Por ellas se va con la policía a la felicidad
Martín Adán
–Qué pasa, jefe. Casi
me revienta la luna.
–Cómo que qué pasa. Un
vecino ha llamado a quejarse de lo que está haciendo.
–Jefe, qué dice, solo
nos estamos abrazando.
–Lo he visto en una
posición faltosa.
–Y eso cómo es.
–Usted estaba encima
de la señorita, señor. ¡Deme sus documentos!
–Y a quién le voy a
entregar mis documentos.
–Cómo dice.
–Usted cómo se llama.
–Baldomero Ingaruca,
señor, Teniente Segundo.
–Está bien, tome.
–Carnet universitario
no quiero. En ese sentido, deme brevete y DNI.
–Le doy mi brevete,
pero que conste que no me agarró manejando el auto.
–Igual tengo que
identificarlo, señor.
–Aquí tiene mi DNI.
– ¡A ver sus documentos
de ella!
–Para qué quiere
saber, el carro es mío.
–Quiero saber su
identificación.
–Ella no ha hecho
nada.
–Yo tengo mi derecho
de preguntar, señor, soy policía. ¿Dónde vive la señorita?
– ¿Qué?, señor, esas
preguntas no vienen al caso.
– ¡Vamos a ir a
contarle a su madre lo que está haciendo!
-Así es, Tufino,
¡fíjese que es su cuero!
-¡Ah carambas!, y por
qué no se la lleva a un telo.
-Oficial, hable bien.
-Mira, jovencito, los
vamos a llevar a la comisaría para que declare y asunto arreglado.
-Así es, señor,
maneje su auto y acompáñenos.
-Policía, no he hecho
nada, deme mis documentos.
-¡Está en la vía
pública haciendo cochinadas!
-¡Cuál vía pública,
estoy dentro del auto!
-¡El auto está en la
calle! y este no es horario para menores.
-(…). Usted sabe que
no he hecho nada malo.
-¡Cómo que no! Ha
estado en actos inmorales, de baja pasión con la señorita.
-Eran unos abrazitos,
no me venga.
-Abrazito es lo que le vamos a contar a la mamá de la chica.
-¿Usted no abraza a
las mujeres, mi teniente?
-A mí solo me abraza
mi mujer y mi vecina.
-¿Tienes algún
documento, Pajarito?
-No le daré nada.
-Sólo es para que se
vayan.
-¿Qué van a hacer con
mi documento?
-Lo van a chequear.
-Y para qué, no he
hecho nada flagrante.
-¡Jovencita, voy a
consultar su identidad a la base nomás!
-Sí, solo comprueba
tu nombre y ya se van.
–Policía, yo no soy
menor de edad por si acaso.
– ¿Qué dijo, señorita?
–Que dice que ya es
mayor de edad.
–Eso no lo sabré
hasta que me dé su documento.
–No sea chistoso,
teniente.
–A propósito, ¿cómo
se llama la señorita?
–Qué le importa. ¿Por
qué tiene que preguntar eso?
–En ese sentido,
síganos a la comisaría.
–Puta madre, los
pendejos quieren plata.
–No les pagues nada.
Y yo no les voy a dar mi DNI.
–Con tu número sólo llaman
a la Reniec.
–Ni lo digas, no van
a saber quién soy.
– ¡A VER, QUIÉN ES LA
SEÑORITA!
– ¡No se pase,
Oficial!, por qué alumbra a la cara. Quite su linterna.
– ¡Tengo que verla
para verificar su foto en el sistema!
–Jefe, ya le traje el
DNI, verifique su nombre.
–Y cómo se llama.
–Para qué le voy a
decir, usted verifíquelo.
–No, jovencito, muy
tarde. ¡Usted nos va a acompañar a hacer un atestado a la comisaría!
– ¿Quéee? No puedo.
–En ese sentido,
usted debió haber pensado bien lo que hacía.
–Jefe, ya nos íbamos
a ir.
–Si usted hubiera
sido más caleta, la llevaba más adelante, al árbol, ahí nadie lo ve.
–Sí, la próxima, lo
prometo.
–A nosotros nos ha llamado
una vecina de por acá que los ha visto.
–Jefe, juro
solemnemente...
–Averaver, pásese
allá a hacer su juramento con el oficial.
– ¿Y usted a qué se
dedica, jovencito?
–Yo soy p...,
comunicador.
–Comunicador... Y no
se comunica bien.
–JA JA JA.
–Le estoy explicando,
jefe.
–Me refiero a su
novia.
–Qué tiene ella.
–No se comunica bien
con ella.
–Cómo sabe, jefe.
Ella me dice lo mismo.
– ¡Porque si no se la
hubiera llevado al hotel!
–No, oficial Tufino,
no diga eso.
– ¿Acaso está aguja?,
en mis tiempos era así...
–No llevamos saliendo
ni una semana.
–Una semana, ¿y
todavía no clava?
–Yo veo que ahí me
voy a demorar seis meses, mi teniente.
–Cuando yo tenía
veinte años, no le miento...
– ¿Cómo hacía usted?,
aconséjeme.
–Salía del cuartel. Fin
de semana. Y mi costilla me esperaba
en la puerta del cine.
–No, oficial, es muy
aburrido el cine, la verdad.
–Cómo que aburrido.
–Las películas de la
cartelera son enlatados.
–Yo la llevaba al
cine a las dos de la tarde. Tomaba un buen almuerzo y salíamos toda la tarde y
a las 7 de la noche entrábamos a la discoteca.
– ¿A cuál discoteca,
señor?
–Allá, una por
Orrantia.
–Pero yo tengo carro
pues, señor. Bueno, es de mi viejo.
–Pero sáquela a
pasear.
–Con este frío la
mato, jefe. Pero siga su historia, lo interrumpí. ¿A qué hotel la llevaba?
– ¡Naaada!
– ¿Entonces?
–En la discoteca
nomás, de allí no la dejaba salir.
–Temo que así no son
mis métodos, oficial Tufino.
–Oiga señor, una cosa
es la táctica y otra muy distinta la estrategia.
–Jefe, sin querer ha
citado a un poeta uruguayo que me gusta.
–Qué poetas, hombre,
a las mujeres no les gusta el palabrerío. Quieren hechos y no huevadas. Quieren
que los goles que metamos se los dediquemos a ellas. Las copas también. Usted
me entiende. Todo es para ellas. Es el deshueve, amigo.
–De todas maneras,
oficial. Yo siempre digo los versos al oído izquierdo y...
– ¡No me joda!, ¡voy
a fusilar a todos los poetas antes del amanecer, carajo!
–Me cuadro, jefe.
–Siga lo que le digo
si quiere tenerla con usted mañana más tarde.
– ¿Mañana? No, jefe.
Ella se va a ir.
–A dónde.
–No sé. Ella me lo ha
dicho. No está hecha para esta ciudad, este país.
–Déjese de excusas.
Usted use la táctica para besarla hoy, pero la estrategia si la quiere besar
mañana.
–Nunca mejor
explicado, jefe.
–Y para qué la trae
acá.
–Es un barrio
tranquilo. Oficial, hemos estado diez minutos y ustedes han llegado.
–Aquí dice que usted
vive en Pueblo Libre.
–Sí, por la Brasil.
–Y qué hace acá.
–Porque aquí vive mi
chica, jefe.
– ¿Dónde?
–Aquí a la vuelta, en
la Residencial.
–Pero allá tiene estacionamientos
libres, por qué viene a otro barrio.
–Porque nos puede ver
su hermano, oficial.
–Usted quiere pasar
por agua tibia con la familia, señor.
–No lo había pensado,
sólo nos gusta ir a lugares nuevos, jefe.
–Y por qué está con
ella.
–Porque no estoy con
otra.
–No se haga el gracioso
que no da risa.
–Qué quiere que le
diga, señor.
– ¿Es mayor de edad?
–Ella misma le ha
dicho que sí.
–Y por qué está con
ella.
– ¿Otra vez?
–Responda.
–Jefe, si la viera
sonreír me entendería.
–Ah carajo, poeta me
saliste.
–Unos toques, jefe.
–Bueno, cada loco con
su tema. Ingaruca, ¿encuentra algo más?
–Parece que está limpio,
oficial.
–Mire bien, policía,
no tengo antecedentes, ni una sola papeleta.
–Por ahora.
–Ustedes no me pueden
poner papeleta porque el carro ha estado parado.
–Igual nos va a tener
que acompañar a la casa de la señorita, señor.
–A su mamá le voy a
decir su hija ha estado... ¡montada en el joven!, ¡y chapando! y que me dé los
documentos de la señorita.
–Oficial, no me venga
pues.
– ¿Cómo dice?
–Si a usted le
pasara, Dios no quiera, que un policía le diga que su hija estuvo con un tipo
y...
–Ah, ni lo digas, ¡yo
le parto las piernas al gaznápiro ese!
–Y ¿por qué quiere
hacer eso con mi chica?
–Porque están en
actos inmorales.
–La estaba abrazando,
ya le dije.
–No sea cínico. Si no
quiere, igual vamos a estar cuatro horas en la base para confirmar el nombre de
la susodicha.
–Jefe, no tenemos su
tiempo, la verdad.
–Vamos a la casa de
ella entonces.
–No puedo colaborar de
esa forma, jefes.
–En ese sentido,
colaborará con el pollo.
–Qué pollo.
–A ver, se llama
Javier, ¿no?
–Sí.
–Vamos a resolver
esto, Javier.
–Dígame, jefe, a
cuánto la porción.
–Usted dirá, amigo.
Cáigase que somos varias bocas en la comica.
–Mire, ya le dije que
estoy aguja. Si no, estaría en un telo.
–Váyase a 28 de
julio, jovencito, por el Ministerio, hay unos baratazos.
–Desconozco, señor.
Más bien vaya cobrándose…
– ¡Baje eso!, no me
saque la billetera en la cara.
–Pero le voy a pagar.
–Tenga sangre en la
cara, jovencito.
–Disculpe mi torpeza,
oficial.
– ¡Oiga, a dónde va!
–A mi auto, saco el
billete y se lo traigo.
–Quédese y sea discreto
nomás.
–Cómo haríamos, jefe.
Sólo tengo para una porción.
–Tome su carnet (ponga
ahí el dinero).
–Qué inteligente,
jefe.
–Mire, así uno no se
hace problemas. Y seguimos nuestro camino, le decimos a la Base que no había
nadie en el auto denunciado.
–Gracias, señores.
Más bien, quisiera pedir la parte pierna.
– ¿De qué?
–De la pollada.
–Qué pollada.
–La que le he
comprado. Y póngale doble de papa frita.
–Para qué, si ella no
quiere papa, ella quiere su chorizo con harta mayonesa.
–Ja ja ja. Gracias por
sus consejos, jefe.
–Le voy a decir algo
antes que se vaya, la vecina de atrás es la que ha llamado. No vaya a voltear
nomás.
–Claro que no.
–Bueno, vaya con
cuidado que a veces roban por acá.
–Gracias, oficiales.
Un gusto habernos hecho amigos.
–La Policía Nacional
siempre está para proteger al ciudadano.
–Qué te dijo.
–Son unos malditos.
Sabía que querían plata.
–Y cómo zafaste.
–Tuve que darles.
Caballero.
– (Carita de
sorpresa).
–Había leído que los
policías vendían rifas que no existen.
–No me digas...
–Sí, pero pedirme
para una pollada ya es el colmo.
–Mi abuelo decía que
la coima es una institución en el Perú.
–Sí, pero nunca me
había pasado esto.
– ¡A mí tampoco!
–He coimeado antes,
pero no por tener el auto apagado.
–Te vieron la cara...
Mi mamá me llamó.
–No jodas, ¿sabe que
estás conmigo?
–Sí. Pero no sabe las
circunstancias.
–Los únicos que la
saben son los policías.
–Sabes lo que eso
significa.
– ¿Qué?
–Que debemos
desaparecerlos.
–Escribiré sobre
ellos, así es como mato mis demonios. ¿Y qué dijo tu madre?
–Justo me advirtió
que nos podía parar la policía.
–Dio en el clavo,
mamá sabe mejor.
–Es que ella también
ha sido joven. Y qué más te dijeron los policías.
–Me estuvieron dando
consejos sobre ti.
–No te creo. ¿Como
qué?
–Cosas tranquilas.
Que vayamos al cine y a la discoteca luego.
–Ja, ja, ja, ja.
–Dijeron algunas
obscenidades, la verdad.
–Me habrás defendido,
supongo.
–Por supuesto.
Felizmente, los precios habrán subido, pero la coima en el Perú sigue valiendo
diez soles, Pajarito.
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Esta historia en una
canción
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[ MANIFIESTO. HOY lunes 22 de julio a las 6 PM // #TomaLaCalle // #22J // todos están "invitados" a luchar con su voz por una política decente, hecha de ideas Y NO DE REPARTIJAS, de conveniencias partidarias, de firmas bajo el tapete, de corrupción, de pura mierda. Que la Plaza San Martín sea testigo de nuestra indignación contra los congresistas/otorongos/lagartijas que NO REPRESENTAN A NADIE.
No te duermas, alza tu VOZ. Que esta tarde ni los besos nos callen. ]
Difundir: La calle es nuestra. ¡Recuperemos el Congreso!
17 de julio, Plaza San Martín. Foto: Colectivo Dignidad. |
Que risa, no he parado de reirme a carcajadas desde mi trabajo. Ya era que volvieran a escribir.
ResponderEliminarGastón.
Me haz reir.
ResponderEliminarFavi
RESPUESTAS
ResponderEliminarHola Gastón, trataremos de no retrasarnos con los posts. Algunas obligaciones nos mantienen alejados de esta bitácora pero nos las arreglaremos. Saludos!
Gracias, Favi. El post es la mitad de quien lo escribe, la mitad de quien lo siente. SAludos!
pD. Ahora estamos en Twitter ( @reii_javier )
Lo leo y no lo creo...
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