viernes, 31 de diciembre de 2010

V. La chica de la madrugada solitaria


Martes, 16 de diciembre de 2008
Lucía está sentada frente al único punto de luz que hay en la casa. Tiene puesta la pijama, la mirada fija en el monitor, los dedos danzarines y una taza de café humeante que la espera. Gestos diabólicos invaden su rostro mientras lee lo que le cuentan sus amigos virtuales. A pesar de la oscuridad, no equivoca el destino de sus golpes en el teclado como tampoco permite que las carcajadas broten de sus labios, ya que puede despertar a su mamá. “¡Apaga esa cosa, carajo!”, le ha gritado Doña Estela en noches anteriores.

Terminó las clases hace cinco días con la entrega de un ensayo para Bases Romanistas, debía ese curso desde primer ciclo, por el que se desveló tres noches con sus días. Sus horarios se descuadraban cada vez que tenía exámenes finales (en Derecho no existen “parciales”) así que aprovechó para dormir todo el día anterior. Entrada la madrugada, con el sueño resuelto, encendió la computadora. El sonido estruendoso de un avión que volaba debajo del nubarrón limeño le recordó que el vuelo de Javier saldría a las dos de la mañana y, con todo el ajetreo estudiantil, no había podido decirle adiós.

Por su parte, en el Jorge Chávez, pegado a dos maletas, Javier esperaba su turno en la pista de embarque. Como todo primerizo en viajes, su rostro encerraba tristeza y excitación a la vez. A lo lejos, colgados en la barra de seguridad, lo observaban sus familiares más cercanos y tres amigos lejanos que nunca imaginó que se tomarían la molestia de llevarle chocolates holandeses para despedirlo. No podía creer que él había firmado, meses antes, el contrato que lo obligaba a prestar mano de obra barata en un conocido fast food. “En qué estuve pensando”, riñó en silencio. Absorto en la idea de abandonar el viaje y quedarse como él quería, fue interrumpido por “Help”, la canción de The Beatles que había hecho su tono de celular.

Eran los siete números de un teléfono fijo de Lima.

-¿Aló?
-¡Javivi!
-No lo creo, ¿¡Lucía!?
-¡Y quién más que este pechito!, mi Javi, cómo estás.
-¡Lucía del Perú profundo!, aquí alegre de escucharte.
-No puedo creer que llegó el día, perdóname, no pude despedirme como se debe.
-No te preocupes, son tres meses, no será nada.
-Cómo que no, mi Javi. Si limpiar un baño demora una eternidad, imagínate tres meses haciendo lo mismo.
-Carajo, no limpiaré baños, trabajaré en McDonald’s con sueldo mínimo nomás.
-Es lo mismo, querido.
-En realidad, Lucía, quiero quedarme.
-No seas tonto, Javivi, olvida de una vez tus raíces altoandinas, será tu primer paso al estrellato. Cuánto peruano que se va termina como extra en películas gringas, a ver dime.
-No lo sé, en ningún lugar me sentiré como en casa.
-Mi Javi, deja de decir mariconadas, se macho y súbete a ese avión.
-Pero quién me obliga, Lucía, ¡nadie!
-Los gringos ya te amarraron con un contrato. Si no lo cumples, te cae la Interpol.
-¡A la mierda con los gringos!
-Pero piensa en las gringas, pues.
-Me han dicho que no pagan, que todas son choclonas.
-¿Pero las latinas?
-Sí, con ellas puede ser.
-No olvides ponerte doble media, hunny.
-Ja ja ja. Sabio consejo, Lucía, gracias de vuelta por llamar.
-De nada, de verdad espero que te vaya bien. Manda fruta.
-Vale. Oye, saludos a Tiger.
-Basta, no me nombres a ese patán que me vuelve la migraña. Siempre la cagas al final.
Javier le pidió a Lucía que corte la llamada antes que él. Ella aumentó algunas palabras de aliento a su despedida y él lagrimeó un poco sin que ella lo notase. Prometieron estar en contacto por Skype. Cortó y apagó su celular, agarró la taza de café sin verla, caminó hacia la ventana, observó el cielo ahora sí despejado y probó un sorbo con temor de quemarse la lengua. “Carajo, está helada”, lamentó.


Hechos-sin-fechar
Conoció a Vanessa en la clase de Bases Romanistas del Derecho Civil y, en tiempo récord, la hizo una de sus mejores amigas, al punto de contarle sus problemas de alcoba con Tiger. Por supuesto que la confianza era recíproca, las charlas después de clase sólo servían para darse cuenta que coincidían en varias teorías acerca de los hombres, se podría decir que estaban alineadas con el ideario femenino de dominación mundial. Como prueba de esa amistad, Lucía y Vanessa acordaron ir solas a un bar barranquino para seguir hablando de ellas y quejándose de sus respectivos novios.

Es infrecuente encontrar verdaderos amigos en Derecho, la facultad está llena de zancudos resentidos y gente de mala gana que estudia la carrera por presión de sus padres y ya se acostumbraron o se dan el lujo de aferrarse a este tipo de tortura en un país donde las leyes no existen. Visten de sastre en todas las clases para disimular un futuro prometedor, cuando tienen el alma biliosa, la moral podrida; en las aulas sólo reciben charlas magistrales sobre cómo romperle la mano a los tribunos o lecciones avanzadas de retórica. Luego de doce ciclos y seis meses por cada uno, estarán calificados para acomodar cualquier verdad según su conveniencia. Virtud que reserva para ellos una curul en el Infierno.

Vanessa era de este tipo: inescrupulosa, bandida y cizañera. Sumadas todas las maldades que le relataba a Lucía mientras tomaban pisco sours, merecía quemarse viva en el Infierno. Su padre, un pez gordo de las leyes chuecas, cabeza de un reconocido Estudio de abogados, le había enseñado que para burlar las leyes primero debía conocerlas. Por eso estudiaba Derecho, claro que como toda novata estudiante le importaban más las fiestas que las aulas (o en su defecto, armar fiestas en las aulas) y, si se aburría, probar una o dos bocas de los colegas más atractivos. Este lado maligno y calculador de Vanessa era admirado por Lucía.

Siempre se buscaban, se llamaban. Una vez, pasadas de copas, se besaron en la reunión de un amigo en común. Estuvieron juntas toda la noche, no hicieron caso de los chicos que las abordaban o invitaban a bailar. Vanessa contaba historias tenebrosas, Lucía no perdía su mirada fuera de los ojos orientales de su amiga. “¡Pero esta noche quiero hombres, vámonos de aquí!”, brindó Vanessa por última vez.

Recogieron sus cosas, se retocaron en el baño y huyeron a un antro sórdido de por allí. Acodadas en la barra, empinaron los codos y miraron a todos lados. Se anunciaba la tocada de The Pulgas, un grupo de rock recién entrado en escena que subió como la espuma gracias a su canción “No me rompan las pistas”, dedicada al alcalde de la ciudad y a la madre del vocalista que no lo dejaba ser músico. “¡Esta canción es para Castañeda y también para tu vieja!”, gritó el vocalista loco antes de empezar.

Se llamaba Damián Cáceda, un tipo flaco, de estatura considerable, cuyo cabello largo se empuñaba en una boina negra como las rafias al palo de una escoba. Tenía una chaqueta verde militar, un pantalón pitillo blanco, los pies descalzos y fumaba un porro. Pegaba tanto el micrófono a la boca que sólo se le veía la nariz prominente, unas pifias se oyeron pues Damián sostenía el bajo pero no lo tocaba. Parecía una versión rediviva de Jhon Lennon. Después de un par de canciones, se dirigió a la barra y se sentó al lado de Lucía. Vanessa la empujó y derramó un poco de su trago sobre él.

Le pidió disculpas pero Damián sólo reparó que el retazo de cabello que partía su rostro y se agitaba por el viento para terminar hundiéndose en sus labios mojados merecía una canción. “Algo bello es un goce perpetuo”, apeló Damián al verso de un poeta inglés que había leído. “¿Perdón?”, Lucía se hizo la sorda. “¿Cómo te llamas?”, la apuró Damián. Dijo su nombre y él trepó al escenario, casi se resbala. “Atención, gente, ¡miren!, una musa ensució mi chaqueta, se llama Lucía, esta va para ella”, dedicó Damián su última canción: “Mala linda”.

Acabada la presentación, Lucía esperó al cantante, Vanessa la acompañó, le aconsejó un par de cosas a su amiga y tomó un taxi apenas salió Damián. Él y Lucía conversaron varias cuadras, todavía no eran las doce, así que cada vez que encontraban una banca él se detenía, desfundaba la guitarra y le cantaba, muy atrevido, unos covers en inglés. Él no sabía que Lucía era bilingüe hace muchos años y sólo entendía que sus balbuceos destruían el idioma de Edgar Allan Poe. Ahí se dio cuenta que Damián era un posero, quiso preguntarle “¿y por qué tenías un bajo y no lo tocabas?”, pero no quiso ser odiosa y le preguntó “¿De dónde te inspiraste para escribir No me rompan las pistas?”, como burlándose, pero Damián la sorprendió. “Aborrezco al alcalde por romper las avenidas, y todas a la vez, de la ciudad que mi madre me enseñó a caminar, pero también odio a mi madre porque no me deja ser músico. He ahí mi dilema”, dijo. La respuesta calentó a Lucía que, aburrida y sin frenos, lo besó.


Lo besó toda la noche, le quitó el esmalte de los labios, succionó toda la sangre de sus venas, anuló sus defensas, empalideció su cara, desmembró sus argumentos de guitarrero de esquina, deshidrató su lengua, mordió sus ojos, desarmó su juego barato de roquero bohemio, a punta de besos envenenados lo hundió en sus miedos más secretos. Damián no tuvo fuerzas para llorar cuando admitió que nunca llegaría a ser un músico completo, que sus letras apestaban, igual que su banda, ese pozo de garrapatas, también era mierda pura, ahora no era más el amante de la poesía y de la noche que aparentaba, sino un yerro genético, cuyas composiciones apenas susurraban talento innecesario o el premio inmerecido para poder llamarse músico, en la más sucia y encantadora acepción de la palabra. Si la música no nace como caen las hojas de los árboles, mejor no insistas, le disparó Lucía. Nadie le pidió su opinión sobre este decaído músico bribón pelilargo, pero aquella mujer sabía cómo ser abyecta y desalmada, capaz de someter al más grande pendejo con una pizca de sus carnes y sus besos errabundos.




CONTINUARÁ.


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Este es un paseo de navidad-año-nuevo que realizamos por el Downtown limeño. Es nuestra forma de saludarlos por estas fechas especiales. Esperamos que hayan pasado una buena navidad y que cabalguen sobre este cabrón 2011. Dale PLAY.

lunes, 27 de diciembre de 2010

El fin de una historia





Se escucha “Starting over”, en el reproductor, mientras la canto en un malísimo ingles. “It´s been so long since we took the time, no one’s to blame, i know time to flies so quikl.But when i see you darling, i’ts like we both are fallingin…in love again, i’tll be just like staring over”.


Él, que ha recorrido la mitad de la ciudad y lo haría dos veces, surcando apuros, inconvenientes, calles, avenidas, plazas, para estar cerca a ella, llegar a tiempo, mientras está, lo espera como siempre intranquila, impaciente por demostrarle su amor, los segundos se hacen eternos hasta que, ambos se encuentran bajo la sombra de un árbol, parecen perderse en sus miradas, parecen perderse en su amor, sus picos se entrelazan en sus cuerpos, sus cuerpos se pierden entre las sombras del árbol. Yo, los observo de lejos, desde mi ventana, hasta perderlos de vista, cuando empiezan a volar.


La canción ha terminado y la pongo de nuevo. Espero su llamada aunque, se que no llamara, que no debe hacerlo, que no lo piensa, que ya me olvido. No hago otra cosa que pensar en ella. ¿Estará pensando en mí? ¿Todavía me quiere y si todavía me quiere, porque no me llama? Suelto unas lágrimas, esa canción de John Lennon me hace extrañarla, me recuerda a ella, a pesar que, nunca se lo dije, a pesar de que, nunca se la dedique.


Han pasado un par de días, desde que nuestra relación ha terminado.Se me viene a la mente, los millones de recuerdos que me hace desearla y extrañarla ahora con rabia. Cierro la puerta de mi habitación, subo el volumen, me empiezo a tocarme, me violento una y otra vez, tal vez así pueda sacarla de mi cabeza y de mis deseos, termino extasiado, me limpio, prendo un cigarrillo. Me quedo dormido.



Sueño con ella. Recuerdo cuando regreso de California, aquel día no supe como actuar, estaba nervioso, ella también, habían pasado casi tres meses para que pudiera volver a sentir sus labios, sus abrazos, su risa, su voz, cuando nos vimos caminamos directo a su casa, su amigo, el ahora causante de nuestra separación, le había regalo unos dulces amazónicos, desde aquel momento el corazón me decía que, en el fututo aquellos dulces, tendrían una connotación que ahora parecer tener lógica. Me preparo el desayuno más delicioso que haya probado, panqueques rellenos de majar blanco, jugo de naranja, y un delicioso café pasado.


Acto seguido, conversamos de las diferencias de aquella ciudad extranjera, con la mojigata de nuestra Lima, la provincia del mundo, lavamos los servicios en la cocina. Su casa esta sola, y ya no tiene empleada, su madre la despido antes de su irse a Norteamérica. Nadie se encuentra, todos están en el trabajo, y su hermana en el colegio. La tomé por la espalda, le besó la oreja, ella gira y empezamos a besarnos con ternura y violencia. Nos detentemos, ella dice que, quiere mostrarme los recuerdos que ha comprado, y aquella camisa, que me traído y me quedara muy bien, ambos sabemos que es una excusa para irnos a la cama, aunque nadie lo dice. Me siento en su cama, mientras observo su habitación, me llama la atención las letras colgadas en el techo (La letra E), le pregunto por el significado, no me responde, pienso entonces, que se debe a un amante del pasado, alguien que en algún momento ocupo en lugar en su labios, su cuerpo, y su corazón.


Mientras miró los recuerdos que, constan básicamente: en sandalias, polos, sudaderas y una camisa de cuadros verdes, plomos y marrón. Ella dice, resalta con mis ojos, que le fascinan, y yo, a mí me fascinas tú. La llevo a la cama, la tomó, mis manos recorren su cuerpo, ella me mira atónita, me besa el cuello, me recorre sus manos por la espalda con ternura, mientras me va desvistiendo. La desnudo, monto en ella, como si el tiempo no hubiera pasado en nosotros, es como si fuera la primera y ultima vez que hiciéramos el amor, intentamos hacer cosas nuevas, ella no pone resistencia y ambos exploramos todos los ámbitos amor.


Despierto molesto, me han levantado las llamadas de mi celular, es mi amigo, quiere hacer un video para Navidad. Le contesto, dame media hora para llegar a su casa, recién me levanto que iré en el acto, él sabe que no estoy del todo bien, quizás lo hace para distraerme un rato, y no pensar en ella, por eso es mi amigo, y no sabe cuanto lo aprecio por eso.


Mientras me lavo la cara, y me miro al espejo, recibo otra llamada, es ella, me desea una feliz navidad y un prospero año nuevo. Me rió, no puede creerlo, me dice que podremos el lunes, un día antes de mi cumpleaños, y yo le dijo que sí, que no hay problema.


Más tarde con mí amigo, le comento lo sucedido, él sabe todo lo que ha pasado, ha sido testigo mudo de mi relación caótica con ella, me ha visto llorarla cientos de veces, y cientos de veces más tomarse unas cervezas acompañándome en mi dolor. Por eso, me aconseja no verla más, ella solo quiere usarte, tener sexo contigo y dejarme como un perro, no vallas, si caes, te dejara, ella tendrá poder en ti.


Fue el día que recogí mis notas, le pedí a ella que me acompañase, ya no estábamos juntos, tras rogarle cuantiosos minutos me acompaño. Nos sentamos en un parque Sanisidrino, ella me pregunta como le salido al ver mi cara, y yo le salido bien en todo, excepto en Iluminación, repetiré aquel curso , yo ya la lo sabia , pero me hago el sueco, aprovecho aquella situación , para dar lastima, para que no me deje y que sin ella, todo , todo me ira peor, y caeré en el vicio de las drogas, ella, me mira desesperada, siente miedo, lastima, compasión , y rabia por el tipo que esta parado al frente de ella, me pide que la entienda que ya no siente nada por mí, y yo, no lo acepto, no concibo, que espere a pasar estas fiestas de fin de año para asimilar nuestra ruptura.


Es por eso que nos hemos visto un par de veces, aunque ella siempre tan distante y dolorosa, y yo sucumbido a sus encantos, no sé que estoy haciendo. Ella dice, despernadamente que la deje, que puedo puede hacer para que abandone, y yo, hago la propuesta más vil e indecente del mundo, le pido pasar una ultima noche con ella, acepta de poca gana, dice que le doy asco, pero aun así me dice, las miles de cochinadas que haremos juntos por ultima vez. Nos despedimos con la promesa de vernos el lunes.


Caminando por las calles del centro de la ciudad, todo me parece recordarla, todo: las calles, estatuas y la ahora paupérrima plaza San Martin, llena de indigentes, mendigando regalos, ancianos paseando perros, y grupo fanáticos religiosos y nosotros grabándolo todo.


Luego del aquel reportaje, nos dirigimos a nuestras casas, a pasar las doce en compañía de nuestros seres queridos, nos despedimos con un abrazo y con la firme promesa de no verla, aunque se que le fallaré, como muchas tantas veces, lo he hecho a los que más, me estiman y aprecian.


La navidad ha pasado, y con ella, se han ido mis miedos, trato de ser fuerte de ignorarla, llamo a mis amigos, paso largos minutos, planeando los planes de fin de año, flirteo con un par de chicas y las convenzo de pasar año nuevo con ellas. Lo único que quiero es poder olvidarla, olvidarla en otro cuerpo, olvidarla en alguien más, aunque no sé, si me sienta más vacio.


Es domingo en la noche, estoy conectado en el Facebook, respondiendo a los pocos saludos que, he recibo por navidad, ella esta conectada, me escribe que, su hermana a recibió el celular que tanto quería, y a ella le han dado las romanas que tanto me pidió, si me han dado esa laptop que pedía para poder escribir más, aunque no mejor, pues ella no tiene fe en mí, y muchas veces me ha dicho que del " chino", no paso.


Yo trato de ser fuerte, no decirle que prefiero no verla, mejor lo dejamos para el miércoles un día después de mi cumpleaños que mis amigos, me han preparado una sorpresa, lo cual es mentira pero lo escribo tan convencido, como si lo fuera. Ella esta molesta, me escribe que ya le había dicho a su madre que saldría conmigo que, como me atrevo a jugar con ella, y mas de esa manera, quien me creo que soy, que quien soy,y yo, soy el idiota que ha estado enamorado de ti, que ha querido rescatarte en la mierda en que vivías, de ese submundo de drogas, gays, lesbianas, y tipos de mal vivir que tú llamas harcores. Pero le pido disculpas, no puedo contra ella, me es difícil decirle que no, y por eso pago las consecuencias, se que me arrastrara como el huracán que lleva su nombre.


El lunes por la mañana, nuestra cita esta pactada a las doce del medio día, pero me llama antes, dice que se a levantado temprano, yo en cambio la noche anterior, me he mentalizado que, pase lo que pase con ella, será la ultima vez, le pido que me acompañe al banco a retirar un deposito que me han mandado del extranjero, con lo cual planeo pasar el mejor año nuevo de mi vida. Pero ella, como siempre, me pide que la acompañe a su Universidad, me insinúa acostarnos, pero me hago el desentendido, me pregunto si estaré haciendo lo correcto.


Tomamos un taxi que ella paga, pues no tengo dinero en efectivo, llegamos al hotel donde muchas, tardes noches, la hice mía, aunque ahora parece ser al revés. Pago con el dinero que me da ella, entramos a la habitación 201, segundo piso, es un cuarto acogedor, tiene una cama de manera, un enorme televisor, y en ventilador simple,pero efectivo.


Trato de ser el chico malo que nunca fui, le soy indiferente y por un segundo yo mismo me la creo, la toco, la exploro pero no la beso, los besos, están reservados para la chica que ame , sin embargo, la amo, pero la trato como lo que espero que no sea, una tipa más, de pronto saco un poco de hierba que, me dio a guardar un amigo días atrás y se olvido de pedírmelo, como si fuera un experto o un conocedor, armo un porro, lo fumamos y nos quedamos en blanco, ella me desviste con frenesí, y yo, me muestro calmado relajado como si no quisiera hacerla mía. Ella se da cuenta que no la quiero besarla y me lo dice, sus ojos se nublan y parece querer llorar, y yo sin más remedio la beso, caigo en su juego, en su trampa, en su engañó, me tiene y yo sin poder defenderme de sus encantos, de su amor. La hago mía tantas veces como puedo, y la veo lagrimear de placer, ha llegado cuatro veces, y no creo que puede volver repetir tremenda hazaña en mucho tiempo, di lo mejor de mi, le dijo, y ella, se nota, me cuenta de los planes que tiene, que el martes, día en que cumplo :dos patitos, ella tendrá una reunión de reencuentro de promoción, no se si lo hace con el afán de sacarme celos o destruirme, y yo, no se que decir, espero que te diviertas entonces,sin embargo, la maldijo por dentro, la odio, me siento usado, barato, un puto, entonces la tomo de nuevo, y la hago mía por ultima vez. Nos quedamos dormidos, y cuando se levanta pedimos servicio a la habitación, lomo saltado y chifa, comemos mientras vemos las canciones fresas que pasan por Mtv. Me pregunto que estará pensando, si ella sabe que es la última vez que la veré.



Nos bañamos y cambiamos en silencio, no quiero decir nada estúpido como aun te amo, pero lo siento, que la perdono de todo, que empecemos de nuevo pero me quedo callado. Tomamos un bus camino a casa, la dejo a pocas cuadras de la suya, camino en silencio, pensando en ella, en ella más que nunca, en mí, y un adiós que se consume. A lo lejos veo a dos palomas, me gusta creer que son las mismas que vi, por mi ventana, me gusta creer que son ellas, y que aun existe el amor, en el mundo. Las observo hasta que pierdo de vista entre los arboles.



domingo, 19 de diciembre de 2010

Lo que no sabías de las relaciones



Un día, tal vez vas caminando por la calle, quizás fumando un cigarrillo rubio a medio consumir, aclarando tus dudas, tus pensamientos, quizás sintiéndote menos solo en la compañía del humo que, parece volar hasta donde no llegan tus deseos y esperanzas. Es en ese preciso momento, te encuentras  con ella. La que buscabas por las noches, la que te busco en bares, discotecas, fiestas, reuniones, en caricias, besos, abrazos de extraños; por un instante sus miradas parecen perderse con la densidad del humo que los envuelve, en una palabra de saludo: Hola, tan simple como eso, todo ha comenzado, la búsqueda termino, un par de palabras tontas, risas forzadas, y un no sé qué. Ambos han quedando nostálgicos en una extraña sensación de curiosidad.

Cuando averiguas su número gracias a un amigo en común que los ha presentado, calculas tus palabras, queriendo sonar fresco y no como desesperado, te sientes un tonto, aun así, la invitas a salir. Ella acepta, no tiene nada que perder. Hay algo en ti que le atrae, que le causa cierta curiosidad minuciosa, estrafalaria.
Sales en una cita doble, no luce tan bella como la recordabas, sin embargo, hay algo que te atrae de ella, tal vez sea su extraña mirada, su risa, sus muecas, sus manos y por qué no también su corte de cabello.
Quizás no has sido claro en tus emociones y piense ella que serás un amigo más. Te odia por tus comentarios fuera de lugar, sin embargo, te extraña. Sin compromisos previos, sus labios vuelven a su originalidad: dominio público.
Ya sin saberlo, vas explorando en ella, vas descubriendo mundos alternados, la belleza de lo natural, de lo extraño, de lo realmente extraño, y sin saberlo, te ilusionaste de nuevo.
Es después de una tarde nublada en el momento menos inesperado, sentados en banca, posiblemente mirando el mar, te recuestes sobre su hombre, en señal de ternura, la ley de la proximidad hace el resto: el primer beso. Quizás para ella sea un beso más, nada especial, sin embargo, hay algo en tu sonrisa, en tus palabras, en tu mirada que rompen el hielo, del silencio después del primer beso, caminan por la calle, riendo y conversando, la dejas muy cerca de su casa, prendes un cigarrillo y camino a la tuya, piensas que es ella, la que has estado buscando.
Los días próximos estarán colmados de besos y de emoción, todo es nuevo para los amantes, que parecen que han vuelto a creer en el amor, no obstante, es en una de esas miles de conversaciones que van descubriendo historias enterradas que, destrozarán alguno de dos corazones.
Superando el primer obstáculo, aparece como en casi todas las historias de amor, el fantasma del pasado o algun ex que todavía sigue enamorado de ella, que lamenta haberla lastimado y desea conquistarla de nuevo. el corazón de ella está confundida y no sabe qué hacer.
Sumado a tu inseguridad y tus malas decisiones, terminarán alejándolos por primera vez. Y una vez reconociendo tus errores, y dejando de lado el orgullo, se darán posiblemente una oportunidad, ambos parecen estar enamorados.
Ella es de espíritu libre y coqueta al límite de caer en lo liguero, eso los meterá en problemas, y la decisión será de él. Agregando  la presión de los amigos, que querrán que la olvides, pero es muy tarde este perdedoramente enamorado.
 Sus amigos, tan diferentes a los tuyos, posiblemente seres a los que por voluntad propia jamás pensaste encontrar, te analizaran tal cual conejillo de indias, y que si no estas bien con ellos, tu relación peligrara. Hay que cuidarse las espaldas, los comentarios del tedioso Facebook.
 Habrá posiblemente una posible, suegra o hermana mayor que, por lo general son amables y cómplices de la relación, en tu caso será lo contrario, y lucharas contra viento y marea por saber ese amor que, parece hundirse con más dramatismo que el “Titanic “.
Algunas noches bajo la luz contrastada de la luna, derramaras unas lágrimas es muy probable su inestabilidad emocional terminar destruyéndote.
Con poco valor que tomas, de quererla lo suficiente para dejarla ir, se aferrara contra  tu pecho, sumado a los problemas en casa parecerse ser tú, la que ella a estado buscado.
Finalmente, habiendo superado  los primeros obstáculos, prejuicios, madres sobreprotectoras, “malos amigos”, (aunque siempre habrá uno que querrá interponerse entre ustedes, porque la quiere para sí) celebrar su primer año.
El sexo, será suvenir extra en la relación, exploraras cosas nuevas, besaras y serás besado en zonas antes inexploradas por los protagonistas de esta novela que es la vida.
Una tarde revisando el su Facebook, leerás comentarios fuera de lugar, querrás reclamarle, decirle algo, y ella, como casi la mayoría de las chicas te dirá “es solo un amigo”, quedaras como un pobre imbécil, ¿serán tus dudas, tus miedos, su pasado, su inestabilidad emocional o todas juntas?
La buscas en la mañana de siguiente a tu mejor amigo, que es que, sin quererlo los presento, él esta dormido, te hará esperar largos minutos, al verlo lo abrazaras y conversan, el te dirá que ambos están mal, tanto tu por aquella inseguridad que te profese y ella, por permiten el flirteo con unos de sus amigos.
Ella te llamara por teléfono, quedaran en  verse en algún lugar cercano, después de almuerzo, y tú presintiendo lo que pasara, no se te ocurrirá más remedio que irlo asimilando. En tu casa, pierdes el apetito, mientras piensas las millones de cosas que pasaron juntos, que tonto e ingenuo puedes ser, revisas tu estado de Facebook, estas “soltero”, y tus fotos parecen haber sido borradas, pero aparecen las que tú tomaste con mucho esmero, cuando eran felices. Cuando la vez, la vez distinta, cambiada, no es la misma, ya no es aquella chica, que un par de días antes decía amarte, cuando aquella palabra contempla más que dos palabras. Se miran con cierta tensión en el aire, ella querrá ser rápida, fulminarte para poder ir a ver a sus amigos, con los que querrá celebrar su primer día de “libertad”.
Ella caerá en alguna de las frases más trilladas en estos discursos “el problema no eres tú, si no yo; “tenemos tiempos distintos”; “Eres lo mejor que me ha pasado pero creo que es lo mejor”; “Tienes mucho camino por recorrer, yo solo fui alguien que paso por tu camino”; “Te quiero tanto para dejarte, pero me quiero más a mí para no cambiar”.
Quizás con alma destrozada, arremeterás con soluciones sin solución, ella derramara unas cuantas lágrimas, y no te quedara más remedio que dejarla ir. A mitad de cuadra voltearas a verla por última vez, con la lágrima entre los ojos te dirás en voz alta.
“Perdón por mirarte, por extasiarme con tu extraña belleza. Por mirarte sin pudor ni arrepintiendo. Por entregarme por completo. Por mostrarme como soy. Esos problemas obvios. Por tus nervios, tus llantos, tu labio torcido, tus uñas carcomidas y tus tacos rotos.”
Camino a casa pensaras como comenzar una historia sin ella. Te sentaras frente a tu computadora, ya que según dicen no hay mejor remedio para olvidar a una chica  que, escribir de ella.
Y aunque suene redundante llegaras la conclusión que las relaciones sentimentales son complicas, porque los seres humanos somos así en pequeñas galaxias entrelazadas entre sí.
Quizás en la noche caminando con el corazón destrozado, te encontraste una chica que, estará fumando un cigarrillo rubio a medio consumir, y será ella quien te ha estado buscando.


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Fotografía de archivo
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Esta historia en una canción.



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DESPEDIDA: (palabras de Teni. coming soon).
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PLUMAS INVITADAS: Como vieron, hemos AMPLIADO EL PLAZO, algunas Plumas Confirmadas recién acabaron sus clases y se pusieron a escribir sus textos. Así que TODAVÍA PUEDES PARTICIPAR. ¡Cuéntanos tu choteada! Que no pase de DOS HOJAS. Envíala al correo blog.choteadas@YAHOO.com
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viernes, 17 de diciembre de 2010

IV. Noventa segundos (parte final)




Lunes, 13 de agosto de 2007


-¡Mamá, ya llegamos! -gritó Lucía-.

Pero ese lunes por la tarde la casa estaba vacía. Chorrillos entero era víctima de la neblina que persistía en posarse esas épocas del año. El noviazgo entraba a su propio invierno, en pocos meses celebraría un año de vida. Las vacaciones de medio año se acercaban a su fin. La Católica abriría sus puertas el lunes siguiente y, como era natural, las clases los separarían un poco. Tiger entraba de lleno a la facultad y Lucía adelantaría unos cursos de su carrera. Esta era su última semana juntos.

Tiger prendió la televisión y pescó una de las series gringas que repiten por la tarde. Doña Estela tenía guardia de madrugada en el Noguchi, un centro hospitalario de salud mental. Lucía fue a traer galletas a la alacena. Como los estantes estaban muy arriba, buscó la Soda Field tanteando con sus dedos hasta que encontró los restos de una cucaracha patas arriba. Estaba muerta. El grito que emitió se alargó más allá de la llegada de Tiger.

“¡Qué pasó, Peluchita!”, preguntó Tiger mientras levantaba a Lucía del piso. Ella le indicó dónde estaba la enemiga y Tiger se empinó a mirarla. “La mataste, amor, con tu grito la mataste”, dijo, cogió él mismo las galletas, las dejó en la mesa y abrazó a su chica. Ella recordó que hace poco Doña Estela había rociado la cocina con un polvo asesino de insectos. Mientras se besaban, ella enredó sus dedos en la barba de él, que la cargó de los muslos y la llevó a la sala. “Qué pesado, otra vez quiere lo que no puede”, pensó Lucía.

A continuación Tiger le quitó el sujetador. A contraluz, la figura de Lucía con el pantalón puesto y el pecho desnudo le resultaba erótica, el contraste entre la santidad de su novia y la loba en celo a la que ahora le comía los senos mientras se quitaba la correa le provocaba una elevación inmoderada en la entrepierna. Los mechones de sus cabellos se entrelazaban y ella le mordía las orejas. “Alguien va a llegar, alguien va a llegar”, susurraba Lucía.

“No digas eso”, pensó Tiger, “el que está llegando soy yo”. Así que trató de calmar un poco sus palpitaciones y ganar tiempo antes de chorrear cuatrocientos millones de espermas al aire, le pidió algo a Lucía con la mirada. “No quiero coger esa cosa”, advirtió ella rápidamente. Luego le dijo con disimulada hostilidad que fuesen al piso, “pero está muy frío”, reclamó Tiger. Lucía no dijo nada, sólo pensó, “si te vas a venir rápido, mejor no ensucies nada”.

Su cronómetro mental marcó los cero segundos cuando posó sus nalgas descubiertas y peludas en el suelo y Lucía empezó a cabalgar a horcajadas sobre él, la calentura dominaba sus sentidos. Tiger, por ejemplo, se concentró tanto que no sentía el frío que reclamaba antes y Lucía, en la oscuridad de sus ojos cerrados, todavía podía ver puntos de luz semejantes a fuegos artificiales, aun así, estaba lejos de llegar. Cada uno disfrutaba por su lado, buscando su propio orgasmo, sin darse cuenta, en el segundo 30, independizaron el placer para siempre.

A los 35 segundos, Lucía lo sujetaba del antebrazo con las manos, contra el piso, para no perder el meneo de sus caderas penetradas. “¡Muévete pues!”, chilló Lucía en el segundo 47. Tiger pudo obedecer la orden hasta el segundo 60, luego pidió a Lucía cambiar la posición (otra vez para ganar tiempo). A la altura del segundo 68, apoyó su espalda en el sofá y Lucía alargó su cuello para atrás, contorneó el cuerpo hasta dejar sus cabellos en el aire. “¡Mátame, más adentro!”, fueron las palabras desgarradas de Lucía que hicieron pensar a Tiger que tras 77 segundos de embestidas pélvicas todo iba bien. Sin embargo, no soportaba sentir que se acercaba el final, quería pensar en otra cosa y no se le ocurría qué.

No pudo mantener viva la jodienda por más tiempo y, en el segundo 94, un volcán en las profundidades de los mares australianos estalló junto con él. Nadie se dio cuenta, ni los tablistas australianos del pequeño movimiento telúrico, ni Lucía en Chorrillos, de que todo había terminado. “Ay, nooo”, exhaló Lucía apenas advirtió que el gorgojo de Tiger poco a poco se hacía blandito. “Perdón, Peluchita, me fulminaste”, se excusó él con un tono insoportablemente escolar.

Tiger había quebrado, al menos, su eterno record de 90 segundos. ¿Alguien más que él debía alegrarse por tan pequeña gesta? Era más fácil resucitar a las cucarachas envenenadas de la cocina de Lucía que echarle hurras a ese gorgojo por un polvo más.



Miércoles, 16 de octubre de 2007

Lucía era corta de vista y Javier no lo sabía. Apenas estuvieron en el umbral, ella se dio cuenta que entraba a un hostal y con una automática media vuelta devolvió su cuerpo a la calle. Estaba roja como un tomate, sólo quedaba reírse, Javier la acompañó, se hizo el sorprendido. En el fondo lamentaba la confusión de la que fue también presa. Por un momento se le cruzó y no le desagradó la idea de revolcarse con ella.

A la vuelta, y para olvidar el incidente, hablaron un poco de la exposición, de cómo les había ido, de aquel alumno malaleche que les hizo una pregunta difícil. “¡Mierda, la clase!”, recordó Lucía. “Hace rato se pasó la hora, mejor que acabe para recoger nuestras cosas, ¿qué harás luego?”, dijo Javier. Lucía dudó un poco la respuesta. “Voy a buscar a una amiga”, dijo luego de unos segundos. Javier se ofreció a acompañarla. Ella aceptó.

-¿También es chorrillana? -preguntó él-.
-No, es una de mis Meras, no la veo hace tiempo -explicó Lucía-.
-¿Meras? -se extrañó Javier-.
-Son mis amigas desde el cole, es de cariño, hemos hecho muchas cosas juntas. Más que mis hijas, son mis cómplices.
-Se van de cacería.
-No, ya pasaron esos tiempos. Hoy sólo veré a una, si quieres anda a tu casa nomás.
-No, te acompaño un toque nomás y luego me jalo.
-Conste que te lo advertí.
-¿Y esas Meras saben todas tus trampas?
-Of course, hunny.


Cuando llegaron al salón, Javier se acercó a mirar por la ventana. Apenas ojeó un poco, esta se abrió y el profesor Olarte salió con cara de muchos enemigos. Miró a los dos pero Lucía volteó la mirada. “Hasta luego, profesor”, dijo Javier inmolándose. El profesor hizo una venia imperceptible, su mirada parecía decir “alumno conchudo, te escapas de la clase y todavía te despides”. A ella también la miró, pero sus piernas bien empaquetadas la eximían de cualquier grado de culpa.
Amablemente, él recogió las mochilas del salón. Lucía dejó caer media sonrisa cuando lo vio salir, con dos mochilas tan pesadas no cabía en el marco de la puerta. Caminaron por los pasillos y ella no se contuvo más. “¡Eres igualito a Ringo, mi ex!”, dijo de repente. A Javier le molestó que repitiera eso pero no se lo dijo. “Tienes hasta los mismos gestos”, decía mirándolo a los ojos. “Ya Lucía, mejor vamos donde tu amiga”, cambió de tema Javier.

Tenían que esperar una hora más. Se la pasaron conversando mientras cruzaban la Universidad de canto a canto para llegar a Sociales, edificio de paredes rojas y pancartas que anunciaban conferencias sobre multiculturalismo. Subieron al tercer piso, salón 303, Lucía se asomó por la ventana de la puerta, vio al profesor impartiendo su cátedra y a los alumnos atentos. Javier jamás sospechó que Lucía realmente esperaba, no a su amiga, sino a su enamorado Tiger.

-¿Cuándo iremos al Hueco, Lucía? –preguntó Javier, hacía referencia a los chupodromos del frente-.
-Sí, oye. Hace tiempo que quiero unas bien “helenas” –respondió Lucía animada-.
-Vamos el otro miércoles, qué te parece. Saliendo de Olarte.
-Mmmh… Estaré con Tiger –se lo dijo-.
-Ah, ese. ¿Cómo está?
-Bien, gracias, más gordo que nunca.
-Me preocupa eso que me dijiste. No, no hablo de su precocidad, sino…
-Sí, bueno. Desde que estamos, he abandonado a mis amigos, no soy yo. Hace tiempo que no conversaba varias horas con un amigo –tal vez Lucía hablaba de más, Javier le inspiraba a soltar la lengua-.
-Gracias por lo de amigo.
-He dejado de ver a mis amigas. No salgo mucho a tonear.
-¿No sales a fiestas con Tiger?
-No le gustan. Dice que no es su mundo, su ambiente. Nos quedamos en casa. Aparte Chorrillos está lejos de todo.
-No es justo. El mundo de Tiger no es tu mundo. O sea, eres su novia y, claro, deben estar juntos, pero si él no quiere salir, tú no tienes por qué seguirlo siempre. ¡Tú puedes salir a divertirte! –exclamó Javier, llevado por un convencimiento religioso-.
-No, Javi, la Lucía chonguera ya colgó los chimpunes.
-¿Y cómo era esa Lucía antes de Tiger?
-¡Cómo no era, dirás! Puedo decir que viví y bebí la vida como tiene que vivirse e hice las travesuras que tenían que hacerse a la edad correspondiente.
-Pensé que Tiger había sido el primero.
-Corrígete, hunny. Tiger fue mi primer Todo.
-No entiendo. Entonces, ¿a qué edad bebiste de la vida?
-Sweet sixteen, querido. Como todas, ¿no?
-No creo que sea conveniente hacerte pasar por Santa si no lo eres.
-¡Oye!, tampoco creas que soy una puta. Tiger ha sido el único. Por si acaso, él no sabe nada de mi pasado así que no vayas a decir nada.
-No diré nada. Yo estoy contigo. Aguanta, ¿estamos esperando a …?

Tiger salió del salón, corrió hacia ella como un mamífero hambriento y la abrazó. Javier sintió la mirada reprobatoria de Tiger y sudó hielo. Lucía siempre llegaba sola y ahora venía con un compañero, esto a Tiger, un celoso de polendas, le pareció sospechoso. Esta escena, por decisión de Javier, no duró más.


“Bueno, chicos, tengo que irme”, mintió Javier. “Gracias por acompañarme un ratito”, dijo Lucía, que ahora sí dijo lo absolutamente necesario. Javier no apretó la mano de Tiger ni besó la mejilla de Lucía. Nada más agitó las manos y se alejó, entró en la oscuridad y bajó por las escaleras. Quería desaparecer, sintió que Lucía lo había engañado. Le dijo que era una amiga y resultó siendo el impotente obeso de Tiger.
-Ese chico está enamorado de ti, Lucía –apuntó Tiger-.
-¿Javier?, ¡No!, qué dices. Sólo me acompaño un rato.
-He visto cómo te mira. Hace tiempo lo vengo pensando.
-Por favor, ahora no. Llévame a mi casa nomás –pidió Lucía y lo jaló de las barbas-.

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Fotografía por Whipper_Snapper
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Esta es oficialmente, la convocatoria para las PLUMAS INVITADAS 2011. Vean el video.

PLUMAS INVITADAS convocatoria from Vídeos a-choteadas-aprendí on Vimeo.

Como vieron, hemos AMPLIADO EL PLAZO, algunas Plumas Confirmadas recién acabaron sus clases y se pusieron a escribir sus textos. Así que TODAVÍA PUEDES PARTICIPAR. ¡Cuéntanos tu choteada! Que no pase de DOS HOJAS. Envíala al correo blog.choteadas@YAHOO.com
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Avisos clasificados: Este sábado están todos invitados a la "POLLADA PRO MAFER", que es en realidad un baby-shower. Denle click nomás.

lunes, 13 de diciembre de 2010

IV. Noventa segundos




Miércoles, 16 de octubre de 2007
Derribaba alumnos a su paso. Había utilizado su voz dulce, mirada diagonal y sonrisa coqueta para que un chico desconocido de la biblioteca aceptara ayudarla a sacar un libro que necesitaba para su exposición de Historia. La mochila le pesaba, hojeó el libro con prisa y leyó el capítulo que le correspondía. “¡Dónde están los amigos cuando se les necesita!”, reclamó Lucía, en voz alta.

Algunos voltearon a mirar a la loca que gritaba, los más mañosos dieron una ojeada rápida a los bien contenidos dieciocho años que relucía su trasero. Por entregar unos libros a destiempo, el sistema de la biblioteca suspendía automáticamente su carnet por unos días. Lucía confió que llamando a su amigo Peter solucionaría todo rápidamente y éste le prestaría un libro utilizando su carnet. Pero se equivocó. Peter, y otros amigos a los que también llamó, estaban ocupados, fuera de la universidad o no respondían al celular.

Esta circunstancia enfrentó a Lucía contra una verdad: la soledad del estudiante. A medida que escalaba ciclo por ciclo, se volvía una alumna más solitaria que tenía que lidiar no con amigos, sino con futuros colegas, cuyas relaciones eran dominadas por la conveniencia y rodeadas de un aire falsete. Sus amigos, los verdaderos, los de antes, los cachimbos, estuvieron allí todo el tiempo, eran alegres y entusiastas personas dispuestas a satisfacer sus necesidades más básicas, como almorzar juntos o acompañarla antes que empiece su clase. Pero a ellos, el tiempo también los había cernido entre los fieles y los malagracia, personas con las que se cruzaba pero ya no saludaba.

Las Meras tampoco volvieron a reunir. Después de la humillante destrucción de Malo Marcelo (quedó lisiado, perdió la memoria y, por miedo, volvió a dormir en cama de sus padres), no supieron mucho una de la otra. Cuando se cruzaba con una de las Meras en la Católica, las saludaba al vuelo. Sin embargo, Lucía distaba de ser una mujer sola pues conocía gente a cada rato, ella le llamaba “amigos al paso”, como aquel buen chico de la biblioteca que le prestó el libro que ahora leía, antes de entrar al salón a exponer.

Sin embargo, Lucía era consciente que en el tiempo que llevaba con Tiger había dejado de lado sus amistades. Repartía su tiempo entre los estudios, las maratones de películas y las visitas de Tiger a su casa. Además de soportar las prohibiciones de ir a fiestas y la selección arbitraria que hacía Tiger de sus amigos.

Porque Lucía se dio tiempo de conocer nuevos amigos, entre ellos Gabriela, de rasgos orientales que también estudiaba leyes y era una chismosa compulsiva. El otro que se ganó su confianza era Javier, un chico alto, de rulos tímidos y mirada traviesa. Estudiaba periodismo, escribía un blog (al igual que ella) y tenía un sentido del humor inexplicable. Disfrutaba de su compañía pero trataba de no hacérselo notar.

Javier la esperaba en el salón de Historia, les tocaba exponer juntos. “Llegas tarde, Castello”, dijo el profesor Olarte. Ella le pidió disculpas, avanzó, no miró a nadie, tomó su posición frente a la pizarra, junto a Javier y otros compañeros, esperó su turno y empezó a hablar. Había memorizado todo, casi como si hubiera guardado ese conocimiento dentro de ella hasta esperar ese momento donde recitaba todo lo que había leído minutos antes. Haber abierto el libro no fue más que recordar lo que ya sabía.



Sábado, 21 de abril  de 2007
Levanta de la cama, con mucho esfuerzo, su cuerpo pesado y sudoroso. ¿Estás apurado?, ¿tienes problemas?, no te preocupes, ya pasará; Lucía está a punto de elegir una de esas frases, la piensa, las calibra, juega con ellas, las chocolatea en su mente. No quiere herirlo, pero anula sus pensamientos y lanza la primera. Tiger la escucha de espaldas, cierra los ojos, no hay tiempo para la pena, le echa la culpa a problemas que sobrepasan el cobertizo y las colchas relucientes del hostal que los refugia.

Lucía quiere ayudarlo, cubre sus senos con el cobertor, se levanta y masajea la espalda de Tiger. Es su manera de decirle que todo está bien, que no le molesta que él haya ganado la carrera, que le hubiera dado asquito ver su semen dividir la cama en dos, que luego es incómodo dormir sobre húmedo y que es un hombre bueno porque indirectamente le ahorra trabajo a la lavandera oficial del hostal.

“Seguro el cebiche te cayó mal, gordo”, dijo Lucía para resumir todo. “Debe ser, no me ha pasado antes, debió ser la comida”, dijo Tiger, dándole cuerda a la excusa culinaria que Lucía inventó. Horas antes, como ya se había hecho costumbre, degustaron entre los dos, mitad y mitad, en un rebuscado huarique de la avenida Guardia Chalaca, un “combo triple marítimo” que activó las ganas de lamerse el uno al otro esta vez con el tiempo que no tuvieron la noche del cumpleaños de Lucía.

Tiger la quería bien y ella lo sabía. Él se tragó sin chistar seis largos meses para que Lucía se anime por fin a tener sexo con él y con cierta regularidad. Lucía había seguido someramente los consejos de Fiorella, lo había hecho esperar para que Tiger no creyera que tendría todo fácil. Ahora que las Meras estaban ocupadas en sus quehaceres, prácticamente en otra dimensión, Lucía cedía terreno en sus convicciones virginales para entregar su tesoro chorrillano en manos del hombre que amaba con todas sus fuerzas. Que a Tiger se le cayera el asta antes de tiempo y se ofuscara eran asuntos que no le competían, ella era feliz, creía que el mejor sexo es el que no hace doler.

-Para mí está bien así, Tiger, además me dolía un egg literalmente -consoló Lucía, que no le importaba mucho el tiempo-.

Él trataba de pensar en episodios depresivos y aterradores: velorios recientes, la muerte navideña de un lechón, niños africanos muertos por inanición, el Papa Noel sin regalos que lo visitaba en sus pesadillas, la cara barbuda de Osama Bin Laden o las amigas más feúcas que tenía en la facultad de Sociales. Multiplicaba sus pensamientos a través de las posibilidades que le presentaba el universo mientras cabalgaba sobre Lucía con una pose convencional. No se concentraba en él ni en ella. Su pequeño gorgojo lo traicionaría muchas veces más.



Miércoles, 16 de octubre (2007)
“¿Cuéntame, Lucía, cuánto tiempo llevas con Tiger?”, preguntó Javier mientras metía tres monedas al Vendomatic. Pulsó “B4” y la maquina hizo un mugido que ocultó el suspiro de Lucía. “Un año”, dijo como quien da la hora. Ella le pidió a Javier que la acompañe a devolver un libro a la biblioteca, aprovechando el receso de diez minutos que daba el profesor Olarte. Sin embargo, caminaban despacio, nada los apuraba, era la primera vez que Lucía hablaría sobre Tiger con Javier.

Él consideraba de mal gusto preguntarle a una chica por su novio. Estaba convencido que cuando conocía a una chica esa pregunta era un gravísimo primer error. Él procuraba llevarlas por otros caminos, sin mencionar o recordar al susodicho para así conocer el alma libre que toda chica comprometida lleva dentro. Podía no funcionar inmediatamente pero a largo plazo había resultado un par de veces.

Hacerle ahora esa pregunta, cuánto tiempo llevas con Tiger, cómo les va, no era más que la muestra de las intenciones netamente amicales a las que Javier quería encaminar la relación. Conocía a Tiger pues había acompañado a Lucía a todas las reuniones del grupo, justificaba su presencia aportando ideas. Para Javier no era lo mismo conocer a una chica emparejada que conocerla soltera. La primera pierde todo su misterio apenas anuncia que un hombre pulula su corazón, pero las solitarias, además de llamar a la reflexión sobre el motivo de su soltería, intrigan al no tener, o no mostrar en un primer momento, una cara, un rostro formado por su deseo. De un hombre siempre se descuelga la posibilidad de caber en ese molde informe. En este caso, Lucía le parecía bonita, pero había perdido la magia desde el primer momento y no le interesaba. “Siempre están juntos, te quiere mucho”, dijo Javier por fin. Lucía mira a otro lado y pega el hombro a su sonrisa.

Al salir de la biblioteca, Lucía dispara: “hay algo raro en ti, sabes”. “Algo como qué”, dice Javier. Lo mira bien y le dice “es que… te pareces a mi ex”. Él bromea “o sea que tuviste un ex para nada guapo”. “No, aparte de eso, tu cara, tu pelo, tu paciencia”, Javier se tocaba su cara, su pelo, ella proseguía “la primera vez que te vi de lejos, me recordaste mucho a él”. “¿Y quién era él?”, preguntó ahora sí seriamente. “Se llama Ringo, también está en Letras, acaba de ingresar”. Luego aclaró que ya no pasaba nada con él.

Javier aprovechó la caminata para sacar un libro y le pidió a Lucía que lo acompañase a las fotocopiadoras de afuera. Ella accedió, Javier parecía tener el don de escucharla y ella tenía la necesidad de contar sus cosas. Javier era lo primero que tenía a la mano para exorcizar o poner en foco algunas cosas que creía de Tiger. “Nada es lo que parece, Tiger me quiere pero tiene el mal gusto de venirse antes que yo”, fulminó de nuevo.

-Ah caramba, ja ja, pero compréndelo, no sé, estará preocupado -dijo Javier-.
-Los hombres se ponen de acuerdo para dar esa excusa ¿no? -replicó Lucía-.
-Pero cuánto dura, ¿tres?
-¡Bueno fuera!, en minuto y medio muere su gorgojo.
-¡Coño!, eso me da un poco de vergüenza ajena. De repente gritas mucho y se nerviosea.
-Pero qué quieres, ¡que me quede callada!
-Claro que no, ¿y han consultado con doctores?
-Nada, no quiere, le da vergüenza. ¿Oye, qué dice en ese letrero de colores?
-¿Cuál? Ah, pero Lucía ese es el t…

No terminó de decir la palabra “telo”, no convenía, pensó que probablemente Lucía estaba mandándole una indirecta, que quería darse un revolcón con él a modo de protesta por los noventa segundos que raspaba Tiger con mucho esfuerzo. Al fin y al cabo, no importaba el motivo, Lucía proponía acercarse al hostal más conocido de la universidad para ver qué eran “esos colores”, era mejor no aclararle nada. Se acercaron, vieron un pasadizo largo que acababa en unas rejas negras y un piso de losetas blancas que llevaban al segundo piso, la recepción seguramente.


...
¡¡CONTINUARÁ EL JUEVES!! No se vayan del país ;)
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Fotografía por Miss_Salander
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PLUMAS INVITADAS: Se acerca el fin de la temporada. Queremos recordarles que HASTA ESTA SEMANA esperamos sus textos que serán publicados en la sección veraniega llamada "Plumas Invitadas" (enero 2011). La EXTENSIÓN es de UNA HOJA Y MEDIA. Envíenlo a la dirección blog.choteadas@yahoo.com Pueden publicarlo bajo el seudónimo que elijan. Gracias.