NUNCA CAMINÓ más allá de mil metros de su casa para ir a las clases del San Benito de Palermo, en la Magdalena Vieja. Y la mitad de veces no caminó menos de trescientos metros, había memorizado las distancias. Desarrolló cierta estima hacia sus pies (que en los años de la universidad una chica apellidaría como “izquierdos”), no necesariamente acercándose a la higiene, esa cosa accesoria y difícil, pensaba. Le tenía cariño a sus pantorrillas, que aunque flacas, eran vitales en, por ejemplo, montar la bicicleta o cuando empezó a jugar fútbol.
Presentía que nunca le iban a fallar cuando practicaba una de esas tantas artes infantiles como los patines en línea; las correteadas cuando jugaba a “las escondidas”, “los siete pecados” o “los policías”; las lluviosas tarde-noches de pelota; las expediciones hasta Chorrillos subido en la bici, a otra velocidad. Cada vez que exigía sus piernas ellas respondían, se hacían presentes para cansarse, agotarse o estirarse.
La primera vez que tomó conciencia de sus piernas flacuchas fue aquella vez frente al portón del Nido, escenario perfecto para usar de arco. Las dos rectangulares barreras de concreto que el Nido había mandado construir para que los autos no cuadraran eran los mástiles verticales del arco imaginario. Y ya el límite horizontal había que imaginarlo a la altura de la rodilla, de ahí para abajo era gol, decían sus amigos. A la altura de la rodilla.
Mete gol tapa, era el juego. Aunque qué raro que siempre tape yo, pensaba. Y si siempre tapo no meteré gol, continuaba pensando. Los tiros iban y él devolvía con los puños seguros. Envenenado por ciertos programas deportivos de la noche, o porque por esas épocas se jugaba el Mundial, quiso emular a los guardametas de los países de la tele y se lanzó en busca del balón que iba a altura media y con destino esquinado. Era a mano cambiada o no llegaba, pero cerró los ojos y, tal vez por eso, pudo manotearla y salvar su valla.
Mientras los lanzadores gritaban uff, él empezó el descenso glorioso (que, sobrado, iba para portada deportiva de día Lunes). Rápidamente llegó a la pista de irregular superficie (como cualquier pista en Lima), cometió el error de poner las rodillas cuando pudo haber repartido en todo su cuerpo el dolor.
Una astilla de botella, o algo así, le dio la bienvenida al suelo. A pesar del dolor, se hizo el fuerte y pudo llegar cojeando a sentarse en la vereda del frente. Sabía que sus piernas nunca le fallarían, no lo olvidaba. Un hilillo de sangre se abrió cauce entre sus pocos bellos, fluía anchándose. No paraba de brotar ese liquido que tampoco tardaba en volverse espeso. Le preocupaba y le sorprendía: lo primero porque el alcohol luego dolería hasta el infinito y lo segundo porque le recordaba que dentro de él algo se movía, a velocidades que el no imaginaba y que, al menos hasta viejo, no se detendría. Eso lo fascinaba, saber de qué estaba hecho, qué llevaba dentro y cuán diferente era lo de dentro de lo de fuera.
Claro que él no sabía que lo de adentro fuera diferente a lo de afuera: no sabía, hasta que lo vio, que dentro de él también había vida, vitalidad al rojo vivo. Lo que le mostraban sus ojos cada mañana al despertar no era toda la verdad. Recién lo descubriría en esos años primariosos de desmedida participación en los bailes y danzas que su colegio San Benito organizaba cada fin de bimestre, que coincidía siempre con una efeméride importante del año.
Valgan verdades, si tu vieja no hubiera estado allí, detrás, hincando para que bailaras tú no te hubieras metido a nada, así que no te las des de bailador, le dije yo alguna vez. Y era verdad, ¿o acaso no querías agradar a tu profesora?, le preguntaba más. Si morías por ver a tu profesora moviendo las caderas al ritmo de esa marinera norteña y practicar a veces unos pasos con ella: los pasos de la sonrisa. Es el único baile que recuerdas con cariño, si hasta te tomaste fotos con tus amigos debajo de sus blancos ponchos de lino, le seguía recordando yo.
Pero fue hasta esos años de secundaria temprana, ahora en otro colegio, cuando descubrió que él no estaba hecho para el movimiento epiléptico de los bailes de la Sierra, o para las órbitas incansables detrás de una dama que los festejos proponían. Fue la profesora de baile que le enseñaba una danza arequipeña donde los varones se travestían de mujeres para poder entrar a sus dominios y luego raptarlas. Fue ella quien le dijo que no servía para los bailes por sus reacciones lentas, atrofiadas y contrahechas. Que un día de estos se iba a caer, que debía levantar más la cabeza y abrazar con más naturalidad y cuidado a las chicas.
Él la miró fijamente, encerró el odio dentro de sus pupilas, no le dijo nada y continuó bailando con su pareja, su buena amiga Sandra que no lo iba a juzgar. Terminó esa pequeña temporada de prácticas y entrenamientos a contra reloj.
El día de la presentación no acudió para sorpresa de su madre que lo alistó desde temprano, para lamentos de su tutora que ya tenía su veinte reservado y para sollozos irreversibles de su pareja Sandra. A veces la cólera puede más y, como una ola despiadada, debe arrastrar a otras personas consigo.
Él, sentado frente al mar, no quiso volver a bailar nunca más. Por eso ahora escribe sobre los bailes (dificultades y contrariedades) de los demás: se divierte rabiosamente al hacerlo.
Pando, agosto 2009.
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Fotografía desempolvada de archivo (como todo el post).
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Esta canción será libre de toda letra que la preceda.
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pD1. Queremos saber si algunos lectores están animados a participar como "Plumas Invitadas" para suplirnos en nuestras próximas vacaciones (para las que falta muuuuucho, enero 2011), por eso colgamos la encuesta de la derecha-arriba, esperamos que la puedan contestar para saber cuántos de ustedes estarían interesados e ir arreglando las fechas de una vez. Porque choteado precavido, vale por dos.
Aquí podrás saber qué es una "Pluma Invitada"
pD2. iATENCIÓN!, ya se vienen los polos de "A Choteadas Aprendí". Estén atentos que pronto les diremos cómo ganar uno de ellos.
pD3. iYA SE VIENEN! ¿quién?, los premios de los 20blogs del diario español 20minutos. En la columna de la derecha, abajo, pueden ir dejando sus comentarios (ya que nadie lo ha echo y es la tercera vez que colgamos esta petición).
pD4. Hice varias posdatas ya que el post fue corto. Abrazos a todos.
KT3AMHMKEPQX
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Como siempre, tu humor y tus improvizados post, salvaron tu sabado, y de una riña, conmigo por no tener nada que publicar. Sin embargo, Reiner, debo decir que el día de ayer, mientras, comiamos galletas, y tomamos vino, en una presentacion de libro, que mas que aburrida fue tedioza, por el militar ese, remedo de robo cop, me senti bohemio, pero mas que eso, me dio gusto, sentirnos escritores, aunque no lo creas.
ResponderEliminarMas que todo lo escrito antes. Feliz dia del amigo, espero celebrar contigo el dia de hoy, y que no me digas, "teni, llamo "S", nos vemos despues" jajaja. Abrazos
Vengo leyendoles, hace un buen, buen tiempo, sobre a ti Reiner, que paja como cuentas tus historias, aunque esta ultima me suena improvisada como dice teni, en fin reiner, te considero mas que un bloger un amigo. Suerte en todo, oye en quedo con lo de S, hoy es dia preciso para dejes de ser amigo de ella, buscala con caulquier excusa tonta, y cuando se de el momento besala, no digas nada mas y retirate, la dejaras pensando. Exitos.
ResponderEliminara me olvidame mi nombre. Manuel.
Que tiene que ver tus piernas con tus choteadas reii plop.
ResponderEliminarSIlVIA.
Improvisado quizás pero la canción me insertó la valentía suficiente como para seguir siendo choteado... como anillo al dedo...
ResponderEliminarDarwin de:
http://noesxtiesxmi.blogspot.com/
Qe te puedo reclamar caxetitos, eres lindo, lindo, lindo, tan lindo como tus piernitas :D
ResponderEliminarRESPUESTAS
ResponderEliminarÝ Teni, fue difícil pasarla contigo y cortarme los dedos para no mandarle un mensaje de texto a S que diga "te quiero, te quiero, te quiero".
Gracias Manuelito, espero una noche sin postes de luz / brindar contigo por ellas / al lado de unas botellas / sobre arenas de las playas del sur. // Sobre el post, lo escribí hace un año, en hora y media, en mi clase de Redacción Periodística. Puede decirse que es improvisado, añadiría que es una improvisación fermentada por el tiempo. // Y sobre S, no sé, nunca sé.
Piernas es una palabra tan femenina y ese género está tan ligado a las choteadas, que alguna vez mis piernas se burlaron de mí. Un beso, Silvia.
Hola Darwin, la semana pasada y esta han sido mis exámenes finales. Por eso desempolvé ese post no publicado. Pero siempre supe que no se perdería en las carpetas de Mis documentos, como otros muchos más. Los textos no están condenados a la soledad. Abrazos.
Hola anónima, gracias por el cariño, ¿quién eres?