No voy a besarte, hermosa.
No voy a romper el azul encantamiento.
No voy a permitir que desciendas a la tierra feroz de la vigilia.
(Lorenzo Helguero).
Imagen por gabriele chiapparini |
UNA DE LAS NIÑAS defiende su orgullo, estoy de su lado. Un mosquetero confiesa su pena de amor, lloro con él. Mi dealer no oficial me invita marihuana, la fumo. A una amiga le molesta que su novio fume con nosotros, nos escondemos de ella. Un amigo recién llegado de Francia me cuenta que las francesas son difíciles de conquistar, tomo nota.
La dueña del mundo muerde mis labios, le digo que aun teniéndola cerca la sigo extrañando. Muchos recuerdos vienen a embriagarme de vuelta mientras abro los ojos y suena insistentemente el timbre.
Abro la puerta, es Rozzenda, qué hace aquí, me pregunto. Si mal no recuerdo, todo empezó cuando caminaba solitario por el tradicional Queirolo. Quedé en encontrarme con unos amigos en ese bar, en especial, con el amigo Melón, quien un año antes viajó a Marsella para buscar su futuro antropológico por allá. Él es quien me encuentra, nos damos un fuerte abrazo, por los viejos tiempos perdidos. Es un insulto decirlo, pero sigue igualito. Me reclama que no le haya respondido el último mail que mandó, le pido disculpas. Me cuenta sus últimas aventuras, luego me pide que le cuente las mías. Saco algunas de la baraja y le digo que más tarde es cumpleaños de S, de la que te conté.
Técnicamente no lo es, ella adelantó la celebración dos días. Llegan más amigos, entramos a una discoteca. También aparece Teni, “qué fue, ¿por qué no contestabas el celular?”, le pregunto. “No, Pato, mi batería está en muere”, responde. Tiene una sonrisa picarona, tiene la cara de haber cometido algún pecadillo. Le digo que Rozzenda está esperándonos, él se ofrece a recogerla. “¡Cuando vengan, partimos al cumpleaños de S!”, le informo.
Demora en venir, su celular sigue muerto. El amigo Roberto me ofrece sustancias prohibidas, es la pequeña muestra que alienta futuras compras, se agradece. Es bueno tener uno, o dos dealers que siempre me inviten y no pagar por ella.
Al volver Teni con Rozzenda, esperan un rato a que cierre los negocios con un amigo músico que me ofrece clases de guitarra. Cambiamos números; antes salto y bailo una salsa con Rozzenda. Una vez en el taxi, pensamos en el regalo. Pago el taxi ya que Rozzenda y Teni tenían billetes muy grandes. Me quedan debiendo, juntos compramos un rubio ron.
Subimos las escaleras del torreón donde vive S. La saludamos, yo con un aéreo y desubicado “feliz cumple”, ella me recuerda que todavía faltan dos días y me lleva del brazo donde su amiga francesa Lucy. Viven juntas, es rubicunda, delgada, corte de pelo garzón y orejas de gato. No me presenta a los demás invitados, de mayoría masculina y tendencia brichera. Dejamos el ron en la mesa con los demás tragos. Se alegra y suelta mi mano.
Mi cuerpo flota adonde Teni, que tiene otro ron y no se ha dado cuenta. Yo tampoco. Sentados, observamos la llegada de la hermana de S, Charlotte, al lado de una amiga que Teni juzga de hermosa con cuatro palabrejas: “Yo sí le voy”. No te preocupes, le digo, déjame a mí, yo la conseguiré y la prepararé para ti, amigo.
El primer sorbo de Appleton descubre el verdadero paisaje del lugar, una vieja torre del siglo XVII, todos con sombreros de ala ancha y armados con espadas, las mujeres con vestidos que dejan ver sus hombros; sin embargo, algo no cuadra, le digo a Teni. S baila melosa con un espadachín que no conozco y no dudo que quiere hacerla suya. “No te preocupes, de lejos, ese pata es gay”, me tranquiliza un poco el buen Teni. Sigo vigilando hasta que sea mi momento de ingresar y bailar una pieza con S.
Rozzenda se ha perdido en la fiesta. Aparece otro espadachín, uno de fuste, importante en este relato, lo llamaré d´Artagnan, como el personaje central de Alejandro Dumas, novelista francés que dos siglos antes vaticinó, a un océano de distancia, algunas cosas que esta noche pasarían, entre ellas, el amor semi-correspondido y la juerga desmedida.
“¿Donde está S?” pregunta d´Artagnan, bastante preocupado. Le decimos que se fue a la cocina con un chico alto, de rulos y voz grave, parecido al hijo de Jhonny Bravo. “Ah, ese debe ser el paciente Athos”, adivina el espadachín un poco más calmado. Chupamos juntos y nos cuenta cómo conoce a S: crecieron juntos en el mismo barrio, jugaban canicas de pequeños, según relata el muchacho cuya espada descansando en la silla indica que tiene la guardia baja, está sentimentalón.
Rozzenda nos encuentra de nuevo, habla con Teni algo relacionado con el otro espadachín obeso del que debo cuidarme esta noche. Prefiero caminar al balcón donde baila Charlotte, agarrada de la baranda, dándole la espalda al vacío. Al lado, está su amiga, se llama Drussila y por los pocos datos que puedo sacar, está sola y acepta que Teni, porque fui directo y se lo dije, la saque a bailar. Para guardar las formas, le digo a Charlotte, yo tendría que bailar contigo. Ella saborea una sonrisa en sus labios y acepta.
Vuelvo a mi sitio para darle las buenas nuevas a Teni y lo encuentro imbuido en una charla incendiaria con Magdalena, por quien se derrite en secreto, y amiga muy cercana de la bella S. Ya era raro verlo muy calmado en la fiesta, claramente Teni babea por ella. Me conmueve el parlamento de Magda, su novio le confesó que estuvo con otra chica, empezando por allí, cualquiera no hace eso, hay que tener huevos para confesar una infidelidad. A mi supino entender, era punto para él. Sin embargo, el tipo es indefendible y resulta gracioso imaginarlo como Magda lo imita y, sin poder reírme, observo como gesticula el rostro reproduciendo el llanto marica de su novio devenido en ex.
“¡He podido sacarle la vuelta tres veces, te lo juro Teni, pero no quise!”, grita en silencio. Yo le digo que creo en las segundas oportunidades, pero hasta allí nomás, que no haya tercera, que lo perdone. “¡Me engañó con una perra! Es mi orgullo, yo valgo más que ese huevón, ¿¡qué se ha creído!?”, replica y le digo que respeto su punto. Defiende su Orgullo tan puramente que me conmueve. Teni le dice que ella debe ser implacable, no dejarse convencer y enterrar el recuerdo de aquel sujeto de una buena vez. Siguiendo la idea de que él puede consolarla, arenga, “¡claro pues Magda, Ollanta Dignidad!” y todos gritamos lo mismo sin encontrar resistencia en la concurrencia.
De repente, uno de los invitados sin espada se acerca, busca algo, se tuerce debajo de la silla y se lleva nuestro ron. Lo sigo presurosamente y le pido que me lo devuelva, él me explica que sólo agarró el Appleton que él compró. En primera instancia no le creo, es un problema personal, en primera instancia no le creo a nadie, todos mienten. Según decía, el ron le pertenecía, no era mío, ¿me quería tomar el pelo?, Teni me dice desde atrás que no le crea, estaba más indignado que yo, eso me daba confianza pues ante cualquier gancho ciego que recibiera eventualmente, sé que él lo hubiera devuelto si yo quedaba privado.
No quería hacer escándalos esa noche, en ese lugar, si hubiera tenido un plan, por ahí no iba el camino. Poco a poco, el invitado me hizo entender que era su Appleton y no mi Cartavio, pero ¿dónde está el nuestro, Teni?, le preguntaba. Estábamos lamentando la pérdida cuando decidí pedir prestado otro ron, me dirijo a la mesa, casualmente, S llega acompañada por otro de sus leales súbditos, el chico con fachas femeninas (no termino de creerme el cuento del gay), a quien presenta con un nombre que olvido al instante. Antes de poder darle la mano, S me invita un vaso de tequila.
Sería más certero decir que tuvo la delicadeza de metérmelo a los ojos, pero es su cumple, ella tiene el poder sobre mí y sobre los líquidos que entren a mi boca. Acepto su generoso ofrecimiento. La engaño, apenas repaso el trago con mi lengua serpentina mientras sujeto con la punta de mis dedos la chaqueta que trae puesta, fuerza suficiente para atraerla por inercia a mi cuerpo, alejarla del enemigo espadachín, tomarla por la cintura y oler el perfume de ese pelo negrísimo que me hace su esclavo.
Siguen hablando de otro espadero que llegará más tarde. Ella está pegada a mí y yo pegado a la pared, interrumpo buscando las manos del “chicoco” para saludarlo, mucho gusto, le digo de nuevo en el mismo instante que quiebro con mis dientes uno de los mechones de S, cerca estuve de morder su oreja izquierda. Tomo otro sorbo del José Cuervo, esta vez sin mentiras.
De repente, el chico le pide eufórico la dirección del baño. S se separa y lo lleva muy cordialmente. El José Cuervo aumenta la desazón en mis labios, otra vez me quedé con las manos vacías, seguramente el gay se volverá hombre e intentará algo con S, ¡jolines! “Qué pasa, Pato”, me dice Teni. Le cuento lo sucedido y las pocas caricias que S permitió de mí nacer, le digo que me revienta verla irse con otro al baño. “Tranquilo, tremendo amaneradazo que se le nota, son amigas”, pero ya no estoy tan seguro de eso.
“¿Quién es él?”, le pregunto a Teni. Me presenta al tercer mosquetero de la noche, se hace llamar Aramis el conciliador. Advertido por la leyenda del hombre que ingresó a la Guardia Real de Luis XIII para preparar su carrera religiosa, el buen Aramis, quien tiene la mirada de un sapo alegre y estudia en la Agraria me cuenta, tras el suave interrogatorio al que también sometí a todos los espadachines de la sala, que conoce a S porque la acompaña a cuanto concierto exista en Lima. S, para quienes no sepan, es la chica del espíritu musical a la máxima potencia, conoce hasta las canciones caletas que suenan ahora mismo en los sótanos de Júpiter y Neptuno.
Observo que ella vuelve al plató, guiada por los pasos de baile de d´Artagnan. Bailan a una distancia muy próxima, pero nada que impida negar que ninguno quiere con el otro. De pronto, interrumpe Athos, me indica que d´Artagnan quiere llevarse a S a comprar tragos. Es sospechoso que la cumpleañera deba ir a comprar los tragos, que falta de caballerosidad de parte de d´Artagnan, es lo único que pienso. “¡No dejes que se vayan!”, dice Athos que se ha convertido en un amigo fiel, que no se la lleven, repite. Supuestamente son sus amigos, no harán nada malo, pero su preocupación enciende una alerta en mí. Miro a Teni, Aramis también se ha ido, la emboscada perfecta, malpienso, carajo, se la llevan y salgo disparado a acompañarlos.
–Pato, ¡a dónde vas! –grita Teni desde la ventana–.
–A la tienda, supongo –digo bajando las escaleras de dos en dos–.
–¡Teni, ven, vamos! –invita S–.
–¿Cuatro chicos para una chica? –piensa Teni–. Ya suficiente con Pato que está cagado.
Como lo había pensado, d´Artagnan y Aramis le dicen algo a S, entre los dos la encierran y cuchichean. Me acerco cauto, blandiendo una espada imaginaria, por si estos esgrimistas de cuarta, que no han sabido arrebatármela, quieren batirse a duelo (muy común en estas épocas, donde se vive de migajas y se mata por honor). Sin embargo, S se mueve vagabunda hacia mí, tambalea un poco, y antes que tropiece la recibo en mi pecho, ha pasado mucho tiempo desde que la tuve entre mis brazos por última vez.
–Vayan ustedes, me quedo con ella –anuncio a esos guardias de élite–.
–No, no. Que ella se quede –ordena d´Artagnan, no queda otra que obedecerlo, la leyenda dice que él nació para ser dueño de la seguridad del Castillo y los pantanos aledaños–. Ordenes venidas de arriba, lo siento –se excusa–.
–Subamos, S, por aquí, camina –completa Aramis, yo no puedo hacer nada–.
Voy detrás de ellos, ahora subimos, esto me parece sospechoso. Nada sabe como cuando llegué, hay alguien en esta fiesta, un enemigo invisible que también va por S. El enemigo invisible tal vez no está aquí, quizás mueve los hilos desde muy lejos. Cualquiera puede ser su aliado, ya nadie sabe para quien trabaja en Saint Germain des Pres. Adentro nuevamente, sigue cuchicheando Su-Alteza-Cumpleañera con los mosqueteros arribistas, uno de ellos quiere tomar la Bastilla, pienso.
De esas fantasías soy salvado por S, “quiero hablar con él”, dice y toma mis manos para conducirlas hacia la cocina. Está mal, el alcohol ha desatado ¿sus verdaderos impulsos?, no quiero aprovecharme de ella, está desprotegida, ¿se arrepentirá si intento besarla? No quiero que todo sea como la vez pasada. “Espera, traeré un poco de agua para que se te pase”, le digo al pie del lavabo. Pero me jala hacia la esquina, la ayudo a subirse a la mesa hecha de concreto.
Es gracioso, ambos sabemos que viene un beso, hemos estado así antes, ebrios y solitarios. Es muy serio, a la vez, es decir, no soy una persona seria, no pretendo serlo, solamente que después del beso que viene mi primera intención es que S no vuelva a separarse de mí. Dentro de poco conoceré sus intenciones, que son las determinantes y no las mías, yo puedo querer muchas cosas, pero ella es quien gobierna su cariño y lo reparte con quien manden sus caprichos.
La contemplo un momento, se le ha corrido el maquillaje, tiene un aire gótico, aspecto descuidado que eleva su belleza y aflora su inmortalidad. Juntamos las cabezas y tomo sus cabellos, ella sostiene mi brazo, desde sus hombros busco sus mejillas rosadas, me estaciono allí todo lo que dura la eternidad. Llegaré a su boca, estaré perdido y juntos conoceremos por última vez el silencio.
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[Advertencia: Esta no es otra novela que empieza, se acaba este jueves 16, día de mi cumple, que posteo el episodio final. Espero que estén atentos. Luego terminaré la otra novelilla y si hay más novedades sobre lo que acaban de leer, reabrimos el caso en, calculo, agosto. Gracias por seguir el blog.]
"Put your head on my shouuuulder (8)"
"Put your head on my shouuuulder (8)"
Reiner:
ResponderEliminarSiempre que te leo, se que voy a terminar cagandome de risa de alguna estupides que escribes, y es que de todas la metafora de los mosquetos me parecio estupida pero graciosa que tal imaginación. Termina de una vez, tu novela y empieza escribir como antes. Sin embargo, puedo ver que tu cumpleaños es el jueves y por lo tanto no puedo ser tan malo. FELIZ CUMPLE. PASALA MOSTRO y escribe MEJOR.
Deja de fumar porquerías, y escribe bien, y si vas a alucinar que sea como antes, y no este post ridículo.
ResponderEliminarREPUESTAiS
ResponderEliminarGracias, anónimo, en mi cumpleaños yo tendré el poder atrapado en una botella de whisky. Un abrazo.
Anónimo 2, las historias se hacen aburridas si se cuentan tal como son. Sin embargo, intenté imitar a un grande y no pude, al parecer. Saludos.
Jajajaja que Locura la infartante S, vuelve a parecer y cada vez que lo hace te hace delirar la cabeza pequeño escritor. Cachetitos a mí si me gusto tu historia, aunque inconclusa y demorada en postear que mal niño que mal. Trata de ser puntual con tus seguidores pues.
ResponderEliminarNada un besote muak.
Raquel.
PD, tienes twiter seria bueno que lo pongas para seguirte, nada que pases un mega cumpleaños.
Hola Raquel, hace tiempo que no comentabas. Mi twitter es @reii_javier y en este momento empiezo a escribir la segunda parte del post, el megacumnpleaños me reventó el tiempo. Abrazos.
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