lunes, 20 de febrero de 2012

Pluma Invitada: Tres versiones de ella

Los hombres pueden ser analizados, 
las mujeres sólo pueden ser amadas
Oscar Wilde

Imagen por pathpuppycreations


La noche abarcó mis pensamientos que se sumergían de a pocos en mi taza de café. Encendiendo un cigarrillo, rápidamente recordé lo conversado con mi amigo, era acerca de los torpes amores y los poco convencionales métodos de atraer al mismo, pero en esta ocasión era diferente. No se trataba solamente de un tropiezo de aquellos o de un simple encuentro en donde mis ideas embalsamadas con alcohol y otras cosas más daban la justificación suficiente para pretender ganar con alguna mujer.

Aun la recuerdo, está tan fresca en mi mente como el corte que acabo de hacerme en el dedo con una navaja suiza. Jorge conoció a Amanda en una peculiar fiesta de Halloween. Él la recuerda tan bien como yo, pero creo que él más, por el vestido de “Novia de la muerte” que Amanda llevaba esa noche. Él también fue acompañado de Malena. Para Jorge fue la noche más encendida de todas, la infinita, la que se grabó en un vinil para jamás olvidarla. Las risas (su risa), las miradas (yo era más que un estúpido), los bailes, fue una noche cualquiera del mes en Barranco, pero fue un día bisiesto en mi calendario personal, jamás volvería a repetirse.

En estos días hice un repaso de todo el tiempo: antes, durante y después de Amanda. Lógicamente “antes”: estaba designado a una simple verdad; “durante”: era un inocente verdugo que cortaba de a pocos la fantasía para mancillar así el amor con mi suerte. Y “después”: trato de mil formas de explicarme el porqué sigo hablando de ella después de todo.

Como mala persona soy un completo desastre.
Hay mentiras de gente que afirma que no he hecho nada malo en toda mi vida.
Por supuesto sólo se atreven a decirlo a mis espaldas. 
Oscar Wilde

Hace unos días, le conté a Jorge sobre Amanda, para sorpresa de él, no fue para recordarla a ella, fue para decirle que salimos. El sobresalto de Jorge era de esperarse. –¡Cómo así, la puta madre! Yo solamente atiné –Sí, nos vimos por tercera vez. Él estaba atónito, sorprendido y sediento de saber lo que pasó. Lo natural fue contarle todo y no obviar el sexo, pero hubo algo que no fue tan natural a mi parecer. La reacción que tuve la segunda vez que la vi: me comporté como “el vengador de los ex” o una especie de “The Punisher”.

Después de una hora de plática, y de caminar por los rincones pueblerinos de esta ciudad, Jorge se sentía satisfecho de mi acción. Creo que fue su venganza, al menos la de él estaba más consiente que la mía, o tal vez nunca tuve esa intención.

El primer encuentro que tuve con Amanda fue planeado con anticipo de un mes. A vísperas de diciembre la llamé para citarnos. Ella, como era de esperarse, me avisaría, y su mensaje llegó en la madrugada del 23 de ese mes. Quería que vaya a su casa en la mañana. Asistí como de costumbre casi puntual, casi, porque me adelanté unos minutos. La esperé en el sillón, estaba durmiendo y yo sucumbí al sueño de tanto esperarla, al despertarme ella apareció delante de mí. Sollozando por el apresurado despertar de algo que se venía venir, como un poema de Benedetti.

La segunda vez fue más esperada pero esta vez una llamada de María mientras nos vestíamos causó curiosidad en ella. Presurosos al salir de su casa, en el taxi, camino al centro comercial, ignoré por un momento a Amanda y contesté la llamada de María. Mi vista panorámica advirtió que los ojos de Amanda se posaron sobre mí. Al terminar la llamada, le dije que estaba saliendo con María. No supe descifrar sus lágrimas, no sé si fue por el desconcierto que la tomó por sorpresa o por los síntomas de su gripe y resfrío que ella sufría hace un par de días. El silencio sucumbió.

La tercera vez fue más directa en todos sus aspectos, el sexo volvió en un aperitivo a medio consagrar, y yo sólo podía darme la ventaja de devorar cada segundo de su presencia. Al terminar, la acompañé a su trabajo, atendía en una tienda de modas en San Isidro, me preguntó por María, que cómo me iba con ella, sólo le respondí que nada funcionaba y que nunca funcionó. Ella sólo calló.

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Esta historia en una canción

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