jueves, 24 de febrero de 2011

Pluma Invitada: Ella y él, y dos más


Escrito por Ximena Castro Breña
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No sabe qué es lo que le está pasando, en realidad, sí lo sabe, pero le es difícil aceptarlo… Otra vez se encuentra en ese estado, otra vez…


Tiene dieciocho años, piensa, debería poder controlar lo que le sucede. Se repite para sí que es bonita, inteligente, buena persona, o quizás solo busca engañarse a sí misma diciéndoselo en voz alta… Quizás también ha sido engañada porque muchas personas se lo han dicho. No importa por qué piensa eso, simplemente lo hace. Igual que lo ha hecho ya en repetidas ocasiones cuando le tocaba vivir, o no, sus momentos amorosos. Porque en realidad, eran solo eso, momentos. Eso es lo que más le dolía. Nunca pudo ser capaz de  tener una relación. Por más que se engañaba diciéndose, y diciéndoles a todos los que le preguntaban sobre sus romances, porque sus amigos creían que ella era una de esas que había roto varios corazones, que si bien no tuvo varios enamorados, sí tuvo muchos con los que parecía tener una relación. Esto no podía ser más falso. Es cierto, salió con varios, pero fueron solo dos con los que pudo llegar a tener una relación. Mas nunca llegó a tenerla.

Ahora, que ha vuelto a verse metida en un enredo, porque eso es lo que es, un embrollo, una maraña, un lío, está más confundida que nunca. Porque ahora, a diferencia de las otra veces, no hay uno, sino tres que quieren estar con ella, Eduardo y Carlos, amigos desde hace un par de años, y Orlando.  Bueno, por lo menos eso es lo que uno de sus amigos le dice. Pero este amigo no parece ser imparcial. Este no es otro más que el último con el que ella salió y con el que pudo llegar a tener la tan ansiada relación. Este es el primer tipo con el que no solamente compartió besos sino que también caricias en lugares inimaginables para ella.  Si bien no llegó a tener sexo con él fue porque quiso dárselas de santa, porque ganas, ganas no le faltaban.

Todo empezó una noche, una de aquellas en las que el alcohol, acompañado de la buena música y una fluida conversación, hizo que los amigos, y los no tan amigos, llegaran a compartir besos y otras cosas más. Ella, pasada de tragos, empezó acercársele; Eduardo, sin pensarlo dos veces, la siguió. Pasaron las horas y quedaron cuatro sobrevivientes. Él la llevó hacia un cuarto pensando que esa noche la haría suya; ella, siendo virgen, no quería perder tal condición en una situación como esa.

Sus amigas ya se lo habían advertido. Si vas a hacerlo por primera vez, hazlo con tu enamorado, le decían. Si no, te arrepentirás de por vida, agregaba otra, quien con el “solo la puntita” perdió su virginidad en una noche como en la que ella se encontraba.

Felizmente para ella, la única cama del departamento ya estaba ocupada por la otra pareja. Él, sin muchas opciones, la arrinconó contra la pared y empezó a besarla delicadamente, primero, y más intensamente después, mientras le tocaba los pechos y las caderas. Era la primera vez que un chico le tocaba los pechos pero ella se dejó, lo disfrutaba. Él empezó a levantarle el polito, quería desnudarla, ya estaba “empilado”; ella  reaccionó y le susurró al oído que tenían que salir. Los gemidos de su amiga se escuchaban cada vez más y más.

Ya en la sala, se abrazaron en el sofá y ella fingió quedarse dormida. Él, sobrio, pensaba en la chica de los gemidos, quien, en un inicio se le juntaba, pero él rechazó. “Esa era mía”, se repetía. Pero no era lo único que pensaba, “esta chica es demasiado linda”, se decía al verla entre sus brazos.

A las ocho de la mañana las dos parejas dejaron el lugar y se fueron conversando, abrazados, como si nada hubiera pasado…

La siguiente semana ella se volvió a encontrar con Eduardo y con varios amigos más. Fue ahí cuando se dio cuenta de que Carlos estaba enamorado de ella, o que al menos le gustaba. Carlos era sumamente atento. La abrazaba, le acariciaba el rostro, le cogía las manos, y ella, pretendiendo que como buenos amigos, porque lo eran, eso era normal, le siguió. No estaba para nada interesada, pero le gustaba la atención que recibía. Eduardo parecía no darse cuenta de nada y a ella aún no le interesaba él como para molestarse por la falta de atención de este.

Al siguiente día, Carlos, pensando en el comportamiento de ella el día anterior, le envío un mensaje al celular; ella, igual que el día previo, le respondió sin reparos. Y fue así que empezaron a “mensajearse” todos los días y a todas horas. Hasta un día que, escondido detrás de una pantalla, Carlos le confesó que estaba enamorado de ella y que la quería demasiado. Ella le recordó que ellos ya eran más que amigos, eran “hermanitos” y que eso era todo lo que podían llegar a ser. Carlos, enojado, se desconectó. Ella no volvió a saber nada de él en una semana, que fue cuando se percató que extrañaba demasiado sus mensajes. Le gustaba sentirse querida, le gustaba jugar con los sentimientos de Carlos porque sólo así ella se sentía mejor. Decidió llamarlo. Él no le mencionó la última conversación que tuvieron, ella tampoco habló del tema. Todo había vuelto a la normalidad.

Empezaron a “mensajearse” otra vez pero no tan seguido, a ella no le importó porque no era el único con quien lo hacía. Hace un par de días Eduardo le había enviado un mensaje y ella le había respondido. Sus mensajes eran cordiales y amistosos, él le contaba su día, qué hacía y ella también. Se quedaba hasta altas horas de la madrugada solo para hablar con él. Y cuando él no se conectaba, ella lo extrañaba. Algo estaba pasando, le estaba empezando a gustar… Pero no puede ser posible, se repetía. Él y Carlos son amigos…

Pasó una semana y ella y Eduardo ya no tenían tema de conversación. Ella se dio cuenta de que su relación con él era más física, se atraían mutuamente mas no tenían mucho de qué hablar. Él, al percatarse de que su relación amical no era tan amical, y de la atracción que ambos sentían, un día le dijo para que vayan a su casa a ver una película. Ella ya se sabía ese cuento. No aceptó. Sabía lo que pasaría. Esa fue la misma excusa que usó el anterior tipo con el que salía, ahora su amigo, para llevarla a la cama, pero solo llevarla, porque ella no dejó que él la haga suya. Ella no quería que su relación con Eduardo fuera así. Ella quería estar con él, ser su enamorada. Eduardo, en cambio, la consideraba su amiga, pero una de esas con las que puede pasar el momento. 

Conoció al tercero en una de las tantas clases que seguía. Ella sintió que él no dejaba de mirarla así que empezó a hablarle. Orlando no dejaba de mirarla, pero no a ella, sino a la amiga con quien ella paraba todo el rato. La siguiente semana la amiga se retiró de las clases y ella aprovechó la situación para sentarse al lado del tercero. Él, al verla tan dispuesta para escucharlo en todo lo que él contaba y siempre sonriente, decidió “gileársela”. En un primer momento pensaba en “sólo un agarre”, pero luego de pasar más tiempo con ella, y al ver que ella no dejaba que pase “el agarre”, porque ya lo había intentado creyendo que ella aceptaría sin dudarlo, se dio cuenta de que, en realidad, él podría estar con ella.

A ella le caía bien el tercero, siempre reían de algo que cualquiera de los dos hacía o decía, mas no le gustaba, no estaba interesada en él.

Ella no dejaba de pensar en Eduardo. Y Eduardo, al darse cuenta de que ella no iba dejar que pase nada, dejó de enviarle mensajes. Ya casi no se conectaba en la noche, o quizás me ha puesto no admitir, pensaba ella. Pero él no había hecho eso. Él simplemente decidió pasarla bien en noches como en la que la conoció y por eso dejó de conectarse. Aún hablaban y se veían y por eso ella no podía olvidarlo.

Seguía “mensajeándose” con Carlos, su hermanito, y se veían de vez en cuando. Él creía que ella y su amigo, Eduardo, eran enamorados. Ella le dijo que no quería saber nada de Eduardo y que nunca le había gustado. Pero lo dijo solo para que Carlos no se enojara. Sea como sea, quería mucho a Carlos. Era cierto lo que ella le había dicho antes, lo consideraba más que su amigo, su hermano. Y no quería que los dos amigos se distanciaran por ella.

Hoy Orlando le dijo para que estén y ella no aceptó. Le dijo que lo pensaría, y que le daría su decisión en un par de días.   

Ella sigue pensando en Eduardo y acaba de recibir un mensaje de él en el que le dice para que se encuentren mañana… Parece una cita. Ella está esperanzada, seguramente hoy, igual que ayer, soñará con él…


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Imagen por sandra.d.
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Ximena Castro Breña es poeta y se presentará el próximo miércoles en la Casa de la Literatura.

3 comentarios:

  1. El final, que pretende ser abierto, queda flojo. Pero la historia me gustó, porque me ha pasado algo similar!

    Extraño que los choteados escriban.

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  2. Me gusta mucho vuestro blog, lo leo desde hace o 6 entradas atras ysi que hay unas cuantas entradas cursis jajaja, pero me entretiene bastante la verdad, espero que os de tiempo a pasaros por www.tiempodealtibajos.blogspot.com

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  3. a mi tmb me paso algo similar!!!jeje. q bien saber q no soy la unica en el mundo a quien le gusta recibir la atencion de un amigo, aunque no quiera nada con mi amigo. Es normal q queramos sentirnos queridos por alguien a veces, no?? Buen post!!
    ana

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