"El sueño interrumpido" (Boucher) |
Fueron
dos días antes de volver a ver a
Mercedes y Valeria que Javier se tomó unas copas con Reiner en el hueco de la
universidad. hace una semana veníamos hablando de lo mismo, de la fiesta de
aniversario de la nueva izquierda en el Partido Socialista, que dicho de otra
manera, era sólo el nombre del local. De político no tenía nada. Salvo una que
otra imagen de Arguedas que, cuando le preguntamos al barman por qué había un
retrato de él allí, no supo qué responder.
Fue
luego de las competencias interfacultades que Javier se encontró de pura
coincidencia con Reiner, al cual yo le había perdido el rastro hace unas
semanas. Se sentaron en una mesa y tres botellas después empezaron a conversar
de todo. Javier le contaba acerca de la pequeña publicista que le había roto el
corazón y al mismo tiempo de la nueva chica que había conocido, amiga mía por
cierto. Por otro lado, Reiner le contaba acerca de su primera novela terminada,
esa que hablaba de una tal Lucía, que lleva el mismo nombre que la chica que lo
inspiró. La conversación y la noche no pararon hasta que Reiner estuvo bien
mamado. Dos días después, se enfermó.
Los
tres habíamos quedado en ir al PS el fin de semana. Sin embargo, las copas que
tomaron el jueves fulminaron el destino de Reiner. Me quedo en casa, muchachos,
nos dijo. Pero nos acompañó, más de fuerza que de ganas, a beber unas copas de
ron con nosotros.
Las
copas demás le dieron el valor a Javier de poder llamar a Valeria, con la cual
yo había hablado horas antes por Facebook Chat sin decirme qué haría esa noche;
no obstante, crucé algunas cuantas líneas con Mercedes, su mejor amiga, la cual
me había afirmado que ese fin de semana se iban a una fiesta en Mangomarca, al
cumpleaños de su mejor amigo, un tal Marquito, el cual sospecho que es gay.
Javier
se aleja de nosotros, no logro escuchar lo que dice, sólo que él la llamará
antes de entrar al local. Tratamos de convencer a Reiner de que se una a la
faena y la insistencia se acaba con el último vaso que Javier acaba de secar.
Nos despedimos de él. Caminamos hacia la tienda y decidimos comprar otro ron
para el camino. Debe ser porque en el fondo tenemos la esperanza de convencer a
Mercedes y Valeria de no ir a Mangomarca e ir al Centro con nosotros.
Es
la segunda vez que Javier y yo vamos a aquel lugar, la entrada es gratis, decía
el evento que había constatado Javier horas antes en su laptop. Javier vuelve a
llamar a Valeria, pero es Mercedes quien responde el celular. Él no sabe que es
ella y suelta un par de chistes, mientras, ella se ríe a carcajadas de los
disparates de Javier. Cuando él se da cuenta de que habla con su amiga, le pide
que se la pase. Yo observo todo desde mi vaso de ron.
Hago
una señal con las manos, para decirle a Javier que deje de hacer el papel de
tetudo, y deje a las chicas en paz, él me hace otra seña como pidiendo más
tiempo para convencerlas, cuando Javier está casi convencido de que ellas
vendrán, me animo a participar de la conversación soltando palabras bizantinas
a los oídos de Mercedes. Esas chicas deben tener algo especial porque me
reconozco en ellas, en especial en Mercedes, le dije a Javier.
Como
siempre ellas no vinieron solas, llegaron con un par de amigas más, entre ellas
la Pollo, y una tal Sabrina a la que saludé una vez en la noche y no volví a
ver hasta minutos antes de marcharse.
La
música del local no parecía ser la habitual. Los viejos éxitos musicales de
Daddy Yankee hacían bailar a propios y extraños. ¡Esto es pura pose!, exclamó
Javier desde una esquina blandiendo una botella en la mano. ¡Esto de izquierda
no tiene nada! No puedo creer que tanto hardcorcito baile canciones de latin
pop, me dice.
Esto
me hubiera molestado en tiempos de Malena, el PS sería su templo y lo estábamos
profanando. No le refuto nada, esa noche no me importan las ideologías
políticas, ni las suyas ni las mías ni las de nadie. Solo quiero volver a ver a
Mercedes y bailar con ella, claro esto no se lo digo a nadie, ni a Javier. Sólo
muevo mi cabeza en señal de aprobación al comentario que acaba de hacer.
Ellas
irrumpen como siempre al local con la alegría desbordante que las caracteriza.
La saludamos, mientras ellas inspeccionan el local. Lo que me gusta de ellas es
que se parecen a nosotros, les encanta la vida bohemia que sólo ofrece este
lado de la ciudad y probar cosas nuevas.
Saco
a bailar a la Pollo, le doy más vueltas que pollo a la brasa, mi intención no
es más que la de ganar tiempo, y demostrarle a Mercedes que puedo divertir a
todas sus amigas y también a ella. En otro lado de la pista, Javier da vueltas
a Valeria como si fuera un trompo. No somos grandes bailarines, eso está claro,
pero sí los más felices y para las mujeres eso es suficiente. Mientras la
canción de Mangú sigue sonando, un bribón de 1.8 metros saca a bailar a
Mercedes: Merce, para sus amigas.
La
canción aun no acaba y quiero deshacerme de la Pollo, quiero regresar con
Merce, quiero ser su caballero en armadura y rescatarla de aquel granuja que
baila con ella, cuando sus labios cruzan por primera vez. no puedo creer lo que
estoy viendo. Debe ser lo que he tomado de más, no es cierto. Es ahora ella
quien lo toma del cuello. No puedo más, la canción por fin termina. Le doy un
beso en la mejilla a mi compañera de baile, y disimulo el amargo sabor que
tengo en mi corazón. La imagen del beso de Mercedes me da vueltas en la cabeza
y yo sin poder reclamarle algo.
Valeria,
quien ha intentado zafarse del acaramelado Javier, sigue mis pasos. Me pregunta
adónde voy con tanta prisa y e dijo para fumar un cigarrillo en silencio, lejos
de la pista de baile, con un buen vaso de ron. Ella me pregunta de nuevos i
acaso mi malestar se debe a la indiferencia causada por Mercedes y yo no le
respondo. Ella ofrece pagarme una bebida, la cual no rechazo porque sé que su
afán es sobreponerme de su amiga Mercedes, a quien ella conoce más.
Ahora
todo el malestar ha pasado, es Valeria quien me hace reír contando anécdotas,
historias y secretos para desencantarme de su amiga. Como que a veces duerme
con una mata de los Power Rangers que tiene desde que era una niña o que su
último novio se comía los mocos. Ella es increíble y buena conmigo. Javier
irrumpe en escena.
Me
llama a un costado y me señala muy sutilmente atrás suyo. En aquella mesa al
frente está sentado Julio, el mejor amigo gay de Malena, mi ex novia, y quizá
motico principal para que ya no esté conmigo. En aquel entonces, Julio siempre
criticaba mis ideas políticas que según ellos dos y “su grupo de amigos”
tildaban de derecha y burgués. Ahora él estaba adelante mío. Es momento de
arreglar asuntos pendientes, me convence Javier con la mirada nublada y el dedo
índice despegado de su vaso señalando a Julio.
No
era necesario que haga todo ese número. Sólo tenía que pedirme que lo deje
conversar un rato solo con Valeria y listo. No importa. Me acerco hacia su mesa
y lo saludé, él me abrazó. Me preguntó que había sido de mi vida, que si ya
había terminado mi carrera (han pasado dos años de mi ruptura con su amiga) y
sucesos sin importancia, no pude recriminarle nada, hablamos unas cuantas
cosas, me preguntó con quié había venido y señalé sutilmente a Valeria y
Mercedes que estaban de espaldas conversando entre ellas. Me despedí de él y
regresé con ellas.
Le
pregunto por Javier a Valeria y me responde molesta que no le importa dónde
está. Mientras que Mercedes trata de consolarla y le prende un cigarrillo,
Javier deambula por la pista de baile. Está algo perdido y descoordinado. No
entiendo lo que sucede, yo fui a encarar a Julio, pero al final no pude,
intercambiamos unas cuantas palabras y creo que la mayor venganza (porque
seguro le contará a Malena que me vio en el Partido) será que sepa que ahora
salgo con alguien más, le cuento a Javier que no me dice nada.
La
he cagado, me comenta Javier. Sí lo sé, le digo, pero cómo, le pregunto,
mientras cavila sus ideas. He intentado besarle los pechos a Valeria, me dice,
avergonzado, y yo no puedo creerlo, pero qué mierda tienes en la cabeza, le
pregunto. él me dice que los abrazos en la hora del baile se hicieron más
fuertes, que el olor de su piel, sus cabellos castaños, incitaban a hacerlo.
Me
dirigí hacia las chicas y les pedí disculpas en nombre de mi amigo. Javier está
realmente avergonzado le explico que él no suele ser así, si no que se ha
pasado de copas. Felizmente Valeria no es rencorosa y hacemos salud como si
nada hubiese pasado. Veo marcharse a Sabrina con la Pollo sin decir nada, es
curioso, a ellas no las he vuelto a ver en casi toda la noche. Había olvidado
que estaban con nosotros.
La
noche está avanzada y decidimos acompañar a las chicas a sus casas, Mercedes
vive muy cerca del Centro, así que la dejamos en la puerta de su casa. La
odisea está en dejar a Valeria quien vive en el Agustino. Javier me pide pasar
al asiento delantero del taxi y yo lo hago, dejo a Javier y Valeria atrás.
No
sé qué pretende Javier con ella, se ha comportado como un animal, un animal en
celo. Pero la siempre pacífica Valeria se ha mostrado comprensiva y deja que
Javier repose sus garras en ella. Y se desploma de sueño. Mientras Valeria y yo
hablamos de política de esquina a esquina.
Hemos
llegado, dice el chofer cuando empezaba a cabecear de sueño. Valeria se baja
sola, nos despide a contra luz de su casa. Iluminada a medias por un poste. No
hay veredas en su calle pero aún así Valeria sigue luciendo hermosa, Javier y
yo levantamos las manos en señal de despedida. El taxi nos trae de vuelta al
Partido, como había sido el acuerdo. Sólo quedan las ruinas, la fiesta ha
terminado.
Decidimos
caminar a casa, que queda muy cerca. Nos sentamos en una banca para explicarnos
lo que ha pasado. Javier me dice que no puede creer que haya intentado besarle
los pechos a Valeria, ¡que no es lo mismo que intentarle besar los senos!,
recalca. Sobre todo no puede creer que Mercedes haya besado a otro chico. No
pierdas esperanzas me dice balbuceando de sueño y algo tomado. La esperanza es
lo último que se pierde, aun falta un capítulo más con ellas.
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Esta historia en una canción
que lindo esta el blog!!
ResponderEliminaratte Blue!!