lunes, 6 de septiembre de 2010

Lo echamos a suerte




No hacía falta un brujo o un adivino para saber que, las cosas no marchaban del todo bien desde que comenzó mi nueva relación sentimental. Lo nuestro era un barco que se hundía con la misma velocidad que el Titanic, ambos no hacíamos el mínimo esfuerzo por sacarlo a flote.

Mis impulsos, miedos, inseguridades, celos, justificados o no, darían como resultado solo empeorar las cosas con ella: mi novia; además, estoy seguro que vio en mí al niño que suelo ser a veces o al hombre veinteañero que no ha madurado del todo.

Por otro lado, su inestabilidad emocional, libertades, ideales (comunistas), amigos (desadaptados sociales), hobbies, sobre todo su pasado y nuestras constantes peleas, no hacían más que mellar heridas en nuestros devastados corazones. Sin embargo, la sola idea de perderla me causaba cierta nostalgia y temor.

Habían transcurrido veinticuatro horas desde que me llamó para decirme “tenemos que hablar”. Mi experiencia personal, me ha demostrado que aquellas palabras, siempre se emplean para ponerle fin a algo, en este caso: lo nuestro.

Llamé a su casa. Estaba nervioso. No sabía bien qué decir. Se me habían borrado las miles de razones justificadas para no darle fin a nuestra historia. Cuando empezó a sonar el teléfono, colgué. Sé que abría caído presa de mis nervios y mi inseguridad, si ella contestaba. Pensé en escribirle: “Te llamé simplemente porque te extraño. Y no me atrevo a decirte que nunca más escribiré sobre ti (nosotros): lo estoy haciendo ahora. Es mi tonta manera de que, aunque después no me llames y no me hables más, siempre te voy a querer.

Me dirigí presuroso hacia su casa. La noche anterior, sin dormir, pensé en perdonarnos y comenzar todo. No la llamé, pues mis llamadas hubieran sido ignoradas. Resentidos con ego herido, ambos sabíamos que dramatizábamos la situación.

Al día siguiente. Mis impulsos, más que la razón, tocaron el timbre por mí. Cuando abrió la puerta, me miró sorprendida, nerviosa y confundida. Me llamó por mi nombre.

-Pensaba llamarte –dijo–.
-Si tenemos que hablar, hagámoslo ahora –dije resignado–.
-Si tan solo no hicieras las cosas tan difíciles –murmuró en voz muy baja–. Pero Si tanto quieres hablar, hablemos –en ese instante, encogido de hombros, con el ego herido, mi hombría y dignidad se iban por el tacho, la miré quizás más enamorado que nunca. Luego, exclamó “mamá, ya vuelvo”.

Tomó su chaqueta negra, bolso; salimos de su casa. Empezamos una marcha tortuosa en silencio, las mismas calles, nuestras calles, días antes, habían sido testigo de un romance tan intenso como complicado del que habíamos sido protagonistas.

Un flash mental se apoderó de mi cabeza: cinco años atrás, era la misma escena con protagonistas diferentes, Ximena y yo. Ella llevaba puesto su uniforme de colegio: camisa blanca, chompa guinda, falda gris y aretes pequeños. Mientras yo, tan distinto al que soy ahora, es decir, sin rulos; por aquel entonces me preparaba en una pre, para entrar a la Universidad que sea. La recogía de la salida del colegio, en el cual, ambos habíamos estudiado (era un promoción después de la mía), para dejarla como siempre en casa de su prima. No obstante, había algo diferente en su mirada y en su voz. Ximena comenzó diciendo.

-Tú sabes cuanto te quiero. Y espero que nunca lo dudes.
-Sí, Ximena. No me caben dudas –dije, algo confundido–.
-No creo, que haya un chico que me haga reír tanto como tú, y eres más que un novio, mi amigo.
-Aún sigo sin comprender –murmuré–.
-No sé cómo decir esto, es complicado –un silencio incómodo se apoderó de la escena–. Te quiero, pero como un amigo, quizás más que un amigo pero menos que un novio. Quiero ser tu mejor amiga, seguir viéndote, pero como amigos.
Esas seis letras gigantes parecían repetirse en mi cabeza: “A-M-I-G-O-S.”
-Quéeeeeee. ¡Cómo que mejores amigos, después de todo lo que hemos pasado!
-¿Acaso crees que es fácil para mí? Es probable que tú encuentres a otra, en cambio yo siempre me quedaré con la duda sobre si tomé la mejor decisión. Vas a ver que en el futuro me lo vas a agradecer.
-¿Agradecer? –se me pasaba por la mente descuartizarla y licuarla–. Agradecer qué, yo no quiero ser tu mejor amigo. No quiero ser el tipo a quien le cuentas tus romances, decepciones amorosas y que con el tiempo no tengas el valor de decirme cuando te acuestes con alguien más, simplemente no lo soportaría, me destrozaría del todo. Quedé en silencio, ella me abrazó con fuerza, dejó caer lágrimas de sus ojos, yo la acompañé llorando. Unidos por última vez, la aleje con cierta violencia de mis brazos, mientras ella quería darme un beso en los labios de despedida. No la dejé.
-Espero sepas lo que haces, Ximena. Lo nuestro se va a la mierda. Solo quiero saber si es por alguien más.
-No, cómo crees, no hay nadie.
-¡Vete a la mierda! No te creo.
-No compliques más las cosas, ¡dejémoslo así!

Mis lagrimas, impotencia, rabia, me hicieron irme sin despedirme de ella, a lo lejos, sus lágrimas tocaron el suelo, a lo lejos sabía que esa sería nuestra despedida, tal vez imagino, un final diferente, nunca lo sabré. Seis días más tarde, la causa de nuestra ruptura tenía nombre y apellido: Joselito Carrera, un emo confundido.

Eso fue a los 17 años. Todavía recuerdo la primera vez que me destrozaron el corazón de tal forma que pensé que nunca más volvería a sentirme en una situación parecida, el mundo se me había acabado, nunca volvería a amar así. Estaba completamente equivocado.

Y es que el tiempo me ha enseñado que cuando tu novia se aburre de ti también recurre a formulas infalibles como “hay que darnos un tiempo” (pero nunca precisan cuanto); “quiero estar sola” (mentira, ninguna mujer quiere estar sola), “necesito mi espacio”, “quiero estar con mis amigos”, “quiero dedicarme a mis estudios”, “quiero saber quién soy” y el ridículo “no es nuestro momento”.

Ahora tenía a Malena a mi costado, probablemente ensayando en silencio una de las típicas frases de ruptura. Llegamos a un conocido parque pueblerino, le pregunté si podía prender un cigarrillo, parecía no incomodarle. Nos sentamos en las gradas debajo de una cruz. Comenzó diciendo:

-Tú y yo somos diferentes. Y no creo que esto vaya a funcionar ¿sabes? –hizo una pausa y arremetió–. Me llegas al pincho, con tus inseguridades, miedos, celos o como se llame, han llegando a un punto que me colmaron la paciencia y sabes que todo se fue a la mismísima mierda.
-Todavía queda algo dentro de tu corazoncito. Si no, no hubieras venido al parque.
-Ay, por favor, no me vengas, no hagas las cosas más difíciles –replicó ella–.
-Ya no quieres estar conmigo.
-Estoy confundida, no quiero herirte, sobre todo que me hieras con el tiempo. He sido lastimada una vez y si me rompes el corazón no creo que me reponga del todo –dijo–.
-Mi intención no es lastimarte. Sé que he actuado mal por no confiar en ti. Pero si me dieras la oportunidad de reivindicarme día a día, te prometo hacerte feliz –y la tomé de los brazos–.
-No compliques las cosas –dijo al soltarse, sus ojos empezaron a enrojecer–.
-Quiero que nuestro amor sea como el de las mariposas que dura tres días, que son más que cincuenta años de amores vacíos.
La abracé con fuerza y me abrazo, no quería cometer el mismo error que con Ximena, si no podía recuperarla, aceparía mi derrota.
-Te quiero. Putamadre, me heriste. Pude haber sido muchas cosas, pero antes de conocerte. De alguna extraña forma me has cambiado la vida, y por más que no quiera admitirlo es así.
-Yo también te quiero. Por eso estoy sentado frente a ti, tratando de recuperarte y tragando mi orgullo de lado. Dejemos todo atrás, comencemos de nuevo.
-Promete que tendrás más confianza en mí –dijo Malena–.
-Lo prometo –dije y la besé–.

“Sabía que regresarías conmigo”, finalicé. Me tiró un golpe en el brazo. Reímos, la había recuperado y quizás cuando estuve a punto de perderla entendí que siempre la tuve. Que ella no era como las demás chicas y que si quiero seguir con ella, tendría que dejar su pasado atrás. Yo no era un chico ocasional, la quiero en serio. Comenzaríamos todo de nuevo; sin embargo, las relaciones sentimentales, son así de complicadas con altibajos. Este es un nuevo comienzo, esperemos que todo nos vaya bien.

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Fotografía de archivo
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[Entrevista a Tucuy Ricuy: Y ahora tenemos el agrado de presentar al CAMPEÓN DE LA PRIMERA EDICIÓN DEL "CHOTEADAS AWARD", la pluma invitada que se alzó con el dudoso galardón que le concedimos la semana pasada a Tucuy Ricuy. Nos contó unas cuantas cosas de su tierra, su pasado y sus ideas. Este fue un encuentro feliz, pues coincidió con la obtención del premio al mejor blog provinciano del 2010. Al final, habrá una pequeña sorpresa. Con ustedes... Juani.]

5 comentarios:

  1. Un error no sé comete dos veces, si se dan una oportunidad es porqué se quieren de verdad.
    Me gusto la historia, pero ahora confía más pues, ya que en la confianza está la base de una relación.

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  2. sorry de verdad soy bohemio quel e encanta leer la verdad estoy decepcionado de este post ...pero el blog es buenisimo... este post es un copy y pag del libro de renato cisneros"BUSCO NOVIA" cap. Mentiras piadosas pag. 37 al 41.

    esta mentira q haces tus lectoresno espiadoso xq uno te lee 3 am para ver una staf espero q mejores luis tenicela cardenas jrcabopantija 165


    atte paolo flores

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  3. Pudiera ser que las cosas terminasen pero aun quedan los recuerdos, las relaciones humanas sopn asi complicadas.

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  4. MOSQUETERAS RESPUESTAS

    José.Luis: Un error no se cometen dos veces, se cometen seis y la pierdes todo. suerte.

    Paolo Flores: No puedo negar que Renato siempre ha sido un modelo inspirador para escribir mis historias pero más que copiarlo o emularlo, lo admiro y quizás por eso escribamos parecido aunque nunca, nunca igual. No dejes de leer.

    Anónimo: Las relaciones humanas son así de complicadas porque somos dos personas distintas, pensamos diferente. Sin embargo, fue bueno haber vivido cada lágrima, cada beso y cada abrazo. Por eso le estoy eternamente agradecido.

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    POR DEMORAS PRE-PROFESIONALES, PATO ANUNCIA SU POST PARA EL DÍA DE MAÑANA DESPUÉS DE ALMUERZO. FELIZ FIN DE SEMANA A TODOS.

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  5. un tanto aburrido, pero qué puedo decir....
    escribes como una mala copia de Cisneros.

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Aunque sea una carita feliz... )=D