Escrito por RJ
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Mirar fijamente los espacios entre las vigas del techo no ayuda a dormir, mucho menos el querer solucionar (mentalmente) mis problemas pasados. No me percataba aún de la hora y no lo haría por un buen rato. Había sido un día un tanto extraño, accidentado y porque no decirlo “calenturiento”; después de una típica reunión familiar, de esas a las que nunca asisto pero a la cual me ancló mi madre al hacerla en mi casa, me senté un rato frente a la compu a ver el Messenger y otras cosas más.
Tarde ya y con los dedos algo cansados, entablé conversación con uno de mis contactos menos pensados, una buena “amiga mía” de tiempo atrás, que conocí por ahí, por mera casualidad. Creí que todo no pasaría de un “hola” y “chau”, cuando de pronto el tema se volvió un tanto incomodo, eso sucede cuando de amigos pasan a “patas” y de ahí a amigos con derechos y de ahí no sé qué más fuimos, me tuve que encontrar con el típico ¿te acuerdas cuando? Aguanté varias tandas, pero ya íbamos llegando al tema.
Ella comenzó preguntando ¿cómo te fue con tu ex?, ¿por qué terminaron si se veían tan bien?, eran las típicas preguntas “cojudas” de una chica cuando te quiere sacar información respecto a la ruptura, y eso que solo nos vio una vez caminando por la playa. Yo preguntaba acerca del tiempo en que habíamos estado sin hablarnos, a lo que atinó simplemente a decir que poco a poco me iría enterando, de a pocos firmaríamos una tregua que nos devolvería al rango de amigos. Mencionó el incidente de la “primera vez”: nos habíamos cruzado por enésima vez en la playa y siempre nos saludábamos y bromeábamos de cosas sin sentido y algo subidas de tono; ése día la visité en la casa donde se estaba quedando y decidí ver qué tanto podía tomar ventaja del jueguito de “coqueteo” común entre los dos –la idea estuvo rondando mi cabeza varios días- y jalarla como quien no quiere la cosa hacia otro cuarto alejándola del resto de conocidos. Conchudamente le dije que no había novedad alguna que contarle pero que se veía muy bien en esa faldita, “¿y sólo para eso me traes acá?”, preguntó ella mientras jalaba mis manos hacia abajo “¿Cómo? ¿Para qué crees que te agarro de la cintura?”, lo gracioso era que normalmente la broma se quedaba en ese nivel y nada más, todo risas y jodas.
Carito: | contio si te conte xq |
RJ: | Era x el bichito |
Carito: | weno en conclusion era por eso |
RJ: | salio de broma en broma y a ver q pasaba |
RJ: | t dije e comido mariscos y son afrodisiacos |
Carito: | ia me acorde |
Carito: | todos podían ver |
RJ: | algo asi era picante ps |
Carito: | Claroooooooooooo |
Carito: | i los xicos taban fuera i nosotros haciendo tonterías eso si me aceurdo i me da risa |
Para este punto la conversación ya había ganado suficiente picante (al menos los dos sabíamos que así era), y seguimos dándole vuelta a los recuerdos, unos fueron mejores que otros, algunos nos hicieron reír más, pero todo era parte del juego que habíamos dejado incompleto.
Carito: | weno = |
Carito: | jue divertido |
Carito: | no me arrepiento de naa |
Carito: | no hay naa mas q recordar |
RJ: | jajajaja ya emos recordado la mayoría |
Carito: fue divertido
RJ: d ahi nos contamos q tal nos fue con nuestras otras relaciones
RJ: | me tengo q ir byeeee |
Y así acabó esa conversación, sin peros, sin lágrimas, aunque tal vez algo quedó porque ya pasaba buen rato desde que dejé la computadora y no podía dormir. Las primeras vueltas las di pensando ó mejor dicho recordando una que otra expresión o gesto, tal vez unas frases por ahí. La intranquilidad de pensar en que hubieron momentos que la tomé de la cintura con alguna “mala” intención, mayormente sin pensar en las consecuencias; peor me puso el saber que ella sentía de una manera similar y que tal vez las circunstancias no eran las adecuadas.
Tengo que aceptar, me ponía mal una frase demasiado inquietante, que hacía referencia a la “pureza” de ella, en la cual en palabras sencillas me indicaba que era el único impedimento para que me de permiso de probar más que sus labios y cuello, porque no decirlo también que ella probara algo más.
Hace poco llegué a una gran conclusión: “el hombre es como el perro, donde ve comida mete el hocico”, muchos dirán que es cierto, otras u otras dirán que estoy equivocado pero muchos sabemos que en el fondo y en la mayoría de los casos ese tipo de pensamientos pasan por nuestra cabeza. Dependiendo de la cantidad de sangre con la que contemos, saltaremos por el aro en llamas o nos quedaremos mirando.
La espera siempre fue simple, yo la veía y ella me saludaba, acordábamos “inocentemente” vernos más tarde y punto, sin muchos trámites ni demoras. Ella alega por el Messenger que se asustaba cuando yo aumentaba el ritmo en ciertas ocasiones, y es que ella me dejaba en claro que le gustaban los besos apasionados, y hasta me había contado de su preferencia por los que eran “contra el muro”. Al parecer hubo un punto en que ella no se daba cuenta del calibre de sus confesiones, o tal vez si lo hacía y era consciente por completo y aún así me explicaba algunos detalles subidos de tono, yo seguía tecleando pues claro el morbo me decía que era lo correcto.
Boto la almohada de la cama, tontamente imaginando que era el cojín de un viejo sillón que me estorbaba cuando ella envolvía mi cuello e inclinándome trataba de ganar espacio debajo de su vestido buscando la cachetada. Ella me asegura que no quiso que fuera la última vez que nos viéramos, pero que por razones no tan claras todo acabó en una conversación un poco áspera y que le hace mucha gracia el recordar que me dijo “son tiempos agradables que ya volverán”. De esas y muchas cosas “agradables” son las que recuerdo, su voz diciéndome que puede más su curiosidad que su pudor, ese es un golpe bajo para alguien que busca algo más que unos arrumacos entre la puerta y la sala.
Ella nunca sabrá cómo es que hubieran sido las cosas si no hubiera tenido un ese “gran impedimento” en cuanto a probar nuevas cosas, y tal vez yo hubiera preferido quedarme en la ignorancia después de esta conversación de Messenger que me quitó el sueño tan bruscamente. Pero las sorpresas siempre van y vienen y uno nunca sabe que puede confesarte una chica después de mucho tiempo, te sorprenden con reproches o tal vez te dan la razón. Nunca se sabe que tan simple o complicado puede ser, y por eso algunas personas evolucionamos, aprendemos de los “errores” pero nos sigue “llegando al pincho” si estamos haciendo bien o no.
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Imagen por mareaneus
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