Imagen por Amanda Michelle |
Diez latas de cerveza giran por mi cabeza, me siento el protagonista de aquella canción ochentera 'Cuando la cama
me da vueltas'. Prendo la televisión para llenar el molesto silencio, silencio
de un domingo de resaca. Reviso mi laptop nadie me escribe. Duermo. Son las dos
de la tarde, y la bulla de un nuevo gol del Barcelona me despierta, es Messi
otra vez marcando su primer hat trick de la temporada.
Tomo todo el agua que puedo. Hoy no saldré de casa, me digo. Reviso mis
correos, mi Twitter y hasta ese momento tedioso Facebook. De repente un pequeño
letrero rojo salta a la derecha de mi monitor. Mafer te ha enviado una
solicitud de amistad. ¿Aceptar? O ¿Rechazar? Tras una rápida revisión me
percaté que teníamos más de tres amigos en compun pero con los cuales no hablo
nunca. Nació en el 91, eso quiere decir que tiene tres años menos que yo. Estudios
universitarios en Ciencias de la Comunicación. Cita favorita, una de Oscar
Wilde. Qué interesante. Tiene un blog, enrevesado con una escritura moderna,
tierna, furiosa, descontrolada y algunas veces redundante. Estado civil: soltera.
Luego navegué entre sus centenares de fotos. Fotos blanco y negro, sepia
y a colores. Me quedé varios segundos viendo su foto de perfil. Una en blanco y
negro, cigarrillo en la boca, mano izquierda sosteniendo su largo cabello albo.
Con el fondo oscuro. Y es que cada foto transmitía una cierta emoción llena de
vida y de pasado.
¿Parejas? Un tipo trigueño, confianzudo y de mal tino para vestir, su ex
novio seguro. Un señor entrado en años dándole un gran beso en la mejilla. De seguro
es su papá o algún tío. Un gordito querendón ajustándola de la cintura, pero
sin demasiada emoción, seguro su mejor amigo. Parecía soltera.
No lo había notado pero estaba ahí en línea. ¿Le escribo? Sí, pero qué.
¿Y si comienzo con un hola, qué tal tu fin de semana? Obvio que no recordarías
a una chica así. Seré yo, al diablo. Así que fiel a mi estilo escribí cualquier
estupidez.
–Hola, ¿tú también estudias en la San Martín?
Varios minutos después.
–Hola, lo siento, se me colgó la laptop. Ahora sí, ¿qué decías?
–Nada, si no como que me percaté que tenemos un par de amigos en común,
pensé que tú también estudiabas ahí, pero me acabo de percatar que no.
– ¿Así, quienes?
–Bueno, este… Melissa, Adrián, Renato, Sandra.
–Uhmmm, no sé, tu rostro se me hace cencido. Espérate, tú, tú, ¿tienes
un hermano?
–Sí, ¿por?
–Yo lo conozco. ¿Tú estudiaste en el mismo colegio que él?
–Sí, toda la secundaria. Qué raro nunca te vi.
–Eso debe ser porque no acabé ahí, me fui a otro cole. Pero qué pequeño
puede ser el mundo, ¿no?
–Sí, bastante supongo, ¿entonces vivías por aquí?
–Sí, bueno, vivía. Hace una semana me mudé, ahora vivo en San Borja.
–¿Cómo es posible que viviendo tan cerca no te haya visto?
–Sí, qué rarazo, ¿no?
–Quizás sí, o tal vez sí. Fácil sí, pero no nos hemos dado cuenta.
Hablamos casi toda la tarde hasta bien entrada la noche. Tocamos los
temas más trascendentes como los más bobos. Ella era divertida, espontánea,
graciosa y malintencionada. En ese instante comprobé que aun hay chicas que
pueden interesarme, pero ¿yo le interesaré a ella? Aceptémoslo, no era el tipo
más inteligente del mundo, pero tampoco el más tonto, había leído libros como La
insoportable levedad del ser y El amor en los tiempos del cólera, ambos hablan
sobre mujeres, ¿no? De acuerdo, sólo bromeo. Pero siempre suelo ser muy torpe con
las mujeres y otras demasiado “tierno”, como dicen muchas. Más cercano del “amiguis”
que del galán. Aunque tengo mis momentos. Soy bobo para las intelectuales y
bohemio para las chicas chick. Soy un genio para las tontas y un yuppie para
las hippies.
Durante las siguientes dos semanas y tres días esperé encontrarla en
línea. Si tenía suerte iniciaba la conversación con algo anecdótico, gracioso o
interesante. Sin embargo, de vez en cuando le dejaba de hablar para no mostrar
demasiado interés. Y es que la experiencia me ha enseñado que la mayoría de
chicas no quieren un chico diferente, sino un indiferente. Yo jugaba mi juego y
ella el suyo. Sólo tenía que mostrar un mínimo de interés por mí, para no
perder mi tiempo. Nunca la invité a salir, aunque una vez quedamos en
encontrarnos pero ninguno de los dos confirmo nada.
Son las siete de la noche y camino por el parque Kennedy de Miraflores. Luego
de casi tres semanas conoceré a la chica del Facebook. Ella ha propuesto
encontrarnos y tomarnos un café. Estoy algo nervioso y emocionado. Ella ha
llegado antes que yo, diez minutos para ser exactos. Está parada de espaldas
jugando con un gato de esos que pululan el grass del parque. Vaya sí que es
linda, pero no es tan alta como pensé. Parece ser sencilla pero no lo es.
La saludo y me regala una enorme sonrisa. Desde que nos encontramos ella
no ha dejado de hablar, hablar de su hermana, hermano, clases, profesores y
compañeros. La miro con atención aunque no la escucho. Quizás habla demasiado porque
está nerviosa, igual que yo o tiene miedo al incómodo silencio que puede haber
entre dos extraños que recién se conocen, dos extraños que son amigos por la
red.
Caminos por andar. Fumando unos cuantos cigarrillos, hablando de casi
nada. Reservando lo peor de nosotros y coqueteando sutilmente entre sí. Nos sentamos
en medio del Olivar. Riéndonos, mirándonos bajo la enorme luna coqueta que nos
embriaga. Mientras ella habla yo la miro con sutileza, no sé muy bien lo que
está hablando pero no puedo dejar de mirarla, de querer besarla, me pregunto si
ella pienso lo mismo. Hasta que tengo el valor suficiente de hacerlo y lo hago,
la beso y ella a mí. Como si ella también hubiese esperado ese momento toda la
noche.
Mi deseo se enredó con el suyo. Mis besos eran más intensos y llenos de
lujuria y pasiones escondidas. Éramos dos extraños, dos amantes, dos
enamorados. La noche nos cubría y el Olivar nos ocultaba. Mis manos viajaban
constante al sur y norte de su cuerpo, mientras ella no ponía resistencia y
parecía disfrutarlo tanto como yo. Pero su celular interrumpió la partida, era
su ex novio al teléfono, con el cual no había terminado del todo. Después de
varios minutos de silencio le pregunté ¿y qué es todo esto? Y ella me
respondió, con una risa, tan solo es el verano.
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Para quienes reclamaban videos nuestros, el viernes fuimos a un concierto de Los Mojarras en San Marcos. Estuve en primera fila y Reiner me grabó bailando y resistiendo el pogo (presten atención a sus dedos jeropas), a la vez que cuidaba las mochilas. También estuvo La Nueva Invasión, banda que recomiendo. Espero que comenten el video.
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