Imagen por El Munito |
Creo que a mí me gusta
el Centro porque es aquí donde la ciudad termina, muere y vuelve a empezar. Cubierta
siempre por una extraña magia que nos envuelve, seduce y nos hace querer
regresar. Por su escenografía. Por su historia. Por sus concurridas calles. Por
sus esquinas y por sus tristes personajes que pululan por noche con una
historia siempre más triste que la anterior. Que parecen estar cubiertos con
cierta nostalgia que los invade. Llenos de sueños destruidos que sólo esta parte
de la ciudad puede mermar.
Para que entiendas
porque nos gusta tanto el centro debes amar y odiar la ciudad a la misma vez,
de misma manera que te odias y amas a ti mismo. Estar algo loco, zafado, orate,
fuera de sí, quizá más lo segundo que lo primero y también viceversa.
Como todo buen amante,
antes de quedar embrujado por las plazas y calles, haz debido experimentar y
frecuentar otros lugares, intuyo que entre ellos estaba las discotecas de Barranco. Sobre todo las que
están cerca o alrededor del boulevard.
Y como casi todos has
hecho la indispensable ‘’chanchita’’ para poder tomar una jarra de cerveza que
siempre tras más agua y hielo que lúpulo, cebada y levadura. Son necesarias más
de cinco jarras para que al menos te animes a bailar con la chica más linda del
otro grupo, o quizás ya las copas encima hacen que empiecen a ver simpática a
la amiga feíta de tu grupo.
Luego de algún tiempo
es probable que Barranco y tus primeras borracheras hayan quedado un paso atrás
aunque retornando esporádicamente. Para volcar tu atención en otro boulevard
está vez miraflorino. La única diferencia que hay con el de Barranco es que
aquí casi nadie es del distrito. Casi todos son de las partes más remotas y
recónditas de la ciudad. Hoy aquí solo vendría a comer pizza un día particular
y sin que llegue a ser muy tarde.
Aunque también entre
Barranco y Miraflores están las discotecas de la Costa Verde. Las mismas a las que
ibas porque te invitaban y porque estabas en lista. Hiciste largas colas en
medio de una suerte de vereda y una vez adentro escuchabas por casi más de dos
horas una improvisada música electrónica que perforaba tus oídos y no te deja
hablar con nadie. Para disimular tu incomodidad comprabas una cerveza en botellita que te costaba lo mismo
que una jarra en Barranco. Te sientes estafado, pero no quieres incomodar a tus
amigos y la gente que te rodea que está acostumbrada a despilfarrar su dinero
creyendo ser feliz. Es en este preciso momento que las chicas fresas aprovechan
para llenarse de fotos en sus diminutas faldas, riéndose y pidiéndoles a sus
amigos las botellas para simular que están tomando y divirtiéndose, solo para
el resto de sus amigos vea al día siguiente en Facebook lo increíble que estuvo
la fiesta a la que probablemente no fue su ex.
Quizá haya omitido otros
centros de diversión noctámbula pero me parecen más de lo mismo y no me tomaría
el tiempo de escribir sobre las de la avenida Arequipa. Pero todavía quedan
pequeñas guaridas, aún quedan lugares rescatables en Barranco y Miraflores que
no se han llenado de hijos de papi, gente que le gusta la buena música y no
solo lo que está moda y pasan por la radio.
Y quizás es por su mala
fama, por su lejanía con el resto de la ciudad que tiene el Centro que me llevo
ahí y desde entonces no he dejado de faltar cada vez que quiero tomar una
cerveza, cada vez que necesito inspiración, cada vez que necesito escuchar algo
de buena música caigo y me dejo llevar por los bares y la magia que entienden
los que van al Centro. No podría explicarte lo que significa el Centro para
nosotros sus amantes es algo que cada
uno tiene que descubrir por sí mismo. Pero si aún te da miedo o vives en una
burbuja. No vengas, no pises ni respires el aire de la libertad que te da este lugar.
_________________________
Esta historia en una canción.