Ella va a ser mi novia pero no lo sabe. Es lo primero qué pienso cuando la veo entre la penumbra y el humo de la discoteca. Es una mujer bella, tres o cuatro años mayor que yo, probablemente. De ojos grandes almendrados, nariz perfilada recta, cabellos lacios castaños, y piel de durazno. Me gusta como nadie me ha gustado nunca. Yo la observo desde mi vaso de cerveza en una esquina.
Mientras suenan los platillos de una canción. Ella está en medio de la pista con los ojos cerrados, las luces de neón la alumbran y todo el mundo parece haber desaparecido, todos excepto ella. Se mueve lentamente agitando su delgado cabello. Sus manos y piernas son independientes pero parecen entender el ritmo de la música, de pronto es una más entre decenas de personas que están alrededor de la pista y simulan estar poseídas por Fito Páez y su amor después del amor. Sin embargo, no la pierdo de vista. No puedo dejar de mirarla.
Es el último sábado antes de comenzar las clases. Por lo cual, convencido por Reiner, al decirme que ya he guardado suficiente luto al amor perdido de Malena, me anima junto con un par de amigos a celebrar el cumpleaños de uno de ellos. Hemos caído en El Mirador. Una discoteca en El Centro, donde se reúne la gente bonita y confundida de la ciudad, los que quieren irse del país pero no pueden y los que se fueron pero regresaron, las chicas rebeldes y cocainómanos, los actores de pacotilla y músicos fracasados, los tontos como yo, que no bailamos porque no tenemos el suficiente coraje ni alcohol en las venas. Yo no quiero bailar esa noche, solo quiero observar a aquella chica a la distancia, tan ligera, alta, orgullosa, ajustada entre su vestido azul, su apretado leggins negro y sus converse del mismo color.
Cerca de ella, hay otro grupo de chicas, de belleza promedio, tirando para feas, o es que la poca luz no les hace justicia o será que Lima afea a la gente. Renato, un gordito simpaticón, me las presenta, no logro escuchar sus nombres. Creo que se llaman Mariana, Pamela, Silvia o algo así. Pero la verdad es que no importa, las saludo por cortesía y pido otra cerveza. Luego me dirijo al baño, en el camino puedo ver a las parejas frotándose sin pudor, drogadictos colapsados, chicas besándose en la boca y un desadaptado que me confunde con un actor de teatro.
Salgo del baño. Ella me mira por primera vez y quedo hechizado. Sacudido por una corriente que me estremece con una fuerza extraña. Nunca había sentido esto por una mujer, las dos veces que creí estar enamorado no se comparaban con esta nueva sensación.
Ella es una mujer muy hermosa y la suya es una mirada perturbadora, cargada de promesas inquietantes. Me reconozco en ella. En sus ojos turbios, y sé que esta noche no iré sin saber su nombre. Necesito saberlo. No logro concentrarme, sólo escucho balbuceos de los que me hablan y asiento con la cabeza a cualquier pregunta, respondo a todo con un desinteresado ”ajá”. Quiero estar cerca de ella. Cientos de ideas se arremolinan en mi cabeza. Si me acerco a ella, no quiero decir nada tonto ni intelectual como suelo ser y hablarle de literatura o el último libro que leí, pero como empezar, ¡cómo!. Con un… No sé ¿quieres bailar conmigo?, ¿bailas?, ¿bailamos? O la tomo del brazo y me la llevo a la pista, decirle ¿siempre vienes a ese lugar? ¡Qué bien hueles! ¿Qué perfume usas? Para finalizar ¿te gusta el ambiente?, mientras pienso en cómo abordarla, la distancia se acorta, me encuentro a tres metros de distancia. Miento, a dos y medio. Cuando estoy a punto de tocarle el hombro, se me adelanta un tipo atlético, bien parecido, la sorprende primero. Maldigo al mundo, al destino, las circunstancias, la discoteca, la música, mis amigos, y por qué no a Reiner, por traerme al Olimpo y sentirme encadenado. Aquel galifardo me ha ganado, no logro escuchar lo que le dice, pues, sólo observo al hermano abortado de Vin Diesel, no obstante, no me percato cuando él se va choteado, pero sí que he derramado algo de cerveza en mi camisa, felizmente negra. Ha sido ella quién me ha ensuciado, y viceversa, avergonzado le pido disculpas, y le ofrezco otra bebida.
Tras las sombras de ese delineador negro que cubre casi todo su faz, pude observar la chica dulce que es, parece ser un personaje de ficción o literatura muy parecida a Lisbeth Salander.
Aquella noche, ella decidió salir al igual que yo, por insistencia de un grupo de amigas aunque, presiento que le agradan más los antros como el Yacana, los de Jirón de la Unión, o los de Plaza San Martín. Pero el Mirador, era un antro de tipos acomplejados, gente patética que el domingo después de la resaca colgara sus estúpidas fotos en el Facebook, red social que desprecia y seguro que no tiene, y yo no vengo de ninguna parte ni voy a algún lado porque soy un perdedor entre los muchos que pululamos en las noches decadentes de Lima, soy apenas un chico confundido que ha tenido el buen gusto de mandar al diablo la universidad, y que sin embargo, se ha visto forzado a estudiar una carrera técnica. Esta noche estaba en busca de nada y me encontré con ella.
Ella y yo nos miramos, sonreímos embobados y tratamos de hablar en esta esquina sobrepoblada y bulliciosa de la discoteca, pero no podemos, porque los parlantes escupen con estruendo una música histérica y yo solo pienso en llevármela lejos para perderme entre sus encantos y hacerla mía.
Mi autoestima que por lo general suele ser la de un personaje kafkiano para hablar con chicas lindas, se esfumó. Me armé de valor y dije qué tal si nos vamos de acá. No se puede hablar y ni siquiera respirar; esta humarada me está mareando, le digo mientras la sostengo del brazo, ella no pone resistencia y luego secretea algo con sus amigas, las de belleza promedio, que hablan entre sí, y fuman el rencor de haber sido ignoradas por los chicos más simpáticos de aquella discoteca que van en busca de amor o por lo menos de buen sexo. Yo no quiero emborracharme, ni acercarme a los cocainómanos ni seguir aspirando este humo viciado que luego me deja el cabello y la ropa apestando. Solo quiero irme con ella y besarla entera, confesarle que me hechizó con su embrujo y encanto.
Pero para mi mala suerte, el DJ suelta una pista en inglés, que me resulta familiar pero no logro recordarla, entonces ella me toma del brazo y me pide bailar con ella, la miro de la forma más tierna posible y le digo que solo bailo cuando estoy borracho, entonces ella toma un vaso prestado de su amiga y me invita. Lo tomo de golpe, mientras bailamos. Hago lo mejor que puedo, muevo mis piernas al compas de la música, o mejor dicho trato de imitarla. Maldigo al DJ en mi cabeza.
Luego, nos sentamos en la barra mientras pido unas Peronis para ambos, es muy educada al rechazarme la cerveza, no insisto y dejo soltar una macabra sonrisita, al menos ella está conmigo y no se ha ido. Observo su tatuaje en la muñeca derecha, la cual al darse cuenta, trata de ocultarla disimuladamente, por extraño que parezca siento que la conozco de antes. Cualquiera que no nos conociera podría asegurar que éramos una pareja pasándosela de lo más bien. Hablando un poco de todo de forma monótona pero entretenida. Yo no dejaba de sonreír, de admirar su belleza y quizás perderme en su sonrisa. Ella por el contrario, parecía disfrutar de mi compañía, reía de todos los chistes y anécdotas que le contaba, me miraba con cierta complicidad del pasado ¿nos habremos conocido en otra vida? Le pregunté. Ella me respondió: claro cuando yo era bruja y tú un rey. Ambos reímos.
Al otro lado la discoteca, mi buen amigo Reiner hacia paso de sus destrezas como bailar, y extrañamente cuando esta ebrio no lo hace tan mal, parecía agradarle una de las chicas de belleza promedio, lo observo desde la barrara con ella.
-Oye, aún no me has dicho tu nombre. Le preguntó.
Mientras ella me mira, de forma dulce y extraña, me dice.
–Me llamo Fiorella, y prende un cigarrillo rubio que se va consumiendo entre sus dedos.
Todo marchaba bien aquella noche, hasta que Reiner hace su estúpida aparición y se presenta, Fiorella parece causarle gracia. Reiner, le pregunta algo picado que hace una chica tan linda y sola, aquella noche. Lo golpeo con la punta del pie, como pidiendo que se desaparezca que va arruinar la única posibilidad que tengo con ella. Segundos después, él parece percatarse de mi incomodidad y se pierde con la excusa de traer una botellas, en realidad lo llama una de las chicas de belleza promedio, y paradójicamente una de ellas parece estar interesada en mi buen amigo. Fiorella, me dice qué extraño tu amigo, parece ser un buen chico pero ¿y tú, no vas con tus amigos?
No sé qué decir para retenerla, quedarme con ella. Sin embargo, ella toma su cartera y me dice acompáñame, me toma de la mano, avanzamos entre la multitud, atrás dejamos a nuestros amigos, un par de pasos más y saldremos de la discoteca, bajamos las escaleras, nos perdemos entre Jirón de la Unión. Vamos demasiado rápido, llegamos a una esquina oscura y me besa, rápida, violenta y desenfrenadamente, no pienso, me dejo llevar. La tomo por la cintura, ella de los hombros, sus labios se entrelazan con los míos, los besos se vuelven desenfrenados. Mi mano explora su cuerpo, ella sonríe mientras me besa el cuello. Lo que me gusta de ella, es que no es una chica como las demás, a las que hay que decirles algo bonito o inteligente, ella no se hace la tonta y sabe a lo que va.
No sé en qué momento, el remedo de Vin Diesel , me vio y llamó a Fiorella, sabía que estaba en peligro, pronto abría pelea, o mejor dicho, mi cara daría cabezazos a sus puños. Si moría por darle un beso, valdría la pena y la volví a besar.
-Ay, es el pesado de Sergio, terminamos hace tres meses, y aún no lo supera.
-Bueno Fiorella, creo que deberían hablar.
-No, no te vayas. Ay, como odio cuando se pone así de celoso.
-Claro, de hecho.
No sé si Fiorella ha notado mis nerviosismo, y entro en la paradoja si vale la pena pelear por una mujer, yo en lugar de Sergio, teniendo su talla, su cuerpo y músculos haría lo mismo y exterminaría a cualquier tipejo que se acerque a mi chica, lamentablemente el tipejo era yo. A medida que se acercaba Sergio. Pensé en la vez que encontré a Malena besando un chico, era la misma situación pero inversa. Estaba ahora del otro lado de la moneda ¿qué habrá pensado aquel chico esa vez, lo mismo que yo? ¿Y si le habló? No mejor trato de razonar con él. Dios, como me arrepiento no haber ido a todas mis clases de karate, y no aprender nunca el kata dos y así lograr mi cinturón amarillo, se me viene una imagen del pato Lucas, por qué diablos se me ha venido esa imagen en la cabeza, probablemente eso se ve antes de morir, no es la tonta película de tu vida, si no vez al pato Lucas, riéndose de ti.
-Qué carajos te pasa Fiorella, ametralla Sergio. Una vez en la esquina donde ella y yo nos encontrábamos.
-Tranquilo, le dije algo asustado (realmente me cagaba en el pantalón)
-Tú no te metas, qué después voy contigo.
Lo mire atónito callado, ¿tendría que pelear por el amor de una mujer? ¿Acaso una mujer de mirada turbia y sonrisa blanca, lo valía? Sí, y mucho, estaba cansado de que siempre se burlaban de mí, hoy no señor, hoy no.
-Disculpa, qué dijiste. Interrumpo.
-Y ambos me dicen, ¡cállate!
Mientras Fiorella y Sergio discuten, solo soy un espectador de lujo de su histeria y gritos. Los mismos que han atraído como siempre algunos chismosos de alrededor, en ese momento pienso que todo ha terminado, Fiorella y Sergio arreglaran sus problemas, y como siempre me iré solo a casa. Empiezo a moverme y escapar de la situación. Cuando Sergio me intercepta. Pronto escucho la palabra que nunca pensé escuchar ¡Pelea! ¡Pelea!
“Así que te gusta Fiore”, acribilló el mastodonte. Y yo, si es así, ¿cuál es el problema? respondo. Luego me empujó, me mentó la madre y todo se redujo en un recto izquierdo al estómago, a las costillas, y la cara. Arrojado en el suelo, pensé en la parte de las películas en donde el héroe se levanta, golpea al sujeto y salva a la chica, lamentablemente eso no era así, me retorcía de dolor. Es mejor que te quedes ahí, me grito el orangután de 1.80. Mientras Fiorella parecía excitada al verme tirado y dolor.
Me levantó y mientras la gente, me mira con asombro. Empuño mis manos y suelto el golpe más certero que haya dado en mi vida, por no decir el primero, a la nariz de Sergio. Sus ojos lagrimearon, y se arrodillo, mientras Fiorella corrió a su ayuda, y me empujó, yo no entendía qué estaba pasando, había luchado por ella, por nosotros y por mí. Pero qué te pasa imbécil, me llamo, Fiorella, no vez lo que has hecho. Felizmente, la caballería había llegado, Reiner al percatarse de mi ausencia salió en mi búsqueda con dos amigos. Luego todo fue caos y el resto fue sirenas y una rápida corrida. El lunes iré a clases con lentes oscuros.
-Oye, estas ahí, me dice Reiner.
-Ajap.
-Oye, qué te pasa.
-Te has fijado en lo hermosa que es aquella chica, que está entrando en la puerta, ¿cómo se llamara?
-Jaja, sí pero olvídala, está fuera de tu alcance.
Ella baila a lo lejos una canción de Fito Páez. Y yo la observo en la esquina desde mi vaso de cerveza. Qué habrá detrás de esas ropas, cuáles serán sus sueños, sus misterios, sus secretos, su vida. Lo pienso, mientras me imagino lo que puedo decir para abordarla.
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Imagen por Google.
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¿discoteca exclusiva? qué alucinado eres brother, tremendas tracas que paran en esa disco... jajaja!
ResponderEliminarviejo, te pides otra cerveza? pero si nunca tienes donde caer muerto, tus amigos siempre te mantienen!
ResponderEliminarsres.
ResponderEliminarEscritores, después de casi un año que leo un blog de ustedes, la ultima que lei fue drama de ser amigos, la cual me parecia estupenda porque era muy propia de ustedes, esta que acabo de leer es copy and pag(para que votaron por ollanta un copia y pega serranos)de varios libos:
el huracan lleva tu nombre
busco novia
por favor un poco mas de respeto para los lectores ciberneticos. sean originales.
gracias
Qué patética copia de los libritos clásicos que lee el Sr. Tenicela!
ResponderEliminarRespuestas:
ResponderEliminarAnónimo 1: Nunca dije que la discoteca "El mirador" fuese exclusiva. Una forma de describir que el Centro es la mezcla del país. Y no somos brothers.
Anónimo 2: Creo que es más que fácil escribir, cuando alguien se esconde en un anonimato. Ahora te preguntó ¿ Qué es más patético?
Anónimo 3: Debo admitir, que me gusta mucho el estilo crudo y mordaz de los primeros libros de Bayly , y Renato Cisneros. No obstante, eres libre de seguir leyéndonos o dejar de hacerlo, en todo caso, gracias por seguirnos tanto tiempo.
Con respecto a Ollanta, me parece fuera de contexto el apoyo independiente que le puede dar un blog, que esta abierto a las criticas.Hasta la proxima.
Anónimo 4: Bueno, en peor de los casos si los libros que leo "señor anónimo" influyen en mi escritura, le informo que estos momentos estoy leyendo a Santiago del Prado ( cartas a Ximena para ser exacto),Benedetti (Buzón del tiempo)y a Vallejo ( Poemas Humanos) Si encuentra algún fragmento en un post mió tenga presente en hacerlo saber.