Sólo lo que hemos perdido es lo único que nos pertenece
(Jorge Luis Borges)
Imagen por Comeremospalomas |
Sólo soy yo y el largo
tramo a casa. La noche fue una muerte anunciada. Un huracán de esos que pasa y
arrasa con todo, menos conmigo. Todas mis intuiciones se asomaron para verme
caer. Creo que tienes razón, la culpa es de uno cuando no enamora y no del
tiempo ni los pretextos. Con los ojos bien secos, miro cómo te vas adentrando
en la neblina y empiezo a recordarte.
Cierro mis ojos y la
música suena fuerte, tan fuerte que aun retumba en mis oídos. La gente ha
empezado a bailar y se ha armado un tremendo desmadre en la pista de baile.
Ella y su grupo de amigos se encuentra en una esquina muy lejos de nosotros. No
puedo evitar voltearme, mirarla, abrazarla con los ojos y tener ganas de
atravesar el mar de brazos, empujones y saltos que nos separa. Quiero decirle
tantas cosas a ella, pero no lo hago y me quedo casi estático en mi lugar. Me
muevo al compás de la música, me dejo llevar.
Todo parece ser
diferente. Cuando faltan pocas cuadras para llegar. Mi entusiasmo lo escondo
detrás de mi risa y del humo de mis cigarros. Llevamos un ron entre manos para
ir por tercera semana consecutiva al Partido Socialista. Javier ha permanecido
las últimas cuadras en silencio. Como si en su cabeza se dibujara todas las
escenas de la noche.
Él quiere impresionar a
Valeria o al menos eso me parece por el ademán que hace con sus brazos y los
pequeños saltos lleno de energía que da. La convence de llevarla al medio del
pogo. Ella no le dice nada y él se la lleva al medio de la pista como le
prometió. Decenas de personas se pierden en medio de las sombras a contra luz.
Ha sido difícil seguir el rastro a ambos con la mirada. Ellos saltan al centro.
Ella tiene los ojos bien cerrados, mientras que Javier construye con sus brazos
un mundo indestructible, donde los empujones, golpes y patadas parecen ser
distantes a ellos.
Llevamos varios minutos
esperando. Cinco minutos más tarde siento que nos han dejado plantado. Sin
embargo, no pierdo la esperanza de ver a Mercedes. Unos cuantos vasos encima y
la espera se hace placentera. Mi amigo y yo nos turnamos para comprar cada
entrada por separado para así esperar uno en la puerta por si las chicas llegan
antes. Después de la media noche, las entradas elevaban una suma irrisoria el
costo, costo que no estaba dispuesto a pagar.
Repito el discuso de
Javier e intento hacer lo mismo con Mercedes, pero ella se niega a hacerlo.
Tiene miedo y la música de las guitarras eléctricas no le gustan mucho. Sólo
está ahí por acompañar a su buena amiga Valeria, quien parece estar
protagonizando la escena de una película independiente con Javier. Su
indiferencia es más cruda que la de Malena en la distancia, que sólo se ha
dignado a verme dos veces desde que llegué.
Javier se aleja unos
cuantos pasos y grita: cuánto te demorarás. Pero Vendrás. Está bien, yo espero,
y cuelga. Cuando le pregunto con quién había hablado, me dice que es Magdalena.
Ella está esperado a Gina, quien se demora horas en escoger algo que ponerse.
El dilema de siempre, responde con sarcasmo. Pero quizás son aquellas
situaciones insignificantes, graciosas o superfluas que darán forma a la noche,
pienso.
Trato de convencerla
una vez más. me animo a ir con Javier y Valeria. Los tres saltamos en medio de
la multitud. Saltamos lo más alto que podemos llevados por el alcohol que
tenemos en el cuerpo. Llevados por el afán de sentir la música y de proteger a
Valeria de cuando cavernícola se acercaba. Decidimos comprar algunas cervezas
para refrescarnos del congestionado ambiente.
El gentío se ha
aglomerado en la puerta. Entre todos hay una que me ha llamado la atención. No sé
si es producto de los vasos de ron que llevo encima o es que la veo en todas
partes, pero es Malena, justo delante de mí con sus amigos Julio y Jennifer. Cuando
ella me reconoce se tropieza contra una botella de cerveza tirada en medio del
camino.
Me dirijo al baño por
un instante. Cuando me encuentro con Romina, una hermosa chica que estudia
cine. Conversamos un instante. Me despido, espero verte más tarde, le digo
entre sonrisas. He perdido a mis amigos, no los veo por ninguna parte, pero Julio
me saluda como si no me hubiera evadido toda la noche. Javier aparece de pronto
y convencemos a Julio de que se tome unos vasos con nosotros. En realidad
queremos deshacernos del pisco que ha sobrado y que muy sutilmente Valeria ha
camuflado en su cartera.
El teléfono de Javier
vuelve a sonar. Es Magdalena, del otro lado del teléfono. Ella está con Gina. Aprovecho
los pocos minutos que me quedan para contarle que Malena está entre la
multitud. Es posible que ella entre. Pero Javier se ríe, debe estar maquinando
algo. El plan es simple, me dice. Usa a Gina para darle celos a Malena, ella se
presta para estas cosas. Pero yo me rehuso sutilmente.
Hablar con Julio es
solo un pretexto para ver a Malena. Luce distinta. Aunque no más bonita como
esperaba. Tiene su clásica blusa de flores rojas. Pero ella nos da la espalda,
que ahora veo más grande. Nos despedimos de Julio y regresamos con Valeria y
Mercedes. Donde siempre he querido estar: con ellas. Valeria me dice que se ha
excedido de copas, mientras que yo la sostengo del brazo. Nos sentamos cerca a
una mesa, cuando me dice que hay una chica que me está mirando. Es Malena que
me mira de reojo. No le doy importancia. No le digo que ella es mi ex. Me gusta
que me vea con ella y que, de alguna forma, sepa que he seguido con mi vida
desde que nos alejamos.
Mercedes es la más
bella de la noche. O al menos eso creo cuando la veo desde la esquina
acompañada con Valeria, su mejor amiga. No logro escuchar lo que dicen, pero
observo sus pequeñas risas escoltándolas hacia nosotros. Trato de no parecer algo
nervioso o emocionado pero no puedo, mi Yo Interno me traiciona. Tomo un vaso
más y doy mi mejor esfuerzo. Javier ha tomado a Valeria unos segundos, se ha
alejado de nosotros para disculparse del incidente que cometió la última vez que se vieron.
Muy cerca de nosotros
Javier conversa con Mercedes, quien también ha libado de más. A veces no sé si
Javier quiere hacerme el bajo o anularme de una vez. cuando le pregunta si yo
tengo alguna chance con ella. Mercedes se queda callada unos segundos. Piensa su
respuesta y le dice que no. que le parezco un buen chico, tierno, lindo y
extrovertido. Es tan divertido que siempre me quedo conversando con él toda la
madrugada, dice ella.
Es un momento incómodo.
Estamos en medio de dos grupos. Al parecer, a Magdalena y a Gina no les agrada
la idea de juntarse con Mercedes y Valeria. Aunque sinceramente prefiero la
compañía de las últimas. Entramos juntos, pero es en ese mismo momento que
Magda y Gina se alejaron de nosotros. Se refugiaron en un grupo de rufianes con
casacas negras de cuero.
Valeria está
descorazonada, siente que no es correspondida. Me pregunta si es fea, y yo, no,
todo lo contrario, eres una chica linda e inteligente. Y por ese instante se me
pasa la idea de besarla, pero me contengo. Es ella quien me da un tierno beso
en la mejilla. Es en ese mismo instante que Malena pasa por el pasillo. Mi venganza
ha sido consumada, me digo, pero no la disfruto.
Ella es tan linda que me hace olvidar los desplantes de Mercedes y Malena. Pero luego todo
desaparece cuando me dice que lo único que la hace realmente feliz cuando se
siente deprimida es “brichear”. No la conocía en esa faceta acercándose a
cualquier tipo de presencia extranjera. Coqueta de una manera patética, aunque
de inglés respetable. Mercedes quiere hacer lo propio pero ella sólo sabe decir
los colores en inglés. Yo le sirvo de traductor pero lo único que hago es
aclararle a los turistas que ella es mi chica y que solo queremos practicar
nuestro inglés. No obstante, sorprendo a Merce cuando hablo con uno de ellos en
francés. Y aunque mi francés es muy básico, parece ser ostentoso para mis
amigos turistas que se explayan conmigo y sólo atino a mover la cabeza.
Valeria está molesta. Hemos
arruinado sus planes de conquista. Así que junto con Mercedes se esconden de
nosotros en el baño. Aunque en ese momento nosotros no sabemos qué hacemos mal.
Las esperamos afuera y ellas no quieren salir, quizás porque espantamos a los
posibles galanes que quieren ligar esa noche. Por un momento, pensé que ellas
eran distintas. Naturalmente, mañana se olvidarían de todo y si algo salía mal alegarían
que estaban algo tomadas.
Entiendo que hacemos el
papel de estúpidos, que Valeria y Mercedes no quieren nada con nosotros más que
una desinteresada amistad. Así que las dejamos en paz conversando con un nuevo
grupo de alemanes. Nos sentamos en una mesa a terminar las botellas de cerveza
que aun nos quedan. Magda y Gina despojan a Javier de lo único que queda: su vaso.
El camino es largo, le
digo a Javier cuando le golpeo ligeramente el brazo. Así que también nos
despedimos de ellas que solo hemos visto un par de veces casualmente, siempre con
algún chico de casa de cuero. Caminamos en silencio, siento que hemos perdido
algo, sobre todo yo. Era irónico quedar ver casi a todas y no irse con ninguna.
Mercedes terminó coqueteando a extranjeros junto con Valeria. Y Magdalena y
Gina, que solo buscaban a Javier para exprimirle la última gota de alcogol que podían.
Aquel grupo de rufianes
que habían acompañado toda la noche a Magdalena
y Gina tenían otras intenciones para nuestras amigas. Magdalena leyó las
intenciones de aquellos bribones y se sintieron vulnerables para quedarse con
ellos. Así que en el último arrebato de conciencia, Magda llamó a Javier y le
pidió que regrese por ellas. A mí no me quedó más remedio que regresar también.
entre los planes de Magdalena están que Javier costee un taxi hasta su casa en
que se quedará a dormir Gina aquella noche. O mejor dicho un par de horas
porque el día estaba algo empezado. Pero Javier se puso fuerte y no les dijo
que nosotros iríamos caminando que eran solo treinta minutos a pie.
No recuerdo en qué
momento nos separamos, quizás eran por los pasos lentos que daba Javier o el
cansancio de Magda, pero Gina y yo los llegamos a pasar. Pronto sin darnos
cuenta les llevábamos una gran ventaja así que nos sentamos. Magda le confesó a
Javier que se alejaron de aquel grupo de galifardos porque sentía que se la
querían “levantar” que ella está cansada de que la vean como un objeto sexual y
no la chica que solo quiere un chico dulce como él, es todo.
Gina y yo vemos el
abrazo que Magda le da a Javier y a la distancia creemos que se están besando. Es
mejor no insistir ni apurarlos. Del lado de ellos, nuestras sombras crean la
apariencia de lo mismo. No nos movemos de nuestros lugares para no arruinar el
momento al otro, aunque en realidad nadie ha hecho nada.
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Esta historia en una canción
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