miércoles, 16 de mayo de 2012

Los besos en el Kekos

Imagen por Chibelle
Él es un hombre derrotado. Lo abarca una soledad tan concurrida como mil rostros de ella desvaneciéndose entre las sombras, sombras que crea de sí mismo al pasar por los faroles de neón. Tiene el cabello desordenado, la nariz tapada y los ojos enrojecidos de impotencia. Camina contra el viento con su pantalón ligeramente mojado de cerveza. Sus pies son livianos y sus pasos largos como si deseara escapar de todos pero no de su tristeza. Se lleva las manos a los bolsillo, aunque no sabe exactamente lo que busca y quizás ya se haya perdido junto con su vergüenza unas cuadras atrás en el Kekos Bar.

Él suele ser alguien nervioso, tímido, más ligero que una pluma y casi siempre vive en el aire. De humor voluble, camleónico, amante del movimiento y los espacios abiertos. Es un comediante que se burla de todos y de todo, pero con más severidad de sí mismo. Hábil, pícaro, malicioso y, en consecuencia, inestable.

Su vida está marcada por impulsos sucesivos y pasiones desordenadas. Siempre buscando un presente tan intenso como maravilloso en lo posible. Ha dado a parar como muchos otros en el Kekos. Alguna caerá, piensa, pues cree que los dos soles que se encontró en el camino al bar le aseguran algo más que suerte. Esa noche se reunieron casi todos los estudiantes de Comunicaciones, dado que el nombre de dicho evento era “Yo también soy Facu”. Pero a él lo trae delirando una risueña chica publicista, que pasará su primera noche reunida con la facultad que recién ha pisado este año.

Quizás lo que le atrae de ella es esa alegría embriagante, vivaz. Esa personalidad simpática, arrolladora pero poco sensual. Su pasión por lo desconocido y que sea la única chica con la que no sabe qué decir o cómo actuar. De belleza no exagerada que parten de sus imperfecciones, a pesar de que para él es perfecta, o casi. Sin embargo, al mismo tiempo aun no está dispuesto a renunciar a su libertad, tan suya como la de nadie.

Se ha situado en una esquina del local, donde los estudiantes de periodismo levantan las primeras cervezas, los vasos chocan unos con otros. Han aislado dos mesas juntas que hacen las veces de trinchera al grupete de estudiantes. Unos hablan de política, dos de arte surrealista, otro le recita en la oreja poemaco que aprendió en el camino para conquistar a su “cachimba” (la más pedida tiene nombre de ave). Mientras el grupo más grande no habla sino que emula cantos alegóricos hacia la carrera que representan. ¡Periodismo, periodismo, periodismo! ¡La hinchada que nunca fallará!

Fue en medio de esas vivas que entré al Kekos. El ambiente era festivo y bastante embriagador, siento que he llegado tarde. He tenido que pagar algo más, dado que yo no soy de periodismo, de la facultad, ni de la universidad. sólo soy un chico confundido que ha tenido el buen gusto de mandar al diablo la universidad y verse forzado a estudiar cine en un instituto.

A pesar de eso, siento que soy uno más. Conozco a todos, o todos ellos me conocen a mí. Aunque no lo he dicho, siempre he querido estudiar ahí y ser uno de ellos. intenté ingresar dos veces, la primera no entré por vago, la segunda por dinero, el problema de siempre. Ahora saludo a todos y Adriana, una chica voluptuosa se acerca a abrazarme, las copas de más se le han subido a los pechos que parecen asfixiarse el uno a otro en ese escote. Me empujó hacia ellos y me dice que está feliz de verme. Que me quiere como mierda, y que no me ría que es verdad. Que no malinterprete las cosas que es sólo como amigos, y yo, soy feliz, aunque de reojo nos mira un chico de cabeza cuadrada que la pretende o sale con ella. En verdad no sé que le ha visto ella a él. Adriana me ha dicho que es redactor en el suplemento deportivo del desprestigiado diario decano que lo envía a cubrir los entrenamientos del Sporting Cristal.

Luego saludo a mi viejo amigo, el cachetón Javier, como le decimos de cariño. Me recibe con una palmada en la espalda y un vaso de cerveza, me dice algo entre dientes que no logro comprender, sólo muevo la cabeza en señal de aprobación. Creo que habla de ella, de aquella chica de consonante que sigue de la R y anterior a la T. su pequeña publicista que ha entrado al Kekos dando pequeños saltos de alegría, nos saludo y se pierde entre la gente. Ambos la seguimos con la mirada hasta que se encuentra con Magdalena, su mejor  amiga y confidente.

Converso con Tomás sobre los problemas que tiene el sport boys y el fútbol peruano. Él es un buen tipo, centrado y apasionado, no puede ocultar su simpatía por el cuadro rosado, más aun cuando hace un buen tiempo hace sus prácticas ahí. Su efusividad me contagia, me motiva mientras hacemos tediosas comparaciones con los años luz que nos llevan el Barcelona de Messi y el Madrid de Ronaldo.

Adriana regresa hacia mí. Necesita un amigo, alguien que la escuche, alguien que la vea como amigo, y no sólo como la chica bella que es. Debe ser la maldición de las chicas lindas, dicen.

Por otro lado, Magda pulula por todas las mesas de la fiesta dejando sola a su amiga. Cuenta los shots que bebe y grita un número exagerado cada vez que pasa por mi mesa. Es una mick Jagger pelirrojo tropezándose contra las sillas y dejándose abrazar por uno que otro extraño. La publicista de sonrisa alegre conversa con un chino obeso que le habla moviendo mucho sus manos, quizás le esté enseñando la técnica secreta del señor Mijagi, piensa celoso Javier, que, como un portero que forma su barrera antes de un tiro libre, cuida cada movimiento de esa chica desde su esquina. Adriana y yo le servimos de pared para observarla de lejos.

Me deshago sutilmente de Adriana. Ella ha bebido de más y mi cuarta copa empieza a hacer efecto. Es mejor disculparme para ir al baño antes de que salga herido por el cihco de cabeza cuadrada y sus secuaces. Ahora es Javier quien en otra oportunidad sería el hombre más feliz del mundo por el hecho de que Adriana lo abrace como su enamorado. Pero aquella noche no. Cuando está la publicista, todas las demás se anulan y le repelen. Es que ella es todas para mi amigo enamorado.

El cinco de cabeza cuadrada se la lleva. Javier y yo nos quedamos con la impresión de que no la dejamos en buenas manos. Cuando Magda grita “¡voy 18! ¡18 secos!”. Nos saluda de nuevo y nos da un fuerte abrazo, nos enseña su delgado pero fuerte bíceps producto de arduas horas en el gimnasio. Un chico de polo verde la llama y se despide de nosotros, le sirve un vaso lleno de cerveza cuando en el grupo empiezan a corear el seco, seco, seco. Magda no pone resistencia, parece gustarle ser el centro de atención aquella noche. Parece que quiere morir.

A espaldas mías, un tipo baila con la publicista, la toma por la cintura, la estruja con sus brazos y trata de besarla pero no lo logra, ella se resiste aunque no se aleja. Él mismo tipo arremete contra ella, intenta hacerlo de nuevo hasta que lo logra. Me doy cuenta a tiempo; sin embargo, me quedo inmóvil, no sé qué hacer. Así que le toco el hombro a Javier quien conversa con Tomás. Lo llamo a un costado, le señalo sutilmente la escena que no quiere mirar, en el fondo piensa que si es ella quien quiere besarlo a él, es libre de hacerlo. Se equivoca, le pregunto que si no va a hacer nada. Me detiene y va al rescate de ella como sólo Quijote lo haría por Dulcinea del Toboso.

Ella desaparece de la imagen. Javier se ha quedado conversando con aquel agresor, veo que se toman unas copas, brindan entre colegas, mientras que la pequeña publicista es abordada por un nuevo galán de la misma carrera que ella. Me siento en una de las mesas y observo el mundo desde ahí. Las risas, los besos, las confesiones y Javier abrazado al que minutos atrás era su enemigo. La pequeña publicista me abraza, me pide que la cuide, que se encuentra algo mareada. Me siento comprometido a cuidarla. No quiero que nadie se aproveche de su estado pero no me atrevo a decirle que es mejor embarcarla en un taxi camino a su casa. Antes de que pueda decir algo se pierde entre la multitud. Tampoco observo a Javier, así que me quedo tomando unas cervezas con otros periodistas.

Javier sostiene a la publicista contra la pared. La siente frágil, indefensa, más linda que de costumbre. Tiene la cara roja, signo de haberse pasado de copas. Sus poses de niña que los sacan de quicio y le encantan. Para qué me has traído aquí, le pregunta ella; y él, para cuidarte. Para que tomes algo de aire y pedirte que dejes de tomar tanto; y ella, por qué siempre haces esto, por qué siempre tratas de cuidarme, hasta cuando vas a seguir con esto; y él la interrumpe y dice, a mí también me gustaría saberlo, me gustaría que no me importes tanto. Pero no puedo o, peor, no quiero. Ambos están en silencio. Él la besa y ella lo abraza. Antes de entrar al loca, él le promete dejarla en la puerta de su casa. Aunque sabe que mañana no se acordará de nada. Ella solo atina a sonreírle. Una vez dentro, cada uno se va por su lado, como siempre.

Yo hago mi juego aparte. Converso con una cándida morena de nuestros amigos en común. Cuando Javier entra confundido y buscando a su publicista. Me acerco hacia él para preguntarle a quién busca, y él,  a nadie. Bueno a Magda. Y es que Magda ha bebido de más, es increíble cómo puede estar de pie. Entonces comprendo todo. Javier quiere convencer a Magda de dejarla en su casa, para asaí poder dejar a su amiga también. no obstante, no creo que lo logre. Magda es tan necia con él, mientras más pugne por llevarla a casa más fuerte será su coraje por quedarse.

Fue entonces que Javier empezó a perder algo más que su vergüenza. Le enseña la hora a Magda, le recuerda sus clases de Diagramación por la mañana y a ella no parece importarle. Pero has visto cómo estás, arremete Javier; y ella, a ti qué te importa; y él, Magda sólo trato de cuidarte como siempre; y ella, no te hagas el pendejo conmigo. Dime dónde está mi amiga, pendejo, dónde chucha está. La escena es patética, ambos embriagados buscando a la misma persona.

He visto salir a la pequeña publicista, con “Chito”, un tipo poco agraciado que se ha mostrado más que cariñoso con ella. Ambos se conocen desde Generales. En mi función de escudero y amigo, les pregunté a dónde iban, ella entre risas me dijo a buscar una licorería. Tonto e ingenuo les creí.

Magda y Javier y yo estamos en la puerta del Kekos esperando a la pequeña pblicista. Ha llegado hasta opidos de Magda que se fue con Chito a buscar más alcohol. Grita eufórica. Mientras Javier hace lo propio e intenta desesperadamente llamarla, hasta dejarle un penoso mensaje de voz.

Javier discute con Magda, como nunca antes ni después lo han hecho. Ninguno entiende razones, Magda es libre de quedarse, pienso. Pero el problema está en que su amiga se quedará a dormir con ella, en su casa. Javier déjame en paz, grita Magda; y él sólo quiero que estés bien. Mira la verdad no me importa, sólo quiero que ella esté bien, es todo; y ella, ¡no sé que tiene en la cabeza para quitarse con Chito que es un feo de mierda, y no te hagas ilusiones que tú también lo eres! ¡Nadie te quiere!, entiende.

Las discusiones terminaron cuando la publicista apareció en escena. Magda la llevó a un costado, se dijeron algunas cosas y Javier fue detrás de ella como pidiéndole explicaciones. Magda lo botó con los mismos gritos y él se rehusaba a hacerlo. Intervení para calmarlo y pedirle que ambas terminen de conversar. Los brazos largos de Javier me empujan, no sabe lo que hace. está cegado, ebrio y enamorado, lo cual es una combinación mortal.

Ambas se despiden de mí con un beso en la mejilla. Y entran nuevamente al Kekos al que también entra Javier. Quizás sea hora de irme. No puedo hacer nada. Nadie entiende razones. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Pero siento que no puedo abandonar a mi amigo, al cual siempre he cuidado en sus borracheras, esperando que él haga lo mismo por mí.

Javier va detrás de Magda y su amiga; pero, un gigante obeso le restringe el camino, es el asqueroso gordo renato. Las chicas se han escondido en el baño del bar. Le pido a Javier marcharnos antes de complicar las cosas. No entiende. Me dice que tan solo se irá cuando ella, la chica de su sueños, le pida que se vaya. Por lo poco que la conozco ella no lo hará. En todo caso, Magda hablará por ella, le digo. Javier no entiende.

Cuando las chicas ssalen del baño. Es sólo para refugiarse en otro grupo. Pero tomo del hombro sutilmente a la publicista, le digo que mi amigo no se irá hasta que ella lo decida y que yo me iré con él. Para irnos todos, sólo espero que ella se despida de él. Pero no lo hace, sólo sonríe. Y es quizás por un milagro que Javier acepta su derrota y salimos del lugar.

Camina muy rápido, tanto que no logro alcanzarlo, quizás quiere caminar solo hasta su casa. Si él está triste no puede esperar al mundo. Tal vez quiere escaparse de él, que nadie lo vea. El problema de estar enamorado de la chica de tus sueño, es que se convierten en personas reales, le digo cuando lo alcanzo. Él me dice que sería un buen guión para una película, y yo le digo que mejor para un corto, y él se ríe.

Suena el celular, es Sofía. Dice que me espera en un concierto en el Centro de Lima, miro a Javier, antes de proponerle juntarnos con ella en el Zela, pienso si a mí esa noche podrá pasarme lo mismo que a él.

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Esta historia en una canción.

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