Después de haberle dado mi numero celular y el de mi amigo, me indicó la hora exacta, en la que su hija, tenia que ser devuelta. Era claro, la primera impresión de su madre, era la de un chico inseguro ¿Y como no estarlo? Hay maneras, y maneras de conocer al noviecito de su hija creo. De todos los padres y madres que he conocido, nunca había conocido a alguien tan intimidante con aquella señora (dios quiera, que nunca me toque otra igual). Naturalmente, la llamo a un costado de la casa, y la dejó salir, no sin antes darme una advertencia.
-¿Y que te dijo tu madre de mí?- dije.
-Que hago saliendo, con un chico tan inseguro como tú. Que no le das buena espina, y tal vez me lastimes con el tiempo.
- Entonces me odia.
-No, no te odia, es su trabajo, es su manera de protegerme es todo.
La apuré en salir, estaba mas apresurado que ella, quería salir cuanto antes de su sala, de su casa, de su cuadra, del distrito (y si hubiera sido posible, de la cuidad y del país). Mientras caminábamos por la calle, recibió una llamada a su celular.
-Ya, ujum sí, sí paso, por ti no te preocupes. Ya lo conocerás. Sí, vas a ver, van a ser grandes amigos, no lo dudes.
Caminamos un par de pasos, la noche era perfecta, los grillos sonaban y el aroma de calle era de jazmín, la luna le daba un cierto romanticismo al ambiente, ella está bella y yo la adoraba.
-¿Quién te llamo?
-Úrsula, me muero porque la conozcas, ya veras.
-¿Úrsula? La misma, chica que besaste hace ya algún tiempo-pensaba.
-Si, Úrsula, ¿No te molesta verdad?
-No, solo que…olvídalo- Como que no me jode, me revienta la madre, que carajos tenia que hacer ella en la fiesta de Gabriel, que mierda hacia ella, si te había invitado solo a ti.
-Tenemos que ir a recogerla, nos esta esperando.
-Esta bien, pero primero pasemos por mi casa, tengo un pisco acholado, para llevar a la casa de Gabriel y de paso celebrar el día del pisco -le dije.
Caminamos, sin tocar el tema, hablamos de los planes del próximo fin de semana, hablamos de temas sin importancia, de cosas que no tenían sentido, mientras yo, pensaba en solo besarla, pero no lo hice.
Mas tarde, en un taxi, enrumbamos a la esquina de un conocido súper mercado, ahí estaba esperando Úrsula, aun no sabía como era, nunca la había visto, solo me la imaginaba y eso era todo, había unas cuantas chicas y un tipejo por ahí.
(imagen censurada)
Caminábamos, hacia el grupo, a lo lejos se escucho…¡¡¡Malenitaaaaa!!! No había dudas era Úrsula, una chica de ojos grandes, mirada misteriosa, fría y calculadora, sonrisa indescriptible, de cabellos negros largos lacio y unos senos grandes como su inconsciencia (o como los de Alan). Llevaba puesto unos tacos negros, un gastado blue jean y olía a mujerzuela, un perfumé, probablemente barato. Malena nos presento.
-Úrsula, él es el chico del que te había hablado, Jorge- Adoraba que me llamase así, pues, nadie lo hacía, odiaba ese nombre, me hacia recordar a mi padre, al cual odio, desde lo profundo de mi ser; sin embargo en ella, tenía cierto encanto, me volvía loco.
-Hola. –dije y no volví a hablar con ellas, estaba cerca de la casa de Gabriel.
Parecía que no se veían de años, hablaban gente que no conocía y no quiera conocer y palabras claves que ellas solo conocían y reían por eso, de las reuniones que daba José en su casa, de que tenían que volver a ir a Delirium (un bar que desconozco). Mientras yo, sólo las observaba con modestia.
Ya muy cerca de la casa de Gabriel, les pregunté que entraría a la bodega, si deseaban algo, cigarrillos, halls, o quizás ¿unas cervezas antes de entrar?
Úrsula me dijo unas personales estarían bien y cusqueñas, que nosotras no tomamos otras marcas, ¿no es así Malenita? ¿Tú deseas algo? Malena. Dije.
Me miró, con sus ojitos que me vuelven loco y me dijo: “Bueno, si quieres me compras un chicle, yaaaaa”
Compré las cosas que me habían pedido, y tomamos las cusqueñas personales en un parque muy cerca de la casa de Gabriel. En todo momento sentía cierta tensión en el aire, trataba de realizar una conversación alturada de tres; no obstante, Úrsula, muy sutilmente, me sacaba cada que podía de la conversación. Para aliviar tensiones, Malena dijo: “ella, también, estudia Comunicaciones, es una excelente fotógrafa, quizás la mejor que conozco”.
-Hay no es para tanto -dijo algo ruborizada Úrsula.
Con las primeras gotas de alcohol en el cuerpo, toqué la puerta de Gabriel. Me recibió con un fuerte abrazo, esto es para ti, le dije, un pisco acholado. Al entrar, vi muchas caras conocidas, entre ellos estaba Reiner, le di un fuerte abrazo y saludó a Malena, ellos ya se conocían, le presenté a Úrsula, y como Reiner no dejaba de ver entre su escote, ella lo había impresionado.
En todo momento, traté de ser prudente, de no besar a Malena, pues, no quería hacer sentir incomoda a Úrsula. De pronto ella, me propuso competir con ella un mano a mano de un Pisco acholado, que Gabriel, usaba para matar gente. Malena, por su parte, tomaba, como si la vida se le fuera en un vaso, si había algo, que me molestaba y encantaba al mismo tiempo era su fascinación por el alcohol.
-Gané -dije.
-¿Si mezclamos con tequila? - retó Úrsula.
-Acepto -dije.
No sé cual era el objetivo de Úrsula, por ganarme al tomar en un mano a mano, pero era obvio, no la iba a dejar ganar. Unos cuantos subimos a la terraza de Gabriel, que tiene una hermosa vista de la ciudad, reventamos unos cohetes, que sobraron de navidades pasadas e iluminamos el cielo. Malena, me besó, la besé. No dejé de besarla. Úrsula, algo incomoda, propuso volver a la fiesta, que se daba pisos a bajo. Iremos en un rato, dijo Malena.
Una vez la terraza desierta, los besos de Malena se volvieron más intensos, más apasionados, tiernos y fuertes, mas eróticos que tierno. Irrumpió en escena Úrsula, casi obligándonos a volver a la sala, accedíamos a su petición.
La noche era virgen, pero la manera desenfrenada en que tomaba Malena y Úrsula me llamaba la atención, traté de sobrellevar la situación y preguntar a Malena si se encontraba bien, me dijo: necesito aire. La llevé a los balcones que posee la casa de Gabriel, mientras me preocupaba de su estado, empezó a besarme, mas apasionadamente que en la terraza. Algo excitada también. Lo noté en su mirada, en la forma de besarme la separe, también, estaba algo calenturiento; sin embargo, trate calmarla. Dije “Malena, creo debemos detenernos, podemos hacer algo de lo que después nos arrepentiremos, que las cosas que pasen, nos sucedan sobrios, y no que sea el alcohol, producto de una noche calurosa. Por eso mismo, debes ser tú, porque tú me respetas, mi mamá está equivocada, me dijo.
-No me siento bien -me dijo-.
-Qué te pasa -dije.
-Llévame al baño, quiero arrojar –y fuimos-.
-Cierra la puerta, please, no quiero que los demas me vean así.
Y así fue, media vida se iba por el excusado. Hasta un golpe, violento de la puerta, me distrajo. Era Úrsula, “ abre de inmediato esa puerta” dijo, mientras sus golpes llamaron a algunos curiosos, me vi forzado a abrirla. “¿Qué te pasa?”-dije. “Dejame sola con ella”.
Miré a Malena, en señal, de que dijera algo, me dijo, está bien, déjanos solas, mientras, su faz se dirigió al water una vez más.
Cuando salieron del baño, me volvio el alma al cuerpo. ¿Malena, estas bien?, dije. Me respondió que sí, la queria acompañar pero Úrsula lo impidió. Se dirigio a Gabriel, le dijo si les podría prestar su cuarto para descansar, mientras duraba la borrachera, Gabriel asintió con la cabeza.
Minutos mas tarde, mientras tomaba un vaso de cerveza y Reiner hablaba de la presunta contratación de Markarián o algo así, no notó mi molestia, sin embargo, Gabriel fue quien se percató.
-¿Te encuentras bien?- Me dijo.
-No huevas, me jode que mi chica está con su amiga en un cuarto.
-Pero anda, pues, si se siente mal, solo tú eres el indicado en cuidarla.
Cuando me dirigí al cuarto de Gabriel, mientras la fiesta seguía sin mí, observé que Úrsula, le daba cientos de besos en la cabeza a mi chica, lo cual me enfureció.
-¿Ya tienes lo que quieras no? -le increpé-.
-Qué hablas brother -dijo Ursula-.
-No te hagas, tú quieres agarrarte a mi novia, como lo haz hecho antes.
Gabriel me pidio “tranquilizate Luchito”. Era el alcohol, la repulsión que tenia contra ella, la odiaba, y el alcohol hacia florecer ese sentimiento. En medio de la cama, medio inconsciente Malena, simulaba dormir, quizás, sin saber que la gresca había comenzado por ella.
-Mira, yo sé que te gusta.
-Que mierda, hablas.
-Puta, me das asco. Chola, perra y lesbiana, murmuré.
Malena se lenvantó, pidiendo que me tranquilizara, que no teniamos que pelear por ella. Úrsula empezó a llorar.
-Huevón, ella no se quiere acostar contigo, yo siempre la he cuidado, cuando ha estado ebria, de que ningun huevón le haga daño, que no se meta al baño, que se la pueden tirar ahí, como pasó una vez (nunca especifico, cual de las dos), aquella vez, que nos drogamos, la llevé a su casa, y desde ahí no puedo verla, su madre me ha prohibido la entrada, pero todo sea por ella. Yo no la amo, ella te ama a ti. Yo amo a alguien más, putamadre, entiende. “Par de lesbianas de mierda”, dije en voz baja. Gabriel pidió que me tranquilizara que la escuche.
-!Lárgense las dos de aquí! O mejor quédense, que Úrsula te deje en tu casa, Malena, yo no me hago hago responsable de ti.
-Putamadre, Jorge te quiero, lo que paso entre nosotras fue hace mucho -dijo Malena, no le creí.
Gabriel, mal intento de juez, remedió las cosas, intento calmarlas, y después de minutos de bullicio, me hizo darle un abrazo de “paz”; Ursula, me presionó el pecho, contra sus grandes senos. Déjalos un momento a solas, recomendó Gabriel a Ursula.
Una vez solos, me dijo, Jorge de verdad te quiero, siento haber echado a perder la despedida de Gabriel, debes pensar que así actúo siempre, no es así, cierra la puerta y echate conmigo.
Rehusé ambas cosas, no queria echarme con ella, ni cerrar la puerta, no quiera que haya otro “malentendido”, que terminara en una discucion con Úrsula. Así que volvimos a la fiesta, bailamos, dejamos de tomar, pero nos divertimos, como si nada hubiese pasado.
Una hora mas tarde, Ursula se retiraba, deseaba que la acompañáramos hasta su casa, Malena, le dijo que no. Una vez amistados en la fiesta, Malena volvió a besarme, y la bese dejamos de lado el “Caso Ursula”. Los besos se convirtieron más pasionales, decidimos partir, nos despedimos de todos, No faltó un estúpido, que se habia ganado con la discusión, que me aconsejó “ si tu flaca patea con las dos piernas, dile pa hacer un trio, total, la chola está rica”.
Nos detuvimos en las escaleras vacías que daban al primer piso. Presionó su pierna contra la mía, creando una especie de fricción de nuestros sexos. La cogí con fuerza, mi mano izquierda navegó al sur de su cuerpo, mientras la derecha rumbo a las montañas de algodón del norte. No opuso resistencia, todo estaba oscuro y sus manos se colaban en mi pantalón.
Ambos nos explorábamos por primera vez. De alguna forma, pienso, que Malena, estaba dando a demostrar que era toda una mujer, atraída hacia un hombre y no una lesbiana reprimida, tal vez deseaba que la tocase, que la hiciera mía, con mis manos, quizás era producto del alcohol, tal vez una mezcla de todo.
Escuchamos unos pasos que se aproximaban y una voz “¿quién anda ahí?”, nos detuvimos y corrimos, no cerramos la puerta, era hora de dejarla en su casa. Me quede pensando en lo que había pasado esa noche, mientras Malena me cogía la mano, y me llenaba de besos la cara. La deje en la puerta de su casa, me hizo prometer que la llamaria al día siguiente, que por favor arregle mis diferencias con Ursula, ya que es su mejor amiga.
Ursula estaría siempre en medio de nuestra relación, y mas de una vez, intentó separarnos, no sé si Malena, sabia lo que sentía por ella, o es que le gustase que las cosas fueran así.
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Fotografía de archivo.
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Esta historia en una canción.


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Reunión por Fiestas Patrias, Choteaditas Party: Teni abrirá las puertas de su Palacio de las flores a todas las princesas mágicas y sapos guerreros de esta pequeña comarca llamada Lima para vacilarnos con motivo injustificado: celebrar el primer año de vuestra bitácora favorita “A Choteadas Aprendí”. Promete ser una ocasión inolvidable y patriotísima, acompañada de alcohol a grandes dosis y mucha poesía reunida. Apenas termine el mensaje a la nación de Alan, los esperamos, y nada que matinée, hora-loca, ni esas huachafadas tan de moda. Aquí todo empieza como jugando y termina en algún cenicero, apagando el último verso furioso.

¡Ven y aprende a ser choteado! ¡Ven y destapa tus emociones! ¡Ven y luchemos juntos contra el frío! ¡Ven y llévate una cachetada gratis!

.abrazospatrios.

El evento también está en Facebook: Choteaditas Party
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Artista invitado: nadaXhacer (teloneados por Squaied)
Lugar: Casa de Teni boy (pronto croquis)
Noche del miércoles 28 de julio de 2010

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Llévanos al podio



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lunes, 19 de julio de 2010

La noche de los tragos cortos








DE LAS POCAS cosas que me dejó la cercana y breve relación que tuve con la chica de abrazos de algodón (Queen), estimo mucho la amistad que cultivé, las pocas veces que nos vimos, con  la pequeña Felicia Rabines, su mejor amiga.

Ella tiene la mirada escarlata, labios pronunciados, cabello azabache de puntas caracoleadas, pómulos prominentes, párpados despoblados, uñas largas, senos pequeños y una sortija en el dedo que le regaló su primer novio hace la friolera de cuatro años, cuando era cachimba y aun no había besado mujeres.

Nuestros amigos comunes la reconocen bajo la pseudochapa de Cucaracha.

Su porte de mujer fatal y aire de chica distinguida me atrajo de buenas a primeras. La conocí en una fiesta de disfraces, Queen me la presentó pues la conocía desde el Kindergarten. Sospecho que debe haberse sentido mirada o inspeccionada por mí. Intuyo que al estar acostumbrada a eso, me clasificó en el grupo de los chicos que caen sin que ella mueva alguno de sus cortos músculos.

Esa noche, en esa fiesta donde se agazapaban varios travestis detrás de recargados maquillajes y magníficas ropas, ella me pidió que la ayudara con un chico claramente emo. Yo, buena-gente, observaba al emo por ella, le contaba sus movimientos, qué hacía, a dónde iba, qué tomaba. Ella feliz, había encontrado a un radarcito como amigo. Yo, por supuesto, escondía oscuras y pacientes intenciones.

Detrás de un buena-gente siempre hay un canalla.

A la distancia de los hechos, puedo decir que falté al pacto tácito con Queen y flirteé con otra chica. Pegajoseé mi rostro a escasos centímetros del de Rabines para hablar, promoví el reconocimiento de nuestras pieles, incursioné en el intercambio de alientos, miradas y sonrisas. Lo que en ese entonces pude haber negado con desparpajo, hoy me tiene sin cuidado: sí, fui coquetón con Felicia.

Por eso, la tarde que Felicita me dijo que la acompañe a “La Noche de los Cortos”, en Barranco, me pareció una buena idea. Era seguro que esa noche recibiría, por lo menos, una cachetada bien dada por intentar besarla. Si yo no iba por las choteadas, las choteadas venían por mí. Debo admitir que a veces uno busca sus historias (que luego el público cómplice leerá extasiado) y eso no está mal.

Nos encontramos en el parque de una Iglesia gótica llena de murciélagos, caminamos hasta la avenida Salaverry mientras reseñábamos los últimos acontecimientos de nuestras vidas solitarias y golondrinas. De todas maneras íbamos a llegar tarde así que bien valía la pena caminar tranquilos debajo del invierno que todavía no terminaba de cuajar.

Viajamos todo el trayecto parados en el bus, era hora-punta y en medio del barullo que representa la ciudad por ese lapso (en realidad, cualquier hora es hora-punta), pude notar el contraste entre su mirada homicida y su voz de niña que no tuvo fiesta de quince que Felicia me brindaba con naturalidad en ese bus lenteja.

Bajamos en la Iglesia del boulevard, la luna ya trepaba el cielo. Caminamos por el famoso pasaje de discotecas, nos sentíamos dos barranquinautas más buscando aquél último bar de la esquina donde proyectaban cortos gratis. Entramos por un estrecho pasadizo oscuro, tomé del hombro a Felicia que no se molestó y llegamos al lado cinemero del bar. Nos sentamos, los cortos ya habían empezado, ella miraba atenta y yo observaba las caras iluminadas del público.

Pero yo, poco educado, me quedaba dormido a la mitad de cada corto. Los primeros no me llamaron la atención, por eso tapaba mi cara con la mano y cerraba los ojos hasta que Felicia me despertaba pateándome las canillas. “¿Te aburren?”, me preguntaba. “No, no, cómo crees”, le negaba y me mofleteaba un poco.

Para probar mi lucidez, Feli me pedía, al término de cada corto, mi interpretación. Yo no sabía qué coño decirle. O le metía algún floro barato de que yo estaba contra todo tipo de interpretación, pues estas siempre llevan una carga subjetiva que invalida la propuesta del director y le hablaba de los planos bustos y cenitales que ayudaban a captar mejor la historia o le confesaba, “disculpa, me quedé jato”. Sin embargo, antes de esperar su perdón, ella me explicaba el sentido del corto.

“El director quiere explicarnos quiénes juegan con quién, ese parque de diversiones cobra vida para mostrarnos que estamos siendo controlados por un gran ventrílocuo que nos pone palabras en la boca, movimientos en el cuerpo y rige nuestro destino”, decía, en una de esas, Felicia.

Animados por el último corto, que hablaba de un escritor multipolar que vivía la vida de sus personajes, escapamos de La Noche y cruzamos la plaza en busca de comida y tragos. Encontramos un pequeño bar donde un ebrio y moreno señor nos invitó a pasar, toda la noche estuvo amigable, incluso cuando me gastó la broma de “¡Caramba! ¿son enamoraditos?”. “No, todavía”, le dije.




Un chilcano y una butifarra acompañaban las palabras encebolladas de Felicia. Ella se jactaba de ser más transparente que el común de las chicas. No se andaba con remilgos y podía hablar de los temas más íntimos sin problemas, me animó a preguntarle cualquier cosa, no sé, ¿a qué edad fue tu primera vez? o el cándido ¿cuáles es tu fantasía sexual más recurrente?, ella me preguntaba también ¿has estado alguna vez con un hombre? o el inocente ¿oye, qué significa cuando un chico te dice “quiero un pete”?

Contestadas todas las preguntas, sentía que había tendido un puente con Felicia, que de ahí en adelante seríamos dos buenos amigos y nos trataríamos como si ella fuera mi mejor brother o yo su mejor amiga. Pero como no hay nada más jodido que una chica te estampe con el sello de “best friend”, pedí un segundo chilcano que me diera valor de interpretar al dipsómano chispeante que vive en mí.

Una vez sazonado, acerqué mi silla y la animé a secarse la copa. “¿Vas a pedir otra ronda?”, preguntó con la boca en el filo. “Las que quieras”, le dije (fanfarroneando, pues no tenía más dinero). Sólo pensaba en vencer ese mito, esa imagen antigua que tengo del momento en que una chica no te corresponde un beso: lo primero que hará será alarmarse y llenarte de golpes y carterazos al grito de “¡mañoso, aprovechador!”.

Felicia ingirió todo el trago de un solo sorbo, yo encontré valor para tomarla de las orejas y besarla, pero vi sus ojos lagrimear, mirándome fijamente, como culpándome de algo, yo le dije “qué pasa”. “Es por el idiota, te voy a contar del estúpido que me tiene así”. Esa frase indicaba que iba soltar todas sus tragedias del pasado.

Fueron dos chicos los que volvieron de repente a su mente como dos fantasmas. Con el primero, que ella no reconoce como el primero, pues “no pasó nada grave entre nosotros”, duró dos años hasta que él le puso los cuernos. El segundo, el que le regaló el anillo y con el que sí pasó de todo, y cuenta para ella como el verdadero “primero”, era una rata indiferente, se tomaba la vida ligera y Feli no sentía que cabía en ella.

Escuché sus relatos lo que pude. Me preguntó que cómo hacía para olvidar a un hombre. Yo le dije que no se desespere, que era fácil. Como el popular “échale tierrita” me parecía siempre insuficiente, le dije que mi método casi infalible era el de denostar a la persona. Empezaba con insultos cortos y silenciosos: “puto”, “animal”, “infiel del culo”, que repita esas palabras hasta que se las crea. Luego que busque amigos y, ya que ellos siempre estarán de su lado, la ayuden a inventar más procacidades destinadas al felón que no la deja en paz. Así, poco a poco, olvidaría lo mucho que lo quiso y lo podría ver recién como un chico más, igual de común, feo y corriente que los demás.

Dudo que haya seguido mi método, pero a mí me ha resultado algunas veces y se lo dije.

Salimos del bar, ya era de madrugada, demasiado tarde y ninguno había pedido permiso en casa. Volvimos dormidos en el micro de regreso. Bajamos donde todo empezó, en aquella Iglesia de murciélagos y caminamos hasta su casa. Como era muy tarde y no sabía qué excusa decirle a sus viejos, me dijo que me llevara su bolso y ella diría en casa que se lo robaron.

Malo, desconfíe de su propuesta. A cambio fuimos donde el guachimán de su cuadra para que le guarde el bolso. El tipo aceptó y ahora faltaba lo más difícil: que Felicia adquiera el aspecto de una recién asaltada. La muchacha era una calculadora precoz, las ideas le salían de un tiro. Se acercó a un jardín, se ensució las ropas con tierra y, al verme atónito mirándola, me dijo “¡que esperas, ayúdame!”. Gozoso, acudí a su auxilio y la embadurné en tierra a la vez que una mirada diabólica se apoderaba de mí.

Luego me dijo que la golpeara, “así suave nomás, jálame del antebrazo, hazme moretones”, pues planeaba denunciar un robo de su cartera en la comisaría de su cuadra. Le dije que estaba loca, que no le crerían, y por mis pocos conocimientos del derecho penal, le dije que podía ir a la cárcel por eso. Ella, abogada redomada, me mandó a rodar con un “tú que sabes de derecho penal oye, no pasa nada”. Entonces yo, realizado, la jaloneaba, empujaba y llenaba de puñetes suaves en su vientre, sin culpas.

Si ella lo pedía, pues algún dios travieso me había puesto allí para que la abolle en pro de evitar el castigo más severo que sus padres le impondrían. Nos acercamos tanto que quise violentarla con mis besos, lo que pude a medias pues retiró el rostro y, sin molestarse, tomándoselo a broma, me pidió que continuara “con golpes nomás, por favor”.

Era inevitable combinar mis golpes con mis besos, Felicia me enseñaba que el sexo era violencia, bestialidad y locura. Desmontó de mí el animal moribundo de amor que llevo dentro. La lujuria le llegaba a los talones a esta mujer maravillosa con la que, apuesto, volveré a encontrarme en otra vida más licenciosa, en algún país lleno de espías y atacado incesantemente por el invierno.

Al final, ingresó a la comisaría sola. Ignoro lo que pasó allí adentro. No quise acompañarla a testificar un crimen que no había ocurrido. Probablemente hubiera declarado: “el crimen que cometió esta chica fue conocerme, señores policías, ¡aprésenme!”.

A la mañana siguiente, Felicia me contó que conoció al amor de su vida en esa comisaría. Que horas antes había llegado un chico dueño de un Internet a denunciar el robo de sus computadoras. Habían conversado esa madrugada que la dejé y quedaron en salir.

Para mí era todo muy insólito, no le creí hasta que publicó fotos en su Facebook con un tipo de lentes de colores y camisas huachafas de marinero. Probablemente estén juntos mucho tiempo, pero si el tipo no la persigue en sus gustos y locuras, la perderá.

Y así, la vida se va volando.
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Calamaro salvándome la canción del post (:



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Fotografía 1 gracias a josewolff
Fotografía 2 gracias a s-revenge
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Polos: Estén atentos que ya se vienen los polos y la nueva temporada del bloJ.

sábado, 10 de julio de 2010

Te presento a mi papá





Hay pocas circunstancias que me producen tanta sudoración y tensión, adormecimiento de extremidades y mudez momentánea: las definiciones por penales, la final de Alemania 2006, los parciales, los finales de Teorías de la comunicación e Historia de los medios masivos y cuando llega el momento en que tu novia te presenta oficialmente a su padre.

No importa si eres adolescente o joven, tímido o apantallador, experto o primerizo, Pelé o Maradona. Creo que a todos se nos estruja el estómago y sentimos un vacío en las tripas, cuando en medio de la sala oímos el eco de un carraspeo y unas pisadas (al mismo estilo de Godzilla) que se aproximan y se anuncian casi a tono de trompeta la eminente presencia del hombre que podría llegar a ser tu suegro.

A diferencia de las madres que por lo general suelen ser amables, noveleras, un poco cómplices y hasta llegan a invitarte alfajores con cocacolitas compradas a último momento por la empleada maltratada al grito de “!Griselda, ¿y las galletas para el muchacho?!”.

El anuncio del papá está revestido al puro estilo del viejo oeste (y la granja de Orson). El papá se plantará delante de ti por eternos segundos que parecen ser horas, se dedicará a verte desde los rulos hasta los pies. Luego te apretará la mano con excesiva fuerza y firmeza (acaso temiendo que esa misma mano ya haya explorado algunas honduras corpulentas de su dulce princesa) y con una gracia que disimula sus verdaderos propósitos, te someterá a un cuestionario calcado de un test de comisaría. Comenzará con nombres y apellidos completos (se recomienda no titubear), lugar de origen, centro de trabajo (o de estudios), residencia, nombre y ocupación de los padres (más te vale que tus viejos no sean separados).

Más que una grata conversación se convierte en un cuestionario del cual no puedes escapar, uno puede llegar a sentirse una especie de res que pasa un control de calidad, que solo recibirá el sello de garantía si y solo si cumple con los mínimos estándares de higiene y presencia (no olvides llevar una camisa sport elegante y algún presente para el suegro).

A este perfil responden los padres duros, celosos, casi militares, que sienten en el noviecito de sus hijas un enemigo en potencia; sin embargo, otra será tu suerte si te topas con Papá-Genial, otro clásico ejemplar. Ese con el cual hay una química instantánea y con el que increíblemente sobran las coincidencias. Los dos son hinchas del mismo equipo (la U, 25 copas nos respaldan), odian a los políticos (léase Keiko Fujimori, Ollanta Humala, Manuel Masías), los dos toman la misma marca de cerveza cuando se ha dado la ocasión de brindar juntos, además, los dos son ligeramente comodones (criados en la vieja escuela), machistas y no entienden por qué las mujeres se demoran tanto en el baño.

A diferencia del Papá-Ogro que descubre en el noviecito de su hija al hijo que nunca tuvo (por chancletero) y por esa naturalidad o afinidad llega a convertirse en un obstáculo para su propia hija. No es rara el siguiente cuadro: tú y tu chica saliendo rumbo al almuerzo de promoción de ella, la cual se ha hecho bastante tarde por esperar a que la “princesita” termine de alistarse. Están claramente apurados, tus amigotes te han llamado tres veces y te tildan de pisados porque aun no llegas. Pero, justo al momento de marcharse el papá que no ha captado la urgencia del contratiempo, al verte sentado en la sala jugando con el cenicero y mirando tu celular una y otra vez se le da por iniciar una conversación que promete debate: “tú que piensas estudiar periodismo, ¿viste el cabezazo de Zidane? Creo que por él perdió Francia”. Tú no sabes cómo decirle que los Deportes no es lo tuyo, sino que vas a Sociales (espectáculos, y no te sentirías nada avergonzado si trabajaras para Magaly).

Solo un eufórico grito de tu novia (“¡papáaaaaa, vamos a llegar tarde por tu culpa!, además él no va a Deportes, sino a Espectáculos”) podría desbaratar ese acalorado debate.

Ahora reflexiono y pienso en los dos suegros que he tenido. Que han sido absolutamente unos tipazos. El papá de Ximena, el señor Óscar, quien era músico bohemio, dueño de una de las discotecas del boulevard de Barranco, que se jura ser el Augusto Ferrando de Pedro Suarez Vértiz, antes de Arena Hash. Una de las tardes que visitaba a su hija, él sacaba la guitarra y me daba cátedra de las quintas y séptimas de las canciones de Fito Páez, U2 y Maná. Es gracioso recordarlo con su look de Eddie Herrera y recordar una de las veces que Ximena me mostró sus fotos ochenteras (gordo, pelucón y barbón).

A los pocos meses que Ximena rompió conmigo,  y decidí buscar un trabajo para olvidarla, me crucé con él en la plaza y le dije: “señor, se acuerda de mí, soy Luis, ¿qué fue de su hija?”, me respondió “¿cómo no sabes?”. “Qué pasó”, dije preocupado, recordando la canción de Pedro Talk Show. Felizmente me calmó cuando dijo: “Ella se fue a estudiar un cursillo en Buenos Aires”. Luego, me dijo que lo acompañara, que por el aprecio que me tenía me invitaba unas cervezas en su nombre. Es el mayor recuerdo que guardo de él. Donde quiera que esté, señor Óscar, lo recuerdo en cada acústico que recuerdo de Fito Páez y U2.

También estuvo el señor Rafael, un señor amable de tez blanca, flaco, cabello corto, ligeras canas y billetera gorda. Con él tuve intensos debates de fútbol y ver un clásico era como alquilar un palco. Mientras se la pasaba horas contándome cómo era Lima antes, de plazuelas, alamedas y demás. El recuerdo más grato que guardo de él es aquella tarde de definición por el título ante el clásico rival (Alianza Lima) me regaló una camiseta que guardo todavía. Su extraña fascinación por la gastronomía italiana nos hacía coincidir más cuando quedaba deslumbrado con sus exquisitos “espagueti a la putanesca”. Sin duda Rafael aparte de ser un gran aficionado al deporte, era también un excelente anfitrión.

Ahora que pienso en ellos reconozco que al romperse una relación, uno debe acostumbrarse a la idea de no volver a ver a los actores secundarios de esa película que ya terminó: los papás, las mamás, los hermanos o hermanas, los cariñosos abuelos, los odiosos primos (¡¡¡ las primas!!!) y las sucias mascotas que se atrevían a tener sexo en medio de la sala con tu jean nuevo.

En medio de esa sala, mientras estaba sentado esperando a Malena que terminaba de alistarse para ir a la presentación del grupo de rock de su amigo, su papá irrumpió en escena, caminando irregularmente sobre la alfombra, me miró tediosamente, su presencia hizo que me lanzara a él para darle la mano, la cual cogió con firmeza, sin terminar de decir “buenas tardes, señor”, o escuchar el grito de Malena diciendo “Ya bajo, gordo”, él me dijo: “Por si acaso soy fiscal de la Corte Suprema”.

¿Cómo seré yo como padre? Quizás un poco de todos, este post me ha servido de pretexto para saludar a todos y recordarlos mientras hablo con Pato de mis ex suegros, acompañados de un café americano.


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Este post en un comercial



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Fotografía por felialonsof
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pD. Ya se vienen los polos del blog. Estén atentos, ya les diremos como ganar uno. 
pD2. A los lectores que deseen ser Plumas Invitadas la próxima temporada, no se olviden de contestar la encuesta. Pronto les diremos cómo participar en este sitio.
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sábado, 3 de julio de 2010

Cuando te fallaron



NUNCA CAMINÓ más allá de mil metros de su casa para ir a las clases del San Benito de Palermo, en la Magdalena Vieja. Y la mitad de veces no caminó menos de trescientos metros, había memorizado las distancias. Desarrolló cierta estima hacia sus pies (que en los años de la universidad una chica apellidaría como “izquierdos”), no necesariamente acercándose a la higiene, esa cosa accesoria y difícil, pensaba. Le tenía cariño a sus pantorrillas, que aunque flacas, eran vitales en, por ejemplo, montar la bicicleta o cuando empezó a jugar fútbol.

Presentía que nunca le iban a fallar cuando practicaba una de esas tantas artes infantiles como los patines en línea; las correteadas cuando jugaba a “las escondidas”, “los siete pecados” o “los policías”; las lluviosas tarde-noches de pelota; las expediciones hasta Chorrillos subido en la bici, a otra velocidad. Cada vez que exigía sus piernas ellas respondían, se hacían presentes para cansarse, agotarse o estirarse.

La primera vez que tomó conciencia de sus piernas flacuchas fue aquella vez frente al portón del Nido, escenario perfecto para usar de arco. Las dos rectangulares barreras de concreto que el Nido había mandado construir para que los autos no cuadraran eran los mástiles verticales del arco imaginario. Y ya el límite horizontal había que imaginarlo a la altura de la rodilla, de ahí para abajo era gol, decían sus amigos. A la altura de la rodilla.

Mete gol tapa, era el juego. Aunque qué raro que siempre tape yo, pensaba. Y si siempre tapo no meteré gol, continuaba pensando. Los tiros iban y él devolvía con los puños seguros. Envenenado por ciertos programas deportivos de la noche, o porque por esas épocas se jugaba el Mundial, quiso emular a los guardametas de los países de la tele y se lanzó en busca del balón que iba a altura media y con destino esquinado. Era a mano cambiada o no llegaba, pero cerró los ojos y, tal vez por eso, pudo manotearla y salvar su valla.

Mientras los lanzadores gritaban uff, él empezó el descenso glorioso (que, sobrado, iba para portada deportiva de día Lunes). Rápidamente llegó a la pista de irregular superficie (como cualquier pista en Lima), cometió el error de poner las rodillas cuando pudo haber repartido en todo su cuerpo el dolor.

Una astilla de botella, o algo así, le dio la bienvenida al suelo. A pesar del dolor, se hizo el fuerte y pudo llegar cojeando a sentarse en la vereda del frente. Sabía que sus piernas nunca le fallarían, no lo olvidaba. Un hilillo de sangre se abrió cauce entre sus pocos bellos, fluía anchándose. No paraba de brotar ese liquido que tampoco tardaba en volverse espeso. Le preocupaba y le sorprendía: lo primero porque el alcohol luego dolería hasta el infinito y lo segundo porque le recordaba que dentro de él algo se movía, a velocidades que el no imaginaba y que, al menos hasta viejo, no se detendría. Eso lo fascinaba, saber de qué estaba hecho, qué llevaba dentro y cuán diferente era lo de dentro de lo de fuera.

Claro que él no sabía que lo de adentro fuera diferente a lo de afuera: no sabía, hasta que lo vio, que dentro de él también había vida, vitalidad al rojo vivo. Lo que le mostraban sus ojos cada mañana al despertar no era toda la verdad. Recién lo descubriría en esos años primariosos de desmedida participación en los bailes y danzas que su colegio San Benito organizaba cada fin de bimestre, que coincidía siempre con una efeméride importante del año.

Valgan verdades, si tu vieja no hubiera estado allí, detrás, hincando para que bailaras tú no te hubieras metido a nada, así que no te las des de bailador, le dije yo alguna vez. Y era verdad, ¿o acaso no querías agradar a tu profesora?, le preguntaba más. Si morías por ver a tu profesora moviendo las caderas al ritmo de esa marinera norteña y practicar a veces unos pasos con ella: los pasos de la sonrisa. Es el único baile que recuerdas con cariño, si hasta te tomaste fotos con tus amigos debajo de sus blancos ponchos de lino, le seguía recordando yo.

Pero fue hasta esos años de secundaria temprana, ahora en otro colegio, cuando descubrió que él no estaba hecho para el movimiento epiléptico de los bailes de la Sierra, o para las órbitas incansables detrás de una dama que los festejos proponían. Fue la profesora de baile que le enseñaba una danza arequipeña donde los varones se travestían de mujeres para poder entrar a sus dominios y luego raptarlas. Fue ella quien le dijo que no servía para los bailes por sus reacciones lentas, atrofiadas y contrahechas. Que un día de estos se iba a caer, que debía levantar más la cabeza y abrazar con más naturalidad y cuidado a las chicas.

Él la miró fijamente, encerró el odio dentro de sus pupilas, no le dijo nada y continuó bailando con su pareja, su buena amiga Sandra que no lo iba a juzgar. Terminó esa pequeña temporada de prácticas y entrenamientos a contra reloj. 

El día de la presentación no acudió para sorpresa de su madre que lo alistó desde temprano, para lamentos de su tutora que ya tenía su veinte reservado y para sollozos irreversibles de su pareja Sandra. A veces la cólera puede más y, como una ola despiadada, debe arrastrar a otras personas consigo.

Él, sentado frente al mar, no quiso volver a bailar nunca más. Por eso ahora escribe sobre los bailes (dificultades y contrariedades) de los demás: se divierte rabiosamente al hacerlo.


Pando, agosto 2009.

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Fotografía desempolvada de archivo (como todo el post).
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Esta canción será libre de toda letra que la preceda.



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pD1. Queremos saber si algunos lectores están animados a participar como "Plumas Invitadas" para suplirnos en nuestras próximas vacaciones (para las que falta muuuuucho, enero 2011), por eso colgamos la encuesta de la derecha-arriba, esperamos que la puedan contestar para saber cuántos de ustedes estarían interesados e ir arreglando las fechas de una vez. Porque choteado precavido, vale por dos. 
Aquí podrás saber qué es una "Pluma Invitada"


pD2. iATENCIÓN!, ya se vienen los polos de "A Choteadas Aprendí". Estén atentos que pronto les diremos cómo ganar uno de ellos.


pD3. iYA SE VIENEN! ¿quién?, los premios de los 20blogs del diario español 20minutos. En la columna de la derecha, abajo, pueden ir dejando sus comentarios (ya que nadie lo ha echo y es la tercera vez que colgamos esta petición).


pD4. Hice varias posdatas ya que el post fue corto. Abrazos a todos.

KT3AMHMKEPQX
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