{ TENI RECOMIENDA QUE NO LO LEAN. Y YO TAMBIÉN }
Osquítar es un chico débil, enfermizo, de diecisiete años: asiste por lo menos tres veces al año a la clínica Bermúdez donde lo asisten enfermeras con el cariño envolvente de los nebulizadores: desde niño, lo aquejan las enfermedades respiratorias. Aunque reniega de los doctores, aceptó que su madre le sacara cita para examinar si su salud era óptima antes del viaje de promoción a Huaraz. La mañana que faltó al colegio para ir al chequeo general con el pediatra no imaginaba que, en la cola del subsiguiente consultorio, una chica le robaría la mirada: claro que él no se percató que llevaba un plateado anillo nupcial.
Julia es la mujer casada, pero no felizmente casada. Se podría decir que la cazaron, que un payaso la cortejó un tiempo, salía con ella y le pintó un futuro de cielo azulado a su lado cuando tenía apenas dieciocho. No pasó mucho tiempo hasta el matrimonio, además que el primer hijo los apuraba desde aquella Verbena de ex alumnas del colegio María Auxiliadora, de la cual Julia y su payaso escaparon de la mano antes que reventaran los fuegos artificiales: a ellos ya les quemaba algo allí abajito. Aquella mañana que había sacado cita con el otorrinolaringólogo (dejó a sus dos hijos en el colegio), se arregló tan bien que no aparentaba 24 años cuando un desconocido chico débil y enfermizo salió del consultorio del pediatra y, al verla, se sentó a su costado para esperarla y perseguirla luego.
Al principio fue difícil hablarle, me relató Osquítar, meses después de los hechos. Unas señoras de hábito morado lo atrasaron: ellas le contaban del milagro de la vida, del peligro de la Tentación y de nuestra misión en la Tierra. Julia, educada, escuchaba lo que le contaban esas añejas inquilinas de la fe cristiana. De vez en cuando alzaba la mano, intervenía, preguntaba (tenía, por ejemplo, la inquietud de saber cómo aquellos mansos leoncitos aparecían acariciados por jubilosos niños en el folleto que le dieron, ya que contradecía todo lo que había visto en Discovery Channel junto a sus hijos) y luego volvía a su posición original de “a ver a qué hora se desocupa el doctorcito ese”. Cuando escuchó su apellido, se despidió de las inoportunas señoras y camino unos pocos pasos hasta la oficina del otorrinolaringólogo.
Osquítar pensó en retirarse, que no la iba a esperar ni a balas. Estaba a punto de levantarse del asiento cuando las achacosas creyentes le preguntaron joven, ¿usted cree en Dios? A Osquítar no le gusta esa pregunta, le parece muy difícil de responder así que dijo, dubitativo, tal vez sí, para zafar rápido. ¿Por qué, pues?, tiene que estar seguro, espetaron las dulces comadronas. Le trataron de “hijito” y le hablaron de los beneficios ontológicos de comportarse bien y como manda la ley del Señor: siendo recto en el buen obrar y desinteresado en el perdonar. Porque no somos nadie hijito, concluía una de ellas.
Sin darse cuenta, la cháchara se extendió hasta que Julia terminó su consulta. Él, claro, no la abordaría ahí mismito, le parecía muy arrojado de su parte, además de poco coherente con las ideas de salvación de los Infiernos que había compartido con las chicas de hábito morado: es decir, se iba a ver mal. Así que esperó a que bajara y le hablaría a la salida del Bermúdez. ¿Y cómo?, le pregunté. No sé, inventaría un tropiezo con ella o lo que sea, me dijo, meses después de ocurridos los hechos.
Afortunadamente las señoronas de morado le habían dado un papelito donde apuntaron la dirección de la Iglesia a la que podía ir para reunirse con otros creyentes para que siguieran conversando de esos temas tan dejados de lado hoy por esta sociedad pervertida, hijito. Papelito en mano, supo que ahí tenía la excusa: simular devoción al Altísimo para iniciar el proceso tortuoso de conocerla y que pase algo más.
Fue así que, antes de llegar al paradero de la avenida Arequipa, Osquítar entró en valor y le dijo hola, te vi muy interesada con las hermanas ¿cómo te llamas? Julia se sorprendió que ese chico viniera tan campante a preguntarle sobre esa conversación que ella suponía privada: pero le contestó amablemente. Soy Julia, ah, ellas, la verdad que siempre es bueno conversarles y estar con Dios. Ahora Osquítar caminaba a su ritmo, preguntó ¿entonces vas a ir a las reuniones? Ella dijo que no tenía tiempo, que tenía dos hijos, un esposo que atender y una casa que, sino por ella, se caía a pedazos. Todo eso, de golpe, le cayó a Osquítar como miles de heladas Brahmas sin destapar.
Osquítar insistió con el tema, fingió ser un chico creyente, entrador e interesado en la Salvación. Mentira, para él la Salvación era que Julita le diera pelota. Pero el tiempo se acababa, el microbús de ella llegaba. Julia no se despidió de Osquítar, es más, lo dejó con la palabra en la boca y subió al micro rumbo a Cercado de Lima. Osquítar, que confunde las cosas, pensó que no se despedía porque ella quería que subiesen juntos al bus y, aunque él debía volver a su casa en Lince, subió: se sentó con Julia por los últimos asientos. Empezaba a incomodarse con ese microbio que la seguía desde el Bermúdez.
Ella se sentía acalorada, pero no por los dotes gilipollescos de Osquítar, sino que ya le parecía incorrecto que un mocoso porfiado le hable a un ama de casa: el acoso era inminente. Pensaba: en cualquier momento sube la vecina y me ve con este. Osquítar le pidió su número, ella no estaba obligada a dárselo pero flaqueó y le dictó los siete dígitos que, maravillado, apuntó el chico. Te timbro para que grabes el mío, dijo él, muy optimista. Ya, aceptó Julia con media sonrisa pero con el rostro volteado hacia las sucias calles de la avenida Wilson. Semáforos más allá, se dejó dar un beso en la mejilla y bajó con prisa, sólo quería escapar.
¿Por qué le diste tu número, sonsa?, se preguntaba Julia mientras abría la puerta de su casa. Al entrar, ya sabía la respuesta.
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{ QUIERO CREER QUE NO SE PERDERÁN EL DESENLACE EN EL CAPÍTULO II }
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Fotografía gracias a woolloomooloo
Esta canción de la Mosca Tsé Tsé se la habría susurrado a los oídos el acosador Osquitar a la prohibida señora Julia si es que ella, en el microbus, le hubiera hecho mayor caso.