Escrito por Porroberto
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A diferencia de muchos, aquí desnudo confieso que no quiero irme de Lima: la bella, la provinciana, la incomprensible, la horrible, la chola power, la gris, la brichera, la emperatriz, la indomable, la Babilonia de Sudamérica. Desde mi ventana puedo observarla levantarse sobre mí, sobre mis ojos, se eleva, y yo, desde mi cama, con un porro recién armado, aspirándolo, golpeándolo, atorándome, fumando. Tengo el tiempo contado: cuatro días, 12 horas, 28 segundos, y un asunto pendiente con forma de mujer.
Mis deseos y anhelos cruzan el humo; mis recuerdos y tristezas se pierden allí mismo. Como el avión que irrumpe por la ventana, pronto estaré así, volando, y habrá aviso de turbulencia.
Su nombre de origen egipcio cuya raíz etimológica significa “maravillosa” se cola nuevamente en mis recuerdos por una azarosa canción de mi radio prendida: Shanny, chinita popular de la República de mi corazón. Las cosas no pueden apagarse, no ahora, no nunca. El vodka ruso se fermenta en mi boca mientras le doy vueltas al problema que nos concierne, más allá de mi viaje en pocos días, ahora horas.
Hurgo entre mis cajones, hallo tu foto y me duermo. Duermo despierto, no distingo la realidad de la fantasía. Sueño con la foto, el momento en que es tomada, los dos regados en el pasto de la Universidad, antes que probaras de mí, cuando estabas en desventaja, porque es cierto que si de probar se trata, encontré más en el aroma del abismo de tus pechos que tú en el pútrido entrecierre de mis dedos con olor a hierba, a coca mal habida.
Discutíamos por algo, lo recuerdas, seguro que sí. Apenas nombraste esa fiesta satánica, no lo niego, encendiste una chispa de esperanza en mí, pequeña, sumisa, dependiente de las disposiciones de tus labios, esos mismos que se cerraron impenitentes y quizá para siempre al hablar de aquel insecto que te hizo daño sin esperar a que sea pronto. Yo deseaba ir, que me invites, gritar, saltar, no me importaba si invocaban al diablo en sus canciones, yo estaría allí, para dar mi sangre, para protegerte. Pero no lo hiciste, me miraste, te diste cuenta de mi disgusto. No todo lo tenemos que hacer juntos, me dijiste, tienes razón resolví, siempre haces lo que quieres, eso me queda claro, y tú, no te molestes, me besaste la cara, cogiste tu cámara y nos tomaste esta foto que tengo en mis manos a la que le están cayendo cenizas.
El timbre suena con esa chirriante melodía que siempre me prometí cambiar y nunca lo hice. Miro el reloj, mi viaje se acerca y tú también. Me paro de prisa, apago el porro con la suela de mis sandalias. Apenas me pongo el short y avanzo sacudiendo mi cabeza. Tú, Shanny, no lo creo, estás parada en el umbral de mi residencia; pienso si acaso no te llamé con mis pensamientos. Dudo de tu presencia en mis narices espolvoreadas con coca, la misma que me pregunta si eres tú, la misma que habla y no deja dudas: debo ir por ti.
-Sabes que me da miedo esta calle y me dejas esperando –dices.
El nerviosismo de las horas pasar sólo permiten reírme de tus fachas mientras te abalanzas sobre mí para pegarme un sonoro beso por las semanas que no nos vimos, y los años que no nos veremos. Has estado fumando dices. Adivinaste, pienso, este estado alarga mis risas y estas sonrisas sólo apañan el recorrido de mi mirada por la selva de tu cuerpo que, te confieso, me antoja un porro bien armado combinado con unos buenos tiros y pastillas para dormir para siempre sumergidas en mi Stolichnaya ruso de toda la vida y de la primera muerte a la que me encomendaste muy suavemente cuando no me aceptaste como tu amante favorito.
El tiempo se me acaba, puedo escuchar el giro de las poderosas turbinas del avión privado que en cualquier momento estacionará en mi jardín para arrancarme como una planta de este país, donde dicho sea de paso, las plantas son más baratas que en cualquier otro. Pienso que si el próximo presidente se aviva y legaliza las drogas, sólo en impuestos se llevará un buen tajo por la coca maravillosa de esta tierra. Mi maravillosa coca, mi Shanny Coca.
Te sientas en los sillones de mi sala. No eres la misma que antes pedía llorando que abandone las drogas, te siento más calmada, dominante de la situación, puedes elegir las canciones, los discos que quieras, te digo. Ya que en pocos minutos partirás, te daré gusto, Porrobert, dices y pones Bunbury, al que tú llamas graciosamente “Bugsbunny”.
Las letras, no te lo digo, son un mensaje oculto varado entre la certeza de mi viaje y la rareza de tu cariño, que a pesar de mí, me he ganado. Terminada esa canción, encuentras los discos que abandoné bajo mi chimenea: Circo Beat, La Lengua Popular, Ænema, The Queen is dead, Sam´s
Town, Siame Dream, Mind Games y el que más te llamo la atención fue “The Wall”, prendes la radio, colocas una de la canciones y empiezas a ser poseída por quien yo llamo el Dios de la Coca, quien sí está entre nosotros y anuncia mi pronta partida.
Las agujas del reloj son cada vez más rápidas, rebotan en mi cráneo con más fuerza cada vez, el movimiento lento de tu cuerpo, los guiños de tu cintura, la amalgama de tus hombros con tus cabellos, el orden giratorio de tus pechos apretados por tus manos, el líquido deslizando tu cuello, la independencia con que muestras tu sensualidad endurecen mis ganas de retirarme del lugar y pegarme un viaje yo solo, encerrado en mi baño.
Por eso acallo palabras, retozo pellejos no circuncidados, estiro mi estómago, exhalo, te nombro, pienso en otra, en todas a la vez, me cubre mi nuevo refugio de blancas mayólicas y luces frías, por fin llego al momento y lugar donde tus cadenas no funcionan, Shanny, donde tu recuerdo no avanza, sólo se mezcla con mil hembras más. El solo hecho de escucharte a una pared de distancia hace que libere mis sensaciones más bajas en ese territorio donde soy el juez para un único culpable: yo.
Al volver a la sala, más tranquilo, pasado el temblor, pienso informarle que es mejor que se vaya, podría perder mi vuelo si seguimos en el juego de siempre que no me lleva a nada, cometido que debo lograr antes que se pase el efecto de la masturbación que anula el deseo de poseer chicas por unos minutos breves.
Para mi sorpresa, ya no está moviéndose en mi sala, ¡huyó al dormitorio! Me espera con los pechos descubiertos, dedos enterrados en las piernas, está de bocas abajo, ¡y ahora me está mirando!, me acerco a mi cama. Me llama, me seduce, no acepto, le pido que se vista, que no haga berrinches, no me hace caso y me apapacha en ella. Mete sus brazos en mi almohada y se topa con nuestra foto abrazados y me pregunta qué hacía con ella. Yo le respondo pensando en ti y pienso en cómo voltearte el juego.
Ella deja de cabalgar, me mira con ojos inquisidores y me dice Robe no quiero que te hagas ilusiones, no quiero estar con nadie y no quiero hacerte daño, somos amigos nada más, sin reclamos, sin preguntas ni respuestas, no nos pertenecemos, estamos prestados, ¿qué te parece?,
que eres la más ingenua del mundo, pienso. Grave error el de ella, el polvo solitario de hace minutos me mantiene tranquilo.
La miro fijo y le digo, Shanny mi vuelo sale en minutos, solo quiero decirte que no te llamaré más, me voy por un corto tiempo que significará mucho para nosotros, no quiero saber más de ti, me haces mal. Shanny me mira y me dice que no debí llamarla para ser así de áspero con ella. Seguramente se ha enfurecido conmigo, se pone de pie, se abotona la blusa, se arregla el cabello, y antes de marcharse me dice ¿como amigos?, respondo que así nos queremos más y nos lastimamos menos, y se va, cierra la puerta, mientras veo su sombra por mi ventana.
Despedir contra mi voluntad a Shanny ha sido un trago amargo, sin duda; la coca y la marihuana están regadas, quisiera poder llevármela toda a mi viaje. El último alboroto ha hecho que las olvide. Inmediatamente las recojo y aspiro unas líneas ayudado por el pasaporte que los gringos sellarán pronto. Tomo conciencia de los segundos que faltan para estar a miles de millas de aquí.
Vuelve a mi cabeza la idea de extrañarla, el desgobierno vuelve a apoderarse de mí. Ahora quiero ir tras ella, las piernas me lo gritaban, el corazón me exigía pero la razón me lo impedía.
Marco los nueve números de su celular pero no me atrevo a enviar la llamada. Un campanazo activa el altavoz del aeropuerto, pienso que anunciará que perdí el juego y no pude ser tan malo, o lo fui sin mucho éxito. A cambio anuncia que mi vuelo a Miami se ha cancelado. ¿Acaso hace mal tiempo?, ¿el piloto está enfermo?, ¿alguna amenaza de bomba, señorita? Le pregunto a la mujer que me atiende metida en pantis azules. Señorita, entienda, no me queda tiempo, debo tomar ese vuelo, le reclamo, a qué se deben estas poses para nada limeñas de cancelar vuelos a última hora, ¿cuándo se ha cancelado un vuelo en Lima? ¡Dejen de joder, atrás, abran paso!
Ingreso a una habitación, estoy solo, la puerta se cierra de golpe, aparecen dos forzudos muchachos. Uno se hace llamar Teni y el otro Reii, uno me cogotea y el otro me taclea. Luego me piden documentos. Ante mi negativa, revisan mi mochila y encuentran los envoltorios donde escondí lo poco de coca y hierba que pude coger. Te ha delatado, Porrobert, ella te ha delatado, estás perdido. Me asusta la posibilidad que sea Shanny quien haya querido vengarse delatando mis vicios a las autoridades. ¡No puedo soportar que sea Shanny!, mas sí puedo entender que sea una mujer quien me jodió, pues abro los ojos y ¡ella está mirándo la paliza de la que soy presa!
Ahora creo que el verdadero viaje fue el que ella hizo para no volverme a ver.
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Dibujo por @olga dfacto
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jajaja me sigue pareciendo comica la imagen que tienen de mi. me gusto el personaje, en el fondo se parece un poco al verdadero porroberto :D
ResponderEliminarMe he cagdo de risa, muy bueno porrobet :D
ResponderEliminarEl estilo es buenaaaso!
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