lunes, 26 de noviembre de 2012

Como luciérnagas en primavera

Imagen: Google Images

Nunca te salgas de la realidad ni creas que una mujer puede ser una diosa. Se repetía constantemente en la cabeza. Mientras ella camina con él. Pero su soledad es quien la acompaña. Ella muy lenta y él no tanto. Se mueven al rito hilarante de sus botas de cuero y el sonido peculiar que estos hacen al andar. Con mirada perdida contemplan como va cayendo la sombra del día mientras se alejan de todos hasta dejar de ser ellos mismos.

Se observan a lo lejos como si sus pasos dibujarán pequeñas sombras con los últimos rayos de sol que les marca el camino. Quizás dos latas de cerveza siempre pueden ser excusa para inventar cualquier destino.

Es curioso, pero en trayecto no hablan de otra cosa que de ella. Ella, la que no está, como él sospechaba, quizá todo haya sido una excusa para perderse con ella, todo es una excusa para que se quede con él.

Sus manos están frías, las de ella. Él lo sabe porque las ha rosado intencionalmente para probar que está viva y que siente. Pero es inútil sus palabras van y vienen. Ella casi siempre está en silencio. Silencio que no logra comprender ni descifrar. Parece como si estuviera conversando solo, es un monologo de lo que ha sido conocer a aquella chica a la que han ido a buscar para encontrarse.

Las dos pequeñas latas de cerveza, se hicieron cuatro y las cuatro en seis. De no haber sido porque ella le pidió un cigarrillo de cuando en cuando, se hubiera sentido que estuviese hablando solo. Sin más remedio que apelar a la risa como último recurso y dejar que los lúpulos y la cebada hagan su trabajo. Su risa, la de ella era como augurio, una fábula. Su mirada, la de él, tomaba nota de cómo eran sus ojos, los de ella, pero sus palabras, las de él, no se enteraban de esa dulce encuesta.

Una hora apenas de biografía y nostalgias hasta que al fin sobrevino de nuevo el silencio como se sabe en estos casos es bravo decir algo que realmente no sobre. Entonces él trato de probarle su amor con palabras por media hora más, ella solo lo escuchaba.

Hasta que él empieza a sentirse ridículo y a ella empieza a gustarle. Por un segundo, siente que es una escena repetida. Es un momento que ya lo ha vivido antes, quizá sea aquella chica de secundaría a la que acompañaba a su casa con la esperanza de que se de cuenta de que él estaba enamorado de ella, y ella sólo se divertía con él.

Dos luciérnagas amarillas sobre vuelvan muy cerca de ellos. Tan cerca que se dejan iluminar por aquella luz, quizás fue aquella luz, o un instante de primavera, pero aquella muchacha de ojos indescifrables, le susurró a la oreja que disfrutaba de su compañía.

Pero de manera tierna y a la vez implacable sentía como ella lo rechazaba de forma indolora y letal. Pero debe ser por esas cosas que pasan en primavera que cuando todo estaba perdido y sin esperanzas resignado a su suerte que ella le dio un beso. Dejando más confundido que sereno y se fue soñando con ella aún despierto.

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Esta historia en una canción