lunes, 18 de marzo de 2013

Amantes del Centro

Imagen por El Munito

Creo que a mí me gusta el Centro porque es aquí donde la ciudad termina, muere y vuelve a empezar. Cubierta siempre por una extraña magia que nos envuelve, seduce y nos hace querer regresar. Por su escenografía. Por su historia. Por sus concurridas calles. Por sus esquinas y por sus tristes personajes que pululan por noche con una historia siempre más triste que la anterior. Que parecen estar cubiertos con cierta nostalgia que los invade. Llenos de sueños destruidos que sólo esta parte de la ciudad puede mermar.

Para que entiendas porque nos gusta tanto el centro debes amar y odiar la ciudad a la misma vez, de misma manera que te odias y amas a ti mismo. Estar algo loco, zafado, orate, fuera de sí, quizá más lo segundo que lo primero y también viceversa.

Como todo buen amante, antes de quedar embrujado por las plazas y calles, haz debido experimentar y frecuentar otros lugares, intuyo que entre ellos estaba  las discotecas de Barranco. Sobre todo las que están cerca o alrededor del boulevard.

Y como casi todos has hecho la indispensable ‘’chanchita’’ para poder tomar una jarra de cerveza que siempre tras más agua y hielo que lúpulo, cebada y levadura. Son necesarias más de cinco jarras para que al menos te animes a bailar con la chica más linda del otro grupo, o quizás ya las copas encima hacen que empiecen a ver simpática a la amiga feíta de tu grupo.

Luego de algún tiempo es probable que Barranco y tus primeras borracheras hayan quedado un paso atrás aunque retornando esporádicamente. Para volcar tu atención en otro boulevard está vez miraflorino. La única diferencia que hay con el de Barranco es que aquí casi nadie es del distrito. Casi todos son de las partes más remotas y recónditas de la ciudad. Hoy aquí solo vendría a comer pizza un día particular y sin que llegue a ser muy tarde.

Aunque también entre Barranco y Miraflores están las discotecas de la Costa Verde. Las mismas a las que ibas porque te invitaban y porque estabas en lista. Hiciste largas colas en medio de una suerte de vereda y una vez adentro escuchabas por casi más de dos horas una improvisada música electrónica que perforaba tus oídos y no te deja hablar con nadie. Para disimular tu incomodidad comprabas una  cerveza en botellita que te costaba lo mismo que una jarra en Barranco. Te sientes estafado, pero no quieres incomodar a tus amigos y la gente que te rodea que está acostumbrada a despilfarrar su dinero creyendo ser feliz. Es en este preciso momento que las chicas fresas aprovechan para llenarse de fotos en sus diminutas faldas, riéndose y pidiéndoles a sus amigos las botellas para simular que están tomando y divirtiéndose, solo para el resto de sus amigos vea al día siguiente en Facebook lo increíble que estuvo la fiesta a la que probablemente no fue su ex.

Quizá haya omitido otros centros de diversión noctámbula pero me parecen más de lo mismo y no me tomaría el tiempo de escribir sobre las de la avenida Arequipa. Pero todavía quedan pequeñas guaridas, aún quedan lugares rescatables en Barranco y Miraflores que no se han llenado de hijos de papi, gente que le gusta la buena música y no solo lo que está moda y pasan por la radio.

Y quizás es por su mala fama, por su lejanía con el resto de la ciudad que tiene el Centro que me llevo ahí y desde entonces no he dejado de faltar cada vez que quiero tomar una cerveza, cada vez que necesito inspiración, cada vez que necesito escuchar algo de buena música caigo y me dejo llevar por los bares y la magia que entienden los que van al Centro. No podría explicarte lo que significa el Centro para nosotros sus amantes  es algo que cada uno tiene que descubrir por sí mismo. Pero si aún te da miedo o vives en una burbuja. No vengas, no pises ni respires el aire de la libertad que te da este lugar.


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Esta historia en una canción.