domingo, 26 de septiembre de 2010

Olvídate de todo



“Supongo que cuando encuentras lo que siempre has deseado, 
ese no es el principio de un comienzo, es el principio del fin”

(Elizabeth Taylor, en “Retratos” – Truman Capote)





HE RETROCEDIDO muchos años, más de los que tengo, menos de los que sueño y ligeramente igual a los que esta vez necesito. Me abro paso por las callejuelas, pero son ellas las que abren mi mente. A medida que avanzo, el tiempo retrocede y la plaza San Martín dibuja sus colores en mi mirada traviesa.

Puedo percibir que es una plaza entrecruzada por microcosmos aparentemente desiguales. Voy al encuentro con Amanda, la amiga del colegio que no veo desde que salí de él. Ella es muy coqueta y risueña. Ella no lo sabe, pero ha salido en un cuentito de un post pasado (La mandada). Me ha dicho expresamente que quiere que escriba de ella, piensa que este blog me hace un intelectual, le gusta que escriba pero no me lee. Eso me hace sentir más cómodo en esta conversación de amigos que pactamos, por capricho suyo, en la plaza del libertador porteño.

No niego sentirme un remedo misio del virrey Amat que va en busca de su “perricholi” pituca. La veo esperando en las mesas de afuera del bar Zela, bajo la sombra, resguardada del sol que inesperadamente alumbró esos días.

– ¡Hola, reii! –saluda Amanda, todavía a cinco metros–.
– ¡Amanda!, ¿cómo has estado? –digo al abrazarla sin permitir que se ponga de pie–.
– Bien, viajando tanto que ya me cansé.
– Imagino que luego de cinco años, tres continentes y un español, querrás vacaciones.
– Sí, pero tengo varias historias. Siéntate, pídete algo –y golpetea tres veces mi silla–.

Me senté, no pedí nada. Me interesaba escuchar esas historias descarriadas que Amanda seguro tendría. Ella es del tipo de “amigas fashion-news”. Siempre tendrá algo que contarte y querrá contarlo. Recuerdo que, apenas acabó el colegio, conoció a un español por internet que le pagó un pasaje a Madrid. Al llegar, la consintió en todo y la convirtió en su esposa.

Amanda admitió sentirse abrumada, de un día para otro era la señora de alguien (la primera amiga de la “promo” que se casaba). Con el tiempo, fue leal pero no fue fiel. Aprovechaba las horas de trabajo de su esposo español para mantener una relación secreta con Alfredo, un argentino. Sólo atino a decirle que es una sabida. A continuación me cuenta que al divorciarse, las leyes españolas obligaban al ex–esposo a pasarle una mensualidad con la cual costeaba sus caprichos europeos. Eso sí, me aclara que nunca pagó por hombres, pero sí por consoladores. “En España hay muchos sex-shops”, comenta.

Era raro, las veces que veía las fotos de Amanda en el Facebook junto a su marido español, me daba la impresión de ver una pareja feliz. Alguna vez vinieron a Lima, lo presentó y cayó bien en el círculo de amigos de ella. Se separaron más por aburrimiento que por problemas en la relación, Amanda se dio cuenta que no valía la pena casarse y amarrarse a un hombre si la vida la esperaba por delante. “Menos mal no es rencoroso y tengo una ex suegra que es un amor”, confiesa mi amiga sin apartarse de su dejo español.

Poco después de divorciarse, sacó un poco de dinero de su cuenta para visitar Marruecos, que estaba relativamente cerca. La travesura le gustó y decidió hacer maletas nuevamente para conocer Hamburgo. Luego siguieron Londres, Marsella, París y Moscú. “Lo más lejos que llegué fue Australia”, dijo ligeramente, como si no hablara del otro lado del planeta. Añadió que era un lugar lleno de ovejas.

Entre sus planes contaba continuar viajando. Su estancia en Lima respondía al mal estado de salud de su abuela. Aparte de eso, consideraba Lima como una escala de su siguiente viaje. No se hacía muchos dramas por dejar a su familia aquí, pero se había dado cuenta que no le gustaba viajar sola.

– Aquí es donde entras tú –dice Amanda–.
– ¿Dónde entro yo? –pregunté–.
– Es que tengo una idea, no sé si te gustará.
– Dímela, fácil te ayudo.
– Quiero irme de viaje contigo.
– ¿A dónde? –dije, pensando que no pasaríamos de Huacho–.
– Vámonos a Suecia –y mostró los dientes–.
– ¡Coño, a Suecia! –exclamé sorprendido, abrí los ojos–.
– Sí, se te nota un chico aventurero y quiero irme contigo – ¿me habrá querido decir chico fácil?, bueno, vale el cumplido–.
– Pero, Amanda, la verdad, estoy misio para costearme un pasaje hasta allá.
– Hay qué cosas dices, ¡yo te lo pago todo!
– ¿Todo, todo?
– Sí, toditito.
– Pero no tengo Visa.
– Joder, no es problema, yo puedo invitarte y todo arreglado.
– ¿Y cuándo viajaríamos?
– Yo me voy en Octubre, el 7, ya compré mi boleto en Delta, haré escala en Amsterdam, compro algún souvenir y vuelo a Suecia. Ahí te esperaría.
– Uhmm… después de las elecciones, y ¿por quién vas a votar?
– ¡Chaval, no me cambies el tema! No demora mucho hacerte los papeles. Pasaremos el verano en Estocolmo, prometo tratarte bien si vas conmigo.

Yo no planeaba moverme de Lima los próximos años. No así, dejándolo todo, estaba enjaulado, ante semejante emboscada sólo quedaba pensar que todo estaba planeado para que yo acepte; Suecia, el perfecto roce de la democracia en el mundo, sonaba interesante. Y todo pagado, sonaba mejor. Pero desde chiquito me enseñaron a que nadie regala nada en esta vida. Fue por eso que, apelando a la confianza del pasado, luego de cruzar un par de comentarios más, estuve obligado a preguntarle.

– ¿Y me obligarías a tener sexo contigo? –disparé–.
– No creo que tenga que obligarte.
– Quería saber si era parte del contrato –dije ásperamente–.
– Cómo dices, no es contrato, te estoy invitando.
– Sí, perdona, todo es tan repentino, tú sabes, tendría que pensarlo.

Análisis de desprendimiento: Amanda se irá pronto, si me voy con ella, me obligaría a abandonar, primero, la comida peruana, después, mi familia, mis amigos, la universidad, mis metas a corto plazo y este blog. Sin embargo, podría mutar mi tono escritor e inaugurar una columna de viajes impensados desde mi nueva base: Suecia. La llamaría Crónicas desde Estocolmo. Suena bien.

Lo correcto sería pedirle tiempo, las cosas hechas rápidamente no salen bien. Que aguante un poco sus ganas de viajar por el norte de Europa hasta comienzos del 2011. Además, mi buena amiga S dice que viajará a San Francisco el otro año, se irá seis meses. Yo me quedaría solo y qué mejor que distraerme un poco en el frío de ese país seductor.

Ese es otro problema, si viajamos este octubre, llegamos allá en pleno verano. Si viajamos, como le propuse, a inicios del 2011, abandono la universidad un ciclo y me pierdo el circo de las elecciones del 2011, alcanzamos el invierno sueco y nos pelaremos la piel de frío (aunque, de cualquier forma, Amanda me quiere pelar) y no se podría ir a turistear por ahí.

Amanda viaja de todas maneras en octubre. No quiere cambiar la fecha. “España me aburre como para quedarme seis meses más estacionada ahí sola”, se queja y sorbe la cañita de su jugo. Me sigue pidiendo que me vaya con ella, dice que soy opuesto a ella y por eso le gusto, que complementaríamos bien en el viaje, que ella sería la loca y yo quien la calme; pero yo sospecho que ella quiere ser mi ama y hacerme su esclavo gigoló.

Tampoco hay que descartar que Amanda pueda ser una secreta traficante de órganos a nivel internacional y me va a llevar tan lejos para extraerme, sin dificultades, uno de mis riñones, mis ojos o mis pulmones. La miro bien a los ojos, buscando alguna oscura intención que la delate. Me resulta extraño que esta amiga de la promo, de buenas a primeras, sin meditarlo, me ofrezca cambiar radicalmente mis calmos días por unas vacaciones pagadas. Qué suerte tan loca, pienso.

La noche dibuja otro paisaje en la plaza, las luces y las piletas se encienden, el frío vuelve, la juerga se asoma, vampiros surcan el cielo. Observo el antiguo teatro Colón y medito una respuesta: sí o no, qué difícil, le digo que mejor, aprovechando la oscuridad, vayamos a pensar a uno de los bares prohibidos del frente, uno de paredes rojas, imágenes colgadas de “La naranja mecánica” y mil canciones de Calamaro al hilo.

Salimos del lugar, cruzamos la plaza de norte a sur, observamos a los putos agazapados a la espera de un cliente que los levante y a unos viejos pelados entretenidos en la lectura de mensajes estrambóticos sobre política. Desvío la mirada hacia el imponente Hotel Bolívar y luego al cielo negro.

¡Ya tengo la respuesta! Quiero hacer con ella nada que incluya viajes. Quiero hacer el viaje, pero no con ella.

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Fotografía por Weidotcom
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Esta historia en una canción




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Plumas Invitadas: No olviden enviar sus choteadas al correo BLOG.CHOTEADAS@YAHOO.COM . Hasta el 15 de diciembre.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Un paraíso llamado Matucana



Matucana es el recuerdo más hermoso que guardo de ella y ahora lo sé. Las brisas de otoño anunciaban los primeros días de abril, se acercaba su cumpleaños. Ella no quiere fiestas en conocidas discotecas, reuniones en su casa, ni incomodas cenas en presencia de sus padres; lo único que desea la niña de ojos tristes, es poder irse de viaje con sus dos mejores amigos y su novio. Le ha pedido insistentemente a su madre que la entienda, que la deje ir bajo el juramento que durante el viaje, ni nunca, dormirá conmigo.

La noche anterior al viaje no pudo dormir, estaba nerviosa, emocionada, dando vueltas en su cama, se imaginaba como será su viaje. Miro las maletas que le habían tomado horas empacar, mientras caía bajo los brazos de Morfeo. Soñó con un carro en tonos azules, un chico con laureles en los tallarines, frases de amor, recuerdos inexistentes que se almacenarán en su hipófisis; mientras él, roza sus manos libres en su cuello. Ella deja caer su cabeza sobre su hombro, sus manos abrigan las suyas, entre cabras, vacas y un iglú, se dejan enternecer bajo un cálido y tierno beso, mientras Jennifer y Julio contemplan el paisaje con nubes verdes y un sol radiante, muy parecido al de los teletubbies. Hablo mientras dormía y ese día no fue la excepción, dejo escapar un par de risas, mientras besaba uno de los pocos peluches que él le regalo. Su celular suena, es un mensaje. Lee y sonríe.

Por otro lado, él está en su cuarto conversando con su madre, contándole que aquel fin de semana, se irá a un club con los amigos de su novia, sabe que no le dice la verdad, en realidad se va una provincia de Lima, si sabe la verdad podría darle un patatús. No quiere preocuparla, sin embargo, tiene que escucharla y tragarse todo su sermón, que puede extenderse más de lo deseado. Lo ayuda a hacer sus maletas, le da un beso, y a los pocos minutos le trae un vaso de leche con galletas de animalitos, tal vez ella aún lo sigue viendo como un niño, lo cual puede ser malo, en el futuro.

En su cama, todavía piensa cómo convencer a su novia de quedarse en Lima, bailar toda la noche del viernes y llevarla a cenar el sábado y no ir a un pueblito olvidado por citadinos como él cree. Pero ella, cuando algo se le mete a la cabeza, no hay nada que la haga cambiar de parecer. Le manda un mensaje de texto. “feliz cumpleaños ovejita. Te amo”. Minutos más tarde cayó presa del cansancio y el sueño.

El día siguiente, con todos los nervios recorriendo cada átomo de su cuerpo mientras se dirige a casa de su amada, hay algo que lo perturba, es la otra madre, la que puede llegar a ser su suegra, camina lento pero seguro. Mira su reloj, aun es temprano, la llama, la saluda. Le dice si cree que es conveniente llegar ahora, ella dice “no hay problema”.

Ella sentada en el sofá con Julio, su confidente incondicional, mejor amigo, brazo derecho, el hermano que siempre quiso, el chico perfecto, ideal y tal vez su novio si no fuera gay. Conversan de Matucana, el viaje, su madre, el chico que le gusta y sobre mí, ambos ríen. Ella espera impaciente que él llegue.

Él está parado frente a su puerta, los nervios se apoderan de su cuerpo, le teme a su madre y como no hacerlo. La primera impresión que tuvo de él, fue que era un chico “inseguro, inmaduro y culpable de antemano de toda lágrima que le causara”, no se equivoco.

Ella llevaba un bivirí turquesa, un pantalón rasta y unas horribles zapatillas blanquiazules. Por su parte, él vestía un buzo negro, una polera de igual color con mangas grises y tenis azules. Cuando se vieron, se dieron un fuerte pero corto abrazo, se regalaron un par de risas. Sentados los tres esperaban a la tardona de Jennifer para partir rumbo a Matucana.

Cuando Jennifer hizo su aparición, todos nos pusimos de pie, la hora había llegado. Ella llamó “¡¡Mamá, ya vino Jenny, ya nos vamos!!”. De pronto unas fuertes pisadas descendieron las escaleras, era su madre, traté de buscarla con la mirada para poder saludarla, nunca me la dio, todo el tiempo se dirigió hacia Jennifer y Julio, y si era para mí, lo hacía en tercera persona.

Ella, la dueña de sus sueños, calmó las aguas. Nos despedimos de su madre, mientras esperábamos al papá de Jennifer. Subimos al taxi de su padre, por los nervios me quedé atrapado entre la puerta con mi mochila, todos rieron, hasta su madre que al mirarme, también miro al cielo, pensando “dios, cuida a mi hija que este chico no puede cuidarse ni así mismo” Luego exclamó “¡¡ Te voy a llamar más tarde ah… Ten prendido tu celular”.

Saludamos al padre de Jenny, un señor criollo, canchero y amigable, sin pelos en la lengua preguntó si yo era el novio de la cumpleañera, asentí con la cabeza. Me dijo “no estés nervioso, mi suegra a tu edad, me tenia igual, en raya”. Atiné a reírme, cogiendo fuerte la mano de mi novia, quizás de los nervios de haber sobrevivido al encuentro con su madre.

Veinte minutos más tarde, nos dejo cerca del terminal de buses, subimos al bus, ella se sentó conmigo. Julio con Jennifer, ya no había marcha atrás, quedaban Lima, sus prejuicios, sus problemas, los de antes, ahora éramos otros, no nos escondíamos, ni disimulábamos nuestro amor. La abracé con mi brazo izquierdo, mientras ambos mirábamos la ventana.

Él pensaba en sus amigos, su hermano y su madre. Ella lo besaba y se quedaba dormida en su hombro, todo era como lo había soñado. Los edificios, las casas, las aceras, todo se el paisaje se iba transformando en campo, montañas y animales.

Todos bajaron en Chosica, para comprar provisiones para el resto del viaje. Cuarenta minutos más tarde, llegaron a Matucana, los recibió una brisa helada, característica de la sierra. Mientras ella habla que escogió aquel lugar, pues es perfecto para los deportes de aventura y la naturaleza. Él no parecía estar muy cómodo pero lo hacía por ella. Se alojaron en el hostal “Pase Usted”. Dejaron sus cosas, se dirigieron a recorrer el pequeño pueblo, mientras los enamorados discutían si pasarían la noche juntos. Ella le prometió a su madre que no, él no quiere dormir con Julio, promete respetarla si ambos duermen juntos.

Horas más tarde, en un restaurant muy cerca de la plaza central del pueblo, cenaban todos juntos. “hay que comer algo típico” decía la cumpleañera, su novio, pidió pollo broster, ella pareció molestarse, “eso también puedes comer el Lima”, replicó. “No me gusta el cuy, y nada de esas cosas”, dije. “Bueno como quieras”, dijo. Al final ordenaron lo mismo. Con la barriga llena, se dirigieron al único pub- karaoke del pueblo. Bajo la influencia de algunas copas, se armaron de valor, soltaron algunos gallos en nombre de Fito Páez, Julieta Venegas, Alejandro Sanz, Shakira, y cuanta canción les pusieran. Cuando él le pregunto al dueño del lugar, que había para divertirse, dijo: “Hay un quinceañero, todo el pueblo estará ahí, si quieren pueden cambiarse e ir”, viendo nuestras fachas, optamos, por regresar al albergue, compramos dulces, chocolates, galletas, papitas y chizitos. Preparamos el terreno, para una noche de historias de terror, ella parecía asustarse del todo, él la sujetaba con fuerza, le daba besos en la mejilla, aunque se divertía viéndola asustada. Julio contaba grandes historias de fantasmas, demonios, y extraterrestres. Que no parecían causarme ningún efecto, hasta que la lluvia y los rayos nos aterro a todos y gritamos. Nos tocaron la puerta y nos asustamos aún más. Eran nuestros vecinos de cuarto que nos pedían más silencio. Ya con la noche puesta y sin televisión, sin historias, decidimos dormir. Ambos pasarían la primera noche juntos; sin embargo, Jenny y julio dormirían al costado de ellos. El largo viaje cobró su primera víctima. Él miraba a su pequeña princesa mientras dormía y observaba sus dulces ojos cerrados, y pronto pudo dormir, tenía ganas de deslizar sus manos y explorar su cuerpo, se lo había prometido, no haría nada, mientras todos dormían, él tuvo una pequeña pesadilla y se levanto asustado, luego unas pequeñas gotas cayeron en su faz, el techo tenía agujeros, cuando logró conciliar el sueño nuevamente, su novia, su princesa, despilfarraba pequeños gases, que lo asustaron aún más, quería despertar a Julio que escuche lo que él olía. Pero no lo hizo, y después de todo, la abrazo y durmieron juntos.
La mañana siguiente, todavía con mucho sueño, por la mala noche de ayer, decide quedarse en cama, ella lo obligó a despertarse a almohadazos aunque, lo mejor fue que al despertarse, la vio a su lado.

Desayunaron pan, jamón, frugos, y algunas manzanas. Todos se bañaron individualmente, a excepción de Julio, que sostenía la sucia idea, de que bañarse para sudar, es una pérdida de tiempo. Aún el novio no tenía idea que escalaría un cerro con depresiones mortales. Una vez camino al cerro, luego de una caminata de una hora, él no podía más, estaba asustado, nervioso, bajo la mirada molesta de Jenny, Julio y su novia. Pero si la subida era difícil, la bajada lo fue el doble.

Bajo la presión de Jennifer, experta en conseguir lo que quiere, el novio, escaló depresiones, quebradas y dos puentes. Una vez en la cima, alzó los brazos, beso a su novia y se sintió todo un ganador “lo hice, lo hice”, replicaba. Todos le dieron un fuerte apanado. Contemplaron como lucía el pequeño pueblo desde las alturas.

Con la mano izquierda sostengo un cigarrillo a medio consumir, en la otra sostengo un folleto de Matucana, testigo mudo del paraíso de nuestro amor. En sus hojas, esconde nuestras historias, risas, besos y abrazos. Quizás nunca he sido tan feliz lejos de casa. Aquel día, me dio el regalo más preciado después de la libertad y el amor, la confianza. Superé mi miedo a las alturas, pero dudo que vuelva a subir cerros por alguien más, por eso y más, simplemente gracias.
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Fotografía de archivo.
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Esta historia en un video HD.


domingo, 12 de septiembre de 2010

Bailar sobre vidrio




Esta noche, mi barrio se incendió, se hizo humo, se sumergió en los gritos y volvió a la superficie de la amistad. Ustedes me van a perdonar, tenía programado otro post, otras letras, otras oraciones más cursis, pero la última noche me ha rebasado sin querer. Acabo de liberarme de ella y no pude evitar sentarme a relatárselas.

No sé cómo ordenar las ideas. Si primero fue esto o lo otro ya no importa. Sólo les digo, a modo de aforismo, que no hay mejor modo para terminar una fiesta que ser expulsados de esta por los gritos de la mamá loca del organizador/cumpleañero, en este caso, mi amigo Romeo.

Se vuelve todo una emboscada del destino cuando al salir del recinto de donde fuiste casi escupido, ves que todo es una reproducción fiel y constante del infierno. Tú te preguntas si la tierra se ha abierto, si Steven Spielberg ha elegido tu barrio para grabar “2012-2” o si esas bocanadas de fuego son un adelanto del castigo que te espera en el infierno por los pecados que cometiste discretamente y no confesaste a tiempo ante un cura o en tu querido bloJ.

Planeábamos llorar las penas en un concierto de rock. Para ser más exactos, no hay nada mejor que descargar la furia de tu mala suerte golpeando a un inocente, a un puto habitante de este mundo que tuvo la puñetera suerte de cruzarse en tu camino la misma noche que no fue tu mejor noche o acaso un día para celebrar.

Si de ahogar las penas se trata, las chelas ya pasaron de moda, sólo te calmará ver el rostro abollado de algún paparulo, nada causará más placer o restablecerá el desequilibrio mental causado por tus penas como una buena paliza en medio de una multitud eufórica y pogueadora donde el sentido de malignidad te obliga a regalar golpes por doquier.

Porque los planes se acomodaron en Barranco. Apunté la dirección del bar en un papel que puse en mi billetera. Era la calle San Antonio, sonaba tan bien y prometedora, como un lugar santo o bendecido, idóneo para morir y matar, ser perdonado y llorar. O para mojar la pluma en las venas y regar las tripas de algún roquero farsante.

Toda la tarde, estuve con Teni en la universidad. Quería sorprender a Malena, pero no sabía que ella no tenía clases ese día así que sus intenciones fueron liquidadas. Por mi parte, debo confesar que ya no veo a S, pero sé que ella está buscándole hogar a un cachorro que su hermana Charlotte encontró.

Le dije que le encontraríamos hogar a esa perrita en este bloJ, que algún lector amigo de los animales se compadecería y lo adoptaría. Ella se alegró (que es el estado en el que la quiero siempre) y me envió seis fotos de la perrita. Me dijo, “arréglalas fotógrafo” y yo todo hincha y sumiso, quise editarlas en Photoshop. Como mi ordenador no tiene ese programa, tuve que ir a la universidad.

Lastimosamente, las fotos que S me envió  por el Compartidor de fotos de Messenger no abrían en Photoshop (todo un lío informático que tampoco entiendo). Se podría decir que fuimos a la universidad por las puras. Sin embargo, Teni tenía un “plan B”: buscar a su amigo Bustamante para embriagarnos con él. La vuelta a casa fue una caminata triste por las mujeres que, sin tener la culpa, nos dañaron el corazón.

El rumbo estaba decidido: Barranco – concierto – pogo – destrucción – víctimas. Al volver a casa, nos vestimos muy “chacras” para partir hacia allá. Antes, quería comer así que tuve que demorarme un poco. Teni no pudo esperar y eligió buscar a Bustamante, que a su vez le pidió recoger juntos a su novia. En todo ese trámite, Teni demoró.

Lo esperé en el barrio. De repente, veo que la casa de mi amigo Romeo empieza a llenarse de luces y adolescentes hambrientos. Me encuentro a Romeo y me cuenta que es su cumpleaños, que suba un rato para pasarla juntos con la gente. No pude decirle que ya había hecho planes para un concierto ultra bohemio. Así que, como Teni demoraba, pensé en llamar a Gabriel pero recordé que estaba en Argentina.

Entonces llamé a Diego, mi amigo de la infancia y futuro empresario. Me contó que quiere comprarse un auto nuevo, “¿otro más?”, le pregunté. “Sí, pero voy a esperar la grati de Navidad todavía”. Él me acompañó a la fiesta de Romeo. Allí encontramos a Luciano, ex vocalista de “NadaxHacer”, un grupo dedicado al metal-salsa. Éramos los tres, que esperábamos a Teni.

Romeo se juntaba cada vez que podía y hacíamos salud: “chinchín”, decía él. Cuando se acabó la primera ronda de cerveza, juntamos nuestros ripios y fuimos por media caja más. Tomábamos con la tranquilidad de los años, la experiencia adquirida, dos décadas pesan, no es por ufanarme pero creo, sospecho, que he aprendido a tomar (aunque Teni diga lo contrario).

En cambio, el grupito del fondo, conformado por muchachos acelerados muy apocados al chongo barato, empezó a derribar las botellas. Una que otra se rompió. Para su mala suerte, la mamá de Romeo, la señora Magda, que preparó unos panes con chorizo de cortesía, escuchó el trinar del vidrio roto. Esa primera vez se contuvo y no dijo nada.

Se retiró y también vi en su mirada el signo de la madurez. Ya no era aquella loca señora capaz de botar a todos los invitados de la fiesta de su hijo. Es que si hay un grito de guerra que recuerdo de la infancia, es el de la señora Magda que no se molestaba en buscar a sus dos hijos, Romeo y Mariano, cuando jugaban fútbol en el parque, simplemente gritaba: “¡ROMEO, MARIANO, A LA CASA!”. Los equipos quedaban descompensados y no sólo se iban ellos, también se acababa el partido. Magda siempre tuvo el poder de arruinarnos las tardes peloteras, pero esta señora Magda parecía haberse tranquilizado con los años.

Ocupado en esas conclusiones, moví mis piernas y pateé una botella que cayó, se quebró y e inundó de alcohol la porción donde estábamos en redondela. La gente se puso furiosa, silbó, me echó la culpa, sólo pude decir “ya fue, que le vamos a hacer”, pues a quien realmente tenía miedo era a Doña Magda y sus gritos. Escondimos los restos de Cristal a un costado.

En ese momento, llegó Teni con Bustamante y su flaca. Me saludó, le dije que era un demorón, él ya no parecía recordar su desastre amoroso, su rostro había cambiado, tal vez orgulloso del Appleton que llevaba en las manos. De pronto, Romeo nos pide que nos juntemos para una foto del recuerdo. Accedemos contentos. No se ha terminado de disparar el flash cuando una voz irrumpe el escenario.

Doña Magda estaba gritando “¡LARGO DE MI BAÑO, MALNACIDOS!” a cinco amigos de Romeo que entraron juntos al baño. En un primer momento, la gente pensó que se estaban coqueando o algo así, pero luego la vieja volvió a gritar “¡ME VIENEN A ATORAR EL BAÑO Y ME LO CAGAN TODO!”. Resulta que un pollito adolescente se emborrachó con las cervezas y sus amigos lo acompañaron para agarrarle la frente, los brazos, las orejas y los cachetes (¿tantos en un baño?). La teoría de la fumada quedaba más decorosa; la gente estaba indignada con el espectáculo primarioso o bautizo etílico, ya no sé cómo llamarlo.

Todos callaban a todos, “SHHHH”, y fue cuando Magdita tomó la palabra. Algunos iniciados en sus gritos pensaban que estaba pasada de copas, pero no sabían que ese es su estado natural. Su discurso se asemejó a este: “¡QUÉ MIERDA LES PASA AH!, YO LES PRESTO MI CASA PARA QUE TOMEN COMO GENTE CIVILIZADA, ¿QUÉ CREEN QUE ESTO ES UN PUEBLO, UN CHIQUERO? AL CARAJO LOS DEBERÍA MANDAR POR NO SABER TOMAR. CLARO COMO USTEDES NO LIMPIAN, ME ENSUCIAN TODO Y BAILAN SOBRE VIDRIO, ¡GRAMPUTAS!”.

Romeo la intentó calmar pero se ganó otra puteada: “¡DEBERÍAS TRAER AMIGOS TRANQUILOS, NO A ESTAS CAGADAS!”, en alusión al grupito del fondo, “O TÚ LOS ORDENAS O SE ME VAN, MIERDAS, VUELVO EN DOS HORAS, COCHINOS”. Aquí quedan dos cosas por decir. Romeo tuvo que ser consolado y es que su madre no tenía derecho a arruinarle la fiesta así: entrar gritando y mal carajeando a los asistentes, al fin y al cabo, invitados de su hijo. Lo segundo que queda por decir es que esa escena, la escena de la madre energúmena, fue digna de aplausos, que no es fácil mandar a volar con tanto arte a 50 tipos indisciplinados que hacen lo que quieren, que aparte de no saber tomar, no conocen el significado de la palabra “behaviour”.

Claro que la tía Magda es un ejemplo para el futuro. Esta última noche decidí que si llego a tener un hijo que corra en el patio de una casa medianamente grande y a éste se le ocurre organizar una fiesta, estaré preparado para putear a medio centenar de personas. No con el ánimo de arruinar socialmente a mi hipotético hijo, sino con las ganas de deshacerme de esas criaturas babosas e inexplicables, que no sostienen ni justifican la Creación de Dios. Mi entrenamiento para ese día empieza ahora.

La señora estaba furiosa. El tipo que había vomitado no se había enterado de nada. El buen Romeo lo hizo pasar al cuarto de invitados para que duerma, aunque por su rostro deslenguado, más parecía estar en un coma inducido. Nadie sabía qué hacer, los más sensatos se fueron retirando poco a poco. Los más chismosos, nos quisimos quedar a ver qué pasaba. Fue entonces que un extraño olor invadió la terraza y el dedo de Dios abrió el cielo que empezó a engullirse rápidamente un extraño humo negro proveniente del lado este de la casa. “¡INCENDIOOOOO!”, gritó asustada Doña Magdalena.



Miramos por el balcón y efectivamente, un olor a gasolina de 84 octanos enrareció el ambiente. Todos bajaron, al llegar a la reja me detuve, inesperadas lágrimas invadieron mis ojos, una neblina se apoderó del lugar, la gente gritaba, parecía un gas lacrimógeno que algún policía había lanzado para disuadir a los pandilleros. Sin embargo, el espectáculo era dantesco y sorprendente, ¡un auto se incendiaba!, ¡chirriaba fuego!, ¡peligro de explosión!, ¡cuerpo a tierra, carajo! y los bomberos no llegaban.

Los vecinos abandonaron sus sueños y se asomaron por la ventana. Todos pensaban que el “11 / 09” se repetía pero en Lima. Algunos nostálgicos se atrevían a juntar las palabras “coche” y “bomba”. A su vez, los parroquianos miraban atónitos el posible aterrizaje de una nave intergaláctica. Lo que quedó claro era que el fin del mundo se iniciaba en Pueblo Libre.

Atiné a decirle a Teni que vayamos a mi casa por la cámara. Como todo era periodísticamente relevante, aceptó acompañarme y corrimos hasta mi casa con la esperanza de apagar el incendio grabándolo todo. Mientras corríamos, Teni me hizo prometer que depondría la trilogía que escribiré por postear esta noche. Acepté. Al volver al siniestro, las cámaras de Frecuencia Latina y América Televisión habían llegado, nos habían ganado la primicia.

Sólo nos quedaba intentar alguna toma arriesgada, parecía que las llamas caminaban debajo del auto Lada del 76, de fabricación rusa y velocímetro horizontal, toda una joya; aunque el Serenazgo de la zona impedía nuestro trabajo. O tal vez entrevistar a la víctima, un chico no mayor de 30 años que aparentemente iba de salida a una fiesta y, al prender su auto, la batería hizo cortocircuito y los cables se incendiaron. De no haber sido por los borrachos del barrio que le avisaron que su carro se quemaba por debajo, probablemente no la contaba. De todas maneras, estaba destrozado y me hubiera sentido indolente al entrevistarlo.

Apagamos la cámara y Diego ofreció llevarnos a una última chupeta en un bar cercano al Queirolo. Aceptamos y fuimos a acabar la noche allí. Terminé molido y pensaba sólo en mi cama, antes me detuve para escribir, con memoria fresca, los últimos acontecimientos.

Luego me lancé a la cama y soñé con un palito de fósforo y una piscina de gasolina.

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Fotografía 1 por tdub303
Fotografía 2 de archivo
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@-CHOTEADAS ANIMAL RIGHTS: Adolfa de 4 meses busca hogar donde tenga comida, saquen a pasear, le hablen como si fuera a responder, jueguen con ella, compartan su vida. ¡Anímense, llévensela!, está guapa.




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@-CHOTEADAS NEWS: El video del post, de la noche de los gritos y el incendio.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Lo echamos a suerte




No hacía falta un brujo o un adivino para saber que, las cosas no marchaban del todo bien desde que comenzó mi nueva relación sentimental. Lo nuestro era un barco que se hundía con la misma velocidad que el Titanic, ambos no hacíamos el mínimo esfuerzo por sacarlo a flote.

Mis impulsos, miedos, inseguridades, celos, justificados o no, darían como resultado solo empeorar las cosas con ella: mi novia; además, estoy seguro que vio en mí al niño que suelo ser a veces o al hombre veinteañero que no ha madurado del todo.

Por otro lado, su inestabilidad emocional, libertades, ideales (comunistas), amigos (desadaptados sociales), hobbies, sobre todo su pasado y nuestras constantes peleas, no hacían más que mellar heridas en nuestros devastados corazones. Sin embargo, la sola idea de perderla me causaba cierta nostalgia y temor.

Habían transcurrido veinticuatro horas desde que me llamó para decirme “tenemos que hablar”. Mi experiencia personal, me ha demostrado que aquellas palabras, siempre se emplean para ponerle fin a algo, en este caso: lo nuestro.

Llamé a su casa. Estaba nervioso. No sabía bien qué decir. Se me habían borrado las miles de razones justificadas para no darle fin a nuestra historia. Cuando empezó a sonar el teléfono, colgué. Sé que abría caído presa de mis nervios y mi inseguridad, si ella contestaba. Pensé en escribirle: “Te llamé simplemente porque te extraño. Y no me atrevo a decirte que nunca más escribiré sobre ti (nosotros): lo estoy haciendo ahora. Es mi tonta manera de que, aunque después no me llames y no me hables más, siempre te voy a querer.

Me dirigí presuroso hacia su casa. La noche anterior, sin dormir, pensé en perdonarnos y comenzar todo. No la llamé, pues mis llamadas hubieran sido ignoradas. Resentidos con ego herido, ambos sabíamos que dramatizábamos la situación.

Al día siguiente. Mis impulsos, más que la razón, tocaron el timbre por mí. Cuando abrió la puerta, me miró sorprendida, nerviosa y confundida. Me llamó por mi nombre.

-Pensaba llamarte –dijo–.
-Si tenemos que hablar, hagámoslo ahora –dije resignado–.
-Si tan solo no hicieras las cosas tan difíciles –murmuró en voz muy baja–. Pero Si tanto quieres hablar, hablemos –en ese instante, encogido de hombros, con el ego herido, mi hombría y dignidad se iban por el tacho, la miré quizás más enamorado que nunca. Luego, exclamó “mamá, ya vuelvo”.

Tomó su chaqueta negra, bolso; salimos de su casa. Empezamos una marcha tortuosa en silencio, las mismas calles, nuestras calles, días antes, habían sido testigo de un romance tan intenso como complicado del que habíamos sido protagonistas.

Un flash mental se apoderó de mi cabeza: cinco años atrás, era la misma escena con protagonistas diferentes, Ximena y yo. Ella llevaba puesto su uniforme de colegio: camisa blanca, chompa guinda, falda gris y aretes pequeños. Mientras yo, tan distinto al que soy ahora, es decir, sin rulos; por aquel entonces me preparaba en una pre, para entrar a la Universidad que sea. La recogía de la salida del colegio, en el cual, ambos habíamos estudiado (era un promoción después de la mía), para dejarla como siempre en casa de su prima. No obstante, había algo diferente en su mirada y en su voz. Ximena comenzó diciendo.

-Tú sabes cuanto te quiero. Y espero que nunca lo dudes.
-Sí, Ximena. No me caben dudas –dije, algo confundido–.
-No creo, que haya un chico que me haga reír tanto como tú, y eres más que un novio, mi amigo.
-Aún sigo sin comprender –murmuré–.
-No sé cómo decir esto, es complicado –un silencio incómodo se apoderó de la escena–. Te quiero, pero como un amigo, quizás más que un amigo pero menos que un novio. Quiero ser tu mejor amiga, seguir viéndote, pero como amigos.
Esas seis letras gigantes parecían repetirse en mi cabeza: “A-M-I-G-O-S.”
-Quéeeeeee. ¡Cómo que mejores amigos, después de todo lo que hemos pasado!
-¿Acaso crees que es fácil para mí? Es probable que tú encuentres a otra, en cambio yo siempre me quedaré con la duda sobre si tomé la mejor decisión. Vas a ver que en el futuro me lo vas a agradecer.
-¿Agradecer? –se me pasaba por la mente descuartizarla y licuarla–. Agradecer qué, yo no quiero ser tu mejor amigo. No quiero ser el tipo a quien le cuentas tus romances, decepciones amorosas y que con el tiempo no tengas el valor de decirme cuando te acuestes con alguien más, simplemente no lo soportaría, me destrozaría del todo. Quedé en silencio, ella me abrazó con fuerza, dejó caer lágrimas de sus ojos, yo la acompañé llorando. Unidos por última vez, la aleje con cierta violencia de mis brazos, mientras ella quería darme un beso en los labios de despedida. No la dejé.
-Espero sepas lo que haces, Ximena. Lo nuestro se va a la mierda. Solo quiero saber si es por alguien más.
-No, cómo crees, no hay nadie.
-¡Vete a la mierda! No te creo.
-No compliques más las cosas, ¡dejémoslo así!

Mis lagrimas, impotencia, rabia, me hicieron irme sin despedirme de ella, a lo lejos, sus lágrimas tocaron el suelo, a lo lejos sabía que esa sería nuestra despedida, tal vez imagino, un final diferente, nunca lo sabré. Seis días más tarde, la causa de nuestra ruptura tenía nombre y apellido: Joselito Carrera, un emo confundido.

Eso fue a los 17 años. Todavía recuerdo la primera vez que me destrozaron el corazón de tal forma que pensé que nunca más volvería a sentirme en una situación parecida, el mundo se me había acabado, nunca volvería a amar así. Estaba completamente equivocado.

Y es que el tiempo me ha enseñado que cuando tu novia se aburre de ti también recurre a formulas infalibles como “hay que darnos un tiempo” (pero nunca precisan cuanto); “quiero estar sola” (mentira, ninguna mujer quiere estar sola), “necesito mi espacio”, “quiero estar con mis amigos”, “quiero dedicarme a mis estudios”, “quiero saber quién soy” y el ridículo “no es nuestro momento”.

Ahora tenía a Malena a mi costado, probablemente ensayando en silencio una de las típicas frases de ruptura. Llegamos a un conocido parque pueblerino, le pregunté si podía prender un cigarrillo, parecía no incomodarle. Nos sentamos en las gradas debajo de una cruz. Comenzó diciendo:

-Tú y yo somos diferentes. Y no creo que esto vaya a funcionar ¿sabes? –hizo una pausa y arremetió–. Me llegas al pincho, con tus inseguridades, miedos, celos o como se llame, han llegando a un punto que me colmaron la paciencia y sabes que todo se fue a la mismísima mierda.
-Todavía queda algo dentro de tu corazoncito. Si no, no hubieras venido al parque.
-Ay, por favor, no me vengas, no hagas las cosas más difíciles –replicó ella–.
-Ya no quieres estar conmigo.
-Estoy confundida, no quiero herirte, sobre todo que me hieras con el tiempo. He sido lastimada una vez y si me rompes el corazón no creo que me reponga del todo –dijo–.
-Mi intención no es lastimarte. Sé que he actuado mal por no confiar en ti. Pero si me dieras la oportunidad de reivindicarme día a día, te prometo hacerte feliz –y la tomé de los brazos–.
-No compliques las cosas –dijo al soltarse, sus ojos empezaron a enrojecer–.
-Quiero que nuestro amor sea como el de las mariposas que dura tres días, que son más que cincuenta años de amores vacíos.
La abracé con fuerza y me abrazo, no quería cometer el mismo error que con Ximena, si no podía recuperarla, aceparía mi derrota.
-Te quiero. Putamadre, me heriste. Pude haber sido muchas cosas, pero antes de conocerte. De alguna extraña forma me has cambiado la vida, y por más que no quiera admitirlo es así.
-Yo también te quiero. Por eso estoy sentado frente a ti, tratando de recuperarte y tragando mi orgullo de lado. Dejemos todo atrás, comencemos de nuevo.
-Promete que tendrás más confianza en mí –dijo Malena–.
-Lo prometo –dije y la besé–.

“Sabía que regresarías conmigo”, finalicé. Me tiró un golpe en el brazo. Reímos, la había recuperado y quizás cuando estuve a punto de perderla entendí que siempre la tuve. Que ella no era como las demás chicas y que si quiero seguir con ella, tendría que dejar su pasado atrás. Yo no era un chico ocasional, la quiero en serio. Comenzaríamos todo de nuevo; sin embargo, las relaciones sentimentales, son así de complicadas con altibajos. Este es un nuevo comienzo, esperemos que todo nos vaya bien.

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Fotografía de archivo
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[Entrevista a Tucuy Ricuy: Y ahora tenemos el agrado de presentar al CAMPEÓN DE LA PRIMERA EDICIÓN DEL "CHOTEADAS AWARD", la pluma invitada que se alzó con el dudoso galardón que le concedimos la semana pasada a Tucuy Ricuy. Nos contó unas cuantas cosas de su tierra, su pasado y sus ideas. Este fue un encuentro feliz, pues coincidió con la obtención del premio al mejor blog provinciano del 2010. Al final, habrá una pequeña sorpresa. Con ustedes... Juani.]