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Nunca te salgas de la
realidad ni creas que una mujer puede ser una diosa. Se repetía constantemente en la
cabeza. Mientras ella camina con él. Pero su soledad es quien la acompaña. Ella
muy lenta y él no tanto. Se mueven al rito hilarante de sus botas de cuero y el
sonido peculiar que estos hacen al andar. Con mirada perdida contemplan como va
cayendo la sombra del día mientras se alejan de todos hasta dejar de ser ellos
mismos.
Se observan a lo lejos
como si sus pasos dibujarán pequeñas sombras con los últimos rayos de sol que
les marca el camino. Quizás dos latas de cerveza siempre pueden ser excusa para
inventar cualquier destino.
Es curioso, pero en
trayecto no hablan de otra cosa que de ella. Ella, la que no está, como él sospechaba,
quizá todo haya sido una excusa para perderse con ella, todo es una excusa para
que se quede con él.
Sus manos están frías,
las de ella. Él lo sabe porque las ha rosado intencionalmente para probar que
está viva y que siente. Pero es inútil sus palabras van y vienen. Ella casi
siempre está en silencio. Silencio que no logra comprender ni descifrar. Parece
como si estuviera conversando solo, es un monologo de lo que ha sido conocer a
aquella chica a la que han ido a buscar para encontrarse.
Las dos
pequeñas latas de cerveza, se hicieron cuatro y las cuatro en seis. De no haber
sido porque ella le pidió un cigarrillo de cuando en cuando, se hubiera sentido
que estuviese hablando solo. Sin más remedio que apelar a la risa como último
recurso y dejar que los lúpulos y la cebada hagan su trabajo. Su risa, la de
ella era como augurio, una fábula. Su mirada, la de él, tomaba nota de cómo
eran sus ojos, los de ella, pero sus palabras, las de él, no se enteraban de esa
dulce encuesta.
Una hora apenas de
biografía y nostalgias hasta que al fin sobrevino de nuevo el silencio como se
sabe en estos casos es bravo decir algo que realmente no sobre. Entonces él
trato de probarle su amor con palabras por media hora más, ella solo lo
escuchaba.
Hasta que él empieza a
sentirse ridículo y a ella empieza a gustarle. Por un segundo, siente que es
una escena repetida. Es un momento que ya lo ha vivido antes, quizá sea
aquella chica de secundaría a la que acompañaba a su casa con la esperanza de
que se de cuenta de que él estaba enamorado de ella, y ella sólo se divertía
con él.
Dos luciérnagas
amarillas sobre vuelvan muy cerca de ellos. Tan cerca que se dejan iluminar por
aquella luz, quizás fue aquella luz, o un instante de primavera, pero aquella
muchacha de ojos indescifrables, le susurró a la oreja que disfrutaba de su
compañía.
Pero de manera tierna y
a la vez implacable sentía como ella lo rechazaba de forma indolora y letal.
Pero debe ser por esas cosas que pasan en primavera que cuando todo estaba
perdido y sin esperanzas resignado a su suerte que ella le dio un beso. Dejando
más confundido que sereno y se fue soñando con ella aún despierto.
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Esta historia en una canción
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Aunque sea una carita feliz... )=D