viernes, 17 de diciembre de 2010

IV. Noventa segundos (parte final)




Lunes, 13 de agosto de 2007


-¡Mamá, ya llegamos! -gritó Lucía-.

Pero ese lunes por la tarde la casa estaba vacía. Chorrillos entero era víctima de la neblina que persistía en posarse esas épocas del año. El noviazgo entraba a su propio invierno, en pocos meses celebraría un año de vida. Las vacaciones de medio año se acercaban a su fin. La Católica abriría sus puertas el lunes siguiente y, como era natural, las clases los separarían un poco. Tiger entraba de lleno a la facultad y Lucía adelantaría unos cursos de su carrera. Esta era su última semana juntos.

Tiger prendió la televisión y pescó una de las series gringas que repiten por la tarde. Doña Estela tenía guardia de madrugada en el Noguchi, un centro hospitalario de salud mental. Lucía fue a traer galletas a la alacena. Como los estantes estaban muy arriba, buscó la Soda Field tanteando con sus dedos hasta que encontró los restos de una cucaracha patas arriba. Estaba muerta. El grito que emitió se alargó más allá de la llegada de Tiger.

“¡Qué pasó, Peluchita!”, preguntó Tiger mientras levantaba a Lucía del piso. Ella le indicó dónde estaba la enemiga y Tiger se empinó a mirarla. “La mataste, amor, con tu grito la mataste”, dijo, cogió él mismo las galletas, las dejó en la mesa y abrazó a su chica. Ella recordó que hace poco Doña Estela había rociado la cocina con un polvo asesino de insectos. Mientras se besaban, ella enredó sus dedos en la barba de él, que la cargó de los muslos y la llevó a la sala. “Qué pesado, otra vez quiere lo que no puede”, pensó Lucía.

A continuación Tiger le quitó el sujetador. A contraluz, la figura de Lucía con el pantalón puesto y el pecho desnudo le resultaba erótica, el contraste entre la santidad de su novia y la loba en celo a la que ahora le comía los senos mientras se quitaba la correa le provocaba una elevación inmoderada en la entrepierna. Los mechones de sus cabellos se entrelazaban y ella le mordía las orejas. “Alguien va a llegar, alguien va a llegar”, susurraba Lucía.

“No digas eso”, pensó Tiger, “el que está llegando soy yo”. Así que trató de calmar un poco sus palpitaciones y ganar tiempo antes de chorrear cuatrocientos millones de espermas al aire, le pidió algo a Lucía con la mirada. “No quiero coger esa cosa”, advirtió ella rápidamente. Luego le dijo con disimulada hostilidad que fuesen al piso, “pero está muy frío”, reclamó Tiger. Lucía no dijo nada, sólo pensó, “si te vas a venir rápido, mejor no ensucies nada”.

Su cronómetro mental marcó los cero segundos cuando posó sus nalgas descubiertas y peludas en el suelo y Lucía empezó a cabalgar a horcajadas sobre él, la calentura dominaba sus sentidos. Tiger, por ejemplo, se concentró tanto que no sentía el frío que reclamaba antes y Lucía, en la oscuridad de sus ojos cerrados, todavía podía ver puntos de luz semejantes a fuegos artificiales, aun así, estaba lejos de llegar. Cada uno disfrutaba por su lado, buscando su propio orgasmo, sin darse cuenta, en el segundo 30, independizaron el placer para siempre.

A los 35 segundos, Lucía lo sujetaba del antebrazo con las manos, contra el piso, para no perder el meneo de sus caderas penetradas. “¡Muévete pues!”, chilló Lucía en el segundo 47. Tiger pudo obedecer la orden hasta el segundo 60, luego pidió a Lucía cambiar la posición (otra vez para ganar tiempo). A la altura del segundo 68, apoyó su espalda en el sofá y Lucía alargó su cuello para atrás, contorneó el cuerpo hasta dejar sus cabellos en el aire. “¡Mátame, más adentro!”, fueron las palabras desgarradas de Lucía que hicieron pensar a Tiger que tras 77 segundos de embestidas pélvicas todo iba bien. Sin embargo, no soportaba sentir que se acercaba el final, quería pensar en otra cosa y no se le ocurría qué.

No pudo mantener viva la jodienda por más tiempo y, en el segundo 94, un volcán en las profundidades de los mares australianos estalló junto con él. Nadie se dio cuenta, ni los tablistas australianos del pequeño movimiento telúrico, ni Lucía en Chorrillos, de que todo había terminado. “Ay, nooo”, exhaló Lucía apenas advirtió que el gorgojo de Tiger poco a poco se hacía blandito. “Perdón, Peluchita, me fulminaste”, se excusó él con un tono insoportablemente escolar.

Tiger había quebrado, al menos, su eterno record de 90 segundos. ¿Alguien más que él debía alegrarse por tan pequeña gesta? Era más fácil resucitar a las cucarachas envenenadas de la cocina de Lucía que echarle hurras a ese gorgojo por un polvo más.



Miércoles, 16 de octubre de 2007

Lucía era corta de vista y Javier no lo sabía. Apenas estuvieron en el umbral, ella se dio cuenta que entraba a un hostal y con una automática media vuelta devolvió su cuerpo a la calle. Estaba roja como un tomate, sólo quedaba reírse, Javier la acompañó, se hizo el sorprendido. En el fondo lamentaba la confusión de la que fue también presa. Por un momento se le cruzó y no le desagradó la idea de revolcarse con ella.

A la vuelta, y para olvidar el incidente, hablaron un poco de la exposición, de cómo les había ido, de aquel alumno malaleche que les hizo una pregunta difícil. “¡Mierda, la clase!”, recordó Lucía. “Hace rato se pasó la hora, mejor que acabe para recoger nuestras cosas, ¿qué harás luego?”, dijo Javier. Lucía dudó un poco la respuesta. “Voy a buscar a una amiga”, dijo luego de unos segundos. Javier se ofreció a acompañarla. Ella aceptó.

-¿También es chorrillana? -preguntó él-.
-No, es una de mis Meras, no la veo hace tiempo -explicó Lucía-.
-¿Meras? -se extrañó Javier-.
-Son mis amigas desde el cole, es de cariño, hemos hecho muchas cosas juntas. Más que mis hijas, son mis cómplices.
-Se van de cacería.
-No, ya pasaron esos tiempos. Hoy sólo veré a una, si quieres anda a tu casa nomás.
-No, te acompaño un toque nomás y luego me jalo.
-Conste que te lo advertí.
-¿Y esas Meras saben todas tus trampas?
-Of course, hunny.


Cuando llegaron al salón, Javier se acercó a mirar por la ventana. Apenas ojeó un poco, esta se abrió y el profesor Olarte salió con cara de muchos enemigos. Miró a los dos pero Lucía volteó la mirada. “Hasta luego, profesor”, dijo Javier inmolándose. El profesor hizo una venia imperceptible, su mirada parecía decir “alumno conchudo, te escapas de la clase y todavía te despides”. A ella también la miró, pero sus piernas bien empaquetadas la eximían de cualquier grado de culpa.
Amablemente, él recogió las mochilas del salón. Lucía dejó caer media sonrisa cuando lo vio salir, con dos mochilas tan pesadas no cabía en el marco de la puerta. Caminaron por los pasillos y ella no se contuvo más. “¡Eres igualito a Ringo, mi ex!”, dijo de repente. A Javier le molestó que repitiera eso pero no se lo dijo. “Tienes hasta los mismos gestos”, decía mirándolo a los ojos. “Ya Lucía, mejor vamos donde tu amiga”, cambió de tema Javier.

Tenían que esperar una hora más. Se la pasaron conversando mientras cruzaban la Universidad de canto a canto para llegar a Sociales, edificio de paredes rojas y pancartas que anunciaban conferencias sobre multiculturalismo. Subieron al tercer piso, salón 303, Lucía se asomó por la ventana de la puerta, vio al profesor impartiendo su cátedra y a los alumnos atentos. Javier jamás sospechó que Lucía realmente esperaba, no a su amiga, sino a su enamorado Tiger.

-¿Cuándo iremos al Hueco, Lucía? –preguntó Javier, hacía referencia a los chupodromos del frente-.
-Sí, oye. Hace tiempo que quiero unas bien “helenas” –respondió Lucía animada-.
-Vamos el otro miércoles, qué te parece. Saliendo de Olarte.
-Mmmh… Estaré con Tiger –se lo dijo-.
-Ah, ese. ¿Cómo está?
-Bien, gracias, más gordo que nunca.
-Me preocupa eso que me dijiste. No, no hablo de su precocidad, sino…
-Sí, bueno. Desde que estamos, he abandonado a mis amigos, no soy yo. Hace tiempo que no conversaba varias horas con un amigo –tal vez Lucía hablaba de más, Javier le inspiraba a soltar la lengua-.
-Gracias por lo de amigo.
-He dejado de ver a mis amigas. No salgo mucho a tonear.
-¿No sales a fiestas con Tiger?
-No le gustan. Dice que no es su mundo, su ambiente. Nos quedamos en casa. Aparte Chorrillos está lejos de todo.
-No es justo. El mundo de Tiger no es tu mundo. O sea, eres su novia y, claro, deben estar juntos, pero si él no quiere salir, tú no tienes por qué seguirlo siempre. ¡Tú puedes salir a divertirte! –exclamó Javier, llevado por un convencimiento religioso-.
-No, Javi, la Lucía chonguera ya colgó los chimpunes.
-¿Y cómo era esa Lucía antes de Tiger?
-¡Cómo no era, dirás! Puedo decir que viví y bebí la vida como tiene que vivirse e hice las travesuras que tenían que hacerse a la edad correspondiente.
-Pensé que Tiger había sido el primero.
-Corrígete, hunny. Tiger fue mi primer Todo.
-No entiendo. Entonces, ¿a qué edad bebiste de la vida?
-Sweet sixteen, querido. Como todas, ¿no?
-No creo que sea conveniente hacerte pasar por Santa si no lo eres.
-¡Oye!, tampoco creas que soy una puta. Tiger ha sido el único. Por si acaso, él no sabe nada de mi pasado así que no vayas a decir nada.
-No diré nada. Yo estoy contigo. Aguanta, ¿estamos esperando a …?

Tiger salió del salón, corrió hacia ella como un mamífero hambriento y la abrazó. Javier sintió la mirada reprobatoria de Tiger y sudó hielo. Lucía siempre llegaba sola y ahora venía con un compañero, esto a Tiger, un celoso de polendas, le pareció sospechoso. Esta escena, por decisión de Javier, no duró más.


“Bueno, chicos, tengo que irme”, mintió Javier. “Gracias por acompañarme un ratito”, dijo Lucía, que ahora sí dijo lo absolutamente necesario. Javier no apretó la mano de Tiger ni besó la mejilla de Lucía. Nada más agitó las manos y se alejó, entró en la oscuridad y bajó por las escaleras. Quería desaparecer, sintió que Lucía lo había engañado. Le dijo que era una amiga y resultó siendo el impotente obeso de Tiger.
-Ese chico está enamorado de ti, Lucía –apuntó Tiger-.
-¿Javier?, ¡No!, qué dices. Sólo me acompaño un rato.
-He visto cómo te mira. Hace tiempo lo vengo pensando.
-Por favor, ahora no. Llévame a mi casa nomás –pidió Lucía y lo jaló de las barbas-.

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Fotografía por Whipper_Snapper
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Esta es oficialmente, la convocatoria para las PLUMAS INVITADAS 2011. Vean el video.

PLUMAS INVITADAS convocatoria from Vídeos a-choteadas-aprendí on Vimeo.

Como vieron, hemos AMPLIADO EL PLAZO, algunas Plumas Confirmadas recién acabaron sus clases y se pusieron a escribir sus textos. Así que TODAVÍA PUEDES PARTICIPAR. ¡Cuéntanos tu choteada! Que no pase de DOS HOJAS. Envíala al correo blog.choteadas@YAHOO.com
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Avisos clasificados: Este sábado están todos invitados a la "POLLADA PRO MAFER", que es en realidad un baby-shower. Denle click nomás.

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