domingo, 13 de marzo de 2011

Al lado del camino (primera parte)



Todo lo que hagas en tu vida será insignificante. Pero es necesario que lo hagas tú, porque nadie más lo hará por tí.

Gandhi.



Cuántos hemos querido o pensado hacer maletas y recorrer el mundo. Cuántos sueñan y quiènes lo hacen. No lo sabía en aquel entonces pero yo lo hice. Aunque mi pequeño mundo giraba entorno a los distritos tradicionales de la ciudad, las playas del sur, los bares del centro y las discotecas de Barranco y Miraflores. Mis tardes eran monótonas y repetitivas. Había conseguido una entrevista de trabajo para ser cajero en un ostentoso Banco, y hacer dinero en el verano. Sin embargo, no me sentía cómodo, y una tarde recostado en mi cama dándome vueltas, me preguntaba que cosa trascendental había hecho yo con mi vida. Sin encontrar respuesta a esta interrogante mientras sonaba una canción que parecía tener un mensaje subliminal pensé ¿un viaje? Si, un viaje, ya que la idea de irse es volver siendo otro: renovado de ideas, sueños e ilusiones, y yo las necesitaba. Pero cómo, cuándo, adónde y con quién.

Miré mi habitación, y mi mente me llevo a divagar en la historia. A los diecisiete años Neftalí Reyes, ya había publicado su primer poema “La canción de la fiesta”; bajo el seudónimo de Pablo Neruda; a los veinte, John Lennon ya era líder de la banda de más éxito comercial en la historia de la música pop; y con veinticuatro años, Ernesto Guevara recorría por primera vez Latinoamérica. Son estos personajes excepcionales que han venido al mundo para crear grandes reformas y cambiar el curso de la historia para siempre. Y yo, en cambio, no me atrevía a escribir la primera línea de una novela. No obstante, escribía eventualmente sobre amor, del cual no sabía nada y solo se suman mis fracasos amorosos que divierten a mis amigos y unos cuantos seguidores. Fue entonces que decidí hacer algo que cambie si no es el mundo, mi vida para siempre.

Unos días antes del viaje había ido a visitar Miguel y su hermana, Salomé. Quienes me había invitado a formar parte de su aventura por todo el norte del país hasta Mancora, donde nos esperaba trabajo, comida, fiesta y chicas lindas. Aseguraba él. La idea era tentadora aunque no me convencía del todo. Al día siguiente, llegó una hermosa francesa, Emilie quien me cautivo desde el primer momento en que la vi. Lamentablemente, ella tenia novio, Luigi un cajamarquino simplón que había conocido en aquellas playas norteñas. Así que, en un arrebato de osadía, me senté a hablar con mi madre, y decirle que quiera irme a recorrer el Perú aprovechando mis vacaciones, la idea no la tomo por sorpresa pero se hecho a llorar, no entendía porque su primer hijo se quería ir de casa ¿acaso no tenia suficiente amor? No es eso mamá le dije, simplemente necesito hacer esto, por mí. Ella me miro con ternura e impotencia y me dijo, si te quieres ir a la aventura anda. Pero eso si, no financiare esta locura. Y yo, no te preocupes mamá tengo todo lo que necesito conmigo. Aquella tarde me pase seleccionando maletas, ropa, sandalias. Sacando y metiendo ropa, mi madre pensaba que se trataba de un juego que no seria capaz de irme. Llegada la hora, me dirigí a su cuarto, le toque la puerta, le di un fuerte abrazo, soltamos unas lagrimas y me fui rumbo a la casa de Miguel.

Cuando llegue a su casa, me recibió Salomé no podía creer que iría a mochiliar con ellos, sin embargo, Emilie y Luigi no aparecían, así que nos quedamos a esperarlos. Muchas horas después, cuando yo dormía en el mueble tocaron el timbre, eran ellos. Desperté a Salomé y Miguel de inmediato, se levantaron somnolientos, y les pregunte si nos iríamos esa misma noche o al día siguiente, ellos afirmaron que en la madrugada estaría durmiendo fuera de Lima.
Salimos un martes 15 de febrero con las mochilas en las espaldas desde Jesús María a Lince, donde tomamos un bus que nos llevara hasta Ancón, un lejano y famoso balneario a las afueras de la ciudad donde en 1883 se había firmo el tratado de paz con Chile. La ciudad se iba alejando y Ancón cada vez estaba más cerca, me asaltaban recuerdos de la infancia y me preguntaba cuánto abra cambiado desde aquel verano del 98. Casi dos horas después llegamos algo aturdidos y emocionados. Conforme fuimos avanzando los edificios se convertían en barriadas y ya no era el balneario que yo recordaba en mi niñez. Miguel y yo nos acercamos a hablar con un oficial de policía, preguntándole si podíamos acampar en la playa, nos dijo que sí, pero quedaba bajo nuestro criterio pasar una noche ahí, ya que era tierra de nadie. Al escuchar esa palabra un miedo rodeo todo mi cuerpo, aunque trate de hacerme el fuerte y el disimulado. Vallan mejor a Miramar es más seguro que Conchitas. Bajo esta última recomendación tomamos un mototaxi hasta dicho lugar. Armamos las dos carpas sin complicaciones, en una dormiría Emilie y Luigi y en otra los demás. Empero, la noche era virgen, así que desforre la guitarra, Miguel me la arrebato de las manos, mientras Emilie recogía troncos secos para hacer una pequeña fogata, nos dejamos llevar por la música acústica que nos regalaba Miguel, coreamos las canciones y disfrutamos de la brisa del mar. Dado que escribir es un acto en que necesita soledad espere que el cansancio se apodera del grupo y con ayuda de una linterna saqué de mi morral un pequeño cuaderno azul que me serviría de diario, nunca he tenido uno así que hice lo mejor que pude, escribiendo todo lo que pasaría en a donde fuera y me recordaría lo mejor y peor de cada lugar, hasta llegar a nuestro destino: Màncora.

Diario, 15 de Febrero del 2011:
Ha sido difícil hacer maletas y tomar la decisión de irme. Dejar atrás a mi familia, mis amigos, mis cosas, mi mundo y sobre todo a ella, a que llame para despedirme y como era obvio no contestó. Me gustaría que sepa aunque suene cursi que ella viaja conmigo, bueno una parte de ella: su guitarra, que ahora uso para apoyar este cuaderno y escribir estas líneas. Me voy porque necesito encontrarme conmigo mismo, me voy para regresar siendo un hombre nuevo, para demostrarme que no necesito de nadie, que puedo valerme por mi mismo. No sé cuando vuelva escribir en este diario. Que siento que es lo más personal que he escrito y tal vez escribiré.
Llegamos a Ancón cerca de las 11 pm, la brisa era helada y las calles daban un aspecto tétrico de ser un pueblo olvidado por dios, y los limeños. Durante el viaje hable con Emilie, creo que es una europea orate que se ha dejado llevar mucho por los libros de Paulo Cohelo y el Karma y las energías; aun así, me agrada escucharla con su hermoso acento francés. Pero la nostalgia me abarca y es una extraña sensación, veo las estrellas y me pregunto se ve verán igual desde mi casa. Prendo el mi ultimo cigarrillo, el mismo que he escondido como oro, lo fumo pausado. Sin nada más que decir dormiré esta noche pensando en ella la que no esta conmigo, y en mí.

Mientras dormíamos bajo la sombra de las estrellas, no me percate de que había alguien merodeando nuestras carpas. Escuche gritar a Emilie con fuerza. Miguel se paro en acto, lo seguí por inercia, Luigi hizo lo mismo, y perseguimos al ladrón mas por compromiso que por reacción, Miguel se detuvo, se cayo me pidió que avanzara mientras que, Luigi se había raspado el pie. En fracción de segundo sentí que todo dependía de mí, me enfrentaría al ladrón a mano desnuda, era hora de probar de qué estaba hecho. Corrí, con las piernas temblantes, y seguí corriendo, y lo tuve a dos centímetros cuando le solté un golpe fallido, luego le solté otro con odio reprimido, con mi impotencia, lo golpeé, y no me enorgullezco de eso. De pronto, se logro zafar de mi dominio. Luigi me miro molesto y me dijo, porque no lo detuviste, y yo, hice lo que pude, no regresamos sin antes escuchar lo alaridos de Luigi “te voy a matar ya se quien eres”. No volví a pegar un ojo en toda la noche. A primera hora de la mañana levantamos carpa y nos enrumbamos camino a la carretera. No sé exactamente cuanto caminamos ni por cuanto tiempo, pero desde aquel robo las tenciones eran más fuertes entre Emilie y Miguel. Está acusaba al segundo, por tener energías negativas y no purificar su karma. Él por su lado, la trataba de loca de remate, una europea alienada que quería ser más peruana que todos nosotros.

Nos detuvimos cerca de un grifo, y esperamos alrededor de dos horas, cuando conseguimos un camión de papas que se dirigía rumbo a Trujillo, las chicas abordaron al sujeto coquetearon con cuanto camionero pasase, es el precio de mochilear pensé, a Luigi no parecía importarle. Fue decisión de Emilie bajarnos en Huacho ella quería conocer esa ciudad, y a ninguno parecía molestarse, bueno en aquel momento.

Diario, 18 de febrero del 2011:
La brisa de Ancón ha quedado atrás. Hemos caminado alrededor de cuatro horas desde que salimos de Huacho a Huaral. El viaje se hace cada vez más pesado, nos hemos quedamos sin comida, sin agua, y sin dos compañeros de viaje: Emilie y Luigi, quienes han tenido tremenda gresca con Miguel, causada por su arrogancia y poca paciencia, éste mando a volar a la francesa debido de sus ideas fuera de lugar sobre el karma, el cosmos y las energías. Desde aquella tarde en que estábamos hambre y sed, y quería pedir comida donada a un exclusivo restaurant, hasta juzgarla por cosas que nuestra idiosincrasia latina no nos permite entender. Ella es ser libre, hace lo que quiere, impone sus propias reglas. Sin embargo, el detonante de nuestra separación fue cuando se metió a bañar a la laguna municipal, a pesar de que las duchas públicas estaban a dos cuadras, por primera vez, me sentí peruano y condene con severo reproche la estupidez de aquella francesa de burlarse de nuestro patrimonio. Cuando Salomé y yo, regresamos de las duchas públicas todo estaba consumado. Miguel y Emilie discutían al unisonó, Luigi era tan solo un espectador más como nosotros. Para culminar su ira Miguel, revelo que Luigi estaba solo con ella por la visa a Francia. Nos despedimos y comenzamos nuestro viaje, por un momento quise retroceder quedarme con ellos pero no lo dije solo lo pensé. Llegamos cerca de un desvió en Sayán, estaba molesto, fastidiado, y con miedo de estar en medio de la nada. La necesidad me ha convertido en un experto “tira dedo”, y luego de muchos intentos y casi haber perdido las esperanzas se detuvo un carro cuatro por cuatro, que nos pregunto de donde éramos, Lima dijimos, él también, nos comento que se iba hasta Cajamarca, pero era casi seguro que esa noche pernoctaríamos en Chimbote. William se comporto como un ángel de la guardia, era de tez moreno, sin cabello, gordito, alto, fanático de Arena Hash pero sobre todo de Pedro Suarez Vertiz. Además, nos conto aspecto tristes y nostálgicos de su vida, sus tres divorcios, el fallecimiento de su padre, y lo bien que se llevaba con sus cuatro hijas. Yo por mi parte le conté el verdadero motivo de mi viaje: Ella, a lo que él me contesto: Dale tiempo, y búscala, veras que el tiempo me dará la razón. Al llegar nos invito un pollo a la brasa, debe ser la comida más rica que he probado en días. Pagamos la habitación de un hotel a medias. Esta noche dormiré bajo un techo pero en el piso, luego de darme un buen duchazo. Miguel y Salomé dormirán juntos en una cama, William dormirá en la cama solo, y aprovecho el tiempo que me queda para poder escribir. Mañana partiremos a Trujillo la ciudad de la eterna primavera.

Él sol penetra por las ventanas, y sabemos que es hora de partir, William arregla sus cosas nosotros también, nos lavamos la cara, y cogemos nuestras costas. Subimos al carro de y empezó el recorrido, nos despedíamos de Chimbote y su gente. La carreta cambiaba de paisaje y el calor era cada vez más insoportable. Casi dos horas y media, los paneles publicitarios anunciaban que estábamos a las afueras de Trujillo, William compro un diario local,” La hora” que mencionaba de que los mercenarios causaban terror y perjudicaban el peligro en aquella ciudad. Cuando llegamos la ciudad me embrujo por su encanto, sus calles, su arquitectura y sus chicas. Era la segunda vez que pisaba aquella ciudad, la primera fue en el 2006. Aunque esa ya es otra historia. Desayunamos un extraño y típico plato regional: Tallarines, ceviche y huancaína. Barriga llena corazón contento, emprendimos nuevamente rumbo, Cajamarca era el próximo destino. William era un excelente conductor y se convirtió en un amigo, hablamos mucho durante el trayecto, parado cada vez que algún paisaje nos seducía para fotografiarla. Me ofreció su casaca cuando me bajo la presión a ir subiendo por las montañas, me costaba respirar al pasar por Choten, un pueblo a las afueras de Cajamarca. El cielo era despegado, inmenso, infinito. A nuestra llegada a Cajamarca, dos horas después nos emprendió la tristeza de tener que despedirnos de William, que pidió que hablase de él, si alguna vez publicaba algo con respecto a este viaje. Cajamarca nos recibía con un cálido sol y brisa serrana.

Continuara…




4 comentarios:

  1. Me he divertido con el post, fácil y Reiner tiene razón.

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  2. quecurioso esa frase me estuvo dando vueltasen lacabezay ahoraque entro a tu post laencuentro
    'todo lo que haga sera insignificante, pero es necesario que lo haga'

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  3. cuando va scribir reii? creo q desde enero nada. MAL

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Aunque sea una carita feliz... )=D