lunes, 16 de agosto de 2010

El idiota del amor





EL CASO ES QUE la vi acomodándose en la butaca que le asignó el hombre de seguridad con su linterna. Como toda esa semana de Festival, había llegado un poco tarde a la función. La había visto desde el lunes en la cola en la avenida Arenales. Yo cruzaba el atardecer en un auto japonés del 96.

Ella leía la guía de películas y documentales que proyectaban gratis esa semana en el Centro Cultural España. Dejé de pisar el acelerador apenas introdujo en mis ojos sin querer su belleza, antes de decidir hacer la cola para enterarme de las aficiones que cultivaba. Fue así como me animé a estacionar, cerca de la embajada de Israel. 


Cerré el auto, eché las llaves al bolsillo, caminaba apresurado cuando un silbatazo me hizo voltear. El pitido fue a dos tiempos como cuando un árbitro da por terminado un partido de fútbol. Un hombre de verde al pie del auto me llamaba moviendo su cachiporra en el viento, en armonía con su cabeza. 

-Sí jefe, le dije. 
-Usted a qué viene, me espetó, celoso de su territorio. 
-Aquí al Cecé España, le respondí.
-Entonces no se puede cuadrar acá, está prohibido, advirtió. 
-Pero por qué, dije, sacando las manos de los bolsillos de la casaca. 
-Porque es una embajada señor, ¿no ve?, y me señaló el edificio azul humo que resguardaba como fi fuera obvio que aquel edificio-ratonera era una embajada. 
-Pero yo no hago nada, sólo es un rato, supliqué. 
-En todo caso eleve una solicitud al Centro éste de España pidiéndole permiso para que cuadre en sus inmediaciones, señor.



No había tiempo, la cola había empezado a avanzar. Tampoco sé elevar peticiones a centros culturales, y menos al español que ya de por sí me producía cierta regresión colonial. Al fin y al cabo sólo era un pedazo de feudo automotriz. Era una pérdida de tiempo. Apenas observé que Lissa entraba ordenadamente con la cola, me apresuré en parquear el auto al otro lado del parque Washington. 

En la entrada me dijeron que los asientos estaban copados. Que vuelva otro día si quería. Que toda la semana habría funciones gratis por el festival de cine. Que era un ciclo de cine independiente dedicado a Ventura Pons, un director catalán del que recién oía su nombre. Me molesté, quise ponerme violento para que me dejaran entrar, pero nuevamente ser tardón me pasaba factura.



Sin remedio, retrocedí el ímpetu, recogí mis pasos y volví al auto. La consigna era volver el día siguiente para ver las películas de Ventura pero, sobre todo, estar cerca de Lissa y tentar suerte de que me mire, por lo menos, derramando un bowl de pop-corn en sus piernas. 


El martes estuve temprano en la fila, aunque pensé no alinearme hasta no encontrar a Lissa. Ver la prometedora “Anita no pierde el tren” sin ella a pocas butacas de distancia no tenía sentido. Me quedé en una banca del parque esperando. La cola dio la vuelta a la esquina y ella no aparecía. De pronto, una chica salió detrás de mí, llevaba un jean viejo y una polera negra, venía de algún paradero de la Arequipa, ¡era ella! Hicimos la cola, pero eso último suena a un eufemismo pues ella no se percató de mí ese martes en que perdí, como Anita, el tren. 

Así pasaron el miércoles y el jueves, sin novedad. Fue hasta el viernes que el destino cocinó algo para mí, era tal vez el último día de mi persecución pues acababa el condenado festival. Era el turno de “Amor idiota”, me atrajo el título desde que lo vi en cartelera esa semana. Fue el día que pude sentarme junto a ella. Pude oler su perfume.



Ella se recostaba en la butaca, recogía sus piernas y las abrazaba con sus cortos brazos. Lissa estaba en sus rodillas. Yo permanecí erguido para no dar la impresión de un lacroso ser que se desparramaba sin cuidados en los asientos: fingir ser otro, la base de todo flirteo (ocasional). 

La película me pintaba de cuerpo entero. El protagonista perseguía a una sensual mujer rubia que trabaja colgando anuncios publicitarios en los faroles de Barcelona. Conocía su casa, sus horarios, su trabajo y la espiaba en los bares donde ella descansaba, al terminar la jornada, y esperaba a su esposo (y dueño de la empresa, que la recogía siempre en el bar) mientras se tomaba un trago.

Cierto día en que el esposo hace un viaje de negocios, él entra a la casa de ella pero es descubierto. Ella pensó que era un ladrón y le rompió un florero en la cabeza. Él le dijo que no haría nada y que si quería podía llamar a la policía, que solo quería conocerla. Ella le creyó o se dio cuenta que era un idiota. Cierta noche, en un bar, le dijo que si quería ligar que se vaya, pues, a una exposición de pintura o, por último, al cine. Pero iniciaron una relación muy caliente y tenían sexo cada vez que se veían.



Al terminar la película, infectado por ella, me sentía un idiota. Mejor aún, sentí que si quería conquistar a Lissa debería ser tan o poco más idiota que el protagonista de la película y perseguirla hasta que me odie y repulse tanto como para meterme en sus pensamientos más húmedos, madrugadores y torturadores. Que comprenda que en nuestro futuro amor será su huida la que desatará mi locura por andar (con ella y con otras). Nada de flirteo ni cositas ni dame tu teléfono para vernos otro día; no había otro día, era ese.


Animado, entrado en el personaje del idiota, me acerqué a Lissa para preguntarle quien sabe qué nimiedad sobre la película. Ella me dijo que se llamaba Lissa y yo Javier. Le conté que eso del amor idiota sí existe: el típico chico obsesionado y enfermizo. Ella rescataba el lado salvaje de la pareja de la película y decía que las parejas no deberían adornarse de tantos antecedentes e ir de frente al hecho del amor. Qué era amor no era la pregunta, sino quiénes lo podríamos entender.

Los dos estamos malditos por esa película, le dije, antes de proponerle ir al auto para llevarla a casa (la de ella). Llévame a pasear por el Centro, me dijo. Así fue que subimos al coche y pasó lo que tenía que pasar: bajamos en el McDonalds del Jirón de la Unión, le invité esas costosas grasas, me colocó tres french fries en la boca, hablamos de Dios y del destino, me sacó unos soles más y se despidió de mí con una sonrisa torcida como diciéndome que no volviera a tener el mal gusto de flirtear a la salida de los festivales de cine y advirtiéndome con ojos asesinos que no vuelva a cruzarme en su camino.





San Miguel, setiembre 2009.


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El trailer de la película.


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PLUMAS INVITADAS. Acabó la encuesta de las Plumas Invitadas. Respondieron 34 personas, de las cuales 25 confirman que quieren participar escribiendo para este blog. Aquí algunas condiciones:

-Escribirás sobre una choteada, donde hayas sido la víctima o que hayas ejecutado.

-Enviarás la entrada (post) al correo BLOG.CHOTEADAS@YAHOO.COM . Nosotros responderemos apenas lo recibamos.
-Si deseas, tu nombre no será publicado, eso sí, tendrás que elegir un seudónimo (que índicarás en el correo junto con tu post).
-Puedes hacerlo en clave de poema o como cuento. Se agradecerá la originalidad y el menor derramamiento de sangre.
-Serán, máximo, 1000 palabras.
-La fuente es Georgia de 11 puntos. El Interlineado es simple.
-La fecha de entrega límite es el 15 DE DICIEMBRE DE 2010. Tienen CUATRO MESES. Si lo entregas antes, mejor. No creemos que los primeros sean los últimos.

Avisamos con tiempo para armar un buen calendario enero 2011. Si los 25 cumplen, calculamos que sus posts permanecerán al aire un día y medio. Al final de esta actividad se decidirá, en concurso público, quien fue la pluma ganadora.

Si alguien más desea unirse a esta aventura, sólo anúncielo en un comentario para tomarlo en cuenta.  Será como formar una pequeña selección de choteados. Queremos que ustedes participen, esperamos sus escritos y sus gritos. Suerte.
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Fotografía por Cine5x

9 comentarios:

  1. Pero que paso al final

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  2. porque te presentaste como javier? creo que has tenido mejores historias. Quizas ya no tengas que escribir.

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  3. DOS RESPUESTAS

    Anónimo, está en el post (le invité algo, se fue). No sé qué será de aquella Lissa. Eso fue el año pasado. Si sale algo nuevo, lo cuento.

    Anónimo, tal vez debí profundizar ahí. Me presenté como Javier porque a veces me canso de ser yo y digo que soy otro: sobre todo en esos lugares donde compras comida rápida y te piden tu nombre para llamarte luego. Ese juego me divierte. O tal vez la historia nunca me ocurrió, sino a Javier.

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  4. =)

    Hola, quiero participar en lo de "Plumas Invitadas". Puedo??? Cómo hago???

    Anónimo III

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  5. Hola Anónimo III, las "plumas invitadas" hacen su aparición en enero 2011 y claro que puedes participar. Así que tienes, como dice arriba, hasta el 15 de diciembre para escribir tu choteada. Hasta esa fecha la puedes mandar al correo blog.choteadas@yahoo.com (indicando si quieres usar un seudónimo) y nosotros confirmaremos haberla recibido. El motivo de avisar con tanta anticipación es para armar un buen calendario y todos felices. Saludos y gracias por participar.

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  6. Hola, soy un nuevo seguidor, bueno no tan nuevo, los leó desde hace semanas (fueron mi fuente de diversión durante vacaciones, jajaja), pero recien me animo a comentar.
    La historia me agrado, creo que es por la identificación con un caso así, pero bueno. Por cierto, en verdad termino así? Aún cuando le invitaste comida, hablaron, la llevaste a pasear, no conseguiste su correo electrónico o su número celular?

    Sigan con las historias, en verdad son muy interesantes.

    Atte,

    José.Luis

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  7. Hola José.Luis y bienvenido. Hay veces que ves a una chica una sola vez en la vida y no la volverás a ver más. Y es mejor que así sea y ella se pierda en el tiempo antes que su magia se apague. Ella, aun ausente, cobrará venganza. Saludos.

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  8. Bueno tu post ¡¡ tu redaccion entretiene y me interesa, soy muy rapido para aburrirme pero tu blog es la excepcion, mmm quisiera participar ... voy a comentar mi choteada y te lo mando por correo ok

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  9. Vale Jose Luis, esperamos el post de tu choteada hasta el 15/12. Sería bueno que nos mandes un comentario diciéndonos que ya nos enviaste la choteada.
    Iremos publicando quienes serán las plumas a medida que vayan enviando sus textos. Abrazos.

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Aunque sea una carita feliz... )=D