Los hombres pueden
ser analizados,
las mujeres sólo pueden ser amadas
Oscar Wilde
Imagen por pathpuppycreations |
Escribe @Cardiofílico
La
noche abarcó mis pensamientos que se sumergían de a pocos en mi taza de café.
Encendiendo un cigarrillo, rápidamente recordé lo conversado con mi amigo, era
acerca de los torpes amores y los poco convencionales métodos de atraer al
mismo, pero en esta ocasión era diferente. No se trataba solamente de un
tropiezo de aquellos o de un simple encuentro en donde mis ideas embalsamadas
con alcohol y otras cosas más daban la justificación suficiente para pretender ganar con alguna mujer.
Aun
la recuerdo, está tan fresca en mi mente como el corte que acabo de hacerme en
el dedo con una navaja suiza. Jorge conoció a Amanda en una peculiar fiesta de
Halloween. Él la recuerda tan bien como yo, pero creo que él más, por el
vestido de “Novia de la muerte” que Amanda llevaba esa noche. Él también fue
acompañado de Malena. Para Jorge fue la noche más encendida de todas, la
infinita, la que se grabó en un vinil para jamás olvidarla. Las risas (su
risa), las miradas (yo era más que un estúpido), los bailes, fue una noche
cualquiera del mes en Barranco, pero fue un día bisiesto en mi calendario
personal, jamás volvería a repetirse.
En
estos días hice un repaso de todo el tiempo: antes, durante y después de
Amanda. Lógicamente “antes”: estaba designado a una simple verdad; “durante”:
era un inocente verdugo que cortaba de a pocos la fantasía para mancillar así
el amor con mi suerte. Y “después”: trato de mil formas de explicarme el porqué
sigo hablando de ella después de todo.
Como mala persona
soy un completo desastre.
Hay mentiras de
gente que afirma que no he hecho nada malo en toda mi vida.
Por supuesto sólo se
atreven a decirlo a mis espaldas.
Oscar Wilde
Hace
unos días, le conté a Jorge sobre Amanda, para sorpresa de él, no fue para
recordarla a ella, fue para decirle que salimos. El sobresalto de Jorge era de
esperarse. –¡Cómo así, la puta madre! Yo solamente atiné –Sí, nos vimos por
tercera vez. Él estaba atónito, sorprendido y sediento de saber lo que pasó. Lo
natural fue contarle todo y no obviar el sexo, pero hubo algo que no fue tan
natural a mi parecer. La reacción que tuve la segunda vez que la vi: me
comporté como “el vengador de los ex” o una especie de “The Punisher”.
Después
de una hora de plática, y de caminar por los rincones pueblerinos de esta
ciudad, Jorge se sentía satisfecho de mi acción. Creo que fue su venganza, al
menos la de él estaba más consiente que la mía, o tal vez nunca tuve esa intención.
El
primer encuentro que tuve con Amanda fue planeado con anticipo de un mes. A
vísperas de diciembre la llamé para citarnos. Ella, como era de esperarse, me
avisaría, y su mensaje llegó en la madrugada del 23 de ese mes. Quería que vaya
a su casa en la mañana. Asistí como de costumbre casi puntual, casi, porque me
adelanté unos minutos. La esperé en el sillón, estaba durmiendo y yo sucumbí al
sueño de tanto esperarla, al despertarme ella apareció delante de mí.
Sollozando por el apresurado despertar de algo que se venía venir, como un
poema de Benedetti.
La
segunda vez fue más esperada pero esta vez una llamada de María mientras nos
vestíamos causó curiosidad en ella. Presurosos al salir de su casa, en el taxi,
camino al centro comercial, ignoré por un momento a Amanda y contesté la
llamada de María. Mi vista panorámica advirtió que los ojos de Amanda se
posaron sobre mí. Al terminar la llamada, le dije que estaba saliendo con
María. No supe descifrar sus lágrimas, no sé si fue por el desconcierto que la
tomó por sorpresa o por los síntomas de su gripe y resfrío que ella sufría hace
un par de días. El silencio sucumbió.
La
tercera vez fue más directa en todos sus aspectos, el sexo volvió en un
aperitivo a medio consagrar, y yo sólo podía darme la ventaja de devorar cada
segundo de su presencia. Al terminar, la acompañé a su trabajo, atendía en una
tienda de modas en San Isidro, me preguntó por María, que cómo me iba con ella,
sólo le respondí que nada funcionaba y que nunca funcionó. Ella sólo calló.
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Esta historia en una canción
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