DE LAS POCAS cosas que me dejó la cercana y breve relación que tuve con la chica de abrazos de algodón (Queen), estimo mucho la amistad que cultivé, las pocas veces que nos vimos, con la pequeña Felicia Rabines, su mejor amiga.
Ella tiene la mirada escarlata, labios pronunciados, cabello azabache de puntas caracoleadas, pómulos prominentes, párpados despoblados, uñas largas, senos pequeños y una sortija en el dedo que le regaló su primer novio hace la friolera de cuatro años, cuando era cachimba y aun no había besado mujeres.
Nuestros amigos comunes la reconocen bajo la pseudochapa de Cucaracha.
Su porte de mujer fatal y aire de chica distinguida me atrajo de buenas a primeras. La conocí en una fiesta de disfraces, Queen me la presentó pues la conocía desde el Kindergarten. Sospecho que debe haberse sentido mirada o inspeccionada por mí. Intuyo que al estar acostumbrada a eso, me clasificó en el grupo de los chicos que caen sin que ella mueva alguno de sus cortos músculos.
Esa noche, en esa fiesta donde se agazapaban varios travestis detrás de recargados maquillajes y magníficas ropas, ella me pidió que la ayudara con un chico claramente emo. Yo, buena-gente, observaba al emo por ella, le contaba sus movimientos, qué hacía, a dónde iba, qué tomaba. Ella feliz, había encontrado a un radarcito como amigo. Yo, por supuesto, escondía oscuras y pacientes intenciones.
Detrás de un buena-gente siempre hay un canalla.
A la distancia de los hechos, puedo decir que falté al pacto tácito con Queen y flirteé con otra chica. Pegajoseé mi rostro a escasos centímetros del de Rabines para hablar, promoví el reconocimiento de nuestras pieles, incursioné en el intercambio de alientos, miradas y sonrisas. Lo que en ese entonces pude haber negado con desparpajo, hoy me tiene sin cuidado: sí, fui coquetón con Felicia.
Por eso, la tarde que Felicita me dijo que la acompañe a “La Noche de los Cortos”, en Barranco, me pareció una buena idea. Era seguro que esa noche recibiría, por lo menos, una cachetada bien dada por intentar besarla. Si yo no iba por las choteadas, las choteadas venían por mí. Debo admitir que a veces uno busca sus historias (que luego el público cómplice leerá extasiado) y eso no está mal.
Nos encontramos en el parque de una Iglesia gótica llena de murciélagos, caminamos hasta la avenida Salaverry mientras reseñábamos los últimos acontecimientos de nuestras vidas solitarias y golondrinas. De todas maneras íbamos a llegar tarde así que bien valía la pena caminar tranquilos debajo del invierno que todavía no terminaba de cuajar.
Viajamos todo el trayecto parados en el bus, era hora-punta y en medio del barullo que representa la ciudad por ese lapso (en realidad, cualquier hora es hora-punta), pude notar el contraste entre su mirada homicida y su voz de niña que no tuvo fiesta de quince que Felicia me brindaba con naturalidad en ese bus lenteja.
Bajamos en la Iglesia del boulevard, la luna ya trepaba el cielo. Caminamos por el famoso pasaje de discotecas, nos sentíamos dos barranquinautas más buscando aquél último bar de la esquina donde proyectaban cortos gratis. Entramos por un estrecho pasadizo oscuro, tomé del hombro a Felicia que no se molestó y llegamos al lado cinemero del bar. Nos sentamos, los cortos ya habían empezado, ella miraba atenta y yo observaba las caras iluminadas del público.
Pero yo, poco educado, me quedaba dormido a la mitad de cada corto. Los primeros no me llamaron la atención, por eso tapaba mi cara con la mano y cerraba los ojos hasta que Felicia me despertaba pateándome las canillas. “¿Te aburren?”, me preguntaba. “No, no, cómo crees”, le negaba y me mofleteaba un poco.
Para probar mi lucidez, Feli me pedía, al término de cada corto, mi interpretación. Yo no sabía qué coño decirle. O le metía algún floro barato de que yo estaba contra todo tipo de interpretación, pues estas siempre llevan una carga subjetiva que invalida la propuesta del director y le hablaba de los planos bustos y cenitales que ayudaban a captar mejor la historia o le confesaba, “disculpa, me quedé jato”. Sin embargo, antes de esperar su perdón, ella me explicaba el sentido del corto.
“El director quiere explicarnos quiénes juegan con quién, ese parque de diversiones cobra vida para mostrarnos que estamos siendo controlados por un gran ventrílocuo que nos pone palabras en la boca, movimientos en el cuerpo y rige nuestro destino”, decía, en una de esas, Felicia.
Animados por el último corto, que hablaba de un escritor multipolar que vivía la vida de sus personajes, escapamos de La Noche y cruzamos la plaza en busca de comida y tragos. Encontramos un pequeño bar donde un ebrio y moreno señor nos invitó a pasar, toda la noche estuvo amigable, incluso cuando me gastó la broma de “¡Caramba! ¿son enamoraditos?”. “No, todavía”, le dije.
Un chilcano y una butifarra acompañaban las palabras encebolladas de Felicia. Ella se jactaba de ser más transparente que el común de las chicas. No se andaba con remilgos y podía hablar de los temas más íntimos sin problemas, me animó a preguntarle cualquier cosa, no sé, ¿a qué edad fue tu primera vez? o el cándido ¿cuáles es tu fantasía sexual más recurrente?, ella me preguntaba también ¿has estado alguna vez con un hombre? o el inocente ¿oye, qué significa cuando un chico te dice “quiero un pete”?
Contestadas todas las preguntas, sentía que había tendido un puente con Felicia, que de ahí en adelante seríamos dos buenos amigos y nos trataríamos como si ella fuera mi mejor brother o yo su mejor amiga. Pero como no hay nada más jodido que una chica te estampe con el sello de “best friend”, pedí un segundo chilcano que me diera valor de interpretar al dipsómano chispeante que vive en mí.
Una vez sazonado, acerqué mi silla y la animé a secarse la copa. “¿Vas a pedir otra ronda?”, preguntó con la boca en el filo. “Las que quieras”, le dije (fanfarroneando, pues no tenía más dinero). Sólo pensaba en vencer ese mito, esa imagen antigua que tengo del momento en que una chica no te corresponde un beso: lo primero que hará será alarmarse y llenarte de golpes y carterazos al grito de “¡mañoso, aprovechador!”.
Felicia ingirió todo el trago de un solo sorbo, yo encontré valor para tomarla de las orejas y besarla, pero vi sus ojos lagrimear, mirándome fijamente, como culpándome de algo, yo le dije “qué pasa”. “Es por el idiota, te voy a contar del estúpido que me tiene así”. Esa frase indicaba que iba soltar todas sus tragedias del pasado.
Fueron dos chicos los que volvieron de repente a su mente como dos fantasmas. Con el primero, que ella no reconoce como el primero, pues “no pasó nada grave entre nosotros”, duró dos años hasta que él le puso los cuernos. El segundo, el que le regaló el anillo y con el que sí pasó de todo, y cuenta para ella como el verdadero “primero”, era una rata indiferente, se tomaba la vida ligera y Feli no sentía que cabía en ella.
Escuché sus relatos lo que pude. Me preguntó que cómo hacía para olvidar a un hombre. Yo le dije que no se desespere, que era fácil. Como el popular “échale tierrita” me parecía siempre insuficiente, le dije que mi método casi infalible era el de denostar a la persona. Empezaba con insultos cortos y silenciosos: “puto”, “animal”, “infiel del culo”, que repita esas palabras hasta que se las crea. Luego que busque amigos y, ya que ellos siempre estarán de su lado, la ayuden a inventar más procacidades destinadas al felón que no la deja en paz. Así, poco a poco, olvidaría lo mucho que lo quiso y lo podría ver recién como un chico más, igual de común, feo y corriente que los demás.
Dudo que haya seguido mi método, pero a mí me ha resultado algunas veces y se lo dije.
Salimos del bar, ya era de madrugada, demasiado tarde y ninguno había pedido permiso en casa. Volvimos dormidos en el micro de regreso. Bajamos donde todo empezó, en aquella Iglesia de murciélagos y caminamos hasta su casa. Como era muy tarde y no sabía qué excusa decirle a sus viejos, me dijo que me llevara su bolso y ella diría en casa que se lo robaron.
Malo, desconfíe de su propuesta. A cambio fuimos donde el guachimán de su cuadra para que le guarde el bolso. El tipo aceptó y ahora faltaba lo más difícil: que Felicia adquiera el aspecto de una recién asaltada. La muchacha era una calculadora precoz, las ideas le salían de un tiro. Se acercó a un jardín, se ensució las ropas con tierra y, al verme atónito mirándola, me dijo “¡que esperas, ayúdame!”. Gozoso, acudí a su auxilio y la embadurné en tierra a la vez que una mirada diabólica se apoderaba de mí.
Luego me dijo que la golpeara, “así suave nomás, jálame del antebrazo, hazme moretones”, pues planeaba denunciar un robo de su cartera en la comisaría de su cuadra. Le dije que estaba loca, que no le crerían, y por mis pocos conocimientos del derecho penal, le dije que podía ir a la cárcel por eso. Ella, abogada redomada, me mandó a rodar con un “tú que sabes de derecho penal oye, no pasa nada”. Entonces yo, realizado, la jaloneaba, empujaba y llenaba de puñetes suaves en su vientre, sin culpas.
Si ella lo pedía, pues algún dios travieso me había puesto allí para que la abolle en pro de evitar el castigo más severo que sus padres le impondrían. Nos acercamos tanto que quise violentarla con mis besos, lo que pude a medias pues retiró el rostro y, sin molestarse, tomándoselo a broma, me pidió que continuara “con golpes nomás, por favor”.
Era inevitable combinar mis golpes con mis besos, Felicia me enseñaba que el sexo era violencia, bestialidad y locura. Desmontó de mí el animal moribundo de amor que llevo dentro. La lujuria le llegaba a los talones a esta mujer maravillosa con la que, apuesto, volveré a encontrarme en otra vida más licenciosa, en algún país lleno de espías y atacado incesantemente por el invierno.
Al final, ingresó a la comisaría sola. Ignoro lo que pasó allí adentro. No quise acompañarla a testificar un crimen que no había ocurrido. Probablemente hubiera declarado: “el crimen que cometió esta chica fue conocerme, señores policías, ¡aprésenme!”.
A la mañana siguiente, Felicia me contó que conoció al amor de su vida en esa comisaría. Que horas antes había llegado un chico dueño de un Internet a denunciar el robo de sus computadoras. Habían conversado esa madrugada que la dejé y quedaron en salir.
Para mí era todo muy insólito, no le creí hasta que publicó fotos en su Facebook con un tipo de lentes de colores y camisas huachafas de marinero. Probablemente estén juntos mucho tiempo, pero si el tipo no la persigue en sus gustos y locuras, la perderá.
Y así, la vida se va volando.
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Calamaro salvándome la canción del post (:
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Fotografía 1 gracias a josewolff
Fotografía 2 gracias a s-revenge
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Polos: Estén atentos que ya se vienen los polos y la nueva temporada del bloJ.
Pero como no hay nada más jodido que una chica te estampe con el sello de “best friend”, me siento genial en ser el primero en comentar , reiner la historia , simplemente tierna, graciosa, y casi muy bien escrita, pero me gusto, pasa la prueba, no dejes de escribir un abrazo.
ResponderEliminarRaul
Era inevitable combinar mis golpes con mis besos, Felicia me enseñaba que el sexo era violencia, bestialidad y locura. Desmontó de mí el animal moribundo de amor que llevo dentro. La lujuria le llegaba a los talones a esta mujer maravillosa con la que, apuesto, volveré a encontrarme en otra vida más licenciosa.
ResponderEliminarFantastico. O tal vez se encuentren en otra vida, cuando sean gatos ¿no?
hola, soy de los que lee y no comenta, por nunca se que poner, o si me responderas de la forma que quiero que lo hagas, la historia reiner me parecio buena, de principio a fin, con pasejes comicos,sin embargo, creo que exediste con la cucaracha "martina", para dar un beso, al menos dos citas, pues, las chicas nos sabemos respetar, lindo cacheton, espero mi polo, quiero mi premio.
ResponderEliminarEl blog, como todo tiene sus altibajos, sigan asi, chicos, recuperaran su ritmo, un beso grande cachetoncito.
¿Si comento entro al sorteo? ¿E incluso este comentario será contado? O como es la cosa.
ResponderEliminarCoincido con el segundo anónimo. Esa es la mejor parte de todo el texto, y quizá la mejor que hayas escrito en todo el blog.
¿Como es tu chica ideal, lo has pensado? ¿Que es lo que tienen todas en comun?
ResponderEliminarcreo que lo que tienen en comun, es que son tus amigas, y tui quieres que dejen de serlo, no podra a ver un chico, un chico,qeu queira solo amistad y nada mas?
Sabes que me da risa, despues, de encontrar a la chica de tus "sueños" ellas siempre, siempre, encuentrar a su chico ideal, eso si es APRENDER A CHOTEADAS hahahaa
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=LSSXEoFLda0
ResponderEliminarLa imagen no te parece algo emo?
ResponderEliminarDile a Brunella reii que yo soy ese chico :)
ResponderEliminarRESPUESTAS
ResponderEliminarHola Raulito, eres el comentarista estrella de la semana, y qué bueno que lo seas, te has ganado una "wachita" el viernes en las losas deportivas de la Cato. Fuiste generoso con eso de "casi muy bien escrita". Abrazos también.
Hola Anónimo, o cuando seamos delfines, no sé. Gracias por comentar.
Hola Belén, claro que me acuerdo de ti, siempre es paja que comentes. Por la cucaracha Martina, sólo buscaba que me chotee, era feliz con eso. La cucaracha es para otros y así me lo demuestra las pocas veces que sé de ella. Espero que ganes un polo, más abajo adelantaré como será el sorteo a grandes rasgos. Un beso, vuelve a pasar.
Hola Ricuy, estos comentarios no entran al sorteo: todo lo decidirá el pulpo Paul. Gracias por el elogio, sólo te digo que ese paárrafo fue escrito una mañana en que sentía que todo lo podía. Saludos hasta Chimbote.
Hola Brunella, a estas alturas, no sé, sólo pido que me haga reír y me tenga paciencia. Supongo que ofrezco lo mismo, supongo. Y por lo de las amigas, habemos algunos que pensamos que si una chica no quiere ser "tu chica", o tu chicoca, entonces tampoco podrá ser mi amiga pues su compañía me sería nociva y tentadora, pienso en estos momentos que sólo hay una chica a la que le retiraría mi amistad radicalmente, no es el caso de la muchacha Felicia, salida de este post desbordado como el Amazonas. Un abrazo.
Hola anónimo, sí, bueno, es un pequeño drama. Saludos.
Hola anónimo de las lyrics, ¿son exclusivas de ti para mi?
Hola anónimo, emo pero divertida.
Ricuy, estoy seguro que Brunella ya leyó tu comentario.
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SOBRE EL CONCURSO:
Si ocurre un milagro, las playeras (polos) del bloJ estarán para este sábado. Pero de todas maneras la otra semana. La modalidad es fácil, en el post que les digamos, tendrán que comentar (dejar nombre, número de DNI y/o correo electrónico) para que entren al sorteo, este será televisado para todos los comentaristas. Estén atentos, que entre este y el otro sábado se decide todo. Los ganadores recibirán su polo en la puerta de su casa. Saludos.
Reiiii...Dios mío!! Cómo ha crecido tu fanaticada...jajajajaja Esa Chik Felicia se pasóoooo!! Demasiado masokista y tú muy obediente...Ayyyy Reiiii cuándo dejarán las mujeres de dominarte??? Es una historia muy interesante..Sigan los éxitos..Besos
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